La Restauración Borbónica en España (1875-1923): Sistema Canovista, Bipartidismo y el Impacto de la Crisis del 98

Introducción: El Sistema Político de la Restauración (1875-1923)

El llamado sistema político de la Restauración es un largo periodo (1875-1923) de consolidación de la sociedad liberal-capitalista. Con él se cierra un periodo revolucionario de gran importancia, el Sexenio Democrático, y retorna la dinastía borbónica en la figura de Alfonso XII, regresando España al régimen del moderantismo. Durante más de cuarenta años, la misma Constitución estará en vigor, un hecho insólito en la historia del liberalismo español. El Desastre del 98, la corrupción y el fraude electoral, entre otros motivos, conducirán al régimen a su resquebrajamiento durante el reinado de Alfonso XIII.

Alfonso XII y el Manifiesto de Sandhurst

El final del Sexenio Democrático se precipitó con el golpe de Estado dirigido por Martínez Campos en Sagunto (Valencia) el 29 de diciembre de 1874. Semanas antes, Antonio Cánovas del Castillo había elaborado un manifiesto, firmado por Alfonso de Borbón desde la academia inglesa de Sandhurst, en el que el hijo de Isabel II se presentaba como legítimo heredero del trono español, pero con un talante negociador entre los pilares monárquicos y católicos de España y las nuevas tendencias parlamentarias y liberales.

Tras el levantamiento de Sagunto y su éxito, el nuevo rey, Alfonso XII, hizo su entrada triunfal en Madrid el 15 de enero de 1875.

Principios Doctrinales de la Restauración Canovista

El sistema de la Restauración fue ideado y ejecutado por Antonio Cánovas del Castillo, con la colaboración de Práxedes Mateo Sagasta.

Los principios doctrinales en los que se sustentaba su sistema político eran los siguientes:

  • Restauración de la monarquía como superación de la inestabilidad durante la época republicana.
  • Creación de una síntesis entre lo viejo y lo nuevo, entre la «constitución interna» del país o «verdades madre» (monarquía, dinastía, libertad, propiedad, religión, etc.) y los ideales progresistas del Sexenio Democrático.
  • Pragmatismo político, entendiendo la política como «el arte de lo posible».
  • Civilismo frente a militarismo, asegurando la superioridad del poder civil sobre el militar a través del voto.
  • Actitud pactista y de consenso entre las distintas líneas políticas.

De todos estos principios nacería una nueva herramienta legislativa: la Constitución de 1876.

La Constitución de 1876: Pilar del Sistema Restauracionista

La nueva Constitución fue promulgada en junio de 1876. Se trata de un documento que busca el equilibrio entre la Constitución moderada de 1845 y la revolucionaria de 1869. Consta de 13 títulos desarrollados en 89 artículos.

Restaura el concepto de liberalismo doctrinario, es decir, que la soberanía reside en las Cortes con el Rey, siguiendo el modelo de la de 1845.

En lo referente a los derechos de los españoles, siguió el modelo de la de 1869, recogiendo derechos individuales de tipo progresista, tales como la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia, la libertad de conciencia y de expresión, y el derecho de reunión y asociación. En cuanto a la religión, la Constitución contemplaba la confesionalidad del Estado, aunque se toleraba la libertad de cultos, pero no se permitían otras manifestaciones externas diferentes al catolicismo.

Las Cortes serían bicamerales, con Senado y Congreso. Los senadores serían elegidos no solo por la Corona, sino también por sufragio censitario, y los diputados, elegidos por cinco años, en la forma que «determinase la ley» (por tanto, sufragio censitario o universal, no predeterminado constitucionalmente).

En cuanto a la fórmula política elegida, se trataba de una monarquía parlamentaria, siendo las facultades del rey ejercidas por los ministros.

Fue la Constitución de más larga duración de la historia española, dotando de equilibrio y estabilidad al país durante varios años. Sin embargo, es crucial señalar la enorme diferencia entre la «constitución formal» y la «realidad social» de España, con una mayoría social campesina y analfabeta, lo que facilitaba el fraude electoral, como veremos a continuación.

El Sistema Político de la Restauración: Bipartidismo y Fraude

Los Partidos Políticos Dinásticos y Antidinásticos

Cánovas admiraba el sistema parlamentario inglés, lo que le llevó a concebir un sistema político bipartidista, en el que dos partidos políticos, liberales y conservadores, se turnarían en el poder. Estos dos partidos políticos serían los llamados «partidos dinásticos»: de un lado, el Partido Conservador, dirigido por el propio Cánovas, cuya base social eran las clases altas; de otro lado, el Partido Liberal, cuyo líder era Sagasta y cuya base social era la burguesía industrial y las clases medias urbanas. En torno al primero se aglutinaron los moderados y los unionistas. En torno al segundo, la antigua izquierda progresista. Otras formaciones dinásticas fueron la Unión Católica, el regionalismo catalán y algunas facciones del progresismo democrático.

Por otro lado, nos encontramos con los partidos antidinásticos, algunos de ellos ilegales. En la extrema derecha, los carlistas de Carlos VII y los integristas de Cándido Nocedal. En la izquierda, la oposición republicana, el anarquismo y el socialismo de Pablo Iglesias.

La Alternancia de Partidos y el Fraude Electoral: El Caciquismo

El cambio entre un partido y otro (conservador y liberal) debía darse, en teoría, por los resultados electorales. La realidad fue distinta, ya que la alternancia fue un sistema impuesto y creado desde arriba. Se daba un claro fraude en las elecciones: el partido encargado de formar gobierno y convocar las elecciones resultaba siempre ganador. El procedimiento era como sigue: convocadas las elecciones, el ministro de la Gobernación realizaba el «encasillado», eligiendo previamente a los diputados que serían vencedores en cada circunscripción electoral. Después, el gobernador civil de cada provincia manipulaba las elecciones en acuerdo con los caciques municipales, que usaban bien el soborno o bien la coacción. Si aun así el resultado podía no ser el previsto, se recurría directamente al «pucherazo» (más votos que electores), contando con votos de «lázaros» (es decir, votando en nombre de personas muertas).

Este sistema se apoyaba en dos sectores sociales y políticos importantes: de un lado, la oligarquía, formada por dirigentes políticos de ambos partidos relacionados con la burguesía adinerada y los caciques; de otro lado, los caciques, que eran personas con gran poder económico en pueblos o comarcas y que dominaban políticamente a los habitantes de su zona de influencia.

El sistema dio cierta estabilidad a la vida política española, pero la farsa electoral llevaba en sí misma el germen de la crisis de la Restauración y, tras el Desastre del 98, fue señalado como el «gran mal de la patria». La imposición de «cuneros» (diputados no nacidos en la circunscripción electoral), el enchufismo, el padrinazgo y la corrupción se habían convertido en una práctica habitual en todos los niveles de la sociedad. A finales de siglo, la situación se volvió insostenible, alzándose la voz del «regeneracionismo» como una salida posible.

Acción Política durante el Reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina

A continuación, se exponen brevemente algunos de los acontecimientos políticos que marcaron la etapa restauracionista.

Cánovas, hombre fuerte de la política de la época, se centró en llegar a un consenso político con dos poderes fácticos muy importantes: la Iglesia y el Ejército. En el caso de la Iglesia, el Estado se reconcilió con ella mediante el restablecimiento de la confesionalidad en la Constitución y también con la cesión de una importante influencia en la enseñanza al catolicismo.

En el caso del Ejército, la tarea para imponer el civilismo al militarismo se llevó a cabo mediante la estrategia de mostrar al rey como «rey soldado», jefe del Ejército. El Ejército se profesionalizó y acuarteló, abandonando durante un tiempo la práctica del pronunciamiento militar.

Las tareas políticas más importantes llevadas a cabo durante el reinado de Alfonso XII fueron el fin de la Tercera Guerra Carlista, con la marcha de Carlos VII y sus seguidores a Francia, y la pacificación en Cuba, a manos de Martínez Campos (Paz de Zanjón, 1878). La monarquía se puso a prueba con la temprana muerte del rey en 1885. Cánovas y Sagasta firmaron el Pacto del Pardo para apoyar a la viuda y regente María Cristina, que se hallaba embarazada del futuro Alfonso XIII, y dotaron de estabilidad al régimen restauracionista por dos décadas más.

Movimientos Paralelos a la Restauración Borbónica: Republicanismo, Movimiento Obrero y Nacionalismos

No todo fue consenso en la Restauración. A continuación, se detallan los movimientos que se opusieron de una forma u otra al régimen canovista.

El Republicanismo

De forma breve, se destaca la debilidad y crisis de identidad que sufrió el republicanismo en esta época. El fracaso de la Primera República había dividido aún más a esta tendencia política, existiendo distintos partidos en torno a ella: el Partido Posibilista, de Castelar; el Partido Progresista, de Zorrilla; el Partido Centralista, de Salmerón; y el Partido Federal, de Pi i Margall.

El republicanismo osciló entre dos posturas: o bien se unió al Partido Liberal de Sagasta en determinadas ocasiones, o bien se mantuvo al margen del poder. No recobraría la importancia de tiempos anteriores hasta bien entrado el siglo XX.

El Movimiento Obrero

El momento de mayor penetración de dicho movimiento se había dado en la etapa del Sexenio Democrático, influenciado directamente por la Primera Internacional de Londres (1864). El Congreso de Zaragoza de 1872 materializó la separación entre anarquismo y marxismo vivida a nivel internacional. El movimiento obrero español se dividió, optando por la tendencia anarquista el litoral mediterráneo, Barcelona y la Baja Andalucía. El marxismo penetró con más fuerza en Extremadura, Castilla-La Mancha, Madrid, Asturias y el País Vasco. Tras la caída de la República, el movimiento cayó en la clandestinidad. Entre las pocas asociaciones que eran legales se encontraba la Asociación del Arte de Imprimir, liderada por Pablo Iglesias, de la que surgiría en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El anarquismo, por su parte, se dividió en dos corrientes: una más de tipo huelguístico y otra más violenta, que recurrió en ocasiones a los atentados para defender su ideología. A nivel sindical, del socialismo surgiría en 1888 la Unión General de Trabajadores (UGT). En 1911 se fundó el sindicato anarquista CNT (Confederación Nacional del Trabajo).

Los Nacionalismos Periféricos

Vivieron una etapa de florecimiento desde finales del siglo XIX. Destacaremos principalmente el regionalismo catalán, el vasco y el andaluz.

Del primero, cabe señalar que comenzó su andadura como un movimiento cultural, la Renaixença. Dio el salto al catalanismo político de la mano de Valentín Almirall y Enric Prat de la Riba. En 1891 se fundó la Unió Catalanista, cuya asamblea de 1892 fijó las Bases de Manresa para la constitución de una región catalana con bastante autonomía dentro de España.

En el caso vasco, su principal teórico fue Sabino Arana, en cuya obra «Bizkaia por su independencia» (1893) dejó la formulación de su nacionalismo, en el que se exaltaba la identidad política y religiosa de Vizcaya, con rasgos antiespañoles y antimaquetistas. En 1895 se fundaría el Partido Nacionalista Vasco (PNV), que nació de un nacionalismo de tipo excluyente.

En el caso andaluz, sus raíces se encuentran en el movimiento cantonalista de 1873. En la Asamblea de Antequera de 1883 se creó la Constitución Federal para Andalucía. En el siglo XX, el movimiento nacionalista andaluz sufrió un nuevo impulso de la mano del considerado como padre de la patria andaluza, Blas Infante. En el Congreso de Ronda de 1918 se adoptaron la bandera y el himno tal y como los conocemos hoy.

Tema: Guerra Colonial y Crisis del 98

Introducción: El Contexto de la Crisis del 98

En este tema, se tratarán las causas, el desarrollo y las consecuencias de la Guerra Colonial entre España y Estados Unidos. Unido a esto, se indagará en la Crisis del 98, que, con la pérdida de las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y los escándalos de corrupción y fraude electoral, dificultó enormemente la estabilidad del final del periodo. Esta etapa transcurre durante el periodo de regencia de María Cristina (1885-1902). Con la llegada al trono de su hijo Alfonso XIII, España entrará en un periodo conocido como «regeneracionismo», que buscó darle una nueva fuerza a la nación.

Causas de la Guerra Colonial Hispano-Estadounidense

Las causas pueden resumirse en dos categorías principales:

Causa Interna: La Incoherencia de la Política Colonial Española

La Primera Guerra de Independencia Cubana (Guerra de los Diez Años)

La Primera Guerra de Independencia Cubana (conocida como Guerra de los Diez Años) había estallado en 1868 con el Grito de Yara, liderado por Carlos Manuel de Céspedes, y terminó con la Paz de Zanjón en 1878 gracias a la acción del general Martínez Campos.

Entre dicha paz y el inicio de la última guerra cubana (1895), los gobiernos españoles tuvieron 17 años para introducir en la colonia algunas de las reformas defendidas por los autonomistas isleños. Pero la falta de un verdadero proceso descentralizador que dotase a la isla de órganos representativos, y la política fuertemente proteccionista con que se estrangulaba la economía cubana, favorecieron el surgimiento de nuevas revueltas que condujeron a la independencia.

Las concesiones de la metrópoli a la colonia fueron escasas y llegaron tarde. La abolición de la esclavitud fue una de ellas (1888). Otra fue la concesión de representación cubana en las Cortes. Pero el gobierno español se mostró inamovible en lo que se refería a reformar el estatuto colonial o conceder una mayor autonomía política.

A esto, debemos unir la subida de aranceles para dificultar el comercio de Cuba con Estados Unidos, lo que ahogaba económicamente a la isla.

Causa Externa: El Auge del Imperialismo Norteamericano

El Imperialismo Estadounidense y sus Intereses Estratégicos

Pasando a la causa relacionada con el imperialismo norteamericano, hemos de comenzar señalando que el mundo se estaba repartiendo entre los grandes imperios. Clave para dicho reparto sería la Conferencia de Berlín en 1885, a partir de la cual Estados Unidos pondría sus miras en el Pacífico y el Caribe, lugares donde quedaban los últimos restos del imperio colonial español. Además, el gigante norteamericano vivió en esta época un boom industrial, que le hizo poseedor de un excedente industrial que precisaba urgentemente de nuevos mercados donde ser colocado.

La justificación ideológica a su imperialismo llegaría de la mano de dos grandes doctrinas: la Doctrina Monroe (1823) y su lema «América para los americanos», o el Destino Manifiesto (Roosevelt, 1904).

Desarrollo del Conflicto: Cuba, Puerto Rico y Filipinas

La Guerra en Cuba (1895-1898)

La guerra colonial se reanuda en 1895, incitada por el Grito de Baire y con el lema «¡Viva Cuba libre!».

Sus principales líderes, algunos de ellos recién regresados del exilio en Estados Unidos, fueron Máximo Gómez, Calixto García, el mulato Antonio Maceo y, a su cabeza, José Martí (principal autor del «Manifiesto de Montecristi»).

Desde España se decidió enviar de nuevo a Martínez Campos, quien tan buenos resultados había conseguido con su actitud negociadora en la guerra anterior. En este caso, la situación no parecía tener una resolución tan fácil, y se exigió al general una actitud más agresiva, ante lo cual dimitió y regresó a España.

La situación se complicaba y los rebeldes habían alcanzado una gran expansión en su rebelión, consiguiendo adentrarse también en el territorio occidental de la isla. Ante esto, Cánovas y Sagasta, opuestos a perder la colonia cubana y, con ella, gran parte del prestigio internacional que le quedaba a España, deciden enviar a un militar más incisivo y con conocimientos de la isla: Valeriano Weyler.

Las tácticas de Weyler, mediante las cuales consiguió articular largas líneas de fortificación en la isla y aislar a los rebeldes, lograron frenar la rebelión, pero a su vez supusieron una grave situación para las poblaciones rurales, que se vieron reagrupadas, desplazadas y desabastecidas. Este hecho fue utilizado por Estados Unidos para organizar una campaña de desprestigio sobre la presencia española en la isla, destacando las tácticas crueles del general Weyler. Mientras esto ocurría, Estados Unidos ya estaba ayudando militarmente a los independentistas mediante el apoyo armamentístico.

Llegaría a la presidencia norteamericana un nuevo presidente, McKinley, quien enviaría una protesta al gobierno español por la dureza de Weyler, junto con la amenaza de una intervención en caso de que Madrid no accediera a la venta de la isla por un valor de 300 millones de dólares. El rechazo español no dejó lugar a dudas, tanto por parte de la regente como por los miembros del gobierno, con lo cual, la puerta a una guerra hispano-norteamericana estaba ya abierta.

Otros Escenarios del Conflicto: Puerto Rico y Filipinas

Puerto Rico

El conflicto aquí partió de una sublevación criolla en la década de 1880. Como principales causas, encontramos el descontento social por la pobreza, el analfabetismo o la estructura agraria patriarcal aún existente. A estas se unieron el propio levantamiento cubano y el sentimiento independentista puertorriqueño. A pesar de ello, también es cierto que hubo diversas manifestaciones de fidelidad a la Corona española, pero finalmente pesó más el interés norteamericano sobre la isla.

Filipinas

En Filipinas, el conflicto partió del descontento indígena, que sería recogido en el sentimiento independentista por dos organizaciones: la Liga Filipina de José Rizal, y la Katipunán (que propugnaba la expulsión de los españoles y sus órdenes religiosas, así como la expropiación de las tierras a las mismas). Por parte de España, se enviaron tropas al mando de Camilo García de Polavieja, que consiguió frenar el conflicto temporalmente. Se reinició en 1896, con el líder filipino Emilio Aguinaldo al frente. Se declaró independiente en 1898, como veremos, pero no fue efectiva hasta varios años después.

La Guerra Hispano-Estadounidense

Pasemos ahora a describir brevemente la guerra entre Estados Unidos y España, que fue decisiva para el futuro de Cuba, Filipinas y Puerto Rico.

Tras el hundimiento del USS Maine en febrero de 1898, Estados Unidos realizó la declaración oficial de guerra esa misma primavera. Se desarrolló en dos escenarios: el océano Pacífico y el Caribe.

Escenario del Pacífico

En la Bahía de Manila, España sufrió su primera gran derrota el 1 de mayo de 1898, siendo derrotada la escuadra del almirante Patricio Montojo por la de George Dewey. Se produjo así la rendición de Cavite y el levantamiento filipino. Manila caería el 14 de agosto.

Escenario del Caribe

Nuevos refuerzos españoles se dirigieron entonces al otro punto caliente, el Caribe. El almirante Pascual Cervera se dirigió a Puerto Rico, pero realizó una parada «técnica» en Santiago de Cuba que supondría el inicio de su derrota, al ser acorralada su escuadra en su salida por la armada norteamericana, que aniquiló a la armada española el 3 de julio. Cae Santiago y, a finales de mes, Estados Unidos ocupa Puerto Rico. Se consuma así la pérdida de las colonias americanas en tan solo cuatro meses.

Consecuencias del Conflicto: El Tratado de París y el Impacto en España

Las consecuencias estuvieron definidas por un documento clave: el Tratado de Paz de París (10 de diciembre de 1898). Este se realizó sin la presencia de las colonias y supuso el cese de la soberanía española en los territorios. Además, se firmó la ocupación «temporal» de Estados Unidos de dichos territorios. El 1 de enero de 1899, España entregó oficialmente las colonias.

¿Qué supuso este Tratado para cada uno de los actores en este conflicto colonial?

Impacto en Cuba

Para Cuba supuso un «cambio de amo». Viviría hasta 1902 bajo el mandato político de Estados Unidos. A partir de entonces, se independizaría como la República de Cuba, dirigida por Tomás Estrada Palma, pero seguiría dependiendo económicamente del «vecino del norte».

Impacto en Puerto Rico

Puerto Rico se convertiría, desde 1900 en un «estado libre asociado a Estados Unidos».

Impacto en Filipinas

Filipinas no obtuvo independencia y se enfrentó a la ocupación de Estados Unidos. La conseguiría finalmente en 1911.

Impacto en Estados Unidos

Para Estados Unidos, esta victoria supuso el inicio de su imperialismo. La «diplomacia del dólar» fue la estrategia de influencia político-económica usada. Filipinas, además, se convirtió en la llave para aproximarse a Asia. Además, desde 1903, se hicieron con el control del Canal de Panamá.

Impacto en España: El Desastre del 98 y el Regeneracionismo

Finalmente, para España, el conflicto supuso un «desastre» a todos los niveles. Se abrió un debate sobre las responsabilidades del fracaso que alcanzó todos los niveles: políticos, prensa, exaltación nacional, etc. Además, se inició una etapa de revisionismo político que comenzó a denunciar el «sistema injusto» y los «males de la patria», herederos de la Restauración. De ahí surgiría el movimiento «regeneracionista», encabezado por grandes intelectuales (destaca la conocida como Generación del 98, con figuras como Unamuno, Baroja, Valle-Inclán, Azorín, entre otros).

El desastre colonial se convertiría en la causa más inmediata de la progresiva descomposición del sistema restauracionista, que apenas sobreviviría dos décadas más.