La Acción Narrativa: Fundamentos del Relato
Toda narración cuenta una historia, y esa historia está integrada por una serie de acciones que realizan o experimentan los personajes. Por lo general, las narraciones suelen presentar un cambio de fortuna, el tránsito desde un estado de cosas inicial hacia una nueva situación.
La Trama Narrativa: El Hilo Conductor
Toda narración avanza mediante el paso de unas acciones a otras. La estructura de acontecimientos diseñada por el escritor, que los lectores recorremos de la primera a la última página, recibe el nombre de trama.
A la trama, o sucesión de acciones tal como se presentan a la lectura, cabe exigirle ciertos requisitos para que resulte satisfactoria. El más importante es el de verosimilitud: las acciones y el modo en que se encadenan entre sí deben ser creíbles. Otro elemento importante es el que los clásicos llamaban decoro, es decir, la relación entre lo que se puede esperar de los personajes y lo que estos efectivamente hacen.
Principios Narrativos: Cómo Iniciar una Historia
De entre las numerosas posibilidades que se ofrecen al escritor para iniciar una narración, una de las más características es el llamado principio abrupto: el lector carece de información sobre los personajes y los hechos, y entra bruscamente en una acción en marcha. El objetivo de este recurso, habitual en la narrativa de aventuras, es captar desde el primer instante la atención y el interés del lector, ofreciéndole una situación emocionante y extraña que plantea varios enigmas.
Finales Narrativos: El Cierre de la Historia
Del mismo modo que existe un amplio repertorio de principios, los narradores también disponen de varias estrategias para concluir. En general, podemos distinguir entre los relatos que se acaban cuando la historia alcanza su resolución y los que llegan a su final antes de que la historia esté completamente resuelta, dejando al albedrío del lector la facultad de decidir cómo concluye. Hablaremos respectivamente de final cerrado y final abierto.
El final cerrado es típico de los cuentos folclóricos, que suelen concluir con fórmulas como «y vivieron felices y comieron perdices»; con ello, el narrador nos dice que no hay nada más que contar, que no ocurrió nada en el resto de la vida de los protagonistas. La acción se da por concluida y resuelta.
El Tiempo en la Narración: Manipulación Cronológica
Las acciones suceden en el tiempo, y esta dimensión también es susceptible de ser manipulada por el autor.
Orden Temporal: Avances y Retrocesos
Al autor le cabe la posibilidad de alterar el orden en que se dan los acontecimientos: no tiene que explicar necesariamente en primer lugar lo que pasó primero, sino que puede avanzar y retroceder en el tiempo, mediante retrospecciones (narración de hechos del pasado) y anticipaciones (presentación de hechos del futuro).
Duración Narrativa: Ritmo y Énfasis
Otra forma de intervenir en el tiempo narrativo consiste en modificar la duración de un hecho concreto. Un acontecimiento puede contarse de forma que dure como narración más o menos lo que duraría en la vida real, sin omitir detalles ni alargarlo innecesariamente; en tal caso nos hallamos ante una escena.
Es posible también que los hechos se refieran con mayor rapidez y concentración, en forma de resumen.
La duración puede igualmente alargarse, narrando circunstancias que no ocupan tiempo real; se trata de las pausas, como la descripción de un paisaje, que puede consumir varias páginas de una novela y no equivale a tiempo alguno.
La opción inversa consiste en dejar de narrar algunos hechos, bien porque no son relevantes, bien porque el autor quiere que los imaginemos; nos encontramos en tal caso ante una elipsis.
El Espacio Narrativo: Escenarios y Ambientes
La acción narrativa puede suceder en un solo ámbito, como el Madrid en que transcurre la mayor parte de las novelas de Benito Pérez Galdós, o ubicarse en distintos lugares, como ocurre con el Persiles cervantino, que comienza en una isla situada cerca de Escandinavia y prosigue por Dinamarca, Irlanda, Portugal, España y Francia, para acabar en Roma.
Muchos narradores no pretenden definir con tanta precisión el espacio en que ocurren los hechos (simplemente suceden en una ciudad cualquiera, en el campo, o en una casa de vecinos); otros le conceden gran importancia a la creación de un lugar especial, imaginario, en el que tienen lugar varias de sus obras.
Algunos novelistas han tratado el espacio con una sensibilidad e intensidad tales que lo han convertido prácticamente en un personaje más de la obra. Es lo que sucede con la Barcelona del período 1888-1929 que recrea Eduardo Mendoza (n. 1943) en La ciudad de los prodigios.
Los Personajes: Motores de la Historia
Las acciones narrativas necesitan de sujetos que las lleven a cabo o las sufran. Esos sujetos son los personajes de la obra, cuya caracterización es fundamental para un desarrollo adecuado y verosímil de la trama.
El Retrato de los Personajes: Técnicas de Caracterización
El autor puede recurrir a muy diversas estrategias, entre las que se cuentan la descripción física (el aspecto puede sugerir muchas cosas sobre el temperamento de las personas), el lenguaje que emplean, las mismas acciones que llevan a cabo o su entorno social.
El tratamiento que el escritor dispensa a sus criaturas no es homogéneo. Hay que distinguir, según el peso de la acción que soportan, entre personajes principales y personajes secundarios. Puede hablarse también, de acuerdo con una distinción heredada del teatro griego, de protagonista y antagonista (el que se enfrenta al primero).
En función de la complejidad con que los ha trazado el autor, suele distinguirse entre personajes planos y personajes redondos. Los primeros son aquellos que no experimentan cambios significativos a lo largo de la obra, o que no tienen demasiados matices. Los personajes redondos, por el contrario, son los que resultan profundos y complejos, susceptibles de sufrir una evolución a lo largo de la obra.
Arquetipos y Símbolos: Más Allá del Individuo
En lo tocante a la profundidad de la caracterización de los personajes, cabe hablar también de los arquetipos, seres de ficción que no encarnan a un individuo concreto, sino a un modelo determinado de comportamiento: el avaro, el solterón, el caballero andante, la bella dama altiva y desdeñosa. Uno de los arquetipos fundamentales que las letras españolas han legado a la literatura universal es el pícaro: Lázaro de Tormes. El lector reconoce enseguida esos rasgos y clasifica al personaje según el esquema prefijado por la tradición.
No hay que olvidar tampoco a los símbolos, aquellos personajes que se convierten, precisamente por la fuerza con que han sido dibujados, en un modelo absoluto: es el caso de don Quijote o don Juan, que no representan a ninguna colectividad, sino solo a ellos mismos, a su peculiar e inconfundible manera de ser.
Personajes Excepcionales: Rompiendo Moldes
Los personajes de una narración no tienen que ser necesariamente seres humanos. Las fábulas están protagonizadas por animales. A veces, los personajes pueden rebelarse contra los designios de su creador, como sucede en Niebla, de Miguel de Unamuno. En otras ocasiones, los personajes pueden desafiar abiertamente todas las expectativas de nuestra experiencia: en una novela como Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo, casi todos los personajes son muertos que hablan desde sus ataúdes.
El Narrador: La Voz de la Historia
Aspecto fundamental de todo relato es el de la voz o voces que cuentan la historia. El autor puede escoger como narradora de los hechos una voz que esté al margen de los acontecimientos, o bien puede adjudicar la función de narrar a un personaje de la obra o a varios. Una misma narración puede reunir ambas estrategias.
Narrador Ajeno a los Hechos: La Omnisciencia
Con el nombre de narrador omnisciente se designa a aquel que suele narrar en tercera persona unos hechos que conoce a la perfección, sin necesidad de justificar en ningún momento cómo ha llegado a saberlos. El lector acepta, por convención, que una voz le cuente una serie de cosas, y asocia a ese narrador con la voz misma del autor.
El Narrador Personaje: Perspectiva Interna
Cuando el narrador es al mismo tiempo un personaje de la acción, cabe distinguir entre el que es protagonista de los hechos que cuenta o el que solo es personaje secundario. Este narrador personaje (sea o no el protagonista) no suele ser un narrador omnisciente, sino que solo sabe aquello que ha experimentado, visto o llegado a conocer.
Principales Modalidades Narrativas: Novela y Cuento
Es difícil ofrecer una definición precisa de la novela, a causa de su gran versatilidad y libertad más absoluta. Prácticamente todo tiene cabida en una novela: cualquier tipo de personajes, de acciones, de información, de narradores, de principios y finales, de técnicas narrativas. Esa diversidad explica la ausencia de una clasificación cerrada de los subgéneros novelescos: se habla de novela de aventuras, histórica, psicológica, de detectives, de aprendizaje, de caballerías, morisca… sin que esos términos agoten las posibilidades del género.
El Cuento y la Novela Corta: Brevedad y Extensión
Frente a la complejidad y extensión de la novela, el cuento se caracteriza por su brevedad. No es posible definir con exactitud los límites físicos del cuento: algunos ocupan varias decenas de páginas y otros —llamados hoy en día microrrelatos— no van más allá de unas pocas líneas.
¿Cuándo deja una narración de ser cuento y se convierte en novela? Ante la imposibilidad de dar respuesta precisa a esta pregunta, se ha optado por hablar de una modalidad intermedia entre lo breve y lo muy extenso: la novela corta.