La Evolución del Amor en la Poesía de Miguel Hernández
Como hemos podido comprobar con la lectura de los poemas de este escritor oriolano, la obra del poeta está firmemente relacionada con su vida. Podemos dividir la vida de Miguel Hernández en varias etapas, lo que nos permite diferenciar también varios períodos en sus relaciones afectuosas y en su concepción del amor. Esta evolución queda reflejada en su poesía, lo que implica que un mismo símbolo referente al amor puede adquirir significados distintos en cada etapa. Criado en una zona con carácter campestre y en el seno de una familia tradicional, Miguel Hernández concebía el amor como un sentimiento respetuoso hacia la amada. En sus poemas sueltos, se observa un amor más inclinado hacia la naturaleza que hacia la amada, reflejando la jovialidad y frescura de un poeta joven que se inicia en la escritura.
Primera Etapa: El Amor Platónico y Místico
En sus primeros poemas, el joven Miguel trata el tema amoroso de forma casi platónica, influenciado por poetas del siglo XIX como Zorrilla o Espronceda. Además, su poesía de este periodo está repleta de un barroquismo que deja entrever connotaciones sexuales, cubiertas por un misticismo derivado de la influencia religiosa de su juventud. Este misticismo se simboliza a menudo mediante símiles frutales que Miguel utiliza para aludir al erotismo. Este cristianismo ascético le lleva a mirar con sospecha y recelo el placer amoroso, impulsándole a oprimir sus deseos. El recatamiento y la castidad se simbolizan por el invierno, que se contrapone a la primavera, estación que evoca sexualidad, impureza y la tentación del pecado. La obra más significativa de este periodo es Perito en lunas, donde se encuentran las metáforas antes mencionadas. Durante esta etapa, y hasta su prolongada estancia en Madrid, el corazón del poeta estuvo ligado a Josefina Manresa, quien personificaba el recatamiento, la castidad y la pureza características de este periodo, cualidades que más tarde criticaría en sus cartas y poemas escritos desde la capital.
Segunda Etapa: La Pasión y el Desengaño
El rayo que no cesa marca la siguiente etapa en la obra de Miguel Hernández. Escrito desde la capital española, este poemario refleja un cambio radical en la mentalidad y la concepción del amor de Hernández, influenciado por poetas madrileños y corrientes como el surrealismo francés, que conoció a través de la pintora surrealista Maruja Mallo. En El rayo que no cesa se percibe la angustia y la pena de Hernández, producto del desengaño amoroso al confrontar la realidad y abandonar el ideal platónico previo. En este periodo, el ideal amoroso de Miguel se centra en la entrega total, cuerpo y alma, a la pasión con la amada. Así, este poemario se convierte en una obra que expresa insatisfacción sexual, pero también una profunda pena y soledad que envuelven al poeta.
Relaciones Personales y Desengaños
Josefina Manresa se convirtió en su esposa; se conocieron en 1932, aunque su relación se formalizó en 1933, coincidiendo con este periodo de transición. En esta relación, la condición pueblerina de Josefina contrastaba con la vida más abierta de Hernández (reflejado en el poema «Te mueres de casta y de sencilla»), lo que llevó a su noviazgo a una situación delicada en varias ocasiones, hasta su distanciamiento en 1935. Durante este periodo de ruptura con Josefina, Miguel intentó aproximarse a María Cegarra, quien se mostró indiferente a él, a pesar de que el poeta le dedicara algunos de los poemas de la obra. No obstante, aunque esta relación con María no se consumó, se especula sobre un vínculo con Maruja Mallo, a quien el autor también hace mención en ciertos poemas de la obra.
Simbolismo en El rayo que no cesa
Para reflejar estos sentimientos, el poeta emplea, como ya se ha mencionado, el soneto, considerado una estructura métrica perfecta por su división en dos cuartetos y dos tercetos. Asimismo, utiliza elementos simbólicos de origen natural, entre los que destaca el rayo, predominante en este periodo. La metáfora central de los poemas de este libro es la del rayo, que representa la insatisfacción erótica, la energía no canalizada y la fuerza viril. El propio título del poemario, «El rayo que no cesa», encierra esta metáfora: el amor humano insatisfecho, un rayo que no cesa porque no alcanza a la amada, y por ende, no cesa de doler. Otras metáforas recurrentes en este periodo incluyen:
- El toro, que simboliza la fuerza viril y la ansiedad.
- Los colores (especialmente la blancura), que representan la belleza femenina.
- El vientre de la mujer, que refleja el deseo de un encuentro erótico.
Tercera Etapa: El Amor Comprometido y Generoso
Tras este periodo de amor más libre y relaciones afectuosas, Miguel regresa con Josefina, su verdadero amor. Superada la fase de ansiedad y la simbología del rayo, en Vientos del pueblo y El hombre acecha, Miguel trata el amor con una ternura y generosidad que contrastan con la carencia de estas virtudes en los fascistas, a quienes consideraba enemigos de toda virtud.
Cuarta Etapa: El Amor Familiar y Trascendente
Al final de la vida del poeta, el amor vuelve a ser un tema central, reflejado en Cancionero y romancero de ausencias. Sin embargo, esta vez no se trata de un amor físico entregado a la pasión y el erotismo, ni tampoco de un amor divino y místico. El amor en la madurez literaria de Miguel es un amor verdadero, profundo, generoso y sincero, destinado a su esposa y a sus hijos, a quienes busca proteger y cuidar. Es un amor consagrado a la familia y al alma. Como se mencionó al principio, una misma metáfora puede adquirir significados distintos en las diferentes etapas; en este periodo, por ejemplo, el vientre femenino reflejará la importancia de la descendencia y la protección afectuosa de los padres hacia sus hijos.