Retrato de los Personajes en Réquiem por un Campesino Español: Claves y Simbolismo

Personajes Clave en Réquiem por un Campesino Español: Un Retrato Social

Los diversos personajes de la novela revelan una sociedad española resignada a vivir bajo una dictadura agresiva, donde pocos podían tener más y la gran mayoría subsistía en niveles denigrantes de pobreza. En Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender, encontramos un buen número de figuras, las cuales exploraremos según su importancia en el desarrollo del argumento y su simbolismo.

Mosén Millán: La Conciencia Atormentada

Mosén Millán es el personaje central de la novela, pues ocupa el primer plano temporal y nuestro conocimiento de Paco procede de sus recuerdos y de la relación de confianza que ambos tenían. La personalidad de este párroco es muy compleja; lo vemos vacilante, indeciso, con una conciencia de culpabilidad que lo abate. Todo lo que él pedía, y con lo que se conformaba, era que le permitieran administrar sus sacramentos, porque entendía que con ello ya habían respetado su misión sacerdotal y, en consecuencia, a la Iglesia.

Mosén Millán no estaba de parte de nadie, no tenía intereses, no quería responsabilidades; parecía, pues, indiferente ante todo, como fuera de lugar. Le bastaba con que le dejaran administrar sus sacramentos, siempre que guardasen las formas. Es este un personaje en el que la costumbre pesa mucho; el dogma y el ritual son elementos de esa inercia, de esa rutina con que se nos presenta.

Mosén Millán no supo nunca estar a la altura de las circunstancias y, cuando iban a matar a Paco, se limitó a la rutinaria administración de la extremaunción a una persona a la que quiso como a un hijo. Se limitó a perdonarle sus pecados aquí en la Tierra, sin oponer resistencia ante el trágico fin de Paco.

Un año después de la muerte de Paco, Mosén Millán, como en una simbólica reparación del daño causado, ofrece una misa de réquiem por Paco. Es como una reacción de la mente atormentada de Mosén Millán ante el trágico final de su feligrés, pero una reacción ya tardía.

Paco, el del Molino: Héroe y Víctima de la Injusticia Social

Paco, el del Molino, es el héroe y la víctima de esta historia. No hay una auténtica descripción física, porque lo importante es una personalidad que se ganará el aprecio de sus vecinos y el desprecio de las clases adineradas. Representa la búsqueda de la dignidad humana por encima de las barreras injustamente preestablecidas. Encarna, de forma idealizada, al pueblo español: respetuoso con las tradiciones de sus mayores, sincero, valiente, decidido, con un fuerte sentido de lo justo y lo injusto.

Un hecho decisivo en su vida fue el que lo forjó de cierta manera, un suceso que le ocurre a los ocho años y que, más tarde, ya casado, sería la causa de su trágico final. Ese acontecimiento, decisivo en su vida, es la visita que hace, acompañando a Mosén Millán, a la cueva del Carasol, con el propósito de administrar la extremaunción. El moribundo, habitante de la cueva en condiciones inhumanas —sin fuego, sin luz, sin agua—, se moría en la pobreza en que nació y vivió.

A la salida, de regreso a casa, Paco formula a Mosén Millán embarazosas preguntas sobre la pobreza de la gente del Carasol que este no puede responder. Es ese el punto de partida de la preocupación social de Paco. Esa preocupación fue lo que lo llevó a poner en práctica sus ideales de justicia cuando, años más tarde, fue elegido concejal. La primera acción de Paco para erradicar esa pobreza fue expropiar los pastos del Duque para ser utilizados por toda la aldea sin necesidad de pagar nada. Fue esta su primera y última acción, y la causa de su asesinato.

Los Adinerados: Los Victimarios Silenciosos

Están representados por don Valeriano, don Gumersindo y don Cástulo. Son, aunque no empuñen las armas, los verdaderos victimarios. Los tres quieren pagar la misa de réquiem, y por tres veces Mosén Millán rehúsa el estipendio.

  • Don Valeriano, administrador del Duque y propietario él mismo, es la cabeza visible de la reacción. Nombrado alcalde por los fascistas, dirige la represión. Sus palabras al llegar a la sacristía: «Olvidar no es fácil, pero aquí estoy el primero», son de una hipocresía condescendiente, como si el ofendido fuera él.
  • Don Gumersindo, de quien solo conocemos las botas y la costumbre de hablar de su propia bondad, es simple comparsa y eco del anterior.
  • Don Cástulo Pérez, de «carácter fuerte», ni amigo ni enemigo, va a la suya y procura estar bien con el poder. Los otros no se fían de él en el momento de la conspiración. Aunque no siente piedad por las atrocidades, tampoco denunciará a nadie, lo que hace a Mosén Millán sentirse peor.

El Zapatero: La Voz del Descontento Popular

El Zapatero es amigo de Paco y se muestra en perpetuo descontento. En su composición hay elementos folclóricos. Hablador y gracioso, se mete con la Jerónima llamándola bruja y dirigiéndole una sarta de insultos graciosos. Ventea la tragedia y su neutralidad no lo librará de ser apaleado y fusilado por los «pijaitos» de la ciudad.

La Jerónima: Superstición y Sabiduría Ancestral

La Jerónima, bruja y ensalmadora, vieja y con la «pata reumática», representa el mundo de la superstición, de las creencias ancestrales que tanto el cura como el médico pretenden combatir. Su dominio es el Carasol, donde ejerce su autoridad. La pintoresca relación de la Jerónima con el Zapatero es:

  • Cómica: por la sarta de insultos que le propina el Zapatero durante la boda.
  • Patética: la Jerónima se siente culpable por haberse burlado de la paliza que le habían dado al Zapatero y que era anuncio de su propio destino.

El Médico: La Racionalidad Frustrada

El Médico supone la racionalidad moderna e ilustrada, que se refleja también en el apelativo que le aplica a Paco: «Cabarrús». También la racionalidad sufre las consecuencias de la represión y la incomprensión en este contexto rural y conflictivo.