La Epistemología de Kant: Fenómeno, Noúmeno y los Límites del Conocimiento Puro

La Epistemología Trascendental de Kant: Superando Racionalismo y Empirismo

Immanuel Kant es uno de los filósofos más importantes del periodo de la Ilustración. Influido por las corrientes racionalista y empirista, logra superar ambas, que según él cometían graves errores epistemológicos, y crear una nueva doctrina basada en lo trascendental. En ella, intenta profundizar en el modo en que entendemos la realidad que nos rodea, incidiendo en el hecho de que nuestras facultades cognitivas son completamente independientes del objeto.

Los Principios del Entendimiento Puro y la Experiencia Posible

Ha quedado claro a lo largo de la exposición que Kant hace en su obra cumbre, Crítica de la razón pura, que los principios del entendimiento puro, ya sean a priori constitutivos (como los matemáticos) o meramente regulativos, no contienen nada más que los esquemas para la experiencia posible. Esta se fundamenta en el uso empírico y se refiere exclusivamente al ámbito de lo fenoménico.

Todo concepto requiere, primero, la forma lógica y, en segundo lugar, la posibilidad de darle un objeto al cual se refiera. En el campo de las matemáticas, sería absurdo pensar en un triángulo equilátero, o en la equidistancia de todos los puntos de una circunferencia respecto a su centro, si no pudiésemos aplicar tanto uno como otro a la vida real en la que observamos frontones de edificios clásicos con forma triangular. Así pues, es necesario concluir que esas reglas del entendimiento no solo son verdaderas a priori, sino también fuente de toda la verdad, es decir, de la concordancia de nuestro conocimiento con los objetos en tanto que contienen el fundamento de la posibilidad de la experiencia.

Sensibilidad, Espacio, Tiempo y Categorías: Fundamentos del Conocimiento

Es evidente también que no podemos hacer comprensible la posibilidad de un objeto sin acudir inmediatamente a las condiciones de la sensibilidad, a la forma de los fenómenos y, por ende, a las categorías, las cuales se ocupan, como sabemos, de limitar los objetos. Necesitamos las categorías para conocer los objetos, ya que, de otro modo, la comprensión del objeto sería imposible.

Para entender el concepto de magnitud, por ejemplo, necesito conocer cuántas veces dicho elemento contiene la unidad, y a su vez, ese cuántas veces no es más que una sucesión repetitiva en el tiempo. De igual forma, tampoco puedo prescindir del tiempo cuando intento analizar la conexión entre causa y efecto, puesto que nada encontraría dentro de esa categoría pura. Los principios del entendimiento puro precisan, pues, de las intuiciones puras del espacio y el tiempo y también de las categorías, ya que si las separamos de toda sensibilidad, jamás llegaremos a conocer ningún supuesto objeto.

La Analítica Trascendental y la Comprensión del Fenómeno

La Analítica trascendental conlleva que el entendimiento a priori solo anticipa la forma de una experiencia posible. Dicha experiencia, como ya hemos visto, se reduce al examen del objeto a través de las categorías, dentro de un espacio y un tiempo concretos. La suma de todo ello nos lleva a la comprensión del fenómeno del objeto, en tanto que es pensado por el entendimiento. Surgen así las características esenciales del mismo, tales como materia, forma, tamaño, etc.

A todo ello alude Kant cuando habla de lo fenoménico, es decir, todo aquello que resulta visible y comprensible a partir de la experiencia. Dado que todo lo que no pertenezca al ámbito del fenómeno no podrá ser objeto de la misma y quedará relegado al noúmeno. Nunca podemos saltar por encima de las barreras de la sensibilidad dentro de las cuales nos son dados los objetos.

El Problema del Noúmeno: Más Allá de la Experiencia Sensible

Aquí es donde surge el verdadero problema: nuestro entendimiento pretende ir más allá de la propia experiencia e intenta comprender el objeto en sí mismo independientemente de toda intuición sensible. Kant habla de noúmeno en sentido negativo cuando el objeto queda fuera de nuestra intuición sensible, y de noúmeno en sentido positivo cuando el objeto queda relegado al ámbito de la intuición no sensible, tratándose entonces de una especie particular de intuición —la intelectual— que no corresponde a nuestra capacidad de conocer. Si pretendemos aplicar las categorías a este tipo de objetos, observaremos que no tienen significación alguna en tanto que tampoco existe unidad de tiempo y espacio, y por tanto, no hay posibilidad de comprensión.

El Noúmeno como Concepto Límite

El concepto de noúmeno, es decir, de una cosa que no debe ser pensada como objeto de los sentidos, sino como cosa en sí misma, no es contradictorio, pues no se puede afirmar que la sensibilidad sea la única especie posible de intuición; pero sí es muy problemático en la medida en que lo podemos pensar de forma intelectual, pero no podemos conocerlo efectivamente. Dicho de otro modo, puedo llegar a intuir qué es el amor entre una pareja de enamorados, pero no puedo explicar en qué radica ni de dónde surge; es decir, me veo incapaz de analizar su esencia. El noúmeno se convierte así en un concepto límite que pone coto a los límites de la experiencia. Tal y como nuestro filósofo advierte, querer ir más allá se convierte en una travesía peligrosa en busca de algo completamente desconocido.

La Metáfora de la Isla del Conocimiento

Es en el tercer capítulo de la Crítica de la razón pura donde se aborda esta cuestión, y para ello nuestro filósofo utiliza una metáfora claramente reveladora. Es necesario imaginar una isla, tierra de la verdad, rodeada por un tempestuoso mar en el que los bancos de hielo fingen nuevas tierras y engañan sin cesar al experto navegante. Pues bien, la isla representa el territorio del conocimiento fenoménico —único conocimiento seguro— y el mar es la esfera de la cosa en sí, el noúmeno, lo desconocido. La conclusión se hace patente de forma clara y simple: debemos contentarnos con el conocimiento que de forma empírica nos brinda nuestra tierra firme, ya que de otro modo nos adentramos en un terreno completamente desconocido en el que no podemos establecer ningún tipo de conocimiento válido, sino tan solo quimeras y vanas esperanzas. Este es el terreno de la metafísica al que Kant dedicará su dialéctica.

Conclusión: Fenómenos y Noúmenos en la Razón Pura

En este capítulo de la obra, Kant se ha referido a la distinción de los objetos en fenómenos y noúmenos, consecuencia de las investigaciones desarrolladas en la Estética trascendental y la Analítica trascendental. El uso puro de las categorías, es decir, al margen de toda referencia a la experiencia posible, queda desprovisto de valor cognoscitivo. La pretensión de la razón pura de conocer lo que son las cosas en sí mismas (como noúmenos) queda desprovista de justificación, pudiendo alcanzarse solo un conocimiento de ellas tal como se presentan en la experiencia posible (como fenómenos).