Contexto Internacional y el Fin del Antiguo Régimen en España
En el ámbito internacional, en toda Europa se producían revoluciones liberales (1820, 1830, 1848). Sin embargo, sufrirían un desmoronamiento paulatino hasta quedar sofocadas tras el Congreso de Viena (1815). Además, se iba produciendo la industrialización de Europa.
En España, tras el levantamiento de Riego, se produjo el segundo triunfo del liberalismo (moderado). La Santa Alianza devolvió el mando a Fernando VII y, por consiguiente, el restablecimiento del Antiguo Régimen. A su muerte, Fernando VII, al tener como descendiente a una hija, Isabel II, aprobó la Pragmática Sanción en 1832, que derogaba la Ley Sálica. Así, comenzó el reinado de Isabel II (1833-1868), que supuso el fin definitivo del Antiguo Régimen en España y la consolidación de la sociedad de clases.
Las Guerras Carlistas: Conflicto Dinástico y Social
El hermano del rey, el infante Carlos María Isidro, no aceptó esta medida, ya que se le privaba de su derecho al trono. Por ello, se formaron dos bandos en la Corte: los carlistas (apostólicos) y los isabelinos (liberales moderados). El carlismo, en oposición al liberalismo, era partidario del Antiguo Régimen; su ideal político era «Dios, Patria, Fueros y Rey». No tenía más posibilidad que la rebelión para acceder al poder (Sucesos de la Granja).
A la muerte de Fernando VII (1833) comenzaron las guerras carlistas (guerra civil).
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
La Primera Guerra Carlista (1833-1840), que enfrentaba a carlistas y cristinos (liberales), fue la más violenta y dramática, con casi 200.000 muertos. Supuso un desastre económico y un atraso industrial. Las potencias absolutistas (Austria, Rusia y Prusia), así como el Papa, apoyaban al bando carlista. Mientras que Inglaterra, Francia y Portugal apoyaban a Isabel II, lo que se concretó en el Tratado de la Cuádruple Alianza (1834).
La guerra, en el terreno bélico, tuvo protagonistas destacados: en el bando carlista, los generales Zumalacárregui y Cabrera; y en el bando isabelino, el general Espartero. La guerra concluyó con el Convenio de Vergara (1839), un acuerdo firmado por Espartero y Maroto, principal líder carlista tras la muerte de Zumalacárregui. En el acuerdo se reconocieron los grados militares y la integración del ejército carlista en el isabelino, y se mantuvieron los fueros vasco-navarros (Vascongadas).
Otras Guerras Carlistas y sus Consecuencias
Tanto la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), también conocida como la Guerra de los Matiners, cuyo pretendiente era Carlos VI, como la Tercera Guerra Carlista (1869-1871), tras la expulsión de Isabel II, tuvieron un impacto menor.
Las consecuencias que se derivaron fueron: un desgaste económico del país, un retraso industrial, la forzada implementación de reformas liberales por Isabel II, y el crecimiento exagerado del ejército español, en el que los grandes mandos (generales) actuarían políticamente como «espadones», realizando pronunciamientos militares constantes durante todo el reinado. La cuestión foral («Dios, Patria, Fueros y Rey») está sometida a un constante revisionismo historiográfico. Además, puede tener relación directa con la actualidad (estatutos, comunidades autónomas), y para gran parte de los carlistas los fueros eran fundamentales, aunque para otros no lo eran tanto.
El Reinado de Isabel II: Partidos Políticos y Regencias
Partidos Políticos y Alternancia en el Poder
Durante el reinado de Isabel II, surgieron dos partidos políticos principales: el Partido Moderado, que defendía el liberalismo doctrinario francés; y el Partido Progresista. No obstante, a mediados de siglo aparecieron el Partido Democrático, en oposición a Isabel II, y la Unión Liberal, como partido de centro.
Esta época tuvo como principales protagonistas a los liberales moderados y progresistas, que se diferenciaban, por ejemplo, en el sufragio, el protagonismo del rey y las libertades individuales. Ambos grupos producirían una alternancia en el poder, teniendo como protagonistas, por parte de los progresistas, a Espartero, y de los moderados, a Narváez y O’Donnell, a menudo a través de pronunciamientos militares.
Las Regencias (1833-1843)
Debido a la minoría de edad de Isabel II, su madre María Cristina actuó como regente desde 1833 hasta 1840, y tras los altercados revolucionarios de 1840, el general Espartero (1840-1843) asumió la regencia.
Hitos Legislativos y Políticos del Reinado Isabelino
Como solución de compromiso entre el absolutismo y el liberalismo, se promulgó el Estatuto Real de 1834, que no era una constitución pero tampoco representaba el poder absoluto del rey. La Constitución de 1837, parecida a la del Trienio Liberal, surgió tras un pronunciamiento militar progresista. También es importante la desamortización del ministro Mendizábal (1837-1849). En 1843, se produjo la caída de Espartero debido a reformas económicas liberales que afectaban a la naciente industria catalana.
La Década Moderada (1844-1854)
La Década Moderada (1844-1854) fue gobernada por Narváez durante casi todo el período. La Constitución de 1845 supuso la consolidación de muchas reformas liberales, como el 1 % de sufragio, la creación de un sistema administrativo de provincias y de la Guardia Civil, y la reforma de Mon-Santillán de la Hacienda. Como consecuencia, se produjo la marginación de los grupos democráticos y partidarios de un mayor sufragio.
El Bienio Progresista (1854-1856) y la Crisis Final
Esto originó un pronunciamiento protagonizado por el general O’Donnell, conocido como «La Vicalvarada». Esto dio paso al Bienio Progresista (1854-1856), durante el cual se produjo el despegue económico de España, por medio de las primeras industrias, la Ley de Ferrocarriles y las desamortizaciones del ministro Madoz.
El Declive del Liberalismo Moderado y la Expulsión de Isabel II
De 1856 a 1868 hubo una crisis del liberalismo moderado, produciéndose cambios en la sociedad española, el desarrollo de la prensa y del movimiento obrero, y la Ley Moyano de Educación. Sin embargo, Isabel II estaba a espaldas de la sociedad, con una vida privada difusa. Por ello, la marginación de Isabel II y los moderados hacia otros grupos, como progresistas, demócratas y socialistas, hizo que estos decidieran derrocar la monarquía borbónica. Esto se concretó en el Pacto de Ostende (1866), que culminó con la Revolución Gloriosa, resultando en la expulsión de Isabel II de España.