Conceptos Clave en la Filosofía de Platón
Opinión (Doxa)
La opinión (doxa), tomada por Platón del uso previo de Parménides, es el nivel más bajo del conocimiento. Para Parménides era simplemente lo que no es verdad, pero Platón considera que la opinión incluye imaginaciones, conjeturas y creencias que expresan puntos de vista subjetivos, particulares y contingentes, frente al conocimiento racional de las Ideas, que es objetivo y universal. Aunque no constituye conocimiento verdadero, Platón sostiene que algunas opiniones pueden ser más verdaderas que otras. En el mito de la caverna, la opinión es la cháchara de los prisioneros sobre las sombras. Como el conocimiento es para Platón un proceso gradual, la opinión es su punto de partida, un nivel ligado al mundo sensible y representado en el símil de la línea por los dos segmentos inferiores: conjetura y creencia.
Dialéctica
La dialéctica, en la teoría platónica del conocimiento, es primero el método socrático de búsqueda racional de la verdad mediante el diálogo. En la filosofía madura de Platón, pasa a ser el proceso racional por el que el pensamiento descubre las Ideas y asciende de unas a otras, alcanzando el nivel más alto del conocimiento (episteme), representado en el cuarto segmento del símil de la línea, donde se hallan las Ideas superiores (morales, estéticas y políticas). Este movimiento dialéctico “ascendente” culmina en la Idea del Bien. Existe también un movimiento “descendente”, que consiste en explicar los objetos sensibles a partir de las Ideas. En el mito de la caverna, este proceso aparece en el ascenso gradual del prisionero liberado hasta contemplar el sol, símbolo del Bien. Para Platón, conocer es contemplar racionalmente, y la meta final del conocimiento es la comprensión del Bien. El filósofo-rey es quien logra esta contemplación.
Reminiscencia (Anámnesis)
La reminiscencia (anámnesis) es, en Platón, la idea de que conocer es recordar: el alma ya posee de algún modo las Ideas antes de la experiencia sensible, y aprender consiste en hacer explícito lo que estaba implícito en el alma y en las cosas. Esta teoría anticipa conceptos posteriores como las ideas innatas de Descartes o los conceptos a priori de Kant, nociones no aprendidas que hacen posible el aprendizaje. En el Menón, Platón ejemplifica la reminiscencia con el esclavo que, sin enseñanza previa, descubre verdades geométricas guiado solo por preguntas de Sócrates. Platón explica esta capacidad por la inmortalidad del alma racional, heredada de los pitagóricos, aunque puede entenderse también como metáfora de lo esencial y permanente en el ser humano que permite aprender cosas —como idiomas o matemáticas— que otros seres vivos no pueden.
La Idea de Bien
La Idea de Bien es, en la Metafísica de Platón, la idea suprema del mundo inteligible. Aunque Platón no la define con precisión, le atribuye dos sentidos: uno cosmológico, como principio de armonía e inteligibilidad del universo, y otro ético-político, como modelo ideal de conducta y de organización justa de la ciudad. El Bien es, por tanto, la condición de posibilidad tanto de lo que existe como de la justicia individual y colectiva. Su conocimiento exige una preparación del alma y un ascenso dialéctico desde los objetos sensibles hasta las Ideas; solo viendo cosas o personas “buenas” llegamos al concepto universal de Bien. Se relaciona con el nôus de Anaxágoras y con el Primer Motor de Aristóteles. Quien lo contempla actúa necesariamente según él, y por eso los filósofos-reyes son quienes deben gobernar. En el mito de la caverna, la Idea de Bien está simbolizada por el sol, que hace visibles y comprensibles todas las cosas.
Platón en el Contexto de la Filosofía Griega
Platón y los Presocráticos
Tanto Platón como los presocráticos vivieron en la Antigua Grecia (siglos VI-IV a. C.) y compartieron el uso del lógos para comprender la realidad. Sin embargo, Platón se distancia de los filósofos de la naturaleza, cuyo interés era definir el arché o principio de la physis; su atención se centra más en la vida humana y la justicia de la polis, siguiendo el enfoque socrático. Aun así, Platón integra el pensamiento presocrático: resuelve la oposición entre Parménides (ser permanente) y Heráclito (cambio constante) mediante su dualismo metafísico, distinguiendo un mundo inteligible (permanente) y uno sensible (cambiante). También recoge la diversidad presocrática: causas materiales y cambiantes (Tales, Anaxímenes, Empédocles, Heráclito) frente a causas inmateriales y eternas (Pitágoras, Anaximandro, Parménides). Esto se refleja en su teoría del conocimiento, que diferencia opinión (mundo sensible) y ciencia (mundo inteligible). Finalmente, Platón rechaza el azar del atomismo de Demócrito y se acerca al Lógos de Heráclito y al Nôus de Anaxágoras al afirmar que el cosmos está ordenado por la Idea de Bien.
Platón, Sócrates y los Sofistas
Tanto Platón como los sofistas y Sócrates desarrollaron su pensamiento en la Antigua Grecia del siglo V a. C. Sócrates fue maestro de Platón, y ambos mantuvieron intensos debates con los sofistas. Mientras que los presocráticos habían utilizado la razón para explicar la naturaleza (physis), los sofistas, Sócrates y Platón emplearon el lógos para analizar la ciudad (polis) y la vida humana. Este cambio desde el estudio de la naturaleza al estudio del ser humano se conoce como giro antropológico. Aunque los sofistas, Sócrates y Platón compartieron el interés por los temas éticos y políticos, sus posiciones fueron muy distintas. Los sofistas (como Protágoras, Gorgias o Critias) defendían el relativismo moral, según el cual las ideas sobre lo justo y lo bueno dependen del contexto y de la opinión individual, sin verdades éticas universales. En cambio, Sócrates y Platón sostenían un universalismo ético: creían que todos los seres humanos comparten una naturaleza racional, y que la razón puede descubrir valores éticos universales. Su postura es, por ello, racionalista o intelectualista, pues considera que conocer el bien conduce necesariamente a actuar bien (intelectualismo moral).