Introducción a la Filosofía de Nietzsche
Friedrich Nietzsche fue un filósofo alemán, considerado uno de los más grandes escritores de la lengua germánica. Aunque poseía una salud débil, era un gran apasionado de la vida. Nuestro autor se mostró increíblemente lúcido en su crítica a la cultura occidental, lo que lo convirtió en un genio y una figura fundamental en la filosofía de todos los tiempos. En este documento, abordaremos cómo Nietzsche se dedicó, entre otras cosas, a realizar una fuerte crítica a la religión.
La Muerte de Dios y la Crítica a la Religión
A lo largo de la historia, el ser humano siempre ha buscado una respuesta para poder explicar todo lo que sucede en nuestro mundo. Por ello, se ha visto obligado a buscar una razón para vivir, es decir, un sentido que le ayude a que su vida —y la de los demás— tenga un propósito. «¿Quién nos ha creado?», «¿quién hace que el mundo funcione?»… Estas son las preguntas más planteadas a lo largo de la historia, pero ¿quién nos va a dar una respuesta? Pues bien, la respuesta la posee un ser que es: perfecto, inmortal, infinito y bondadoso. Para poder superar esa angustia que nos provocan esas preguntas, solo podemos creer que el sentido de todo no depende de nosotros.
Según la sociedad, es innegable la existencia de un fenómeno religioso en la humanidad. Sin embargo, este no tiene nada que ver con la verdad, ya que la religión tiene una razón de ser considerada como herramienta de cohesión y control social. La sociedad vive regida por un dios que se ve representado en los valores morales que impone la justicia institucionalizada, la cual determina qué tipo de vida están obligadas a vivir las personas.
Nietzsche se dedicó, entre otras cosas, a criticar la religión. Estaba en contra de todas, aunque su crítica se enfocó más en el cristianismo. El filósofo alemán no creía en Dios. Afirmó: «¡Dios ha muerto, y nosotros somos quienes lo hemos matado!». Con esta afirmación, Nietzsche nos dice que Dios es una mentira creada por los hombres de «espíritu débil» que, aterrados ante la dura realidad, prefieren cobijarse bajo un ser supremo que les guía. Esta aceptación supone una negación a la *voluntad de poder* del hombre. Como él mismo señaló: «Los débiles hallan en el rebaño una fuerza considerable».
Ideas tales como la humildad, el remordimiento y la compasión son, para Nietzsche, rasgos de la clase esclava, de los inferiores, y por eso está en contra de las religiones, por su carácter antivital. En definitiva, niega cualquier religión, el concepto de bueno o malo y la moral tradicional.
Por lo tanto, si no existe ningún Dios supremo que esté por encima de mí y estipule las normas del juego en cuanto a la moral, seré yo autónomo de hacer aquello que quiera. Conscientes entonces los hombres del engaño al que han sido sometidos durante siglos y viendo derrumbarse los pilares fundamentales de su sociedad, se encontrarán con una realidad desoladora. Desorientado y angustiado, Occidente se hallará inundado de dudas, sin sentido.
Por último, para Nietzsche, las religiones (concretamente todas las cristianas) oprimen al hombre para meterlo dentro del rebaño sin ofrecer la posibilidad de salirse de este, por lo que el consejo que nos da es que vivamos la vida. En conclusión, Nietzsche daba un valor único y absoluto a la vida, y nada más.
El Vitalismo Nietzscheano y la Voluntad de Poder
Fundamentos del Vitalismo
Friedrich Nietzsche fue uno de los filósofos más reputados del siglo XIX, conocido por cultivar una filosofía productiva que tendría su origen en los sofistas. En su línea vitalista, Nietzsche se dedicará a exaltar todo aquello que aproveche y dé sentido y valor a la vida, dirigiendo, al mismo tiempo, una decisiva crítica contra toda una corriente filosófica cuya máxima aspiración se reducía a la búsqueda de la verdad absoluta, fijando, eternizando y deshistorizando la realidad, lo que, según él, dio lugar a una cultura caduca, enferma y decadente.
La filosofía nietzscheana está marcada por la vitalidad. Para él, la vida se convierte en el criterio para valorar las acciones humanas, por ello su teoría se califica como *vitalismo*. Este criterio para definir lo bueno y lo malo es, para él, el único aceptable, puesto que no existe ningún otro. Defiende que lo bueno y lo malo es diferente para cada individuo, puesto que los factores involucrados se guían por la subjetividad de los sentidos, las experiencias vividas y los impulsos. Frente a la razón, Nietzsche pone de manifiesto la necesidad de acabar con el sistema tradicional, caduco y obsoleto que hasta ahora había reprimido los impulsos vitales y que había dictado una forma igualitaria de actuar.
La Voluntad de Poder
Nietzsche utiliza el concepto de *voluntad de poder* para referirse a la energía vital que nos mueve, que provoca los impulsos y las pasiones, y que hasta ahora había sido negada y castigada. La *voluntad de poder* se manifiesta en la dialéctica del sí y el no, del bien y el mal, de la veracidad y la falsedad, y en la destrucción de valores antiguos para dar paso a unos nuevos. Se caracteriza por:
- Ser previa a la razón.
- Ser peculiar, ya que cambia y es diferente en cada individuo.
- Su continua insatisfacción y necesidad de dolor para superarse y crecer.
- Su creatividad y libertad, que nos hace diferentes e independientes.
La *voluntad de poder* tiene como objetivo la elevación de la vida, es decir, el afinamiento de los sentidos, la potenciación de la pasión, la búsqueda del riesgo y del peligro como muestra de una enorme confianza en uno mismo. Sin embargo, no todos tienen una fuerte *voluntad de poder*, y esta diferencia marca una vida descendente o ascendente.
Tipos de Voluntad de Poder: Vida Ascendente y Descendente
La *voluntad de poder* se manifiesta de diferentes maneras, diferenciando y jerarquizando en función de cómo cada persona afirma su existencia. Por un lado, distinguimos al *hombre gregario*, atemorizado ante el *devenir* y deseoso de hallar un trasmundo ficticio en el que resguardarse del mundo. Este individuo ha hipertrofiado la razón y ha reprimido sus instintos y pasiones, dando lugar a una *voluntad de poder* débil y, por tanto, una vida descendente, enferma. Por otro lado, nos encontramos con un *hombre determinado e independiente*, que no duda en vivir la vida y en asumir sus riesgos, que exprime todas las posibilidades que la vida ofrece y que constituye una fuente creadora de valores. Este individuo goza de salud y de una *voluntad de poder* fuerte, es decir, disfruta de una vida ascendente.
Crítica a la Metafísica y la Búsqueda de la Verdad Absoluta
Nietzsche elaboró una crítica de carácter fuertemente vitalista con la cual atacó a la sociedad occidental, haciendo evidentes una serie de aspectos que, según el propio pensador, habían dado lugar a una cultura en decadencia.
Hasta el siglo XIX, toda aspiración filosófica se había reducido a la búsqueda de una verdad absoluta, a la imposición de una serie de valores fijos e inamovibles a partir de los cuales desarrollar una perspectiva del mundo y guiar nuestros actos. De acuerdo con la teoría nietzscheana, esta necesidad predominante surgiría del pavor que Occidente había desarrollado respecto al *devenir*; el cambio sucesivo y constante, sin causas ni fines, generaba un temor a la incertidumbre en la sociedad. Nietzsche llamó *filósofos-momia* a aquellos pensadores encargados de combatir la apariencia y el cambio.
Ya desde la Antigua Grecia, Platón distinguiría entre un mundo aparente (Mundo Sensible) repleto de copias, imperfecto, perecedero y cambiante, sometido al *devenir*; y un mundo verdadero (Mundo Inteligible), estático, perfecto, inmutable, aquel dotado de realidad, únicamente accesible por medio de la Razón. Sin embargo, Nietzsche denunció a estos sabios que se empeñaron en deshistorizar, eternizar y fijar una verdad absoluta que, según él, había terminado dando lugar a una cultura decadente, caduca y obsoleta.
Además, Nietzsche acusó al lenguaje de ser una herramienta que llena la realidad de sustancias, sujetos, causas y efectos que en ningún caso experimentamos. Estos elementos lingüísticos permiten construir mundos artificiales a través del término «yo», que afirma la existencia de un sujeto individual que realmente no es ninguna sustancia; de la gramática del verbo «ser», que fomenta la idea de la existencia de identidades con rasgos permanentes; y de la estructura de sujeto-predicado, que permite diferenciar entre causa y efecto.
No existe ningún conocimiento ni intelecto capaz de alcanzar estos conceptos metafísicos, porque son pura invención que el ser humano ha creado para olvidar el caos del mundo en el que vive, para refugiarse en otro que le sirva de vía de escape. Para Nietzsche, los conceptos metafísicos son puras metáforas que el hombre occidental ha olvidado lo que son: palabras vacías de significado que filósofos como Sócrates, Platón, Kant o Descartes han llenado de mentiras.
El carácter interpretativo de Nietzsche niega el mundo metafísico y afirma un pluriverso de interpretaciones, todas igualmente válidas. Según Nietzsche, la cuestión de la verdad se plantea en términos de salud: son nuestras necesidades las que interpretan el mundo.
A pesar de todo, el mundo metafísico no es que sea falso, sino que es la interpretación de los enfermos, el mundo en el que necesitan creer. El verdadero problema es que imponen su interpretación como la única válida para todos.
Conclusión: La Afirmación de la Vida y el Devenir
En conclusión, el mundo metafísico es la interpretación de los hombres aterrados por el *devenir*, con una *voluntad de poder* débil, que han impuesto su interpretación de la realidad ante la del resto. Para ello han utilizado herramientas como el lenguaje o el platonismo. En consecuencia, Nietzsche criticó y desenmascaró este mundo falso para afirmar y valorar las interpretaciones individuales, además de apreciar el mundo del *devenir*.