Miguel Hernández es una de las voces poéticas más importantes de la literatura española del siglo XX. La repercusión de su obra no se debe solo al estatus mítico que alcanzó el autor por su trágico destino, víctima del momento más crítico de nuestra historia reciente, sino también a su carácter universal. Su obra une lo humano y lo social, lo ético y lo estético, y puede entenderse como colofón de la poesía española del primer tercio del siglo pasado. Desde el punto de vista formal, su obra evolucionó desde la poesía pura de sus inicios hacia la expresión vivencial más intimista en sus últimos años. Sin embargo, y a pesar de esa evolución, se repiten a lo largo de su trayectoria una serie de símbolos que van variando de significado.
En las siguientes líneas, profundizaremos en las características del lenguaje poético de Miguel Hernández, tanto en lo tocante a sus formas predilectas como en lo relativo a sus símbolos e imágenes más frecuentes.
La Evolución Poética de Miguel Hernández: Etapas y Estilo
Al explorar la poesía de Miguel Hernández, encontramos una estrecha vinculación entre los temas, la métrica y los recursos estilísticos utilizados en cada etapa de su obra. Cada periodo está marcado por un tono dominante que determina el tema y la forma de los poemas:
- Poesía pura y hermética, de inspiración gongorina, en sus primeros años, que culminó en Perito en lunas (1933).
- Sonetos amorosos de inspiración quevedesca que protagonizan El rayo que no cesa (1936).
- Poesía neopopular y de combate con tono épico durante la Guerra Civil, recogida en Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939).
- Poesía desnuda e intimista en moldes populares en sus trágicos momentos finales, en el póstumo Cancionero y romancero de ausencias (1942).
Variedad Métrica en la Obra de Hernández
Desde el punto de vista métrico, la obra de Miguel Hernández presenta una enorme variedad. Siguiendo un orden cronológico:
- Su primer poemario, Perito en lunas, se compone de 42 octavas reales (combinación de 8 endecasílabos con rima consonante).
- El rayo que no cesa se compone esencialmente de sonetos, aunque también incluye redondillas y silvas.
Este último punto ya nos muestra uno de los rasgos métricos esenciales de Hernández: esa combinación de formas clásicas de la poesía culta castellana y de formas propias de lo popular conviviendo en un mismo libro.
- La poesía militante de Viento del pueblo y de El hombre acecha, por su parte, se articula a través de silvas, romances y sonetos construidos con alejandrinos.
- En Cancionero y romancero de ausencias, por último, se combinan diferentes formas métricas. Predomina el verso corto, sobre todo heptasílabos y octosílabos, en combinaciones propias de la lírica popular (el título del poemario no es casual), aunque también aparecen composiciones con endecasílabos y alejandrinos, principalmente sonetos.
Símbolos Recurrentes en la Poesía de Miguel Hernández
A continuación, profundizaremos en los principales símbolos del universo poético de Miguel Hernández. Estas imágenes se repiten a lo largo de toda su obra, aunque sus significados van variando en cada etapa y algunos de ellos predominan sobre los demás en determinados momentos. Se trata de:
- La luna
- El rayo
- El toro
- El viento
- La tierra
- La luz y la sombra
Significado y Evolución de los Símbolos
La Luna: Del ciclo vital a la fatalidad
La luna es fundamental en la primera etapa del poeta, donde la naturaleza oriolana adquiere un papel protagonista. En este contexto, es una referencia habitual como símbolo del paso del tiempo y motor del ciclo de la vida. A partir de El rayo que no cesa, sin embargo, se tornará en signo de fatalidad y de muerte, opuesta a la claridad del sol.
El Rayo y el Toro: Dolor, virilidad y lucha
El rayo y el toro, por su parte, serán imágenes esenciales de la segunda etapa del poeta. El primero representará al principio el dolor y la pena amorosa y se asociará frecuentemente con otros símbolos hirientes, como el cuchillo. En la poesía militante, su significado se asociará, en cambio, con el ímpetu de los luchadores por la libertad. En cuanto al toro, se referirá esencialmente a la idea de virilidad, tanto en el contexto de su poesía amorosa como en el de la poesía de guerra, donde se opone la imagen del «pueblo de bueyes» (serviles y dóciles) a la del «pueblo de toros» (que luchan por su libertad y no se conforman).
El Viento: Fuerza natural, amor y voz del pueblo
El caso del viento es significativo, pues se da en todas las etapas de la poesía de Hernández, con significados muy diferentes. En sus primeros trabajos, representa simplemente una fuerza de la naturaleza que envuelve al poeta; en el periodo amoroso, simboliza la mujer amada; en la etapa bélica, se convierte en motivo central y representa tanto la fuerza del pueblo como la voz del poeta; por último, en la etapa final, se asocia con el odio y el rencor.
La Tierra: Naturaleza, amor y germinación
La tierra, como concepto de gran riqueza léxica que es, adquiere también distintas significaciones: primero, como metonimia de la naturaleza; después, como símbolo del amor; por último, como metáfora de la germinación, tanto social (la tierra que pertenece a quien la trabaja y la defiende) como vital (la fuente de la vida).
La Luz y la Sombra: Contraste vital y esperanza
Junto a estos motivos transversales, terminaremos mencionando la contraposición entre la luz y la sombra, que adquiere pleno desarrollo en su producción última, especialmente en su largo poema Hijo de la luz y de la sombra, en el que se establece un contraste vital entre luz/vida y sombra/muerte. En estos últimos años, la sombra de la realidad (la muerte inminente del poeta y la derrota de todo lo que representa) se impone, pero en su fuero íntimo, el poeta apuesta por el triunfo de la luz (que representará el hijo que habrá de nacer y la confianza en un futuro reparador de todas las injusticias sufridas).
Conclusión: La Riqueza del Lenguaje Poético de Miguel Hernández
En síntesis, la obra de Miguel Hernández se articula mediante un lenguaje poético de inmensa riqueza formal y conceptual, caracterizado por el eclecticismo entre lo culto y lo popular, que evoluciona continuamente y en el que se mantienen unos símbolos determinados que irán cambiando con el tiempo, al ritmo de su trágico periplo vital.