Grandes Figuras del Arte Europeo: Del Neoclasicismo a las Puertas de la Modernidad (Siglos XVIII-XIX)

Juan de Villanueva

Arquitecto español de la segunda mitad del siglo XVIII y del siglo XIX, encuadrado estilísticamente en el Neoclasicismo, del cual fue su mejor representante. Durante su inicial estancia en Roma, estudió las ruinas clásicas y las nuevas propuestas neoclasicistas. Al volver a España recibió los principales encargos de la Corte de Carlos III, dotando así a la ciudad de Madrid de un nuevo gusto estético. Sus principales trabajos son el Observatorio Astronómico del Retiro, en el cual recoge las formas y estética clásica (empleo de mármol, orden corintio, apariencia de templo griego con cúpula central romana), creando un edificio funcional y equilibrado, y el Museo del Prado, concebido inicialmente como Gabinete de Ciencias Naturales. En este edificio concibió tres cuerpos autónomos unidos por dos alas laterales que funcionaban como pasillos, en los cuales cada cuerpo poseía una forma diferente, ligada a su función concreta. En esta obra sintetizó sus principales características: apariencia adintelada y horizontal, empleo de órdenes y elementos decorativos clásicos, alternancia en el uso de ladrillo y piedra y enorme plasticidad, jugando con los contrastes de luces y sombras y alternando elementos curvos (arcos, tondos y hornacinas) y rectos (nichos y frontones rectos).

Jacques-Louis David

Pintor francés de la segunda mitad del siglo XVIII e inicios del XIX, encuadrado estilísticamente en el Neoclasicismo, del cual fue su mejor representante. David alcanzó su fama en la época de la Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico, y su influencia fue tan grande que se convirtió en un verdadero dictador de las artes, llegando a eclipsar a la Academia. Su obra sintetiza las principales características del estilo: dibujo seguro, poco interés por la perspectiva, composiciones claras y equilibradas, reducida gama cromática, movimiento estereotipado y escenografía teatral. Sus principales obras son Muerte de Marat, retrato póstumo de gran carga emotiva y uso de claroscuro; El juramento de los Horacios, obra clásica presentada a modo de friso corrido y donde trata la responsabilidad ciudadana y la importancia de la patria; y sus obras al servicio de Napoleón, como la monumental Coronación de Napoleón o sus diferentes retratos.

Eugène Delacroix

Pintor francés del siglo XIX encuadrado estilísticamente en el Romanticismo, del cual fue el mejor exponente. Delacroix se caracterizó por el colorismo de su obra, marcado por colores cálidos y tonalidades fuertes (influencia de Rubens), así como por la aplicación de pinceladas sueltas, pastosas y abocetadas (influencia de Velázquez). Delacroix captó de forma prodigiosa escenas de gran intensidad dramática ligadas a temas revolucionarios y nacionalistas, como la Revolución Francesa de 1830 (La Libertad guiando al pueblo) o la independencia de Grecia (La matanza de Quíos), así como temas exóticos, influenciados por sus viajes por España y Marruecos (La muerte de Sardanápalo).

Antonio Canova

Escultor italiano de la segunda mitad del siglo XVIII e inicios del XIX, encuadrado estilísticamente en el Neoclasicismo, del cual fue su mejor representante. La obra de Canova sintetiza las principales características de la escultura neoclásica: recuperación de patrones grecorromanos, empleo de mármol (cincelado y con superficies muy pulidas) y bronce (empleo de la técnica de la cera perdida), rechazo a la policromía, movimiento contenido, promoción de temas mitológicos y retratos, uso de indumentarias clásicas, rostros idealizados, fríos y serenos (ethos) y gran equilibrio y armonía en las obras (contrapposto). Canova trabajó para los grandes poderes de la época: el Papado (Mausoleos de Clemente XIII y XIV) y la corte del emperador Napoleón Bonaparte (retratos, Napoleón como Marte pacificador, Retrato de Paulina Bonaparte). No obstante, sus obras más célebres fueron las dedicadas a la temática mitológica, en especial el grupo de Eros y Psique, que resume las características antes propuestas.

John Constable

Pintor británico del siglo XIX encuadrado estilísticamente en el Romanticismo. Constable destacó por su estudio del paisaje, los efectos de la luz y la combinación de colores, creando en Inglaterra una larga tradición de paisajistas de gran calidad. Sus obras están cargadas de melancolía, romanticismo, cuidado y exquisito gusto, destacando sus vistas de La catedral de Salisbury y El carro del heno. A lo largo de su vida, su pincelada se caracterizó por poseer más carga matérica, así como por llegar a aplicar la pintura directamente con espátula sobre el lienzo (manchas de color), lo cual le convierte en precedente del Impresionismo.

William Turner

Pintor británico del siglo XIX encuadrado estilísticamente en el Romanticismo. Turner destacó por su estudio del paisaje (especialmente marinas), en las cuales introducía de forma magistral efectos de luz, fenómenos atmosféricos y aspectos dinámicos, que difuminaban las formas y le alejaban de la pintura tradicional (Lluvia, vapor y velocidad, El incendio del Parlamento). Asimismo, su característica pincelada larga y pastosa (llegó a aplicar directamente manchas de color a través de espátulas), así como su minucioso estudio del color, le convirtieron en precedente directo del Impresionismo.

Gustave Courbet

Pintor francés del siglo XIX, encuadrado estilísticamente en el Realismo, del cual fue uno de sus mejores representantes. Gustave Courbet fue un gran teórico del arte, así como un activo militante revolucionario y socialista, que convirtió en héroes y protagonistas de sus obras a trabajadores de clases sociales bajas, generalmente sin mostrar su rostro, representando así a la masa (Los picapedreros, Las cribadoras de trigo). También plasmó el mundo rural francés, resaltando sus gentes, paisajes y costumbres (El entierro de Ornans) y el propio mundo del artista (El taller), así como trabajó desnudos y autorretratos. Destacó su pincelada suelta, su amor por el color y el excelente manejo de la luz.

François Millet

Pintor francés del siglo XIX, encuadrado estilísticamente en el Realismo, del cual fue uno de sus mejores representantes. Inicialmente tomó partido en la Escuela de Barbizon, en la cual trabajó su faceta como paisajista. Sin embargo, posteriormente centró su obra en la exaltación, análisis y plasmación del día a día de los trabajadores del campo, a través de una visión idílica, ajena a las preocupaciones proletarias. En sus obras, dignifica la dureza de la vida de los campesinos, presentando escenas caracterizadas por suaves efectos lumínicos, estudiadas composiciones y personajes compuestos por volúmenes geométricos y gran delicadeza (Las gavilladoras o El Ángelus).

Edouard Manet

Pintor francés del siglo XIX, encuadrado estilísticamente como preimpresionista, pues su particular acercamiento al arte fue acogido por un joven grupo de artistas (los futuros Impresionistas), que aplaudieron su ruptura con las normas que promovía la Academia, lo cual le obligó a exponer en el Salón de los Rechazados (Desayuno sobre la hierba o Almuerzo en el campo). Manet transgredió así en la propuesta de temas (apostó por temas triviales), el uso del color (empleo de colores puros), la luz (abandonó el uso de focos de luz), la perspectiva (no atendía con rigor a la perspectiva cónica clásica) y el volumen (fomentó figuras casi planas). En los últimos años de su vida, convivió con el grupo Impresionista y realizó lienzos en dicho estilo.

Claude Monet

Pintor francés del siglo XIX, encuadrado estilísticamente en el Impresionismo, estilo del cual fue su principal protagonista. Claude Monet fue el más consecuente de los impresionistas, pues lo inicia con su obra Impresión: Sol naciente y nunca lo abandona. Se inclinó por el paisaje y la transmisión de sensaciones atmosféricas. La luz es la gran protagonista en su obra, prefiriendo, sobre todo, los reflejos en el agua. Realizó famosas series (Estación de San Lázaro o La Catedral de Rouen), en las cuales repite el mismo tema a diferentes horas del día, variando los efectos atmosféricos y la luz. Durante sus últimos años, su pincelada se vuelve más pastosa y comienza a desmaterializar el objeto representado (serie de Ninfeas), influyendo así a gran parte de las futuras vanguardias.

Pierre-Auguste Renoir

Pintor francés del siglo XIX, encuadrado estilísticamente en el Impresionismo. Renoir destacó por ser el autor impresionista que concedió mayor importancia a la figura humana (sobre todo a la femenina, que en algunos desnudos se acercó a obras de Rubens). Sus obras capitales nos trasladan a temas triviales, amables y optimistas (Le moulin de la Galette, El almuerzo de los remeros), en los cuales realizó grandes estudios lumínicos, compositivos y del empleo del color (aplicación de la teoría del color defendida por el grupo impresionista). Innovó no obstante al introducir el negro en sus cuadros y cambiar el paisaje por la representación de grupos humanos en continua interacción.

Auguste Rodin

Escultor francés de finales del siglo XIX e inicios del XX. Rodin es considerado el padre de la escultura moderna, pues rompe con el canon académico que imperaba en Francia y apuesta por dotar a la escultura de alma, sentimientos, misticismo y expresividad a través de contrastes lumínicos, desigual acabado de las superficies (a veces incluso inacabadas, non finito), la plasmación de momentos de gran intensidad emocional y la captación de una anatomía poderosa, intensa y grandiosa (influencia de Miguel Ángel). Se le suele relacionar con el período impresionista y sus principales obras son: Los burgueses de Calais, El monumento a Balzac, El pensador, El beso o La catedral.

Georges Seurat

Pintor francés de la segunda mitad de siglo XIX, encuadrado estilísticamente en el Neoimpresionismo. Seurat aspiró a dar al Impresionismo una base científica, por lo que desarrolló una obra cerebral y muy estudiada, que debía reducir la aplicación de color (pincelada y tonalidades) siguiendo para ello propuestas científico-teóricas (Chevreul y Blanc). Todo ello le llevó a desarrollar el Puntillismo, técnica que se basa en la aplicación de puntos homogéneos de color sin mezclar, que con la distancia suficiente y la activación de los procesos visuales de nuestro sentido, producen un encadenamiento continuo de contrastes elementales que recrea las formas y colores. Su obra más conocida es Una tarde de domingo en la Grande Jatte, en la cual nos invita a disfrutar de un conjunto de figuras en diferentes posiciones, así como de un paisaje que mezcla agua, tierra y cielo a través de una perspectiva lateral. En esta búsqueda, Georges Seurat contó con la ayuda de Paul Signac, que cultivó igualmente el Puntillismo.

Paul Cézanne

Pintor francés de la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX, encuadrado estilísticamente en el Postimpresionismo. Cézanne evolucionó del Impresionismo puro, pintando al aire libre y adoptando una pincelada breve, a una nueva etapa en la que iría experimentando con las formas, la perspectiva y el cromatismo, convirtiéndose en una influencia clave para múltiples generaciones posteriores. En esta búsqueda, tuvo gran importancia la simplificación de los elementos y objetos de la obra hacia sus formas geométricas elementales (cilindros, esferas, conos…), por lo que fue alabado por los pintores cubistas. Al mismo tiempo, rechazó una perspectiva única, así como su paleta comenzó a reducirse (tonalidades naranjas, azuladas y verdosas). Entre sus obras más importantes cabría destacar sus bodegones (Manzanas y naranjas), retratos (Retrato de un campesino), paisajes (serie de vistas de la Montaña de Santa Victoria) y escenas costumbristas (Los jugadores de cartas).

Vincent van Gogh

Pintor holandés de la segunda mitad del siglo XIX, encuadrado estilísticamente en el Postimpresionismo. Van Gogh evolucionó a lo largo de su obra y aunque experimentó inicialmente de forma autodidacta en varias propuestas, su obra se volvió muy personal debido a su azarosa vida y sus problemas mentales, que le llevaron a estar recluido en sanatorios mentales y a quitarse finalmente la vida. Entre sus principales características, cabría destacar su pincelada rápida, gestual y muy expresiva (plasmaba aquí su estado de ánimo), el colorido vibrante y luminoso, incluso en obras nocturnas, y el uso de formas y composiciones serpenteantes e incluso flamígeras. Entre su abundante obra, destacan los autorretratos, los retratos (El doctor Gachet), los bodegones (series de Girasoles y Lirios), los paisajes (Campos de trigo, Noche estrellada, La iglesia de Auvers) y los interiores (La habitación del pintor). Por su visión subjetiva, por proyectar sus sentimientos (soledad, angustia, fracaso como artista…) y por su obsesión con la pintura, se considera a Van Gogh un claro antecedente del Expresionismo.

Paul Gauguin

Pintor francés de la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX, encuadrado estilísticamente en el Postimpresionismo. Su formación autodidacta y obsesión por el arte le llevó a abandonar su trabajo, casa y familia, así como a buscar la inspiración en lugares ajenos. Primeramente fue a Bretaña (Pont-Aven), donde experimentó con el color (colores planos, vibrantes y luminosos) y las formas (sencillas, estáticas y remarcadas por líneas), desarrollando nuevas propuestas como el cloisonismo (El Cristo amarillo, Visión después del Sermón). No obstante, en una búsqueda por el primitivismo, una vuelta a la naturaleza y renegando del mundo occidental, viajó a Tahití, donde desarrolló su obra más característica y personal (Mujeres tahitianas, ¿Cuándo te casas?, En el mercado). Fue aquí donde Gauguin se liberó de los colores reales de la naturaleza y ligó su elección a su poder creador, siendo así el antecedente del Fauvismo (o Fovismo).