Fundamentos del Empirismo: Origen y Límites del Conocimiento
Tesis Fundamentales del Empirismo
El origen del conocimiento es la experiencia. Esta tesis se acepta en general con algunas variantes significativas: el sensismo en Hobbes, el fenomenismo en Berkeley, y la admisión de la experiencia interna (reflexión) por parte de Locke. Lo importante de esta postura es que niega la posibilidad de las ideas innatas, un concepto fundamental en la filosofía racionalista.
La experiencia actúa como límite del conocimiento. Para los racionalistas, la razón, con la ayuda de un método correcto y actuando deductivamente, puede llegar a conocerlo todo. Para los empiristas, en cambio, la máxima es clara: “no podemos ir más allá de la experiencia”. La razón no tiene más datos que aquellos que suministra la experiencia, y la verdad que puede brindarnos el conocimiento científico pasa a ser solo probabilidad o un puro hábito psicológico.
Todo conocimiento es conocimiento de ideas. Al igual que en el racionalismo, no conocemos directamente las cosas, sino las ideas que de ellas tenemos. El pensamiento se reduce a relacionar ideas entre sí. La realidad del mundo exterior es puesta entre paréntesis (Locke) o incluso negada (Berkeley). El empirismo otorga una gran importancia al estudio de los mecanismos psicológicos que explican las asociaciones de ideas.
En conclusión, el empirismo propugna un nuevo concepto de racionalidad, que depende y está limitada por la experiencia, pero que, sin embargo, es la única guía del hombre y debe tener una finalidad práctica, política y moral. Este es el camino que seguirá después el criticismo kantiano.
John Locke: El Empirismo Británico y la Mente como Tabula Rasa
Teoría del Conocimiento: Origen y Alcance del Entendimiento Humano
La intención de Locke, como él mismo expresa, es “investigar los orígenes, alcance y certidumbre del entendimiento humano, junto con los fundamentos y grados de creencias, opiniones y sentimientos”. Por ello, decimos que su enfoque es el de una razón crítica, pero sin desconfiar acerca de sus posibilidades. Según Locke, una idea es una señal, huella o representación que las cosas percibidas dejan en la mente. Locke lo compara con una huella que deja un trozo de cera al presionar. Con esta metáfora, Locke expresa:
- Que hay una equivalencia entre las cosas e ideas.
- Que no puede haber ideas sin percepción.
Las Ideas y su Origen
Una idea es una especie de “huella representativa” de las cosas en la mente, y tienen su origen en la experiencia. Las ideas son signos “naturales” de las cosas, pero para comunicarlas necesitamos signos convencionales: las palabras. Las palabras son signos que sustituyen en la comunicación a las ideas generales, y no representan esencias sino rasgos comunes de individuos semejantes. Esta distinción, fundamental en el estudio de Locke, nos permite destacar dos aspectos clave:
Locke es un nominalista, es decir, niega la existencia de esencias universales. Estas no existen ni independientemente de los individuos (como para Platón) ni como forma de los individuos (como en Aristóteles), sino que son solo palabras que se refieren únicamente a ciertos rasgos comunes de los individuos.
Locke distingue entre las ideas que son signos naturales y las palabras que son signos convencionales. Es decir, para Locke el pensamiento y el lenguaje no son la misma cosa, y esa es una idea que resulta discutible.
David Hume: El Empirismo Radical y el Escepticismo
La Naturaleza de las Percepciones y el Principio de Copia
Para Hume, las expresiones y las ideas son lo mismo, solo que estas últimas son menos vivas. El principio de copia le sirve a Hume para rechazar la metafísica tradicional. Si palabras e ideas como Dios, alma o sustancia no pueden atribuirse a ninguna impresión sensible, entonces no son más que palabras y no se refieren a nada. Tienen significado pero no tienen referencia. Sin embargo, con Hume el programa empirista llega a sus últimas consecuencias: la imposibilidad del intelecto para manejar ideas que no representan verdades lógico-matemáticas o probabilidades empíricas. Hume parte de los siguientes principios:
Principio Empirista: Todos los materiales del pensar se derivan de la experiencia interna o externa. La razón no puede engendrar por sí sola una idea original.
Principio de Inmanencia: Solo hay percepciones, y estas son de dos tipos: impresiones e ideas. Las ideas son, por tanto, percepciones, solo que “menos vivas” que las impresiones sensibles. Aquello que decía Locke de las ideas como “signos naturales” le parece a Hume demasiado ambiguo, al no reflejar el origen sensorial de las ideas.
Principio de Copia: Nuestra mente tiene una “capacidad natural” para copiar las impresiones sensibles, y eso es todo lo que tienen de innato nuestras ideas, porque su origen es siempre sensorial.
Principio de Asociación de Ideas: Las ideas se conectan en estructuras mentales estables y cambiantes gracias a dos factores: la imaginación y una especie de “atracción inexplicable” de las ideas entre sí, regulada por tres leyes: semejanza, contigüidad y causa-efecto.
Principio Nominalista: No hay ideas abstractas, solo ideas particulares (propias de cada individuo) vinculadas a términos generales (nombres). No hay, pues, esencias, sino solo impresiones sensibles “menos vivas” formadas por cada individuo en su biografía, que son susceptibles de múltiples combinaciones y a las que asociamos un nombre.
La Ciencia y el Escepticismo Humeano
Las Matemáticas: Versan sobre relaciones de ideas y permiten realizar razonamientos demostrativos absolutamente seguros y ciertos a priori.
La Física: Trata sobre hechos, que reduce a leyes, con el fin de enseñarnos cómo controlar y regular acontecimientos futuros por medio de sus causas. Solo puede formular leyes probables, pero ello basta para que podamos manipular la realidad.
La Metafísica: Es el blanco del ataque de Hume. Este mantiene un “escepticismo consecuente” acerca de la existencia del mundo real (“nada nos garantiza su existencia, pero negar absolutamente sería ir contra la vida”). No podemos demostrarlo: nos basta con creer en él. Pero con otras “entidades metafísicas” como la idea de sustancia (res extensa) o el yo (res cogitans) se muestra inflexible. En particular, el “yo”, o identidad personal, es a su juicio una ilusión.