La política económica y social
La dictadura se benefició de la buena coyuntura económica internacional tras la Primera Guerra Mundial. El régimen puso en marcha un programa de fomento de la economía española en el terreno industrial y en las infraestructuras. La idea rectora fue la nacionalización de sectores de la economía y el aumento de la intervención estatal. El Estado tuvo un protagonismo notable gracias al fomento de las obras públicas.
El gobierno aprobó el Decreto de Protección de la Industria Nacional, que preveía la concesión de ayudas estatales a las empresas que no podían competir con el exterior. También se concedieron grandes monopolios y la exclusividad en la importación, distribución y venta de petróleo a la compañía (Campsa). Todo ello fue financiado mediante los llamados Presupuestos Extraordinarios, pero se iba acumulando una gran deuda extraordinaria. El mundo agrario siguió en manos de los grandes propietarios y se promovió el regadío a través de las Confederaciones Hidrográficas, que pretendían el máximo aprovechamiento de los recursos hidráulicos.
En el terreno social, la dictadura puso en marcha un modelo de regulación del trabajo que pretendía eliminar los conflictos laborales mediante la intervención del Estado, la integración de los sectores moderados del movimiento obrero y la represión de las organizaciones más radicales. Con este fin se creó la Organización Corporativa Nacional, que agrupaba a patronos y obreros en grandes corporaciones y regulaba los conflictos laborales a través de los Comités Paritarios. Su misión era la reglamentación de los salarios y de las condiciones de trabajo. El sistema fue bien visto por una parte de la UGT, que pudo desenvolverse con cierta libertad hacia el régimen, mientras tanto los anarcosindicalistas y comunistas eran perseguidos.
La oposición a la dictadura
La oposición a la dictadura estuvo integrada por los líderes de los partidos dinásticos, los republicanos, nacionalistas, etc., determinados sectores del ejército y los intelectuales. Los antiguos partidos del turno criticaron la excesiva duración del régimen y participaron en conspiraciones militares como la Sanjuanada.
Con respecto a los intelectuales y el mundo universitario, la dictadura pretendió controlarlos mediante la censura y limitando su libertad, llegando a cerrar las universidades. El conflicto derivó en algaradas y protestas estudiantiles y fue el origen de un gran sindicato, la Federación Universitaria Española. El enfrentamiento de los intelectuales con la dictadura estuvo protagonizado por figuras como Ortega y Gasset. Destaca también el destierro de Unamuno, por ejemplo.
El conflicto político más persistente se produjo con el republicanismo y los nacionalismos. La oposición de los republicanos fue permanente y organizaron la Alianza Republicana. En Cataluña, las medidas tomadas por Primo de Rivera fueron recibidas como anticatalanas y provocaron un distanciamiento entre los sectores que habían acogido la dictadura con cierta simpatía. La oposición del catalanismo de izquierdas y republicano fue aún más decidida. En ella se distinguió el grupo Estat Català.
La CNT se mostró contraria al régimen y fue perseguida, lo que agravó el enfrentamiento en su interior entre los partidarios de posturas radicales. Más adelante se creó la Federación Anarquista Ibérica.
La caída de Primo de Rivera
La creciente oposición a Primo de Rivera se intensificó cuando el rey y su camarilla se convencieron de que la dictadura era un peligro para la permanencia de la monarquía. El rey Alfonso XIII optó por retirarle su confianza y Primo de Rivera acabó dimitiendo el 30 de enero de 1930.
El general Berenguer fue el encargado de sustituirle, con la misión de celebrar unas elecciones que permitieran retornar a la normalidad constitucional. La oposición comenzó a organizarse y los partidos políticos acordaron la firma conjunta del Pacto de San Sebastián, un programa para presentarse a las elecciones y constituir un comité revolucionario que debería convertirse en el gobierno provisional de la futura República. Berenguer fue incapaz de preparar las elecciones y fue sustituido por Aznar, que puso en marcha unos comicios en los tres niveles establecidos: municipales, provinciales y legislativos. El gobierno decidió convocar las elecciones municipales. Se intentaba volver a la normalidad, pero Alfonso XIII se había comprometido con la dictadura y las elecciones se presentaron como un sufragio a favor o en contra de la monarquía.
LA RESTAURACIÓN MONÁRQUICA (1875-1898)
EL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN
Un nuevo sistema político
Los grupos conservadores esperaban que la nueva monarquía devolviera la estabilidad política y pondría fin a todo intento de revolución democrática y social en España. Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino todo lo contrario, ya que este quería establecer un nuevo modelo político que superase algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente. Para conseguir su propósito, se propuso dos objetivos: elaborar una constitución que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país.
La primera medida política de importancia fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes constituyentes, defendida por las fuerzas políticas más democráticas. Pese a que Cánovas no era partidario del sufragio universal, dispuso que las primeras elecciones del nuevo régimen se hiciesen por ese sistema.
La Constitución de 1876
La Constitución es una clara muestra del liberalismo doctrinario, caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Se trataba de una constitución de carácter conservador e inspirada en los valores históricos tradicionales de la monarquía, la religión y la propiedad.
La Constitución consideraba a la monarquía como una institución superior, permanente y al margen de cualquier decisión política. Constituía un poder moderador que debía ejercer como árbitro en la vida política y garantizar el buen entendimiento y la alternancia entre los partidos políticos. Se establecía la soberanía compartida y se concedían amplios poderes al monarca, como el derecho de veto.
Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los Diputados. La Constitución no fijaba el tipo de sufragio, pero una ley estableció el voto censitario. Sin embargo, cuando estaba en el poder el partido liberal, se aprobó el sufragio universal masculino. En el Senado, la mitad de los senadores lo eran por derecho propio o vitalicio.
La Constitución también proclamaba la confesionalidad católica del Estado. Se restableció el presupuesto del culto y clero para financiar a la Iglesia. El nuevo texto constitucional contaba con una prolija declaración de derechos, pero su concreción se remitía a leyes ordinarias que tendieron a restringirlos.
Bipartidismo y turno pacífico
Antonio Cánovas del Castillo introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los dos partidos políticos más importantes, el Partido Conservador y el Partido Liberal, que renunciaban a los pronunciamientos como mecanismo para acceder al gobierno. Se aceptaba que habría un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad institucional.
El ejército quedó subordinado al poder civil. Una Real Orden estableció que la misión del ejército era defender la independencia nacional y que no debía intervenir en las contiendas de los partidos. Como contrapartida, se otorgaba a los militares una cierta autonomía para sus asuntos internos y se dotaba al ejército de un elevado presupuesto. El turno pacífico eliminó del panorama político de la Restauración el problema de los pronunciamientos y el protagonismo de la presencia militar en los partidos y en la vida política española.
El fin de los conflictos bélicos
La estabilidad del régimen vino con el fin de las guerras carlista y cubana. La Restauración borbónica privó a la causa carlista de una buena parte de su legitimidad y los carlistas reconocieron a Alfonso XII. El esfuerzo militar del gobierno hizo posible la reducción de los núcleos carlistas en Cataluña. La intervención del ejército al mando de Martínez Campos forzó finalmente la rendición de los carlistas en Cataluña, Aragón y Valencia. Sin embargo, el conflicto continuó unos meses más en el País Vasco y Navarra, lo que consiguió debilitar la resistencia navarra y vasca. En ese mismo año, Carlos VII cruzó la frontera francesa hacia el exilio y la guerra finalizó.
La consecuencia de la derrota carlista fue la eliminación definitiva del régimen foral. Los territorios vascos quedaron sujetos al pago de los impuestos y al servicio militar. Sin embargo, se estipuló un sistema de conciertos económicos que otorgaba un cierto grado de autonomía fiscal a las Provincias Vascas.
El final de la guerra carlista permitió acabar con la insurrección cubana (Guerra de los Diez Años). Como resultado, se firmó la Paz de Zanjón. En ella se incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y la promesa de reformas políticas y administrativas por las que Cuba tendría representantes en las Cortes españolas. El retraso provocaría el inicio de un nuevo conflicto (Guerra Chiquita) y la posterior insurrección.
LA VIDA POLÍTICA Y LA ALTERNANCIA EN EL PODER
Los partidos dinásticos
Cánovas había sido el principal del Partido Alfonsino (Vuelta a la monarquía de los Borbones) que defendió la restauración monárquica. Tras el regreso de Alfonso XII, lo transformó en el Partido Liberal-Conservador y que al final acabó llamándose Partido Conservador. El proyecto bipartidista de Cánovas requería otro partido de carácter más progresista, la izquierda dinástica, y propuso a Sagasta su formación. De un acuerdo entre progresistas, unionistas y algunos republicanos moderados nació el Partido Liberal. Ambos partidos tenían la tarea de aunar a los diferentes grupos y facciones, con el único requisito de aceptar la monarquía alfonsina y la alternancia en el poder. Por eso se les conocía como partidos dinásticos.
Conservadores y liberales diferían en algunos aspectos y asumían de manera consensuada dos papeles complementarios. Ambos defendían:
- La monarquía
- La Constitución
- La propiedad privada
- La consolidación del Estado Liberal.
Estos eran partidos de minorías que contaban con periódicos, centros y comités distribuidos por el territorio español.
En cuanto a su actuación política, las diferencias eran escasas. Los conservadores se mostraban hacia el inmovilismo político, mientras que los liberales defendían el sufragio universal masculino y defendían un reformismo social de carácter progresista. En la actuación de ambos partidos existía un acuerdo tácito de no promulgar nunca una ley que forzase al otro partido a derogarla cuando regresase al gobierno.
La alternancia en el poder tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional. El turno en el poder quedaba garantizado porque el sistema electoral invertía los términos del sistema parlamentario. De este modo, sufriría un proceso de desgaste político y el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno.
Falseamiento electoral y caciquismo
El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de veinte años gracias a la corrupción electoral. El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España.
La adulteración del voto constituyó una práctica que se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario. El triunfo del partido que convocaba las elecciones porque había sido requerido para formar gobierno era convenido y se conseguía gracias al falseamiento de los resultados. De este modo, el triunfo electoral permitía la creación de una amplia mayoría parlamentaria al partido gobernante.
Los caciques eran personas notables, ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenían una gran influencia en la vida local. Los caciques:
- Controlaban los ayuntamientos
- Hacían informes
- Dirigían el sorteo de las quintas
- Podían resolver o complicar los trámites burocráticos
- Orientaban la dirección del voto
Los caciques manipularon las elecciones continuamente de acuerdo con las autoridades, especialmente los gobernadores civiles. A través de trampas electorales, estos conseguían la adulteración de los resultados electorales, conocido como pucherazo. Para conseguir la elección del candidato gubernamental, se falsificaba el censo, se manipulaban las actas electorales y amenazaban al electorado con emplear la violencia para atemorizar a los contrarios.
El desarrollo del turno de partidos
A lo largo del período, gobernaron seis veces los conservadores y cuatro los liberales.
El Partido Conservador se mantuvo durante 4 años ininterrumpidos hasta la llegada de Sagasta, que formó un primer gobierno liberal que introdujo el sufragio universal masculino para los comicios municipales. Cánovas después volvió al poder, pero el temor a una desestabilización del sistema tras la muerte de Alfonso XII impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales (Pacto del Pardo). Su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina (2ª esposa de Alfonso) y garantizar la continuidad de la monarquía.
Bajo la regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador. Durante el llamado gobierno largo de Sagasta, los liberales impulsaron una obra reformista. De este modo, se aprobó la Ley de Asociaciones que:
- Eliminó la distinción entre partidos legales e ilegales
- Permitió la entrada en el juego político a las fuerzas opositoras
Se abolió la esclavitud, se introdujo la celebración de juicios por jurados y se introdujo un nuevo Código Civil.
La reforma más importante fue la implantación del sufragio universal masculino. De esta manera, tuvieron derecho a voto todos los varones mayores de 25 años. La universalización del sufragio quedó desvirtuada por la continuidad de los fraudes y la corrupción electoral.
En la última década del siglo, los conservadores volvieron al poder, después regresaron los liberales y Cánovas asumió la presidencia del gobierno hasta el día de su asesinato. El personalismo del sistema deterioró a los partidos, lo que provocó disidencias internas y la descomposición de ambos partidos. En el Partido Liberal surgieron personajes como Antonio Maura y en cuanto a los conservadores, destacó la disidencia de los reformistas de Francisco Silvela.