Kant: crítica a la metafísica tradicional

Ya en el prólogo de la Crítica de la razón pura Kant se muestra primordialmente interesado por el problema de la posibilidad de la metafísica, es decir, por el problema de si es posible un conocimiento seguro acerca de Dios, de la libertad y de la inmortalidad del alma.
Hay dos razones que justifican la duda acerca de la posibilidad de la metafísica: en primer lugar, la ciencia progresa mientras que en metafísica se siguen debatiendo las mismas cuestiones que se debatían muchos siglos atrás; en segundo lugar, los científicos se ponen de acuerdo en sus teorías y en sus conclusiones, mientras que reina un gran desacuerdo entre los metafísicos. Por tanto es necesario plantearse el problema de si es posible la metafísica como ciencia. De ser esto posible, piensa Kant, la metafísica podrá superar el lamentable estado en que se ha encontrado durante todos los siglos de su existencia, logrando el acuerdo y el progreso. Si esto no fuera posible, lo mejor será abandonar definitivamente la ilusión de construir sistemas metafísicos con pretensiones de conocimiento científico.
A responder a la pregunta por la posibilidad de la metafísica está destinada la Dialéctica trascendental. Pero, si admitimos y presuponemos el análisis del conocimiento llevado a cabo en la Estética trascendental y en la Analítica trascendental, parece que no hay nada más que decir acerca de la metafísica. En efecto, de este análisis se siguen ya ciertas conclusiones generales acerca del tema. Fundamentalmente, que la metafísica es posible, y posible como ciencia, en la medida que se pueda llamar metafísica al criticismo trascendental mismo, pero que la metafísica de tipo tradicional no lo es, porque supone la aplicación de las categorías fuera del campo de su aplicación legítima. La función cognoscitiva de las categorías se encuentra en su aplicación a objetos en cuanto dados en la intuición sensible. Las cosas-en-sí no son ni pueden ser fenómenos y no poseemos ninguna facultad de intuición intelectual que pueda suministrar objetos para una aplicación metafenoménica de las categorías. Por tanto, queda excluida la metafísica de tipo clásico como conocimiento objetivo.
Pero la actitud de Kant respecto a la metafísica es más complicada de lo que estas conclusiones permiten suponer. Por un lado Kant creía que el impulso metafísico es un impulso inextirpable del espíritu humano. Es posible y valiosa la metafísica considerada como disposición natural. Además, Kant desea ilustrar y confirmar la verdad de esta afirmación suya mediante una crítica detallada de la psicología racional, la cosmología y la teología natural. A ambas tareas va destinada la Dialéctica trascendental.
(1) Respecto a la explicación de la disposición natural de la razón humana a la metafísica y el valor de esta disposición, Kant establece lo siguiente:
El entendimiento se ocupa directamente de los fenómenos y los unifica en juicios. La razón parte de un silogismo, sigue por un prosilogismo y así va buscando la máxima unidad, lo incondicionado, no es dado por la experiencia (idea trascendental).
Lo incondicionado es un concepto puro de la razón. Kant piensa que debe haber tantos conceptos puros de la razón como formas de razonamiento o silogismos. Estos son tres y de ellos deduce los tres conceptos puros de la razón, que llama ideas trascendentales: idea de alma; idea de mundo; la idea de Dios.
Las ideas trascendentales no tienen valor constitutivo, no proporcionan conocimiento, no pueden tener un uso trascendente. No pueden ser tratados como objetos de conocimiento por no pueden ser dadas a la intuición (ni sensible ni intelectual). Las ideas trascendentales tienen un valor regulativo, nos proporcionan una regla para ampliar el conocimiento, tienen un uso inmanente. La idea del yo estimula una mayor unificación de los fenómenos psíquicos; la idea de mundo estimula una mayor unificación de los fenómenos naturales; la idea de Dios nos lleva a pensar los fenómenos naturales como unidad teleológica y sistemática.
(2) Por otro lado, en lo que atañe la crítica detallada de la metafísica, Kant procede de la siguiente forma:
La metafísica a la que Kant somete a crítica definitiva es la metafísica especial de Wolff y que se divide en tres disciplinas:psicología racional, cuyo objeto es el alma; cosmología racional, cuyo objeto es el mundo como totalidad; teología natural, que pretende demostrar y conocer a Dios.
La psicología racional al tratar al alma cono objeto de conocimiento da lugar a cuatro paralogismos. El primero resulta de aplicar al yo pienso la categoría de sustancia.

La crítica a la cosmología racional da lugar a antinomias -afirmaciones contrarias, tesis y antítesis, acerca del mundo, que pueden demostrarse tanto la una como la otra, son las cuatro antinomias de la razón pura:
1ª.- Tesis: el mundo tiene un comienzo en el tiempo y está limitado en el espacio. Antítesis: el mundo no tiene un comienzo en el tiempo ni límites en el espacio.
2ª.- Tesis: toda sustancia o cosa compuesta consta de partes últimas que son ya indivisibles. Antítesis: ninguna cosa compuesta consta de partes últimas indivisibles; no hay nada absolutamente simple, pues la posibilidad de división interna es infinita.
3ª.- Tesis: la causalidad natural no es la única en el mundo; hay también una causalidad libre en el mundo. Antítesis: no hay libertad; todo lo que sucede en el mundo sucede según causas naturales.
4ª.- Tesis: hay un ser necesario como parte del mundo o como su causa. Antítesis: un ser absoluto y necesariamente existente no puede ser ni una parte del mundo ni tampoco su causa.
Las dos primeras antinomias no tienen solución, son consecuencia de tomar el espacio y el tiempo como cosas en sí. Las dos segundas sí pueden tener solución: las antítesis se refieren al mundo de los fenómenos y, en cuanto tales, son verdaderas; las tesis podrían mostrarse como válidas referidas al mundo nouménico, si se descubriese alguna vía de acceso a ello distinta de la del conocimiento. Kant encontrará esta vía en la moral.
La crítica a teología natural. Tres pruebas básicas, que en opinión de Kant no concluyen: la prueba ontológica, la prueba cosmológica y la prueba físico-teleológica.
Prueba ontológica. En concepto del ser realísimo o perfecto está incluida toda perfección posible. La consideración de la idea del ser perfecto implica su existencia real. Critica que la existencia no es ninguna perfección sino una categoría del entendimiento que no añade nada a mi conocimiento.
Prueba cosmológica: si algo contingente existe, tiene que existir también un ser absolutamente necesario como su causa. Su paso en falso está en dejar de utilizar la categoría de causalidad sin motivo que lo justifique. Sólo sería justificable apoyándose en el argumento ontológico, que ya hemos visto que no concluye, por lo tanto este tampoco.
Prueba físico-teleológica. Partiendo del orden y regularidad del mundo concluye en la existencia de un creador sumamente inteligente, Dios, como causa de ese orden maravilloso. Se podría afirmar la existencia de un arquitecto inteligente como causa del orden, pero no un creador; para afirmar esto último debería apoyarse en la prueba cosmológica, que, a su vez, debería apoyarse en la ontológica.
Para concluir hay que hacer notar que la crítica kantiana (su ensayo de cambiar el modo de proceder de la metafísica) permite establecer que, si bien sólo los fenómenos son cognoscibles, los noúmenos son al menos pensables, abriendo así el paso a la razón en su uso práctico o moral para traspasar los límites de la experiencia y alcanzar lo incondicionado. Libertad, inmortalidad y existencia de Dios son postulados de la razón práctica.
a) La libertad ha de ser supuesta como condición de posibilidad de la moral (Sólo un ser que es libre puede tener deberes morales).
b) La inmortalidad del alma ha de ser supuesta porque la razón nos ordena una concordancia perfecta de la voluntad con la ley, esto no es posible en un tiempo finito, por ello ha de ser supuesta una duración indefinida.
c) La existencia de Dios ha de ser supuesta porque ha de existir un ser en el que se dé una concordancia perfecta entre ser y deber ser, que sea sumamente justo e inteligente para hacer corresponder a la virtud la medida adecuada de felicidad.