La representación del amor en la poesía de Miguel Hernández: de la pasión carnal al compromiso humano

El Amor en la Obra de Miguel Hernández

Contexto Biográfico: Las Mujeres en su Vida

La vida amorosa de Miguel Hernández estuvo marcada por diversas figuras femeninas que influyeron profundamente en su obra:

  • Su madre: Desempeñó un importante papel en su vida por el apoyo y el cariño que le brindó.
  • Carmen, «la calabacita»: Fue su primer amor adolescente, nunca correspondido.
  • María Zambrano: Les unió una gran amistad. A ella le dedica La morada amarilla.
  • Maruja Mallo: Fue Maruja quien inició al poeta en sus primeros juegos sexuales y fue también su gran pasión amorosa. Ella es la «liebre libre y loca» del poema 15, o en el soneto 28, la «amorosa fiera hambrienta». Se sabe con certeza, según José Luis Ferris, que la mayor parte de las composiciones de El rayo que no cesa están dirigidas a ella. En la dedicatoria de la obra, el poeta dice: «A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya».
  • Josefina Manresa: Había sido su novia en el pueblo. A ella van dirigidos tres sonetos, entre ellos: «Te me mueres de casta y de sencilla» y «Me tiraste un limón y una querencia tengo por tu acento».
  • María Cegarra: Miguel Hernández intentó buscar en ella el consuelo para el abandono de Maruja Mallo, pero esta no le prestó mucha atención.

La Temática Amorosa: Matices y Grados

En la poesía de Hernández encontramos todos los matices y grados del amor, desde el conocimiento del sentimiento hasta la honda herida de la separación y la ausencia:

  • Dolor por el rechazo de la amada.
  • Amor apasionado y sensual.
  • Amor de esposo.

El libro con el que Miguel da rienda suelta a su profundo amor es El rayo que no cesa, en el que la pena y la vida atormentada del poeta son también «mal de ausencia» de la persona amada. Desde 1934, Miguel intenta una faceta expresiva al enamorarse de Josefina. Pero se produce una crisis al ir a Madrid y conocer a Pablo Neruda y Vicente Aleixandre, momento en el que comenzará a escribir poesía impura, de un erotismo desinhibido.

El rayo que no cesa recoge la crisis por la que pasa Miguel y la crisis por la que pasa España tras la Guerra Civil. Se produce el alejamiento de Josefina y el encuentro con Maruja y María. El amor en El rayo que no cesa es herido en el corazón del poeta. Hay un gran número de sonetos que recogen la pena hernandiana por el rechazo de la amada y que nos recuerdan los poemas petrarquistas del amor cortés.

La Pena y el Deseo Erótico

Poemas donde Miguel habla de la pena incluyen versos como: «un carnívoro cuchillo» o «no cesará este rayo que me habita». Su estado es de un naufragio y solo el amor puede salvarlo, como vemos en el soneto «Tengo estos huesos hechos a las penas». La pena surge por el deseo erótico y la barrera que impide su realización: una moral provinciana y estrecha que se cierne sobre su novia y el ambiente oriolano, y en la que se estrellará Miguel una y otra vez. En otros sonetos canta la belleza de la dama, centrándose en una parte de ella, como puede ser su pie: «por tu pie, la blancura más bailable», jugando con metáforas.

Motivos y Símbolos Recurrentes

El poeta se rinde a los pies de la dama como un perro, se somete a ella, hasta llegar a la rendición total. El beso es preludio y símbolo del amor, como dice en: «una querencia tengo por tu acento». Sin embargo, el beso se convierte a veces en un veneno de sufrimiento, como ocurre en: «no me conformo, no; me desespero». En Canción última, el poeta sueña con volver a casa, ya que se siente lejos de su amada y no para de pensar en la boca de ella y en los besos que los han unido.

Otro motivo que se repite en las composiciones es la idea de la sangre. La sangre va unida al toro, metáfora con la que se identifica. Él es como un toro. Poemas como: «El toro sabe al fin de la corrida». Otro soneto donde se pone de manifiesto su destino trágico, como el del toro, es: «Como el toro ha nacido para el luto».

Amor y Muerte: Un amor tan intenso tiene su final en la muerte, de ahí la imagen del toro. En El rayo que no cesa hay un soneto dedicado a la muerte: «La muerte, toda llena de agujeros». El amor del que nos habla Miguel hacia la mujer es un amor carnal, sexual, una necesidad psicológica, una tendencia ineludible y fatídica por surgir de la entraña del hombre. El amor hará que el poeta pierda la propia identidad. En «Me llamo barro…», el poeta pierde su nombre para quedarse en el barro.

El Amor Universal y Filial en la Última Etapa

El amor también se manifiesta como amor a los amigos y al género humano en general. En El rayo que no cesa hallamos la estremecedora Elegía a Ramón Sijé, que está muerto. En Vientos del pueblo, hallamos la elegía primera dedicada a Lorca, donde también se lamenta de su pérdida.

Tanto en Vientos del pueblo como en El hombre acecha, Miguel pasará del amor a una mujer al amor por el género humano en general. Ahora la mujer aparece como madre. Ella es la luz que le da ánimos y el hijo que está en su vientre es el motivo de la lucha.

El Cancionero y Romancero de Ausencias

En el Cancionero y romancero de ausencias, el poeta cantará la ausencia de la amada. El amor es una constante en todo el libro. El poeta recuerda la habitación donde los amantes se dejaron llevar por la pasión. El amor se convierte en una obsesión: ella lo llena todo, como vemos en: «Todo está lleno de ti». La ausencia de la amada le produce una gran desazón, como apreciamos en: «Ausencia de todo veo». El amor le dará alas al poeta dentro de la cárcel, como dirá en su poema «Vuelo».

La mujer es vista como hembra que procrea, como vemos en: «Menos tu vientre». En «Hijo de la luz y de la sombra» le dirá a la mujer que no la quiere a ella sola. El hijo dará sentido a la lucha y a todos sus afanes. Gran parte de los poemas del cancionero se centran en el amor al hijo. Estremecedora es Nanas de la cebolla, que Miguel crea para su hijo.

Al final de su vida, solo, en la cárcel, enfermo, Miguel llegará a la conclusión de que cualquier guerra no sirve para nada si no es el amor el motivo.