El Trienio Liberal y la Restauración Absolutista (1820-1823)
Los Exaltados y la Oposición Absolutista
Por un lado, estaban los exaltados o «veinteañistas», abogados, intelectuales y militares jóvenes, apoyados por las capas populares urbanas. Eran partidarios de la Constitución de 1812 y de llevar al límite su desarrollo, proponiendo: cámara única, control parlamentario del gobierno, sufragio universal, libertad de opinión y un marcado anticlericalismo.
Desde el primer momento, los partidarios del absolutismo se opusieron al régimen liberal y, con el respaldo de Fernando VII, protagonizaron conspiraciones e insurrecciones armadas, buscando el apoyo de la Santa Alianza. La contrarrevolución interna siguió una doble estrategia:
- Por un lado, el Rey, con una actitud involucionista, pues mientras representaba un papel de rey constitucional, obstruía el funcionamiento del sistema liberal, vetando leyes, nombrando a absolutistas y buscando la intervención extranjera.
- Por otro, las guerrillas realistas, organizadas en Cataluña, País Vasco, Navarra y el norte de Castilla por privilegiados, y formadas por campesinos descontentos con el liberalismo, que desde 1821 mantuvieron en jaque al gobierno liberal.
La Intervención Extranjera y el Fin del Trienio
Las potencias europeas que formaban la Cuádruple Alianza, en el Congreso de Verona (octubre de 1822), decidieron acabar con el experimento revolucionario español. Con la abstención de Gran Bretaña, confiaron a Francia la operación militar. El ejército de los denominados «Cien Mil Hijos de San Luis», ayudado por 35.000 voluntarios realistas, entró en España en abril de 1823 y, sin apenas oposición, recorrió la Península hasta Cádiz, donde, en octubre, «liberó» al Rey, devolviéndole su poder absoluto.
La Década Absolutista (1823-1833)
Medidas de la Regencia y Represión
En esta etapa hay un cambio en las actitudes políticas, tanto de la propia monarquía y de sectores del absolutismo como, al final, también de sectores del liberalismo. La Regencia adoptó unas medidas, ratificadas por el Rey, con un doble objetivo:
- Anular toda la obra del Trienio (legislación, instituciones…) y restituir el Antiguo Régimen en toda su extensión, excepto la Inquisición, que fue sustituida por las Juntas de Fe, con una finalidad censora de toda idea liberal.
- La represión de los liberales y reformistas en cualquier ámbito. El Voluntariado Realista, creado en sustitución de la Milicia Nacional y formado por partidarios del absolutismo más rígido, agudizó la represión.
Tímidas Reformas y Problemas Económicos
Sin embargo, desde el primer momento, la Corona y un sector del absolutismo iniciaron un proceso de tímidas reformas, como soporte de la monarquía y del Antiguo Régimen:
- Se creó el Consejo de Ministros.
- Se controlaron los gastos y la Hacienda mediante la introducción del Presupuesto General del Estado.
- Se racionalizó la economía a través de un Código de Comercio bastante avanzado y la creación de la Bolsa (1831) y del Banco de San Fernando.
- Se elaboró un proyecto de centralización del Estado con la idea de avanzar hacia la creación de un mercado nacional (pero que atentaba contra los fueros del País Vasco y Navarra).
Fernando VII intentó mantenerse alejado de los absolutistas más radicales, contando al final con algunos ministros (Cea Bermúdez, López Ballesteros) claramente reformistas. Incluso se moderó la represión a partir de 1825. No obstante, estas reformas fueron insuficientes para solucionar los problemas económicos del país y, aunque hubo una leve mejoría, el país seguía arruinado. No había un verdadero mercado nacional, ni capitales ni inversores animados a arriesgar su dinero dada la incertidumbre política y el sistema fiscal del país.
La Cuestión Dinástica y el Conflicto Sucesorio
Para lo que sí sirvió esa práctica moderada fue para que apareciera la resistencia del sector más radical del absolutismo, los llamados realistas, partidarios de mantener sin cambios el régimen fernandino y que contaban con el apoyo del hermano del rey, don Carlos.
Desde 1830 se agudiza la cuestión dinástica: Fernando VII no había tenido descendencia en sus tres primeros matrimonios y en 1829 se casó con su sobrina María Cristina, que pronto quedó embarazada. El Rey, ya viejo y queriendo garantizar la sucesión en su futuro hijo o hija, hizo publicar el 29 de marzo de 1830 la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica de Felipe V. La decisión, si bien jurídicamente era legal, no dejaba de ser políticamente polémica, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde su aprobación en Cortes (1789) y los intereses de don Carlos, hermano del Rey.
Desde entonces y hasta 1833 se abrió un enfrentamiento entre dos bandos opuestos:
- Por un lado, los absolutistas reformistas y sectores de la aristocracia aliados con liberales moderados, que apoyaban a la heredera como única posibilidad de cambio.
- Por otro lado, los absolutistas intransigentes, partidarios de don Carlos.
En septiembre de 1832 se producen los llamados sucesos de La Granja, cuando las intrigas palaciegas ante el lecho del Rey agonizante consiguen que este firme la supresión de la Pragmática. Pero, sorprendentemente, el Rey se restablece, vuelve a ponerla en vigor e inmediatamente destituye a los ministros más reaccionarios, al tiempo que autoriza a la reina María Cristina a presidir el Consejo de Ministros. Don Carlos abandona la Corte y se traslada a Portugal antes de que Fernando le comunique su destierro. Mientras Cea Bermúdez busca apoyos para la futura regente y su proyecto reformista, Fernando VII muere en septiembre de 1833. Con él muere también el absolutismo.
La Guerra de la Independencia (1808-1814)
Antecedentes y Causas
El origen de la guerra puede situarse en 1807, cuando España y Francia firmaron el Tratado de Fontainebleau, por el que España permitía el paso de las tropas francesas para ocupar Portugal. La propuesta era la ocupación del país vecino y su división en tres partes, una de las cuales sería para el propio Godoy. Producida la ocupación, el reparto no se produjo y una parte importante de las tropas francesas se había situado estratégicamente en España.
Godoy comprendió las verdaderas intenciones de Napoleón e intentó llevarse a la familia real a América. En su camino hacia Sevilla, hicieron un alto en Aranjuez. Allí, la camarilla que apoyaba a Fernando provocó, el 17-18 de marzo de 1808, el Motín de Aranjuez, una revuelta popular contra Godoy que sería aprovechada por Fernando para obligar a abdicar a su padre y proclamarse rey. Godoy fue destituido y Fernando volvió a Madrid, ocupado por el general Murat.
Tras los sucesos de Aranjuez, Napoleón llamó a Fernando para que se reuniera con él en el norte de la península. Fernando acudió y fue forzado a llegar a Bayona, donde Napoleón había hecho llegar también a sus padres, Carlos IV y María Luisa, y al propio Godoy. Aquí tuvieron lugar, a finales de abril de 1808, las negociaciones que concluirían con las Abdicaciones de Bayona: Fernando fue obligado a abdicar en su padre y este abdicaría posteriormente en Napoleón, quien entregaría la corona de España a su hermano José I Bonaparte, por entonces rey de Nápoles. A cambio de esta vergonzosa abdicación, Carlos IV y Fernando recibirían suculentas rentas en dinero y en propiedades.
El pueblo de Madrid, que desconocía estos hechos, y ante lo que consideraban un secuestro de su rey, se levantó contra las tropas francesas acantonadas en la capital: era el Levantamiento del 2 de Mayo. Murat dio órdenes de disparar, produciéndose numerosas muertes y detenciones; más de un centenar de personas fueron fusiladas en El Pardo aquella noche. Ese mismo día, el alcalde de Móstoles hizo público un bando declarando la guerra a Francia y llamando a la población a sublevarse, ante la apatía de las autoridades que, o bien se escondieron o acataron el poder francés. A mediados de mayo, casi todas las ciudades españolas se habían sublevado.
Desarrollo del Conflicto
Inicialmente, la relación de fuerzas era muy desigual: frente a un ejército francés hasta entonces invencible y que contaba con algunas de sus mejores unidades entre las enviadas a la península, el ejército español estaba compuesto por mercenarios, en clara inferioridad de condiciones. Sin embargo, las tropas españolas demostraron un alto nivel de moral y una capacidad de lucha superiores a lo esperado, apoyadas por un mando militar que demostró gran capacidad táctica. Además, el estado mayor francés no contaba con el surgimiento de la guerrilla como forma de lucha.
Pueden distinguirse cuatro fases en el proceso bélico: