Las Grandes Transformaciones del Siglo XVIII y XIX: Revoluciones, Nacionalismos e Independencias

Crisis del Antiguo Régimen: Un Recorrido Histórico

1. La Independencia de los Estados Unidos

En el siglo XVIII, las trece colonias británicas de la costa este de América del Norte constituían un territorio próspero y extenso, con casi dos millones de habitantes. Aunque gozaban de amplia autonomía política, Gran Bretaña mantenía el llamado pacto colonial, por el cual la metrópoli monopolizaba las actividades comerciales.

Tras la Guerra de los Siete Años, las autoridades británicas decidieron que las colonias contribuyeran a los gastos de la monarquía mediante impuestos sobre algunos productos de importación. Esto provocó protestas y el boicot a las mercancías británicas. Las tasas sobre el azúcar, papel sellado, vidrio y plomo fueron retiradas. Solo se mantuvo un impuesto sobre el té. Los habitantes de las colonias promovieron un boicot a este producto que culminó en el Motín del Té, iniciado en el puerto de Boston la noche del 16 de diciembre de 1773.

El gobierno británico cerró el puerto y suprimió las libertades políticas de la ciudad. Como respuesta, representantes de los colonos se reunieron en el Congreso de Filadelfia y acordaron no importar mercancías británicas y organizar milicias armadas.

El conflicto se inició en abril de 1775, tras el fracaso de las negociaciones entre el gobierno británico y Benjamin Franklin, representante del Congreso de Filadelfia. La colonia de Virginia proclamó el 1 de junio de 1776 su independencia y publicó una Constitución. Esta iniciativa propició la Declaración de Independencia de las trece colonias el 4 de julio de 1776, que se convirtieron en una república federal con el nombre de Estados Unidos de América.

Gran Bretaña no aceptó esta declaración, y la guerra se prolongó durante más de cinco años. Durante los dos primeros años, las victorias se inclinaron del lado británico, pero la guerra se equilibró tras la derrota de los británicos en la Batalla de Saratoga (17 de octubre de 1777). Finalmente, tras el apoyo de España y Francia, la guerra se inclinó hacia los rebeldes americanos y el ejército británico capituló el 19 de octubre de 1781 en Yorktown. Por el Tratado de París de 1783, Gran Bretaña reconoció formalmente la independencia de los Estados Unidos.

De esta manera, se organizó en Filadelfia una Convención que aprobó la Constitución de 1787, considerada la primera constitución escrita de la historia. En ella se reconocían principios como:

  • La soberanía popular.
  • La forma de Estado republicana.
  • Un amplio abanico de derechos y libertades fundamentales (libertad religiosa, de imprenta, reunión, etc.).
  • La separación de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial).

Los Estados conservaron cierta autonomía, pero no podían ni unirse ni dividirse entre sí; sin embargo, se aceptaban nuevas incorporaciones. Así, la Unión se fue expandiendo hacia el oeste para ir configurando poco a poco el actual mapa de Estados Unidos.

2. La Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico

2.1. Desarrollo de la Revolución Francesa

Los Estados Generales (Agosto 1788 – Julio 1789)

La gran crisis económica y financiera que padecía Francia a lo largo de todo el siglo XVIII obligó al rey Luis XVI a pedir a los estamentos privilegiados que colaboraran pagando impuestos.

La nobleza y el clero, que se oponían a esta idea, presionaron al rey y convocaron los Estados Generales, única institución que tenía potestad para imponer impuestos.

El rey finalmente aceptó y convocó los Estados Generales. Cada estamento eligió a sus representantes y elaboró su “cuaderno de quejas”. Los Estados Generales se inauguraron en Versalles el 5 de mayo de 1789. Las cuestiones de procedimiento —reuniones conjuntas y voto individual— planteadas por el Tercer Estado bloquearon el desarrollo de las sesiones. Al no alcanzar un acuerdo, sus representantes optaron por constituirse en Asamblea Nacional y, acompañados por algunos miembros de los estamentos privilegiados, realizaron el Juramento del Juego de la Pelota, comprometiéndose a no separarse hasta haber proporcionado a Francia una Constitución. Por este motivo, esta asamblea también se llamó constituyente.

Posteriormente, el 14 de julio de 1789, se produjo el asalto a la Bastilla, fortaleza donde se encarcelaba a los presos políticos.

La Asamblea Constituyente (Julio 1789 – Septiembre 1791)

La actividad de la Asamblea, que componían distintos grupos (feuillants, girondinos, jacobinos y demócratas), se ocupó de dos tareas:

  • Aplicación de medidas reformistas (abolición de privilegios feudales, unificación administrativa y del código penal, creación de la contribución, fomento de normas a favor de la libertad económica).
  • Aprobación de la Constitución de 1791, que incorporó como preámbulo la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, además de consagrar la división de poderes y establecer el sufragio censitario e indirecto.

Mientras tanto, el rey Luis XVI fue aceptando las decisiones, pero pronto estallaron las desavenencias. El rey se negó a firmar la constitución civil del clero que transformaba a los sacerdotes en funcionarios. Buscó apoyo en el exterior, pero fue descubierto en Varennes y obligado a regresar a París. A pesar de ello, la Constitución de 1791 aceptó a Luis XVI como rey.

La Asamblea Legislativa (Octubre 1791 – Agosto 1792)

Aprobada la Constitución, se disolvió la Asamblea Constituyente y se celebraron elecciones que dieron paso a la Asamblea Legislativa. La presión de las potencias europeas contra la Revolución se fue intensificando. La Asamblea declaró la guerra a Austria. Prusia apoyó a Austria y llegó a las puertas de París.

Este hecho forzó una insurrección el 10 de agosto de 1792 por parte de los sans-culottes, que forzó la destitución y el encarcelamiento de Luis XVI. Significó la caída de la monarquía y la proclamación de la República.

La Convención Nacional (Septiembre 1792 – Octubre 1795)

Los representantes de la Convención Nacional fueron elegidos mediante elecciones celebradas con sufragio universal masculino. Dentro de la Convención se enfrentaron dos grupos: los girondinos (más moderados) y los jacobinos (más exaltados y dirigidos por Robespierre). Estos últimos se hicieron con el control de la Convención e impusieron medidas más radicales. En este contexto, se juzgó y guillotinó a Luis XVI el 21 de enero de 1793.

Con Robespierre al frente, se crearon los Comités de Salud Pública y de Seguridad Nacional, que pusieron en marcha medidas radicales (establecimiento de tribunales especiales para preservar el orden, creación de un cuerpo de oficiales leales al régimen republicano, imposición de leyes reguladoras en la economía y puesta en marcha de medidas antirreligiosas).

La culminación de esta política fue la Constitución de 1793, muy progresista, pero que nunca entró en vigor.

El Directorio (Octubre 1795 – Noviembre 1799)

El 27 de julio de 1794, mes de Termidor según el nuevo calendario, se produjo un golpe de Estado de carácter conservador. Robespierre y sus seguidores fueron condenados a muerte.

En esta etapa, conocida como el Directorio, se elaboró la Constitución de 1795, más conservadora que las anteriores. El Directorio tuvo que hacer frente a amenazas exteriores e insurrecciones como la Conjura de los Iguales de Graco Babeuf, que pretendía la igualdad social.

El Consulado (Noviembre de 1799 – Mayo 1804)

El golpe de Estado del 18 de Brumario de 1799, encabezado por Napoleón Bonaparte, acabó con el Directorio. Se estableció un Consulado (gobierno de tres cónsules) basado en la nueva Constitución de 1799. Napoleón fue nombrado primer cónsul y cónsul vitalicio en 1802. En 1804 se autoproclamó emperador.

2.2. El Imperio Napoleónico

Napoleón desarrolló una política nacional que compaginaba los logros revolucionarios con el orden. Firmó un Concordato con la Santa Sede en 1801, asumió los poderes ejecutivo y legislativo, nombró jueces, dirigió el ejército y reprimió a la oposición.

Promulgó el Código Civil, en el que se establecía la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. El objetivo principal de su política exterior fue la creación de un nuevo orden europeo en el que Francia ocupara un puesto hegemónico. Ello supuso la ampliación de las fronteras de su imperio.

Una serie de coaliciones antinapoleónicas se levantaron contra Francia. Al principio, los éxitos estuvieron de su parte (victorias de Ulm, Austerlitz y Jena), pero luego llegaron las derrotas. El fracaso de la invasión de Rusia en 1812 marcó el comienzo de su declive. Derrotado en Leipzig, Napoleón abdicó el 6 de abril de 1814 y fue relegado a la isla de Elba, de donde regresó para dirigir el Imperio de los Cien Días. La definitiva derrota de Waterloo el 18 de junio de 1815 puso fin a su trayectoria política.

3. Restauración y Revoluciones Liberales

3.1. La Restauración y el Congreso de Viena

Tras la derrota de Napoleón, las potencias europeas se reunieron en el Congreso de Viena para establecer las bases del futuro del continente. Se tomaron decisiones importantes que supusieron la consagración del modelo de monarquía absoluta, basadas en los siguientes principios:

  • Principio de legitimidad (origen divino del poder).
  • Principio patrimonial: las fronteras de los Estados se configuraron según los derechos históricos de sus gobernantes.
  • Principio de equilibrio (equilibrio de poder entre todas las potencias europeas).
  • Principio del intervencionismo (se justifica la intervención en cualquier país para mantener el nuevo orden internacional).

Para mantener el orden acordado en Viena, se creó la Santa Alianza. Rusia, Prusia y Austria fueron sus fundadores, a la que se añadiría posteriormente Francia.

3.2. El Liberalismo Político y el Romanticismo

El liberalismo exaltaba la razón humana como fundamento de la verdad y la moral, la libertad y la igualdad individual. Desde el punto de vista político, defendían:

  • La afirmación de los derechos fundamentales del hombre.
  • La elección de los gobernantes como consecuencia de la soberanía nacional y la división de poderes.
  • La igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

Los ideales liberales fueron apoyados por la burguesía revolucionaria. El liberalismo moderado fue conocido como liberalismo doctrinario. Defendía la soberanía compartida por el rey y los parlamentos, y el sufragio censitario. Por el contrario, el liberalismo progresista defendía la República, la soberanía popular y el sufragio universal masculino.

Como realidad sociocultural, el Romanticismo apareció a finales del siglo XVIII, contraponiendo los valores de la sensibilidad y la imaginación al excesivo racionalismo.

3.3. Las Revoluciones de 1820, 1830 y 1848

Las Revoluciones de 1820

A principios de 1820, triunfó en España el primer pronunciamiento liberal. Desde allí se extendió a Nápoles y al Piamonte. Las grandes potencias europeas, reunidas en el Congreso de Troppau (octubre de 1820), acordaron ratificar el principio de intervención. En el Congreso de Verona (1822) se autorizó la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis para restablecer el absolutismo.

Pese al fracaso de las Revoluciones de 1820, en los años siguientes se reprodujeron movimientos liberales como la emancipación de las colonias españolas de América y la lucha por la independencia de Grecia. Grecia conseguiría la independencia del Imperio Otomano tras la Paz de Adrianópolis en septiembre de 1829.

Las Revoluciones de 1830

Este nuevo ciclo revolucionario se inició en las jornadas de julio en París. La población mostró su descontento con el rey Carlos X. El rey fue derrocado, pero los moderados consiguieron imponer a Luis Felipe de Orleans como monarca. La Revolución de 1830 repercutió en toda Europa. Bélgica se independizó de los Países Bajos y en Suiza la burguesía ocupó el poder en varios cantones.

Las Revoluciones de 1848

Las crisis económicas de los años cuarenta precipitaron una nueva ola revolucionaria. París volvió a ser el punto de partida del foco revolucionario. En las jornadas de febrero de 1848, el rey Luis Felipe de Orleans abdicó y proclamó la Segunda República. Un gobierno provisional convocó elecciones para formar una Asamblea Constituyente, que ganó Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón I.

En Austria, las protestas hicieron caer al canciller Metternich y se formó una Asamblea Constituyente. También en Bohemia, Hungría, el norte de Italia y Prusia hubo protestas revolucionarias.

Muchas de estas protestas revolucionarias acabarían fracasando con el tiempo. Fue el caso de Austria y Prusia, donde se acabaron clausurando las asambleas parlamentarias que habían nacido al calor de las Revoluciones de 1848.

4. El Nacionalismo

4.1. La Unificación de Italia

El fracaso de las Revoluciones de 1830 y 1848 hizo que el Piamonte, un reino con régimen liberal y un alto nivel de industrialización, dirigiera el proceso unificador a partir de mediados del siglo XIX. Sus protagonistas fueron Víctor Manuel II y su primer ministro Camillo Benso, conde de Cavour. Este último proponía la integración de Italia bajo una monarquía unitaria y constitucional. Las etapas de la unificación italiana fueron las siguientes:

  • Guerra contra Austria: En 1858, Cavour firmó un acuerdo con Francia para que le apoyara en su guerra contra Austria. A cambio, le cedió Saboya y Niza. Al año siguiente, estalló la guerra del Piamonte contra Austria. Al final de la guerra, el Piamonte recibió la Lombardía.
  • Formación del Reino de Italia: Cavour fomentó alzamientos en Parma, Módena y Toscana que de forma voluntaria se unieron al Reino del Piamonte. En 1860, apoyó a Garibaldi, quien con sus Mil Camisas Rojas logró incorporar el Reino de Nápoles al proyecto unificador. El 14 de abril de 1861, el Parlamento de Turín proclamó a Víctor Manuel II rey de Italia.
  • Incorporación del Véneto y de Roma: El Véneto se incorporó al Reino italiano y, por último, en 1870, las tropas de Garibaldi asaltaron Roma. Pío IX se recluyó en el Vaticano y el 1 de agosto de 1871, Roma se confirmó como la capital de Italia.

4.2. La Unificación de Alemania

El rey de Prusia, Guillermo I, y su canciller, Otto von Bismarck, creían en la unificación de los Estados alemanes. Para ello, organizó un gran ejército, adecuó la administración y buscó apoyo diplomático para aislar a Austria, su principal rival para la unificación. Esta se llevó a cabo en varias fases:

  • Guerra de los Ducados (1864): Prusia y Austria arrebataron a Dinamarca los ducados de Schleswig (administrado por Prusia) y de Holstein (administrado por Austria).
  • Guerra austro-prusiana (1866): Bismarck declaró la guerra a Austria, que sufrió una dura derrota en Sadowa a cargo de las tropas prusianas.
  • Guerra franco-prusiana (1870): El ejército prusiano aniquiló al francés en las batallas de Metz y de Sedán, en la que Napoleón III fue hecho prisionero.

El 18 de enero de 1871, los generales alemanes proclamaron a Guillermo I emperador del Segundo Reich. Poco después, los Estados del sur de Alemania se incorporaron al Imperio. El posterior Tratado de Fráncfort ratificó la incorporación de Alsacia y Lorena a la nueva Alemania.

5. La Independencia de las Colonias Hispanoamericanas

Causas de la Emancipación

Desde principios del siglo XIX, en el contexto colonial americano, se dieron una serie de causas propicias para la emancipación de estos territorios. Una emancipación que lideraron, curiosamente, los criollos blancos (descendientes de europeos nacidos en América) y que se inspiró en una ideología liberal no exenta de rasgos caudillistas. Entre las citadas causas, podemos mencionar:

  • Las colonias habían ido progresivamente ampliando su autonomía y consideraban que tenían un suficiente grado de madurez para tomar las riendas de su propio gobierno. Además, la situación se aceleró por el conjunto de problemas internos de la metrópoli (Guerra de Independencia, Restauración Absolutista en la persona de Fernando VII, Trienio Liberal).
  • Se trata de territorios que se hicieron eco de la independencia de Estados Unidos y de la Revolución Francesa.
  • Finalmente, tampoco ayudaron a frenar el proceso emancipador algunas medidas de carácter administrativo y fiscal que tomaron los Borbones.

Desarrollo del Proceso Independentista

Se desató así un proceso independentista cuyo desarrollo deja entrever algunos rasgos generales como:

  • La falta de conexión entre los procesos revolucionarios. De hecho, es más correcto hablar de independencias (casos regionales) que de independencia:
    • En el Virreinato del Río de la Plata, bajo el liderazgo de José de San Martín, se consumaron las independencias de Paraguay (1811), Argentina (1816), Chile (1818) y Uruguay (1828).
    • En el Virreinato de Nueva Granada, conducidas por Simón Bolívar, accedieron a la independencia: Colombia (1819), Venezuela (1821) y Ecuador (1822), inicialmente reunidas en una República de la Gran Colombia que se disgregaría en 1830.
    • En el Virreinato del Perú, con Bolívar descendiendo hacia el sur y San Martín ascendiendo hacia el norte, llegaron las independencias de Perú (1822) y Bolivia (1825, tras la celebración de las famosas batallas de Junín y Ayacucho).
    • En el Virreinato de Nueva España se desarrolló un proceso totalmente diferente al resto de colonias. México se proclamó independiente de la mano de Agustín de Iturbide en 1821, incluyendo prácticamente a toda América Central. Ya en 1824 se proclamó República Federal, de la que se escindieron las actuales Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica para configurar una Confederación de Provincias Unidas de América Central.
  • El diferente posicionamiento de los distintos virreinatos: los más antiguos (Nueva España, Perú) permanecieron fieles a la metrópoli, mientras que los más recientes (Nueva Granada y Río de la Plata) se convirtieron en los motores de la independencia.
  • Se trató de un proceso largo (1808-1825, básicamente) y complejo (connotaciones de guerra civil, indígenas combatiendo indistintamente en ambos bandos…) y con tintes de internacionalización, pues Estados Unidos e Inglaterra favorecieron las emancipaciones a fin de suplantar a España en el control del mercado americano.