Filosofía Moderna: Descartes y Hume sobre Conocimiento, Realidad y Moral

René Descartes: Pilares de su Pensamiento Filosófico

René Descartes, figura central del racionalismo, buscó establecer un conocimiento absolutamente cierto e indudable, una base sólida para la ciencia. Para él, solo la lógica y las matemáticas, por su naturaleza deductiva, cumplían estas características. El resto de los conocimientos, basados en los sentidos, eran considerados dudosos, ya que estos pueden engañarnos. Por ello, Descartes se propuso encontrar un método o camino hacia el conocimiento que aprovechara las ventajas de los saberes deductivos y estuviera libre de sus defectos.

Teoría del Conocimiento y el Método Cartesiano

En su obra fundamental, el Discurso del Método, Descartes expone las cuatro reglas esenciales para obtener un conocimiento seguro:

  1. Regla de la Evidencia: No admitir algo como seguro sin saber con evidencia que lo es. Esto implica evitar la precipitación y la prevención, y no comprender aquello que no sea tan claro y distinto que permita dudar de ello.
  2. Regla del Análisis: Dividir cada una de las dificultades que se examinan en tantas partes como sea posible y necesario para resolverlas mejor, hasta encontrar las naturalezas simples que conocemos por intuición.
  3. Regla de la Síntesis: Reconstruir la realidad deduciendo ordenadamente, comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más complejos.
  4. Regla de la Enumeración: Realizar recuentos tan completos y revisiones tan generales que se esté seguro de no omitir nada. Si repasamos las deducciones, construimos cadenas de razonamiento.

Las naturalezas simples son la base de su sistema. Su ideal de ciencia es una ciencia deductiva, capaz de extraer la verdad de cualquier cosa a partir de principios evidentes.

La Realidad y la Duda Metódica

Descartes se enfrenta a la duda de si el hecho de poder dudar de algo, aunque no sea así, garantiza la verdad de nuestros pensamientos. Se plantea la hipótesis de que nuestra mente podría haber sido creada por un “genio maligno” que nos habría puesto ideas innatas y habría hecho el mundo para que no coincidieran con la realidad externa. Necesita encontrar algo con absoluta certeza en el mundo, y ahí se le ocurre la célebre frase: “Cogito, ergo sum” (pienso, luego existo), es decir, la certeza absoluta del ser como ser pensante.

A partir de esta certeza, Descartes descubre tres tipos de ideas:

  • Ideas Adventicias: Parecen venidas de fuera, no son claras y distintas, y además no dependen de mi voluntad (ej. el calor del sol).
  • Ideas Facticias: Tampoco son claras y distintas, pero dependen de mi voluntad (ej. un centauro).
  • Ideas Innatas: Son claras y distintas, no dependen de mi voluntad y no puedo dudar de ellas. Dios está incluido en estas ideas, y Descartes opina que su existencia incluye su bondad, con lo que restaura la realidad y la fiabilidad de nuestro conocimiento.

Descartes postula la existencia de tres sustancias:

  • Yo (Res Cogitans): Consisto en pensar; es la sustancia pensante.
  • El Mundo Corpóreo (Res Extensa): Consiste esencialmente en extenderse en longitud, anchura y profundidad; sus modos son la figura y el movimiento.
  • Dios (Res Infinita): Sustancia infinita, creador de ambas, y garantía última de que la estructura de nuestra mente no es arbitraria y que el mundo exterior es real.

El método cartesiano consiste en tratar de impedir o apartar todo aquello que pudiera ofuscar la luz natural de una razón que, por sí sola, es infalible.

El Hombre y el Alma: Dualismo Cartesiano

Para Descartes, el hombre posee dos sustancias independientes: el alma (sustancia pensante) y el cuerpo (sustancia extensa). Esto contradice la tesis tradicional que opina que forman una única sustancia. El problema reside en su separación, ya que ambas cosas están unidas y el alma está unida al cuerpo; esta ejerce sus funciones en el cuerpo mediante el cerebro, específicamente en la glándula pineal.

En el cuerpo se originan las pasiones y apetitos que afectan involuntariamente a la razón y deben ser sometidas por esta, que muestra lo que debemos querer. La independencia del alma respecto al cuerpo le permite salvaguardar la libertad humana, es decir, el sometimiento de la voluntad al orden racional.

La Moral Provisional de Descartes

Descartes define una moral provisional, resumida en cuatro máximas:

  1. Obedecer las leyes y costumbres del país: Actuar desde una posición moderada, lo que demuestra que renuncia a la razón que critica las costumbres, poseyendo así un racionalismo limitado. Destaca que, “entre los excesos colocaba en particular todas las promesas por las cuales se coarta en algo nuestra libertad”, es decir, aquellos compromisos que se adquieren en un momento determinado y que parecen obligarnos para toda la vida, cuando “ninguna cosa permanece siempre en el mismo estado” y por el progreso de nuestros conocimientos podemos dejar de considerar bueno algo que tuvimos por tal.
  2. Ser lo más firme y resuelto posible en las acciones: Seguir con constancia las opiniones más dudosas, una vez resuelto a ello, como si fueran muy seguras. Cuando no sabemos discernir la verdad, debemos seguir las más probables y considerarlas después.
  3. Intentar cambiar los propios deseos antes que el orden del mundo: Aceptar que no hay nada en nuestro poder más allá de nuestros pensamientos; nuestra voluntad solo desea aquello que cree posible gracias al entendimiento.
  4. Dedicar la vida al cultivo de la razón: Progresar siguiendo el método establecido.

David Hume: Empirismo y Escepticismo

David Hume, figura cumbre del empirismo, se propone examinar la extensión y límites del entendimiento humano, así como la naturaleza de las ideas y las operaciones realizadas para argumentar. Aquí radica el problema central de su filosofía: ¿cómo conocemos y hasta dónde llega nuestra capacidad de conocer? Hume se atiene solo a lo que demuestra la experiencia y rechaza las hipótesis metafísicas.

Teoría del Conocimiento: Impresiones e Ideas

Hume llama percepción a todo aquello que se presenta en la mente y las divide en dos categorías principales: impresiones e ideas. La diferencia fundamental entre ambas es que las impresiones son más fuertes, vivaces e inmediatas (sensaciones, pasiones), mientras que las ideas son más débiles y son copias de las impresiones (recuerdos, imaginaciones).

También distingue entre percepciones simples y compuestas. Las percepciones simples derivan de las impresiones, por lo que no hay ideas innatas en el sentido cartesiano, pero sí hay impresiones innatas (las que derivan de la constitución humana, como las pasiones).

Además, hace una distinción entre impresiones de sensación e impresiones de reflexión. La diferencia está en el origen: las primeras surgen de causas desconocidas (ej. ver un color), y las segundas, después de otras impresiones o ideas (ej. la emoción que surge al recordar un evento).

Para Hume, la única realidad son las impresiones, y critica otras realidades metafísicas. Las llamadas sustancias y esencias, al ser confusas, deberían remitirnos a una impresión, pero al tratar de hacerlo, esas ideas no tienen una impresión correspondiente. Llamamos objeto a un conjunto de impresiones que habitualmente se nos presentan juntas. Pasa igual con la esencia, que tradicionalmente es aquello común a muchos, pero la realidad es que ciertas impresiones se asemejan y usamos el mismo nombre.

Conceptos como sustancia, causa/efecto y esencia son, para Hume, ideas imaginarias, simples, que se pueden separar por la imaginación y juntarse de nuevo según le plazca. La imaginación podría ser un caos, pero no lo es; habitualmente sigue ciertas leyes responsables de la regularidad en el mundo. Las leyes básicas de asociación de ideas son:

  1. Contigüidad: La imaginación puede mantener las cosas juntas en el espacio-tiempo. Este es el origen de la idea de sustancia.
  2. Semejanza: Cuando hay semejanza entre objetos, la mente aplica el mismo nombre. Este es el origen de la idea de esencia.
  3. Causa/Efecto: Si en el mismo lugar suceden varios hechos, la mente tiende a considerar que el primero es la causa y el que le sigue el efecto, basándose en la experiencia repetida.

Todos los objetos de investigación se pueden dividir en dos tipos:

  1. Relaciones de Ideas: Incluyen la geometría, el álgebra y las matemáticas, y aquello que se conoce por intuición o demostración. Son ideas indudables y accesibles a nosotros por el mero hecho de que se van a dar exista o no el universo, en cualquier lugar (ej. los ángulos de un triángulo suman 180º). Su verdad es independiente de la experiencia.
  2. Cuestiones de Hecho: Se fundan en la relación de causa/efecto. Si se da “x”, nos preguntamos su causa y sus consecuencias. Este tipo de conocimientos se basan en la experiencia, en lo que ha sucedido antes. Si un hombre conociera un objeto nuevo, no podría descubrir sus causas y efectos solo por la razón. No hay conexión necesaria alguna entre estos. Se puede pensar que un suceso cambia en el futuro, pero esperamos que no sea así debido a la costumbre. Nuestro conocimiento de los hechos se basa en la aceptación de regularidades observadas anteriormente, no en una necesidad lógica.

La Moral de Hume: El Sentimiento Moral

Hume se plantea la cuestión del fundamento de nuestros juicios morales y se desvía de la tradición racionalista. Opina que la razón puede informarnos de las consecuencias de nuestras acciones (relación causa/efecto), pero la razón por sí sola no nos mueve a obrar ni a evitar que obremos como obramos. La desaprobación o aprobación moral no tiene su fundamento en la razón, sino en un sentimiento que nos mueve a actuar.

De hecho, los seres humanos tendemos a juzgar los hechos cuando no hacen referencia a nuestros intereses particulares. Hume opina que todos los seres humanos deben tener un sentimiento en común que sirva de base para la moralidad.

Ese sentimiento es un sentimiento de simpatía o compasión por los demás, que indica que no nos es indiferente lo que sucede en el resto de seres humanos. Tendemos a desaprobar o evitar lo que nos perjudica y aprobar lo que nos es útil, no solo para nosotros mismos, sino también para la sociedad en general. La moralidad, para Hume, se fundamenta en este sentimiento universal de benevolencia y utilidad social.