Episodios Inmortales de Roma: Un Recorrido Pictórico por su Mitología

Eneas huye de Troya (Federico Barocci)

Este cuadro de Federico Barocci, pintado a finales del siglo XVI y que se encuentra en la Galería Borghese, representa un momento crucial de la mitología romana: la huida de Eneas tras la caída de la ciudad de Troya a manos de los griegos, quienes habían logrado, a través de engaños, introducirse dentro de la ciudad. En la obra observamos a Eneas en esa noche fatídica en que los griegos, escondidos dentro del artificio que habían construido con forma de caballo, salen de él. En esos momentos, los troyanos estaban ebrios y en un ambiente festivo, celebrando el fin de la guerra que había durado diez años. Los griegos inician una masacre, matando a cuchillo a todo el que se encuentran por el camino. Como decíamos, Eneas carga a su anciano padre Anquises, quien lleva consigo los Penates, los dioses del hogar, simbolizando la continuidad de la tradición y la religión troyanas. Junto a él, su hijo Ascanio (o Iulo) representa el futuro de la estirpe, pues será el ancestro mítico de los romanos. Barocci captura la tensión dramática de la escena: la mirada de Eneas refleja la determinación de un héroe destinado a fundar una nueva patria, mientras que la postura de Anquises, con la mirada hacia atrás, refuerza el contraste entre el pasado perdido y el futuro incierto. Esta imagen no solo ilustra un episodio de la Eneida de Virgilio, sino que también enaltece los valores de piedad filial (la Pietas), el destino y el sacrificio que definieron la ideología romana.

El rapto de las sabinas (Jacques-Louis David)

Este cuadro, pintado en 1799, se exhibe en el Museo del Louvre de París y representa uno de los episodios más legendarios de la fundación de Roma. Según la tradición, Rómulo, al ver que su nueva ciudad carecía de mujeres para garantizar su futuro, organizó un falso festival en honor a Neptuno e invitó a los sabinos, un pueblo vecino. Durante la celebración, los romanos secuestraron a las jóvenes sabinas para convertirlas en sus esposas. David plasma el momento del conflicto posterior, cuando los sabinos, liderados por su rey Tito Tacio, atacan Roma para recuperar a sus mujeres. La escena se centra en Hersilia, la esposa de Rómulo e hija de Tacio, quien se interpone entre su esposo y su padre para detener la batalla. Su gesto simboliza la reconciliación y la unión entre romanos y sabinos, que finalmente se fusionaron en un solo pueblo. Con una composición neoclásica y una fuerte carga dramática, David convierte el mito en una reflexión sobre el sacrificio, la guerra y la construcción de una nación, resaltando valores como la unidad y la piedad familiar en la historia de Roma.

La muerte de Dido (Joseph Stallaert)

Este lienzo, que se encuentra en los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica en Bruselas, fue pintado a finales del siglo XIX. Representa uno de los episodios más trágicos de la Eneida de Virgilio: el suicidio de Dido, reina de Cartago, tras la partida de su amado Eneas. Consumida por el dolor y la desesperación, Dido se quita la vida con la espada que su amante le dejó, en un acto que no solo es de desesperación, sino también un gesto de desafío y venganza. Después de huir de Troya y vagar por el mar, Eneas y sus hombres llegan a Cartago, ciudad gobernada por la reina Dido. Venus, diosa del amor y madre de Eneas, interviene para que su hijo reciba hospitalidad, haciendo que Cupido infunda en Dido un amor apasionado por el héroe troyano. Con el tiempo, ambos se acercan, consuman su amor y Dido comienza a considerarlo su esposo, aunque sin un matrimonio oficial. Se entrega completamente a él, descuidando la administración de su reino y confiando en que su futuro está ligado a Eneas. Sin embargo, el destino de Eneas es fundar una nueva Troya en la península itálica, como le han ordenado los dioses. Júpiter, recordándole su misión, envía a Mercurio para que le ordene dejar Cartago. Stallaert plasma la escena resaltando el dramatismo del momento. La postura de Dido, desplomada junto a la pira ardiente, evoca tanto la fragilidad humana como la intensidad de su pasión. La presencia de sus sirvientes en actitud de lamento y la expresión del rostro de la reina acentúan la tragedia de su destino. En el trasfondo mitológico, la muerte de Dido no solo marca su tragedia personal, sino que también simboliza el conflicto eterno entre Roma y Cartago, pues su último aliento es una maldición contra Eneas y su descendencia, anunciando las futuras Guerras Púnicas. El cuadro es una poderosa representación del amor, la traición y el destino inexorable que rige la vida de los héroes mitológicos.

El descubrimiento de Rómulo y Remo (Peter Paul Rubens)

En esta obra, Peter Paul Rubens representa uno de los momentos más icónicos de la mitología romana: el hallazgo de los gemelos Rómulo y Remo, quienes, según la leyenda, fueron amamantados por una loba y luego encontrados por el pastor Faústulo a orillas del río Tíber. Este mito constituye la leyenda fundacional de Roma. Según la tradición, los gemelos eran hijos del dios Marte y la vestal Rea Silvia. Fueron arrojados al río Tíber por orden del rey Amulio, pero sobrevivieron gracias a una loba que los amamantó hasta que el pastor Fáustulo los encontró y crio. Al crecer, Rómulo y Remo derrocaron a Amulio y decidieron fundar una ciudad. Sin embargo, discutieron sobre quién de los dos la fundaría, lo que llevó a Rómulo a matar a su hermano y fundar en ese lugar la ciudad eterna de Roma en el 753 a. C. Este mito refuerza la idea del destino divino de Roma y su carácter guerrero desde su origen. Rubens, con su característico estilo barroco, plasma la escena con un gran dinamismo y un uso vibrante del color. En el centro de la composición, la loba se muestra protectora junto a los dos niños, destacando el elemento salvaje y divino de su crianza. A su alrededor, Faústulo, Rea Silvia, la madre de los gemelos, y una figura mitológica masculina observan con asombro y ternura, lo que enfatiza el contraste entre la naturaleza y la civilización.