Claves ideológicas del teatro de Buero Vallejo: Compromiso social y ético
En sus declaraciones de 1972, Buero Vallejo fija algunas de las características de su teatro:
- El teatro como revulsivo social, atento a la realidad, pero sin un planteamiento exclusivamente didáctico y sin desdeñar la imaginación.
- El teatro como medio de expresión y comunicación centrado en unos temas recurrentes: el hombre y sus preocupaciones, las injusticias que sufre el pueblo, la historia.
- El teatro como obra artística preocupada por lo formal.
El concepto de tragedia en Buero Vallejo
Antonio Buero Vallejo es un trágico. En su ensayo La tragedia (1958) fijó su concepto del género que, según él, tiene una doble función: inquietar y curar. Su teatro plantea problemas, pero no impone soluciones e invita al espectador a que siga reflexionando tras el fin de la obra. Su teatro también invita a una superación personal y colectiva, a una lucha contra las fuerzas que destruyen al hombre y a una apuesta por la justicia y la libertad.
La tragedia de Buero Vallejo no es pesimista puesto que, aunque sea amarga, está abierta a la esperanza en la superación del dolor y la injusticia. Por todo ello, algunos críticos llaman a su teatro «teatro de la esperanza».
Crítica social y posibilismo
El teatro de Buero Vallejo siempre ha tenido una constante intención de testimonio o crítica social. Aunque muchas de sus obras tengan un alcance existencial, metafísico o moral, los personajes y las tramas de sus obras siempre se sitúan en un contexto socio-histórico concreto. Acerca de la polémica con Sastre sobre el modo de luchar con el teatro para cambiar la sociedad, Buero fue posibilista y defendió que se debía aprovechar cualquier resquicio que permitiera la censura franquista para intentar cambiar la sociedad desde dentro.
Temas centrales: La dialéctica existencial y social
Las obras de Buero giran en torno a una oposición dialéctica: el anhelo de realización humana (la búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la libertad) y sus dolorosas limitaciones (el mundo en el que vive). Dos son los principios que moverán a sus personajes: la responsabilidad humana y la esperanza.
Estos temas de sus obras son enfocados en un doble plano: el existencial y el social. En sus obras es muy habitual el deseo de ahondar en ciertos aspectos de la naturaleza humana: la soledad, la felicidad, el amor, la libertad, la doblez, la falta de autenticidad. Pero siempre va a haber una denuncia de las injusticias desde un punto de vista social y político. Estos dos planos aparecen siempre entremezclados en su teatro, de tal manera que así se entiende lo que él mismo dijo acerca de su temática: «la lucha del hombre, con sus limitaciones, por la libertad».
La responsabilidad ética del intelectual
El autor no se escapa a la exigencia ética a que se ven sometidos los personajes (y los espectadores) de este teatro. El drama del intelectual o el artista enfrentado a su propia responsabilidad moral está presente en varias obras. Las meninas (con Velázquez como personaje principal), El sueño de la razón (protagonizada por Goya) o La detonación (con Larra como protagonista) son dramas de los artistas e intelectuales de su tiempo (y el nuestro) enfrentados con el poder. En cada uno de ellos hay una proyección del propio Buero, aunque quizás la coincidencia sea más palpable con la figura de Larra: ambos vivieron en una época absolutista, ambos se enfrentaron a una censura omnipresente, ambos experimentaron ilusiones y decepciones ante el advenimiento de un periodo de mayor libertad y ambos defendieron un «posibilismo» disconforme y no acomodaticio.
Trayectoria dramática de Buero Vallejo según sus claves ideológicas
En su trayectoria dramática se advierten tres etapas: una primera en la que se hace más patente el enfoque existencial, una segunda en la que prevalece el enfoque social y una tercera en la que el autor sigue con sus mismos temas, pero aportando nuevos recursos técnicos.
Teatro existencial (hasta 1957)
El estreno de Historia de una escalera en 1949 supuso una ruptura frontal con el teatro de la época: no es una comedia burguesa ni una obra cómica. En ella retrata, a partir de la pobre vida material y espiritual de tres generaciones de varias familias trabajadoras de una casa de vecinos, la situación de pobreza y falta de salidas de una colectividad atrapada en un mundo miserable y sin futuro. Es el drama de la frustración: la realidad acaba imponiéndose sobre los sueños del individuo.
En la ardiente oscuridad es una tragedia ambientada en un colegio de ciegos, que viven felices y resignados a su condición, al que llega un ciego que irá contagiando a todos su angustia y su rebeldía. Uno de los ciegos lo matará para que la comunidad recobre la paz.
Por su parte, Hoy es fiesta y Las cartas boca abajo anuncian ya un cambio de enfoque: la temática existencial se desarrolla en unos condicionantes sociales muy precisos.
Teatro social (hasta 1970)
Con el estreno en 1958 de Un soñador para un pueblo, con protagonista Esquilache, se abre una nueva etapa en su teatro, marcada por la elección de un subgénero teatral concreto: el drama histórico. La ambientación histórica es un recurso para sortear la censura. Esta es su manera de hacer un teatro posible trasponiendo los problemas del presente al pasado, por lo que los espectadores habrían de