Cicerón: El Arte de la Oratoria en la República Romana

La Oratoria en la Roma Republicana antes de Cicerón

Ya en los mismos comienzos de la República se encuentran eminentes hombres políticos que se sirvieron de la palabra como arma política. Entre ellos se encontraba L. Bruto, quien había liberado a su patria de la opresión de los reyes etruscos gracias a la influencia que tenía sobre el pueblo.

La figura más eminente del siglo II a. C. es, sin lugar a dudas, **Catón el Viejo**, quien en los libros dedicados a su hijo Marco había dado una definición del orador que tendría enorme éxito: «el orador es un hombre de bien que posee facilidad de palabra» (*vir bonus dicendi peritus*), en la que se ensamblan la cualidad moral y la habilidad oratoria.

Galba fue el primer romano en **ornamentar sus discursos**, en intentar agradar al auditorio y excitar su sensibilidad. Vehemente y seco, dominaba la digresión y daba a las cosas más importancia de la que tenían.

Lelio y Escipión fueron los dos mayores oradores del **círculo escipiónico**. Defendían un modo de hablar natural y simple, y consideraban la **brevedad** como una *virtus dicendi* fundamental. Esta elocuencia excluía los altercados violentos, los ataques personales y lo patético.

Los dos hermanos Graco utilizaron por primera vez la oratoria para cambiar la Constitución hacia un gobierno más popular, para alzarse contra la Oligarquía: **Gayo** era apasionado, violento y emocional, mientras que **Tiberio** era reposado, sensible, preocupado por la justicia y el honor. Con ellos se creó un nuevo tipo de oratoria, llamada **popular**, que se enfrentaría en la lucha política con la elocuencia senatorial o aristocrática. Su oratoria fue decisiva para incitar al pueblo a la acción.

Después del asesinato de los Graco, ocuparon el escenario oratorio dos oradores, **Marco Antonio** y **Lucio Licinio Craso**, pertenecientes a la facción aristocrática, considerados por Cicerón como los más grandes oradores romanos.

Entre ellos se planteó una polémica relacionada con la **materia del discurso** y con la **técnica de la elocución**. Antonio entendía que el arte de la oratoria debía centrar su preocupación sobre todo en la materia del discurso y, por ello, consideraba más útil para el orador la práctica forense que una gran cultura; por el contrario, Craso daba prioridad en la formación del orador a una vasta cultura y al aprendizaje de la formación de palabras y de la cadencia rítmica de la frase.

Se puede decir que la oratoria política y judicial alcanzó con Cicerón sus cotas más elevadas, tanto en su aspecto práctico como teórico.

Cicerón

Como otros muchos romanos, Cicerón utilizó sus dotes de orador como un medio de ascenso social y político; de ahí que, al hablar de sus discursos, sea imprescindible ponerlos en relación con su actividad política.

A pesar de ser un *homo novus*, es decir, de no contar en su familia con antepasados que hubieran desempeñado cargos públicos, la carrera política de Cicerón fue bastante rápida y fácil. Cuestor en el 75 a. C., edil en el 69 a. C., pretor en el 66 a. C., cónsul en el 63 a. C., se enorgullecía de haber desempeñado todos los cargos *suo anno*, es decir, dentro del límite de edad establecido. Ello se debió, además de a las circunstancias políticas, a su enorme talento y a su gran ambición.

Marco Tulio Cicerón nació el **106 a. C.** en Arpino (Lacio), en el seno de una familia de clase media rural, del orden ecuestre.

A la edad de diecinueve años luchó como voluntario en la llamada **Guerra Social**, pero procuró evitar desde el principio la vida militar.

La educación superior la realizó, con su hermano Quinto, en Roma bajo la dirección de las más importantes figuras del momento: **Elio Estilón**, los **Escévola**, **Marco Antonio** y **Licinio Craso**.

Discursos de Cicerón

A la edad de veintiocho años hizo su debut en el Foro, frente a **Hortensio**, un brillantísimo abogado, en defensa de un tal Publio Quincio (*Pro Quinctio*), consiguiendo un gran éxito.

Al año siguiente, defendió a Roscio de Ameria, acusado de haber matado a su padre; nadie se atrevía a asumir la defensa, pues detrás había gente muy influyente. Sin embargo, Cicerón se situó frente a la dictadura imperante, tomó valientemente la palabra y absolvió a su cliente (*Pro Roscio Amerino*). Para evitar posibles riesgos por esta actuación, viajó a Grecia, donde completó su formación como orador.

De nuevo en Roma, siguió con su profesión de abogado (*Pro Roscio Comoedo*), y subió el primer peldaño de la carrera política: la cuestura, cuyo cargo ejerció en Sicilia. Los sicilianos quedaron tan contentos con él que unos años más tarde le encargaron la acusación contra **Verres**, quien como gobernador había esquilmado la provincia. Cicerón solo tuvo que pronunciar su primer discurso (*actio prima in Verrem*) y Verres marchó al destierro sin esperar siquiera la sentencia. Cicerón elaboró además otros cinco discursos que publicó como propaganda política, ya que preparaba su candidatura al cargo de edil. Este nuevo éxito colocó a Cicerón en el primer puesto de los oradores de Roma.

Los *nobiles*, que miraban por encima del hombro al *homo novus*, trataban, sin embargo, de atraérselo, pero Cicerón seguía paso a paso su ambicioso programa. Después de ser edil y tras un ejercicio justo de su pretura, Cicerón había conseguido un gran prestigio como republicano honrado y leal.

Como pretor, pronunció *Pro lege Manilia*, a favor de Pompeyo para que este tomara el mando en la lucha contra Mitrídates. Es el primer discurso propiamente político de Cicerón. Con él, a la vez que apoyaba a Pompeyo, trataba de atraerse a la clase de los caballeros, cuyos intereses en Asia estaban amenazados por la política que se llevaba contra Mitrídates. Cicerón pensaba ya en su campaña electoral para presentarse a cónsul.

El año de su consulado, **63 a. C.**, señala el momento culminante de la carrera política de Cicerón. Los discursos más conocidos son los cuatro pronunciados contra **Catilina** (*In Catilinam*), con los que desenmascaró a los protagonistas de la conjuración y consiguió duras penas para los implicados. Por ello, recibió el título de *pater patriae*, pero haber ordenado la ejecución de los conjurados sin la apelación al pueblo fue un mal paso legal y eso le costó el destierro cinco años más tarde.

Otro discurso famoso de este mismo año fue *Pro Murena*, en el que defendió a Murena, acusado de fraude electoral.

Al año siguiente, en el 62 a. C., pronunció *Pro Sulla*, en el que defendió a Sila, pariente del dictador, acusado de haber participado en la conjuración de Catilina.

En este mismo año pronunció *Pro Archia*, en el que, con un fundamento jurídico un poco endeble, consiguió de los jueces que reconocieran el derecho de ciudadanía a Arquias, poeta griego asentado en Roma, aprovechando la ocasión para hacer una defensa de las letras y de la poesía.

Tres años después del consulado de Cicerón, la situación política en Roma había cambiado mucho; el poder se estaba monopolizando en unos pocos y en estas circunstancias estorbaba el incansable defensor de la legalidad republicana que era Cicerón. En este momento fue cuando se promulgó la ley con efecto retroactivo que pedía el destierro para quien hubiese condenado a muerte, sin juicio o sin apelación al pueblo, a algún ciudadano romano. Cicerón partió para Macedonia sin esperar siquiera a que se aprobara la ley.

Tras el destierro, pronunció *Pro Sextio* y *Pro Balbo*, quienes le ayudaron. También pronunció *Pro Caelio*, acusado por su amante de intentar asesinarla. Asimismo, *De provinciis consularibus*, a favor de la prórroga de los poderes militares de César en la Galia.

La situación política en Roma empeoraba de año en año: desde el 55 a. C. reinaba la mayor anarquía, a causa de las bandas rivales de **Clodio** (quien había mandado al destierro a Cicerón) y **Milón** (tribuno de la plebe, del bando senatorial y amigo de Cicerón). Clodio murió en un enfrentamiento con agentes de Milón; Cicerón defendió sin éxito a Milón y no lo pudo librar del destierro (*Pro Milone*).

La situación se tensó hasta el punto del estallido de una guerra civil entre **César** y **Pompeyo**, que Cicerón intentó evitar por todos los medios.

Cicerón, durante este periodo, se apartó de la vida política y se dedicó a escribir tratados de retórica y filosofía. Esta retirada duró desde finales del 46 a. C. hasta la muerte de César (44 a. C.). En esta etapa pronunció algunos discursos a favor de varios pompeyanos: *Pro Marcello*, *Pro Ligario*, *Pro rege Deiotaro*.

Tras el asesinato de César, **Marco Antonio**, lugarteniente de César, pretendió suceder al dictador, pero se presentó en Roma **Octavio**, un joven de dieciocho años, sobrino e hijo adoptivo de César, a quien legaba toda su fortuna. Con el fin de aislar a Antonio y declararle enemigo público, Cicerón pronunció una serie de discursos contra él, las *In Antonium orationes*, que Cicerón llamaba en broma **Filípicas**. Esto le costó la vida al orador, pues cuando formaron el triunvirato **Lépido**, **Antonio** y **Octavio**, para obtener dinero, decidieron la masacre de sus enemigos y Cicerón estaba en la lista de proscritos de Antonio. Octavio abandonó a su suerte al viejo orador. Su cabeza y sus manos fueron llevadas a Roma y expuestas en el Foro, en la tribuna de los oradores, donde solía pronunciar sus discursos.

La muerte de Cicerón aparece cargada de un trágico simbolismo: con Cicerón murió la República y, con esta, la oratoria romana.

Sus discursos tienen todavía vigencia; con ellos superó en elocuencia a todos sus contemporáneos, pues reunía todas las cualidades de la oratoria latina:

  • Su base cultural humanística
  • Sus cualidades oratorias internas: memoria prodigiosa, capacidad de improvisación, agudo ingenio…
  • Sus cualidades externas: imponente presencia, voz seductora, dicción convincente…
  • Una elocutio personal y adaptada a cada momento.

Cicerón como Teórico de la Oratoria

Los romanos, que al principio solo veían en la oratoria un instrumento decisivo para actuar en la política, se dieron cuenta muy pronto de que también era un género literario, mezcla de arte y técnica, con unas reglas precisas.

Cicerón sintió siempre interés teórico por la oratoria, hasta el punto de que no solo fue el mejor orador romano, sino además el autor más importante de tratados de retórica.

  • En su juventud había compuesto un ensayo sobre este tema, De inventione.
  • En el año **55 a. C.**, en un momento de desencanto político, escribió De oratore, en el que presenta a sus maestros Antonio y Craso conversando con otros más jóvenes. En sus bocas pone la exposición de las características que debe reunir el orador: unas son naturales (sentido común, aptitudes…) y otras adquiridas (técnica, práctica, formación…). Para Cicerón, el **perfecto orador** se distingue por poseer una **formación integral**, no meramente técnica.

Los otros dos tratados, Brutus y Orator, ambos del **46 a. C.**, están escritos en la época de su retiro forzoso durante la dictadura de César.

  • Brutus es un diálogo entre **M. Junio Bruto** (partidario de César y después uno de sus asesinos), **Ático** (amigo de Cicerón) y Cicerón. Con motivo de la muerte de Hortensio, en el año **50 a. C.**, hace una historia de la oratoria romana desde los comienzos hasta su época. Cicerón deja ver su amargura ante los tiempos que le ha tocado vivir y que afortunadamente Hortensio no vivió, en los que la **libertad de expresión**, presupuesto indispensable para la oratoria, se ve amenazada. En esta obra también expone la polémica de Cicerón contra los **aticistas romanos** (corriente defensora de la sobriedad de estilo), que se habían opuesto a los **asianistas** (más inclinados a la exuberancia). Cicerón practicó y preconizó un ideal de estilo que, aun siendo sobrio, no excluía la elegancia y los adornos.
  • En Orator, Cicerón insiste en estas mismas ideas y, frente a los aticistas, desarrolla su **teoría de los tres estilos**: el sencillo, el moderado y el sublime. Los aticistas proponían como modelo el estilo sencillo; Cicerón dice que el **orador ideal** es el que domine los tres estilos y sepa utilizar cualquiera de ellos según la ocasión lo requiera. El discurso gira en torno a esta figura ideal, describiendo su comportamiento en las **cinco fases** ya vistas: *inventio*, *dispositio*, *memoria*, *elocutio*, *actio*. Asimismo, insiste en los conocimientos que debe poseer el orador y en la aplicación de estos en las distintas partes del discurso: *exordium*, *narratio*, *confirmatio*, *peroratio*. Orator es la obra cumbre de Cicerón como teórico de la retórica, pues a pesar de su carácter técnico, se aúnan en ella su experiencia de gran orador y una auténtica madurez literaria.