Mudéjares y Moriscos: Historia, Conversión y Expulsión

Mudéjares y Moriscos

MUDÉJARES Y MORISCOS

Etimológicamente, mudéjar procede del árabe “mudayyan” que significa “aquel a quien se le ha permitido quedarse”, “sometido”, y hace referencia a todos aquellos musulmanes que permanecieron en territorio cristiano, después de la Reconquista, conservando su religión, sus costumbres y su lengua. Durante la Edad Moderna fueron obligados a convertirse al cristianismo, pasando así a denominarse moriscos. En su gran mayoría, eran de condición social humilde, campesinos con una especial vinculación a la agricultura de regadío o artesanos especializados. A partir del siglo XV, las revueltas mudéjares fueron numerosas, provocando la despoblación del Valle del Guadalquivir y Norte de Alicante, aunque se mantuvieron en otras, Murcia, Valencia y valle del Ebro. En 1502 los Reyes Católicos ordenaron la conversión obligada al cristianismo de todos los mudéjares de Castilla si no querían ser expulsados. En el año 1526 Carlos V aplicó esta medida a los territorios de Aragón y publicó el decreto de la Junta de la Capilla Real de Granada, regulando la vida de los moriscos. Los moriscos pasaron a convertirse en un grupo marcado por su pasado y, sobre todo, acosados por la Inquisición y los propios monarcas, ya que la situación política del siglo XVI los convertía en sospechosos de colaborar con los turcos y sobre todo se pensaba que su conversión al cristianismo no había sido sincera. En 1567 se publica la Pragmática Sanción que pretende que los moriscos granadinos abandonen su modo de vida y costumbres. Este edicto provoca la conocida como rebelión de las Alpujarras. Finalmente Felipe III decidió expulsar a los moriscos en 1609 para el Reino de Valencia y en 1610 para el resto de territorios de la monarquía siendo Aragón y Valencia las más afectadas tanto demográfica como económicamente.

La Inquisición

La Inquisición medieval fue fundada en 1184 en el Languedoc para combatir la herejía de los cátaros o albigenses.

Hasta 1230 se denomina “Inquisición episcopal” porque era administrada por los obispos locales. En 1231, Gregorio IX creó mediante la bula Excommunicamus la “Inquisición Pontificia” dirigida directamente por el Papa y dominada por los dominicos. La Inquisición española que se instauró en Castilla en 1478 y en la Corona de Aragón en 1483, iba a ser la que denominamos como Inquisición Española o Tribunal del Santo Oficio y se diferenció de las anteriores por su relación con el poder político y la vigilancia de los judeoconversos desde 1492, de los moriscos desde 1502 y de posibles protestantes desde mediados del XVILa organización de la institución estaba totalmente jerarquizada y centralizada, a la cabeza se encontraba la “Suprema”, controlada por el Inquisidor General, que dirigía y coordinaba una serie de tribunales permanentes provinciales y locales. El Inquisidor General era el único cargo público cuya competencia alcanzaba a todos los reinos de España y así se le utilizó en el caso de Antonio Pérez. Era nombrado por los reyes pero debía ser aprobado por el Papa. Para el pueblo, la Inquisición era el tribunal local, compuesto por dos o tres inquisidores, el fiscal, el receptor, los notarios, el médico, el capellán, los carceleros, aguaciles… y los denominados familiares cuya misión principal era denunciar a posibles herejes. En 1559 fue creado el “Índice de libros prohibidos” y así la Inquisición adquirió un papel de control social. Durante el S.XVIII, ya muy decadente, su actividad se dirigió contra la masonería, las ideas ilustradas y a impedir la propaganda de los liberales y de los revolucionarios franceses.

En las Cortes de Cádiz, se decretó su extinción el 22 de febrero de 1813, pero la institución fue abolida definitivamente por un Real Decreto de 1834 firmado por la regente María Cristina de Borbón, durante la minoría de edad de Isabel II.

La Paz de Westfalia

En el siglo XVI llegó a la península una nueva dinastía, la Casa de Austria. Gracias a la herencia territorial recibida, Carlos I se convirtió en el soberano más poderoso de su tiempo, lo que le generó graves problemas: enfrentamiento con Francia por la hegemonía europea, enfrentamiento en el Imperio por la reforma protestante y enfrentamientos contra los turcos.

Felipe II asumió toda la herencia territorial pero sin el Imperio. Aun así, Felipe II tuvo muchos problemas: la sublevación de los Países Bajos, la ofensiva contra los turcos y la rivalidad con Inglaterra.

El siglo XVII conoció tres monarcas: Felipe III, Felipe IV y Carlos II, los Austrias Menores. Gran parte de los territorios adquiridos se van a perder especialmente tras la Guerra de los Treinta Años.

La Guerra de los Treinta Años fue un enfrentamiento a nivel europeo entre dos grandes bloques: los Austria, defensores del catolicismo y del viejo orden europeo, y sus enemigos, partidarios de la libertad religiosa y de acabar con su hegemonía. Con la paz de Westfalia los protestantes fueron reconocidos internacionalmente y se diseñó un nuevo mapa de Europa: Francia, Suecia y Prusia obtuvieron territorios y Suiza y Holanda fueron reconocidas como naciones independientes. En resumen, significó el fin de la hegemonía hispana y el ascenso de Francia.

Sin embargo, esta paz no significó el fin de las hostilidades que continuaron contra Francia. En 1659 se firma la Paz de los Pirineos donde España perdía el Rosellón, la Cerdaña, la región de Artois y otras plazas flamencas. Posteriormente, tras la guerra de Sucesión en la Paz de Utrecht de 1713, España perdería el resto de sus podesiones europeas.