La Hegemonía Española en el Siglo XVI: Política Exterior de Carlos I y Felipe II

Durante el siglo XVI, en los reinos de Carlos I y Felipe II, España desempeñó un papel fundamental en la política europea, fundamentado en la vasta extensión de sus dominios.

Carlos V heredó un imperio formado por un conglomerado de territorios con intereses diversos, unidos por la figura del soberano. Además, consiguió el título de Emperador del Sacro Imperio Germánico, lo que le facultaba para liderar la Cristiandad.

La división de la herencia de Carlos V, tras su abdicación, permitió a su hijo Felipe II liberarse de algunos conflictos. Sin embargo, su objetivo fue mantener la integridad de los dominios de la Casa de Austria y su hegemonía en Europa frente a Francia, Inglaterra y el Imperio Otomano.

La Política Exterior de los Austrias Mayores

Política Exterior de Carlos I (1516-1556)

Carlos I, hijo de la reina Juana y Felipe de Habsburgo, llegó al trono de España y recibió una gran herencia territorial:

  • De Isabel y Fernando (abuelos maternos), recibió la herencia hispánica con las Canarias, las posesiones en Italia (Cerdeña, Sicilia y Nápoles) y la parte americana, que se ampliaría durante su reinado con conquistas desde México hasta el sur de América.
  • De María de Borgoña (abuela paterna), recibió los territorios de los Países Bajos y el Franco Condado.
  • De Maximiliano de Austria (abuelo paterno), recibió las posesiones austriacas.
  • Además, fue elegido emperador de Alemania, sucediendo a su abuelo Maximiliano.

Tanto Carlos I como su hijo Felipe II emplearon la política matrimonial como arma política, apoyándose en los miembros de su familia para priorizar los intereses de la dinastía de Habsburgo.

La gran extensión de los dominios de Carlos I aseguró su posición hegemónica en la política europea del momento, pero también presentaba ciertos inconvenientes: vulnerabilidad por la gran dispersión de territorios que podían ser atacados desde diversos frentes y la dificultad de gobierno por la existencia de leyes propias en cada reino.

Carlos V quería el mantenimiento de una monarquía cristiana y universal, cuya jerarquía espiritual ostentaba el Papa. Esta concepción universalista, que no compartían otros reyes europeos, lo llevó a verse envuelto en continuas guerras:

La Rivalidad con Francia

La guerra estalló por dos motivos: el control de la península italiana y la pugna por Flandes y Borgoña. El control del ducado de Milán era fundamental para el emperador, pues garantizaba las comunicaciones entre los dominios imperiales al norte y sur de los Alpes. Carlos I venció la mayoría de estas guerras.

Enfrentamientos con el Imperio Otomano

La profunda y continua rivalidad entre Francia y España, basada en el deseo de ambas por obtener la hegemonía en Europa, llevó a alianzas inesperadas. Francia, que se había opuesto a la presencia española en Italia y a la idea de “Universitas Cristiana” de Carlos I, se alió con el sultán turco Solimán el Magnífico y fue permisiva con el protestantismo, con el fin de que España estuviera acosada en varios frentes. El Imperio Otomano (turco) se extendió por todo el Mediterráneo, atacando las islas mediterráneas y las penínsulas Ibérica e Itálica. La expedición española para recuperar Argel en 1541 fracasó estrepitosamente, y el Mediterráneo occidental siguió siendo un mar inseguro.

Conflictos en Alemania: La Reforma Protestante

A finales de la Edad Media, había descontento por las posesiones de los altos cargos del clero, la compraventa de cargos eclesiásticos, bulas e indulgencias. En 1515, el Papa León X puso a la venta nuevas indulgencias para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro del Vaticano. Martín Lutero publicó 95 tesis, en las que criticaba la doctrina católica y a la jerarquía eclesiástica. Lutero y sus seguidores estaban extendiendo la Reforma, habiendo formado la “Liga de Esmalcalda” (1531) para independizarse del Papa y de Carlos I, y apoderarse de las posesiones de la Iglesia. Carlos I intentó solucionar primero el problema protestante con la convocatoria de asambleas, pero no tuvo éxito y lo intentó por la fuerza. Solicitó más tarde al Papa la convocatoria de un concilio para abordar la Reforma, lo que eventualmente conduciría a la Contrarreforma Católica. Aunque el emperador pudo vencer a los protestantes, en la Paz de Augsburgo (1555) tuvo que reconocer la existencia de dos religiones en el Imperio.

Política Exterior de Felipe II (1556-1598)

Felipe II sucedió a Carlos I en el trono de España. Heredó todos los territorios de su padre, excepto Austria y Alemania. Durante su reinado, los dominios americanos alcanzaron su máxima extensión, ya que se anexionó Portugal y su imperio.

El predominio en Europa y la defensa del catolicismo fueron los objetivos de su política, lo que le llevó a una serie de conflictos:

Guerra con Francia

Los enfrentamientos entre Francia y España por la hegemonía en Europa terminaron con la victoria española en las batallas de San Quintín (1557) y de Gravelinas (1558). Se firmó el Tratado de Cateau-Cambrésis (1559), en el que se acordó el matrimonio de Felipe II con Isabel de Valois (hija de Enrique II de Francia). También se consolidó la hegemonía de los Austrias en Italia.

El Imperio Otomano y la Batalla de Lepanto

La expansión turca en el Mediterráneo seguía siendo una constante amenaza; por ello, España, Venecia y el Vaticano formaron en 1570 la Liga Santa y organizaron una flota que se enfrentó a los turcos en las costas griegas de Lepanto (1571), obteniendo una victoria que, aunque frenó el avance turco, no serviría para acabar con la piratería en el Mediterráneo.

Sublevación de los Países Bajos e Inglaterra

La lucha contra el protestantismo se llevó a cabo en los Países Bajos, Inglaterra y Francia. Los Países Bajos fueron un foco constante de lucha entre protestantes y los ejércitos españoles, dirigidos por el duque de Alba, Don Juan de Austria y Alejandro Farnesio. Los rebeldes protestantes recibían la ayuda constante de Inglaterra y de los piratas ingleses. Felipe II construyó la Armada Invencible para invadir Inglaterra en 1588, pero la superioridad estratégica de la marina inglesa y las tempestades destruyeron la flota española. Holanda se independizaría de España, mientras que el sur de los Países Bajos (Bélgica y Luxemburgo) seguiría dependiendo de España. En Francia continuaban las guerras de religión entre católicos y protestantes. Finalmente, Enrique IV de Borbón se convirtió al catolicismo para asegurar su trono, lo que allanó el camino para que Francia y España firmaran la Paz de Vervins (1598).

La Anexión de Portugal

En 1580, murió sin sucesión el rey Don Sebastián de Portugal. Felipe II, como hijo de Isabel de Portugal y nieto de Manuel I el Afortunado, hizo valer sus derechos al trono. Derrotó en la batalla de Alcántara al otro pretendiente al trono portugués. Para ganarse al país vecino, prometió respetar su autonomía y proteger su comercio. Las Cortes de Tomar de 1581 lo reconocieron como rey de Portugal. Felipe II decidió que todos los asuntos portugueses fueran gestionados por los propios portugueses. La anexión de Portugal le otorgó el control de su gran imperio marítimo (Brasil y los enclaves comerciales en África y Asia). Felipe II vio la conveniencia de desarrollar una política atlántica que le sirviera para su enfrentamiento contra ingleses y holandeses. Portugal pertenecería a la Corona española de 1580 a 1640.