La oposición a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, semana trágica de Barcelona…

LA OPOSICIÓN A LA DICTADURA DE MIGUEL PRIMO DE RIVERA.

La oposición de los republicanos fue permanente y organizaron la llamada Alianza Republicana, que logró unir a las diversas facciones del movimiento y desarrollar una amplia campaña en el exterior.

En Cataluña, las medidas tomadas por Primo de Rivera, como la liquidación de la Mancomunidad (1925), así como la prohibición del uso público de la lengua catalana y del baile de la sardana, provocaron el rechazo de los nacionalistas de la Lliga Regionalista de Cambó y más aún de los catalanistas de izquierdas y republicanos, cuyo líder Francesc Macià del grupo Estat Català llevó a cabo un intento de invasión armada desde Francia en 1926.

La CNT (sindicato anarquista) se mostró contraria al régimen y fue intensamente perseguida, lo que agravó el enfrentamiento entre partidarios de posturas violentas y los que defendían posiciones más posibilistas (Ángel Pestaña). En julio de 1927, los primeros crearon la Federación Anarquista Ibérica (FAI)

También el PSOE cambió su posición hacia 1929, cuando rechazó abiertamente los intentos continuistas del régimen y se pronunció a favor de la República.

El Parido Comunista de España (PCE), que se había escindido del PSOE en 1921, también se opuso a la dictadura

LA SEMANA TRAGICA DE BARCELONA DE 1909.

La Semana Trágica de Barcelona La movilización contra la guerra se inició en el puerto de Barcelona el día 18 de julio, durante el embarque de tropas hacia Marruecos. El día 24 se constituyó un comité de huelga, con la participación de republicanos lerrouxistas, socialistas y anarquistas, que hizo un llamamiento a la huelga general para el día 26. Pero esa huelga derivó en una revuelta popular que desbordó el objetivo inicial de protesta contra la guerra de Marruecos y acabó siendo un estallido espontáneo de todas las tensiones sociales acumuladas.

Los incidentes en la calle se multiplicaron, se levantaron barricadas, se produjeron enfrentamientos con las fuerzas del orden público y, finalmente, explotó un fuerte sentimiento anticlerical que desembocó en el ataque e incendio de más de 80 centros religiosos. Las autoridades respondieron declarando el Estado de guerra y enviando refuerzos para reprimir las manifestaciones. El elevado número de muertos y heridos radicalizó el movimiento insurreccional, pero la falta de dirección y coordinación políticas derivó hacia la acción incontrolada de grupos que actuaban indiscriminadamente y sin objetivos claros. Los sucesos violentos fueron controlados el día 2 de agosto.

La represión posterior fue muy dura por parte del gobierno de Maura. Los procesos penales se encomendaron a Tribunales Militares. Se celebraron 216 Consejos de Guerra que afectaron a 1700 personas y se dictaron 17 condenas a muerte, de las cuales sólo se ejecutaron cinco. Entre éstas figuraba la de Francisco Ferrer Guardia, un pedagogo anarquista fundador de la Escuela Moderna, institución pedagógica laica e innovadora. Ferrer no había intervenido en la revuelta, pero, dado el signo altamente anticlerical del levantamiento, debía ejercerse un castigo ejemplar, a juicio de las clases altas y de la Iglesia, contra aquellos que ponían en duda su dominio.

La represión de la Semana Trágica levantó una oleada de protestas por su virulencia y arbitrariedad. El gobierno conservador de Maura tuvo que enfrentarse a duras críticas y los liberales y los republicanos se unieron para exigir su dimisión. La oposición a Maura, apoyada por las campañas internacionales de denuncia de la represión, bajo la fórmula común “¡Maura no!”, consiguió que Alfonso XIII disolviera las Cortes y traspasara el gobierno a los liberales.

DESARROLLA: FALSEAMIENTO ELECTORAL Y CACIQUISMO EN LA PRIMERA ETAPA DE LA RESTAURACIÓN.

La alternancia regular en el poder entre dos grandes opciones dinásticas (tuno pacífico) Cánovas en el Partido Conservador y Sagasta en el Partido Liberal, tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional. Cuando el partido en el gobierno sufriera un desgaste político, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a tomar gobierno. El nuevo jefe convocaba elecciones con el objetivo de conseguir el número de diputados suficiente para tomar una mayoría parlamentaria

El sistema del turno pacífico pudo mantenerse por la corrupción electoral y la influencia y poder económico de determinados individuos sobre la sociedad (caciques) El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España.

La adulteración del voto, era una practica habitual mediante el restablecimiento del sufragio censatario, trato mas favorable a los distritos rurales frente a los urbanos y manipulación y trampas electorales. El triunfo del partido que convocaba las elecciones se conseguía gracias al falseamiento de los resultados (pucherazo. De este modo, el triunfo electoral permitía la creación de una amplia mayoría parlamentaria al partido gobernante.

Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, a menudo ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que te­nían una gran influencia en la vida local, tanto en lo social como en lo político y económico. También podían ser abogados, profesionales de prestigio o funcionarios de la Administración, que controlaban los ayunta­mientos, hacían informes y certificados personales, dirigían el sorteo de las quintas, proponían el reparto de las contribuciones y podían re­solver o complicar los trámites burocráticos y administrativos. Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, agradeciendo con sus “favores” la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses.

Los caciques manipularon las elecciones continuamente de acuer­do con las autoridades, especialmente los gobernadores civiles de las provincias. El conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce como pucherazo. Para conseguir imponer la elección del candidato gubernamental, no se dudaba en falsificar el censo: incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivos, manipular las ac­tas electorales, ejercer la compra de votos, amenazar al electorado con coacciones de todo tipo e incluso emplear la violencia para ate­morizar a los contrarios. El fin justificaba los medios y el lema del cacique era “Para los enemigos la ley, para los amigos el favor”. Del cacique dependía que las gentes del pueblo trabajasen, pagaran pocas contribuciones o vivieran en la miseria y murieran de hambre, así tenían un dominio total de la sociedad del ámbito rural expresada como clientelismo político. Las fuerzas vivas del pueblo (el alcalde, el párroco, el maestro, el juez y la guardia Civil) le obedecían.

El caciquismo también se manifestó en la fórmula denominada el encasillado que consiste en el acuerdo entre las fuerzas políticas que negociaban y se repartían los distritos electorales, colocando a los candidatos y asegurando que salían elegidos, al mismo tiempo que también colocaban a los diputados a la oposición en sus correspondientes distritos.