Impacto y Legado de la Primera Guerra Mundial: Causas, Tratados de Paz y el Ascenso de los Totalitarismos

Consecuencias de la Primera Guerra Mundial (1914-1919)

Entre 1914 y 1919 estalló entre las potencias europeas una terrible guerra que se mundializó cuando, por una parte, participaron las colonias, y por otra, entraron potencias extraeuropeas como Estados Unidos (EE. UU.) y Japón.

La Primera Guerra Mundial fue vista por sus coetáneos como el conflicto bélico más terrible del que hasta entonces se tenía memoria, de manera que lo llamaron “La Gran Guerra”. Ciertamente fue un fenómeno desmesurado que se cerró con la cifra de 11 millones de europeos muertos y que resultó especialmente más terrible porque tras 45 años de paz (la última guerra que se resolvió con rapidez fue la franco-prusiana de 1870) se encendía ahora una guerra para la que nadie estaba preparado, ni moralmente ni estratégicamente.

Las armas empleadas rompían con todos los valores humanos y con toda la teoría de la guerra aprendida en las academias militares. La guerra decimonónica era una guerra de honor militar, de bellos uniformes. Ahora surgía una guerra basada en la trinchera, en las máscaras de gas, en los nidos de ametralladora, en la guerra submarina; armas, en suma, de destrucción indiscriminada. Como consecuencia, el soldado perdió el viejo concepto del honor y la propia dignidad humana.

La Primera Guerra Mundial cambió la mentalidad europea a todos los niveles. Sus principales consecuencias fueron:

  1. Europa perdió la primacía del mundo, que pasó a Estados Unidos.
  2. Surgió una fuerte mentalidad pacifista.
  3. Los inventos creados con fines bélicos, como el radar y la aviación, se adaptaron para fines civiles, abriendo el camino para un futuro bienestar.
  4. Se transformó el concepto de la mujer, que conquistó una posición en el mundo laboral, una independencia económica y social, todo ello acompañado por una moda en el vestir que liberalizó su cuerpo.
  5. Los países que habían alcanzado un cierto desarrollo industrial, entre ellos España, pero que habían permanecido neutrales, revitalizaron su economía durante los años de la guerra. Esto determinó a la larga una crisis económica mundial que tendría terribles consecuencias.

Causas de la Primera Guerra Mundial

Durante la Primera Guerra Mundial, las potencias se enfrentaron en dos bloques: la Triple Entente y la Triple Alianza. La Triple Entente estaba formada por Gran Bretaña (G. B.), Francia y Rusia, y la Triple Alianza por Alemania, Austria e Italia. Estas coaliciones se habían formado a finales del siglo XIX, pero al iniciarse la guerra, Italia permaneció neutral y firmó en secreto el Tratado de Londres, de manera que finalmente entró en la guerra con la Entente. Los motivos de los italianos se relacionaban con su antigua enemistad con Austria y con el hecho de que todavía reclamaban territorios italianos al Imperio.

Estas potencias no se diferenciaban ideológicamente, ya que todas ellas controlaban una parte de la hegemonía mundial, eran capitalistas y formaban los países más adelantados industrialmente. Así, la principal causa que llevó a la guerra fue la lucha por el dominio del mundo, una lucha que había saltado al primer plano desde que la Unificación Alemana había roto el equilibrio establecido en Utrecht y luego en Viena.

Los Sistemas Bismarckianos y la Ruptura del Equilibrio

En 1870, Bismarck había pretendido establecer un nuevo modelo de equilibrio basado en el predominio alemán. Con este fin había establecido los Sistemas Bismarckianos, unas complejas alianzas de todas las potencias con Alemania, aunque fueran enemigas entre ellas. Alemania se convertía así en el árbitro de la diplomacia europea y procuraba mantener a Francia aislada para no brindarle la ocasión de tener una revancha contra Alemania por su derrota en Sedán.

Los Sistemas Bismarckianos se rompieron cuando subió al trono alemán un nuevo káiser, Guillermo II, quien, al prescindir de Bismarck, no supo mantener unas alianzas tan complejas. Guillermo II pretendía además competir directamente con Inglaterra por el dominio industrial, las colonias de África y el dominio del mar. Inglaterra siempre había pretendido no tener rival en el mar y para eso se aseguraba una flota que duplicara el número de barcos de la potencia que la siguiera en capacidad naval. Pero Alemania empezó a construir barcos y submarinos, de manera que esa relación numérica acabó quebrándose. En cuanto a las colonias de África, Alemania había llegado tarde al reparto colonial, pero las que consiguió impidieron el imperio longitudinal continuo de los británicos.

Factores Económicos e Ideológicos

Otras causas se relacionan con la crisis surgida a fines del siglo XIX por superproducción y que había retomado las políticas mercantilistas y generado una necesidad de controlar los mercados.

En último lugar, debemos hablar de las ideologías extremistas como la de los comunistas. Tras la Segunda Revolución Industrial, en los países ricos se había perdido el interés por la revolución social. Los comunistas rusos, como Lenin, habían llegado a la conclusión de que esa revolución sería posible en un país como Rusia, donde se estaba iniciando la industrialización. Pero para que la revolución tuviera lugar, sería necesaria una tragedia casi apocalíptica que generara la suficiente miseria y desesperanza. No quiere decir esto que los comunistas causaran la guerra, ya que su fuerza era insignificante, pero sí que advirtieron que tras la guerra el mundo sería diferente y que podrían usarla para construir su revolución.

La Paz Armada

El periodo comprendido entre finales del siglo XIX y 1914 se conoce como Paz Armada, porque las potencias habían tomado conciencia de la inevitabilidad de la guerra y, en consecuencia, se preparaban para ella acumulando las armas más novedosas. Al mismo tiempo, los medios de información fomentaban entre la población ese clima bélico. Ese sentimiento de lo inevitable fue lo que hizo la guerra imparable.

Las Crisis de África y de los Balcanes: El Polvorín Europeo

Entre finales del siglo XIX y 1914, Europa se había convertido en un polvorín, de manera que cualquier chispa podía encender la guerra. Había dos regiones de conflicto que podían iniciar esa guerra: África y los Balcanes.

Las crisis de África afectaban fundamentalmente a Francia y a Alemania, y la de los Balcanes a Rusia y Austria. Pero en la situación internacional en la que las potencias se encontraban, era fundamental no perder aliados, porque de lo contrario, una potencia podría verse sola frente a sus enemigos si la guerra estallaba. Por ello, cualquier conflicto que afectase a una parte de la alianza, repercutía necesariamente en el resto.

Conflictos en África

Estas crisis de África se relacionan con el hecho de que Alemania quería tener presencia en el estrecho de Gibraltar, la posición estratégica más importante del mundo. En 1905, la Conferencia de Algeciras había regulado el dominio del estrecho, pero Alemania había quedado fuera. Alemania también presionaba a Francia porque intentaba forzar la situación para ver si Inglaterra acababa dejándola sola, ya que la política tradicional de los ingleses siempre se basaba en alianzas circunstanciales y no duraderas. Sin embargo, la actitud alemana solo sirvió para reforzar los lazos franco-británicos.

El Avispero Balcánico

Los otros conflictos gravísimos se produjeron en los Balcanes. Los Balcanes habían pertenecido al Imperio Turco desde el siglo XVI, pero desde el siglo XIX el Imperio Turco estaba muy debilitado y solo había conseguido mantener sus dominios porque las potencias europeas habían preferido dejar los Balcanes en manos de los débiles turcos que en las de alguna potencia más fuerte.

Sin embargo, desde el último cuarto del siglo XIX, los territorios balcánicos (como Serbia, Rumanía, Bulgaria) habían logrado su independencia tras complejas guerras, y Austria y Rusia veían la oportunidad de extender sus dominios a través de esos territorios. Esto era el sueño de las dos potencias, porque para las dos significaba la salida al Mediterráneo, coronando Austria su imperio danubiano y Rusia la hegemonía sobre el mundo ortodoxo.

Con ello, los Balcanes se habían convertido en un auténtico avispero donde se mezclaban las ambiciones de las potencias sobre estas tierras de enorme valor estratégico (el paso entre Europa y Asia, entre el Mediterráneo y el Mar Negro, la situación frente al Canal de Suez) y los odios religiosos y raciales que existían entre las poblaciones balcánicas.

En la lucha entre Austria y Rusia por el dominio de los Balcanes iba ganando Austria, ya que Rusia tenía demasiados problemas internos y ya se había demostrado que en el fondo era un gigante con pies de barro. Pero la sucesión de crisis balcánicas en las que Rusia siempre había perdido, implicaba que Rusia no podría volver a ceder si no quería perder para siempre su condición de gran potencia. La situación se envenenaba aún más por las ambiciones de los serbios que deseaban crear la gran nación yugoslava (eslavos del sur). Serbia se convertía entonces en enemiga de Austria porque buena parte de esos territorios yugoslavos, como Bosnia-Herzegovina, pertenecían al Imperio Austriaco. Rusia, por su parte, apoyaba a Serbia, ya que era la punta de lanza contra Austria y a ella se sentía unida por la religión ortodoxa y la raza eslava.

La última de las crisis balcánicas dio lugar a la Primera Guerra Mundial.

El Magnicidio de Sarajevo y el Inicio del Conflicto

En 1914, el heredero al Imperio Austriaco, el archiduque Francisco Fernando, y su esposa realizaban una visita oficial a Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina. Un nacionalista serbobosnio los asesinó. Austria pensó que los servicios secretos serbios estaban detrás, de manera que mandó a Serbia un ultimátum: la investigación del magnicidio debía realizarla la policía austriaca dentro de Serbia o, de lo contrario, Austria la invadiría. Pero Rusia no podía abandonar a Serbia, eslava y ortodoxa como ella, porque además Rusia había cedido demasiadas veces frente a Austria y ceder otra vez significaría perder su estatus de gran potencia. Así que Rusia lanzó a Austria otro ultimátum: si Austria invadía Serbia, Rusia le declararía la guerra a Austria. Así fue como se inició la Primera Guerra Mundial, pues la política de bloques determinó que las potencias occidentales ayudaran a sus aliadas orientales.

Desarrollo de la Primera Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial empezó enfrentando a las grandes potencias europeas coligadas en bloques: la Triple Entente (Francia, Rusia y Gran Bretaña) y las Potencias Centrales (Austria y Alemania). Italia, miembro de la Triple Alianza, se declaró neutral. Enseguida otros países se sumaron a uno u otro de los bloques: Turquía y Bulgaria a favor de las Potencias Centrales, y Rumanía y Portugal a favor de la Entente. Por su parte, Italia firmó un tratado secreto, el Tratado de Londres, y al final de la guerra, en 1918, se unió a la Entente. Finalmente, la guerra se mundializó cuando participaron las colonias, EE. UU. y Japón.

El escenario de la guerra fue en Europa, concretamente los dos frentes: el frente occidental, en una longitud de miles de kilómetros establecidos entre Suiza y la frontera franco-belga, y el frente oriental, que unía el Mar Báltico y el Mar Negro.

Esta distribución de los beligerantes tuvo las siguientes consecuencias estratégicas: las Potencias Centrales tenían a su favor el hecho de estar compactadas y el dominio del estrecho de los Dardanelos y el Mar Negro. La Entente, por el contrario, estaba fragmentada en dos frentes incomunicados, pero tenía la ventaja adicional de encerrar a las Potencias Centrales en una tenaza y el dominio del mar que les proporcionaba Inglaterra y que a la larga sería decisivo, ya que el bloqueo marítimo británico impidió el abastecimiento alemán. En la guerra podremos distinguir distintas fases: la guerra relámpago, la guerra de posiciones y la guerra de desgaste.

La Guerra Relámpago (Plan Schlieffen)

La guerra relámpago obedece al plan del Estado Mayor alemán que pretendía evitar la guerra en dos frentes. Los alemanes consideraban que los franceses se movilizarían con rapidez, pero que su resistencia sería débil. En cambio, Rusia, con poca infraestructura industrial, tardaría en movilizarse, pero su resistencia sería más dura. Por ello, los alemanes habían planeado aprovechar la ventaja del tiempo que le ofrecían los rusos, lanzando todo su ejército contra Francia. Pretendían derrotarla fácilmente sorprendiendo las defensas francesas por la espalda al invadir Bélgica.

Este plan requería sacrificar a los rusos momentáneamente Prusia Oriental, así que a Rusia le daría tiempo a alcanzar su posición. Luego, cuando los alemanes hubieran derrotado rápidamente a los franceses, se lanzarían contra los rusos, recuperarían Prusia Oriental y los derrotarían para luchar en un solo frente. Pero el plan falló porque finalmente el ejército alemán no quiso sacrificar Prusia Oriental, de gran valor histórico para los alemanes, y porque la resistencia francesa fue dura y heroica, reforzada además por los ingleses que, al entrar en la guerra, descabalaron el plan alemán. Con ello, la guerra no podía ser una guerra relámpago, sino que ahora se esperaba una guerra larga y de desgaste.

Guerra de Posiciones y Desgaste (1915-1917)

Entre 1915 y 1917, la Primera Guerra Mundial se convirtió en una guerra de posiciones y de desgaste. El frente se ancló en los miles de kilómetros de trincheras, de manera que la guerra se convirtió en una terrible carnicería porque la trinchera facilitaba la defensa, pero impedía la conquista. De hecho, las grandes batallas de la Primera Guerra Mundial, la del Marne y Verdún, no tuvieron otro sentido que sangrar al enemigo, ya que los frentes estaban inmovilizados.

En una guerra como esta, la victoria dependía de la capacidad de aguante y era vital, en consecuencia, recibir aprovisionamiento del exterior, mientras que las mujeres ocupaban en las fábricas el lugar de los hombres para producir lo que el frente demandaba. Esta necesidad de abastecerse fue muy difícil de resolver para Alemania por su posición geográfica, ya que los ingleses les cerraban la salida al mar, especialmente desde que la marina alemana fue derrotada en la batalla de Jutlandia al principio de la guerra. Los ingleses cerraron la boca del Mar del Norte con un bloqueo marítimo entre Escocia y Escandinavia.

Esta situación obligó a los alemanes a emplear el submarino, pero el submarino era un arma criminal porque no podía recoger supervivientes, ya que no había espacio en el barco para ellos, y porque emerger suponía un peligro mortal, ya que en la superficie los barcos enemigos podían hundirlo con facilidad. Los submarinos alemanes empezaron a hundir también los barcos comerciales que traían abastecimiento a sus enemigos. La muerte de ciudadanos americanos en uno de estos barcos fue la excusa de los EE. UU. para declarar la guerra a Alemania.

El Año Decisivo: 1917

1917 es un año fundamental en el desarrollo de la guerra. En primer lugar, se produjo la Revolución Rusa. En febrero de 1917, la revolución de carácter burgués había convertido a Rusia en una república con un gobierno parlamentario de tipo europeo. El nuevo gobierno quería emprender la muy necesaria reforma agraria, pero no podía aplicarla con rapidez si quería hacerlo bien. El nuevo gobierno tampoco quiso salir de la guerra, porque aguantar con Francia e Inglaterra podría significar la victoria de Rusia. Pero el gobierno no logró calmar la agitación y los servicios secretos alemanes permitieron el paso hacia Rusia del líder bolchevique Lenin. Lenin consideró que había llegado el momento de realizar la revolución comunista y prometió lo que el gobierno no había sido capaz de hacer y el pueblo deseaba: la reforma agraria y la salida de la guerra.

En 1918, la Rusia comunista y Alemania firmaron el Tratado de Brest-Litovsk. Rusia salió de la guerra, aceptó la independencia de Finlandia, Polonia y las Repúblicas Bálticas, y Alemania obtuvo un formidable balón de oxígeno que le hubiera permitido ganar la guerra porque ya no existía el frente oriental y porque se ha posesionado del trigo de Ucrania.

Pero la ventaja alemana se cercenó cuando los EE. UU. entraron también en la guerra en ese mismo año de 1917. Un ejército preparado técnicamente, fresco y que no sufría la guerra en su propio país, cayó sobre una agotada Alemania, desequilibrando la balanza. En 1918, el Káiser abdicaba, se proclamaba la República Alemana y se rendía. Alemania había perdido la guerra.

Los Tratados de Paz y el Nuevo Orden Mundial

Las potencias vencedoras resolvieron las cuestiones de la guerra con diferentes tratados parciales que aplicaron a los vencidos sin que estos estuvieran presentes, salvo para firmar las condiciones impuestas. Los principales tratados fueron:

  • A Austria: el Tratado de Saint-Germain.
  • A Turquía: el Tratado de Sèvres.
  • A Bulgaria: el Tratado de Neuilly.
  • A Alemania: el Tratado de Versalles (el más importante).

El Desmantelamiento del Imperio Turco

El Imperio Turco quedó desmantelado. Ya durante la guerra había actuado en los países árabes el espía británico Lawrence de Arabia, considerado el padre del sentimiento nacional árabe, y cuya misión había consistido en despertar esos sentimientos entre los árabes para quebrar el Imperio Turco. Turquía quedó reducida a su espacio actual. Después de establecer el nuevo orden internacional, las potencias ocuparon la propia península de Anatolia. Mustafá Kemal, un general carismático, se convirtió en el líder de la resistencia contra los extranjeros, aunó los sentimientos nacionales y derrotó a las potencias. Expulsó al sultán y se convirtió en el presidente de una república laica, tomando el nombre de Atatürk (el padre de los turcos). Este transformó Turquía para siempre al derogar las leyes islámicas y sustituirlas por las occidentales, imponiendo también el alfabeto latino. En cuanto a las tierras del Imperio Turco, pasaron al poder británico, entre ellas destacamos Palestina.

Los ingleses, en plena guerra mundial, firmaron con los líderes sionistas (judíos dispersos por el mundo que deseaban la vuelta a Israel) un acuerdo según el cual Gran Bretaña se comprometía a crear en Palestina un estado de Israel a cambio de la ayuda económica del capital judío durante la guerra. Los ingleses no cumplieron esta promesa en un principio, pero terminaron haciéndolo al terminar la Segunda Guerra Mundial.

La Disgregación del Imperio Austriaco

El Imperio Austriaco quedó disgregado en múltiples estados:

  • Austria, República Checa, Eslovaquia.
  • Se fundó Yugoslavia, tal como reclamaban los serbios, aglutinando a los eslavos del sur.
  • Otros territorios del antiguo imperio se entregaron a Polonia para fundar la Polonia actual.
  • A Italia se le entregó la región de Trieste, pero los italianos no quedaron complacidos del todo.

Es evidente que las nuevas formaciones eran complejas porque en Europa seguían existiendo muchas etnias entremezcladas. Las fronteras se establecieron finalmente recurriendo a plebiscitos donde los ciudadanos elegían la nación en la que querían integrarse. Fue el caso de la Galitzia Austriaca que finalmente se entregó a Polonia. En otras ocasiones, las poblaciones fueron obligadas a emigrar para intercambiar su ubicación en función de su nacionalidad, como sucedió con griegos y turcos.

El Humillante Tratado de Versalles para Alemania

El tratado más importante de todos fue el de Versalles. En un principio, las potencias no pretendieron establecer unas condiciones tan feroces para Alemania, pero realmente se impuso la opinión francesa que pretendía humillar a Alemania para vengarse de la afrenta infligida en Sedán y porque también Francia había sido el país más castigado durante la guerra.

La humillación de Alemania se justificó al aseverar en el mismo tratado que Alemania había sido la culpable de la guerra, algo que ofendía terriblemente al pueblo alemán. Por lo tanto, si Alemania era la culpable, debía pagar por la destrucción operada y se le impuso una desorbitante cantidad en concepto de reparaciones de guerra que debía entregarse en anualidades fijas. Todas las potencias estaban arruinadas, endeudadas unas con otras y todas con EE. UU., de manera que se pretendía hacer pagar a Alemania para que las vencedoras salieran de la ruina, y puesto que el equilibrio europeo se oponía a la existencia de una Alemania fuerte, había que destruirla.

El problema era que Alemania no podía pagar porque también estaba arruinada y porque el Tratado de Versalles le arrebató gran parte de su riqueza:

  • Alemania tuvo que entregar sus locomotoras y sus barcos.
  • Tuvo que desmilitarizar la orilla izquierda del Rin y limitar el ejército al servicio de protección civil.
  • Tuvo que compensar a Francia entregándole las minas del Ruhr por 15 años, y al finalizar ese tiempo se decidiría el futuro de este territorio en un plebiscito.
  • También sufrió otras amputaciones territoriales: cedió Alsacia y Lorena a Francia, otros territorios a Bélgica, la Galitzia a Polonia, pero lo más doloroso fue que la Prusia Oriental quedó separada del resto de Alemania al entregarle a Polonia el pasillo de Danzig para que tuviera una salida al mar.

El Tratado de Versalles fue un fracaso en todos los sentidos: no aseguró la paz en Europa porque se creaba un profundo resentimiento entre los alemanes, ni tampoco la recuperación económica de los vencedores porque las cláusulas del tratado hacían imposible que Alemania pudiera llegar a pagar. También hería de muerte las posibilidades de la democracia alemana, porque los alemanes acusaban a la República de Weimar de haber traicionado a Alemania al rendirse y al firmar ese humillante tratado.

La Sociedad de las Naciones (SDN)

En los tratados de paz también contribuyó la doctrina del presidente Wilson de los EE. UU. Este deseaba asegurar la paz respetando las realidades nacionales existentes en Europa (de ahí que se desmembrara el Imperio Austriaco o que se crearan estados nacionales) y asegurando la libertad de comercio. Pero el tema de las nacionalidades en Europa era muy complicado porque favorecer a unos significaba perjudicar a otros, y en este caso la principal perjudicada fue Alemania.

Wilson también apostó por la creación de la SDN, la Sociedad de las Naciones, el antecedente de la ONU. Se pretendía que los conflictos se resolvieran en un consenso internacional, pero la Sociedad de las Naciones fracasó por diferentes causas:

  • No se permitió que a ella perteneciera Alemania por haber sido considerada culpable de la guerra, ni a la Unión Soviética por ser comunista.
  • EE. UU. tampoco formaba parte de ella a pesar de ser una institución creada bajo los auspicios de su presidente. El motivo era que los EE. UU., con un congreso republicano, apostaban por el aislamiento diplomático.
  • Por último, la Sociedad de las Naciones carecía de ejército para imponerse.

Como conclusión, podemos decir que la Europa que diseñaron los tratados de paz de la Primera Guerra Mundial fue una Europa arruinada, desconfiada de sus vecinos y llena de odio, lo que solo prometía una futura guerra.

La Economía en el Periodo de Entreguerras

Al terminar la Primera Guerra Mundial, todos los países beligerantes, tanto ganadores como perdedores, estaban en crisis. Todos habían sufrido grandes pérdidas humanas (los millones de muertos, las generaciones perdidas, los inválidos) y materiales, ya que se habían destruido obras de arte e infraestructura. Era preciso reconstruir y pagar pensiones, pero no había dinero para hacerlo porque, además, todos los países estaban endeudados entre sí y con los EE. UU., de manera que nadie tenía dinero para pagar esa deuda. En consecuencia, EE. UU. surgía ahora como la nueva potencia mundial, con un gran desarrollo industrial.

Los vencedores sentían cómo el odio se incrementaba hacia los vencidos, conforme las penurias insalvables iban cobrando realidad frente a la alegría cada vez más lejana por el término del conflicto. Fue en esta situación como se hicieron estos tratados de paz, especialmente el de Versalles. La idea era que Alemania pagase para que de esa manera el resto de Europa se pudiera salvar. Pero la dureza de las condiciones impuestas no hacía posible que Alemania pagase. Así se vio que Europa no podía salvarse a costa del hundimiento de Alemania. Por el contrario, Europa debía salvarse en su conjunto o hundirse junta.

El Espíritu de Locarno y el Plan Dawes

Cuando Europa comprendió que el Tratado de Versalles había sido un error y que solo conducía a la destrucción de todo el mundo, se vio el modo de suavizar las condiciones alemanas y esto condujo al Tratado de Locarno (1925). Era absolutamente necesario hacerlo así porque la inflación era galopante, Alemania no podía pagar las reparaciones y ya se había producido en Berlín un amago de revolución comunista, la revolución de los espartaquistas liderada por Rosa Luxemburgo.

Las nuevas condiciones permitían a Alemania ingresar en la SDN a cambio de que aceptase las fronteras de Versalles, especialmente en relación a Francia. Al mismo tiempo, el Plan Dawes concedía a Alemania un enorme préstamo de los EE. UU., al tiempo que se rebajaban las reparaciones y se permitía que las pagase no en anualidades fijas, sino en función del crecimiento de su economía. La idea era reflotar la economía alemana para que esta pudiera pagar las reparaciones a Europa y Europa su deuda a los EE. UU. El Tratado de Locarno se realizó en 1925. Parecía que el odio iba a enterrarse y que Europa iba a resurgir, pero la Crisis de 1929 acabó con estas esperanzas y con la solidaridad entre las naciones.

La Crisis de 1929: La Gran Depresión

Desde 1924 parecía que la crisis se iba a superar, pero estas esperanzas se vieron truncadas cuando el Jueves Negro de 1929 estalló la bolsa de Nueva York. La crisis bursátil contaminó toda la economía de los EE. UU. produciéndose una crisis sin precedentes, la llamada Gran Depresión, que sorprendió aún más a los americanos porque estaban viviendo un momento de alza económica sin que los políticos hubieran sabido prever la ruina que se avecinaba, hasta el punto que el presidente Hoover había dicho que la pobreza se había desterrado. Seguidamente, la crisis se mundializó desde los EE. UU., cuando estos exigieron la vuelta de los préstamos a Alemania, con lo que esta ya no pudo pagar a Europa.

En las causas de la Crisis del 29 tenemos que destacar la superproducción y la especulación.

La Superproducción

Durante la guerra, las potencias que participaban en ella no habían podido mantener su producción industrial. Este lugar que dejaron los grandes fue ocupado por los países emergentes como España, los del Cono Sur de América Latina, y también las colonias como Sudáfrica y Canadá. Fueron ellas quienes ofertaron los productos industriales a las potencias durante la guerra. Al terminar la guerra, las potencias europeas retomaron su producción, sin que los otros países dieran marcha atrás. El resultado fue que el mercado quedó saturado y los stocks empezaron a acumularse. Sin embargo, las empresas mantenían sus beneficios de una forma ficticia por la especulación bursátil.

La Especulación Bursátil

En EE. UU. se estaban haciendo enormes fortunas basadas en la mera especulación bursátil y sin que debajo de ellas hubiera nada que las sostuviera. Cualquier persona podía invertir en bolsa, con un capital prestado por la banca, que no pedía más aval que las propias acciones en que el capital se “invertía”. En consecuencia, las acciones subían de valor continuamente, pero las personas que habían invertido con dinero prestado no podían arriesgarse a una caída de valores porque no solo perderían lo ganado, sino el capital inicial que no poseían. La subida continua de valores hizo posible que la crisis de subsistencia quedara enmascarada porque las empresas seguían repartiendo beneficios.

La crisis se produjo el Jueves Negro de 1929 cuando la bolsa de Nueva York se desplomó de manera imparable. La crisis bursátil se trasladó a las finanzas cuando los bancos no pudieron recuperar el capital prestado y de ahí a las industrias cuando estas empezaron a no recibir liquidez de los bancos. Sirva como ejemplo de la dureza de la crisis el hecho de que se vieron afectadas empresas tan emblemáticas como Ford, Chrysler y General Motors. El paro, lógicamente, se convirtió en una realidad. Desde los EE. UU., la crisis se extendió a Europa cuando los americanos exigieron la repatriación de capitales, cortando de esta manera las posibilidades de que Europa se recuperara.

Consecuencias de la Crisis del 29

Consecuencias Económicas: El Keynesianismo

La Crisis del 29 demostró que el liberalismo dogmático tal como se había aplicado desde el siglo XIX no funcionaba porque creaba una gran inestabilidad, de manera que a periodos de gran crecimiento le sucedían otros de gran depresión. Así, el liberalismo clásico o dogmático fue corregido mediante los sistemas keynesianos.

El Keynesianismo, doctrina ideada por el economista Keynes, señalaba que el Estado debía intervenir corrigiendo los desajustes entre la oferta y la demanda para evitar esos procesos de especulación brutal, y asegurando un grado de bienestar mínimo a todos los ciudadanos del Estado. Las doctrinas keynesianas fueron aplicadas en EE. UU. por el presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt en su programa New Deal. Este programa apostaba por la intervención del Estado en la construcción de grandes obras públicas como medio de dar trabajo y subvencionando a los productores, especialmente en el campo, para que redujeran la producción y los precios pudieran remontar.

Las políticas keynesianas son la base del nuevo modelo económico-social del Estado que se ha impuesto en el siglo XX, el llamado Estado Social (que no socialista) y que implica la democracia, el Estado de Derecho (todo el mundo es responsable ante la ley, incluyendo las propias instituciones) y asegura a los ciudadanos un grado mínimo de bienestar.

Consecuencias Políticas: El Ascenso de los Totalitarismos

La Crisis de 1929 parecía demostrar el fracaso de las democracias, de manera que muchos países apostaron por regímenes dictatoriales de izquierdas o de derechas. La crisis de la democracia fue aún mayor porque las dictaduras se apropiaron del término para darse legitimidad, especialmente en el caso de los comunistas que llamaron a sus países Repúblicas Democráticas Populares. Justificaban el término por el hecho de que el partido comunista era el que dirigía el destino del pueblo y por el hecho de que toda la economía y la propiedad estaba nacionalizada, teóricamente en beneficio de ese pueblo. Pero la realidad era que el pueblo, tal como ellos lo definen, solo está integrado por la clase trabajadora y, en el fondo, por los comunistas, ya que todos los demás son seres exterminables.

El Comunismo y el Miedo Rojo

El comunismo había triunfado en primer lugar en Rusia como consecuencia de la Revolución de 1917, pero amenazaba extenderse por Europa oriental, y de hecho en Alemania se había producido una revolución marxista, la de los espartaquistas, que fracasó.

El miedo al comunismo hizo posible que la aristocracia y el capital alemán favorecieran el crecimiento del partido Nazi, los Nacional-Socialistas, que había surgido en Múnich (Baviera) liderado por Hitler, un austriaco que había luchado con Alemania en la Primera Guerra Mundial, y que había expuesto sus ideales en Mein Kampf (Mi Lucha). El Nazismo también se veía empujado por la desconfianza de los alemanes hacia la democracia, pues la República de Weimar había terminado rindiendo el país y aceptado el humillante Tratado de Versalles.

El Fascismo Italiano

Del mismo modo, en Italia se había producido desde los años veinte un ascenso del fascismo. Italia estaba defraudada por los resultados de la Primera Guerra Mundial, pues consideraba que no recibió las suficientes compensaciones territoriales. Este sentimiento de humillación nacional se veía acompañado por la crisis económica y social y el aumento del paro que compartía con el resto del mundo. Las fuerzas izquierdistas estaban ganando peso y entre 1919 y 1920 Italia se vio sacudida por una oleada de huelgas, revueltas urbanas, ocupaciones de fincas y fábricas. Fue así como los patronos, la clase media y el gobierno vieron en los fascistas un instrumento para frenar el extremismo de izquierda.

El líder del fascismo fue Benito Mussolini, antiguo socialista, que creó el fascismo italiano en 1919. Los fascistas también eran llamados camisas negras por su vestimenta. En 1922, Mussolini asaltó el poder mediante la Marcha Sobre Roma de sus militantes ante “la incapacidad del gobierno para asegurar el orden”. El rey apoyó a Mussolini en contra del gobierno que dimitió y el rey lo proclamó Primer Ministro. Hasta 1924 mantuvo aparentemente la legalidad democrática mientras que transformaba gradualmente el Estado reforzando su autoridad y convirtiendo a Italia en una dictadura definida como Estado Totalitario que pretendía ser una tercera vía frente al capitalismo y al marxismo.

El Nazismo Alemán

En Alemania sucedía, como hemos visto, algo similar, ya que Hitler no tomó el poder hasta 1933 cuando, tras ganar unas elecciones, fue nombrado por el presidente de la república Canciller en un intento de frenar a los comunistas. Del mismo modo que en la época anterior había hecho Mussolini, Hitler terminó concentrando todos los poderes y acabando con la democracia mediante el Acta de Habilitación.

Características de los Movimientos Fascistas

Ideológicamente, los movimientos fascistas se definen por:

  • El nacionalismo radical como resultado de su humillación ante la conciencia de pueblo vencido o por sentirse defraudado al no conseguir el suficiente respeto internacional.
  • El fascista es también antiparlamentario, antiliberal y anticomunista. Se considera una tercera vía frente a estos movimientos: el comunismo reduce al ser humano frente a la importancia que se concede a la lucha de clases y el liberalismo descompone a la nación en partidos políticos y genera injusticia social.
  • También defiende el liderazgo absoluto.

Como consecuencia de todo esto, los fascismos pretendieron mejorar la situación económica-social de su país mediante medidas realizadas desde el Estado, medidas que gozaron de un amplio apoyo popular: se construyeron grandes obras públicas como autopistas, grandes edificios, saneamiento de regiones insalubres, mejora de los ferrocarriles, etc. La economía se diseñaba buscando la autarquía, lo que a la larga fue negativo, y en el terreno social se buscaba el corporativismo o consenso entre patronos y obreros, actuando el Estado como árbitro entre las disputas.

En cuanto a los nazis, debemos destacar el antisemitismo que se plasmó en la persecución de los judíos. También debemos señalar el Tratado de Letrán de 1929 que ponía fin al conflicto entre la Santa Sede y el Estado de Italia, iniciado en 1870.