Hitos Clave de la Historia de España: De los Prerromanos a la Segunda República

La Península Ibérica en la Antigüedad

Los pueblos prerromanos y las colonizaciones históricas

Durante el I Milenio a.C. convivieron en la península ibérica culturas autóctonas (celtas, celtíberos, íberos y tartesos) con pueblos procedentes del Mediterráneo oriental (fenicios, griegos y cartagineses).

Pueblos autóctonos

  • Íberos: Estaban asentados en el sur de la Península y en la costa mediterránea. Eran un conjunto de pueblos con características comunes, pero que nunca crearon una unidad política. Sus poblados estaban amurallados y localizados en zonas elevadas. Su economía se basaba en la agricultura, la ganadería y el comercio con griegos, fenicios y cartagineses. El arte íbero estuvo muy influido por el arte griego y cartaginés.
  • Celtas: Estaban asentados en la Meseta norte y en el noroeste de la península. Vivían principalmente de la ganadería, se organizaban en tribus y sus poblados más representativos fueron los castros. Nunca crearon una unidad política.
  • Celtíberos: Ocupaban el espacio geográfico entre celtas e íberos. Su cultura mezclaba elementos de ambas, pero predominaba el carácter celta.
  • Tartesos: Fueron un pueblo situado en las provincias de Huelva y Sevilla que mantuvo un intenso comercio de cobre y estaño con los pueblos colonizadores. El tesoro del Carambolo es su resto más destacado.

Pueblos colonizadores

Los pueblos colonizadores llegaron a la península por razones económicas. Establecieron relaciones comerciales con los pueblos peninsulares y difundieron avances culturales y tecnológicos como el arado o la moneda.

  • Fenicios: Procedentes del actual Líbano, fueron los primeros en llegar. Fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) y se extendieron por toda la costa andaluza. La abundancia de metales explica su interés por estos territorios.
  • Griegos: Fundaron algunas colonias en la parte norte de la costa mediterránea. Su objetivo era establecer relaciones comerciales para obtener metales y sal.
  • Cartagineses: Llegaron finalmente y comenzaron controlando el sur, pero después iniciaron la conquista del territorio.

La Romanización de Hispania

La romanización fue el proceso de imposición y/o adaptación de los pueblos hispanos a las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales del Imperio romano. Se trata básicamente de un fenómeno de aculturación que no fue homogéneo, mediante el cual la población indígena, especialmente la del área ibérica, asimiló los modos de vida romanos en diversas facetas. El proceso tuvo dos fases: la conquista militar y la integración de los pueblos hispanos en el Imperio.

Etapas de la conquista militar

  1. Primera etapa: Supuso la ocupación del litoral mediterráneo y de los valles del Ebro y del Guadalquivir (área ibérica). Coincidió con la Segunda Guerra Púnica. La derrota cartaginesa dejó el territorio peninsular a merced de los romanos.
  2. Segunda etapa: La penetración en la Meseta. El motivo fue acabar con las acciones de pillaje en esta zona. Uno de los puntos más conflictivos fue la resistencia de Numancia, ciudad celtíbera.
  3. Tercera etapa: La sumisión de la franja cantábrica. El motivo fue acabar con las frecuentes incursiones en busca de botín de las tribus del norte. Sin embargo, la romanización en esta área no se completó. Roma tuvo que mantener campamentos militares al pie de la Cordillera Cantábrica.

En definitiva, la península ibérica no solo se convirtió en una colonia económica del Imperio romano limitada a la aportación de materias primas, sino que la integración de la península al imperio fue absoluta.

Las invasiones bárbaras y el Reino Visigodo

Las invasiones bárbaras o invasiones germanas se produjeron entre los siglos III y V d.C. y significaron el establecimiento dentro del Imperio romano de los pueblos germanos procedentes de las orillas del norte. Los vándalos, suevos y alanos fueron los primeros pueblos germanos que ocuparon la península ibérica. Posteriormente, los visigodos, expulsados de la Galia por los francos, llegaron a la península ibérica, donde crearon un reino unificado con capital en Toledo, que gobernó la península durante dos siglos.

Unificación y organización política

El problema más grave de esta monarquía visigoda fue el de la fusión del elemento visigodo con la mayoría hispanorromana. Inicialmente, se mantuvo una sociedad dual, pero las continuas disputas condujeron a los reyes godos a llevar a cabo un proceso de unificación para conseguir la fusión de ambas comunidades.

  • Unidad territorial y política: Iniciada por Leovigildo, quien derogó la ley que prohibía los matrimonios mixtos, expulsó a los suevos y arrebató numerosas plazas a los bizantinos.
  • Unidad religiosa: Llevada a cabo por Recaredo, quien abandonó el arrianismo junto a su pueblo y aceptó el catolicismo como religión oficial del reino.
  • Unidad jurídica: Se logró mediante un único código para ambos pueblos, el Liber Iudiciorum (también conocido como Código de Recesvinto).

Instituciones y cultura

Las instituciones políticas reflejan la evolución en el proceso de integración. Al principio, los principales cargos estaban reservados a los godos, pero tras las unificaciones, la nobleza hispanorromana también participó.

  • Monarquía: El rey gobernaba con ayuda del Officium Palatinum, órgano de poder compuesto por el Aula Regia (un consejo de nobles que asesoraba al monarca y participaba en su elección) y los Concilios de Toledo.
  • Concilios de Toledo: Eran asambleas mixtas de eclesiásticos, nobles y el rey, donde participaron muchos hispanorromanos. Constituían el órgano religioso y político más importante del reino y demostraban el poder de la Iglesia católica.

En cuanto a la cultura, los visigodos adoptaron y continuaron con la tradición latina, cristiana e imperial romana, aunque sobre una sociedad profundamente ruralizada. La figura más relevante de este periodo fue San Isidoro de Sevilla.

Crisis y final del reino

A pesar de haber construido un Estado unificado, las continuas sublevaciones de los nobles, los enfrentamientos entre etnias y la oposición de la nobleza hispanorromana impidieron su consolidación. Esta debilidad fue aprovechada por los musulmanes para disolver el Estado visigodo en el año 711.

La Península Ibérica al final de la Edad Media

La organización política de los reinos cristianos

Desde el siglo IX, la organización política de los reinos cristianos residía en la monarquía. El rey era un noble, un primus inter pares (primero entre iguales), y su poder se basaba en su poder económico, la legitimidad religiosa (origen divino) y la legitimidad histórica (heredero del reino visigodo). Para gobernar, los monarcas buscaron el consejo de nobles y clérigos, dando origen al Consejo Real.

  • Corona de Castilla: Existía una monarquía autoritaria, que intentaba gobernar sin los límites impuestos por las Cortes.
  • Corona de Aragón: Era una unión de reinos (Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares) con una monarquía pactista, donde el rey debía gobernar con las Cortes de cada reino y respetar sus fueros.

Las Cortes

Las Cortes nacieron cuando el monarca permitió a los representantes de las ciudades (burguesía) participar en el Consejo Real. En ellas se reunían los tres estamentos: nobleza, clero y burguesía. Su función principal era conceder recursos económicos al rey a cambio de que este prometiera respetar los fueros y leyes del reino y escuchar las peticiones de los estamentos.

Las ciudades

Las ciudades ganaron poder económico y demográfico desde el siglo XIII. Su contribución en la reconquista y repoblación les permitió crear, con autorización real, un poder político autónomo: los ayuntamientos. Con el tiempo, el gobierno de las ciudades evolucionó de un sistema comunal a uno dominado por la oligarquía local (nobleza y alta burguesía), lo que provocó conflictos sociales.

Los Reyes Católicos: unión dinástica y el Estado Moderno

El reinado de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, significa el inicio del Estado Moderno en la península ibérica y el nacimiento de la primera monarquía autoritaria que logró reducir el poder de la nobleza y el clero. Su matrimonio supuso el origen de la Monarquía Hispánica, aunque fue una unión dinástica: cada reino conservaba sus propias Cortes, fronteras, lengua y leyes, compartiendo únicamente la política exterior, los monarcas, la religión (a través de la Inquisición) y el ejército.

Objetivos e instituciones de gobierno

La monarquía autoritaria de los Reyes Católicos tuvo dos objetivos políticos esenciales: reducir el poder de la nobleza, el clero y las Cortes, e incrementar el poder del Estado mediante nuevas instituciones.

  • Control de la nobleza y el clero: No concedieron más territorios a los nobles, redujeron su presencia en los órganos de gobierno (los Consejos estaban formados por juristas) y establecieron el Derecho de Patronato, que les permitía nombrar altos cargos eclesiásticos.
  • Control de las ciudades: Crearon la figura de los corregidores, funcionarios reales responsables de inspeccionar la administración de los municipios.
  • Control territorial: Nombraron virreyes como representantes de los monarcas en los diferentes reinos.
  • Unidad religiosa: Impusieron el catolicismo como única fe. Crearon el Tribunal de la Inquisición para perseguir a los falsos conversos y decretaron la expulsión de los judíos y mudéjares que no desearon convertirse.
  • Seguridad y justicia: Crearon la Santa Hermandad para acabar con la inseguridad en los caminos.

El significado de 1492: Guerra de Granada y Descubrimiento de América

El año 1492 significó completar un proyecto medieval, la Reconquista, e iniciar un proyecto de la Edad Moderna, la conquista de nuevos territorios. Los Reyes Católicos deseaban incorporar todos los reinos peninsulares (Granada, Navarra y Portugal) a la nueva monarquía, utilizando la diplomacia, un ejército permanente y la política matrimonial.

La Guerra de Granada

La conquista del reino nazarí de Granada (1482-1492) puso fin a la Reconquista. Para ello, los reyes emplearon grandes recursos económicos, la diplomacia para aprovechar las disputas internas nazaríes, la religión (calificando el conflicto como cruzada) y la artillería a gran escala. El 2 de enero de 1492, Boabdil, último rey nazarí, entregó las llaves de la ciudad. Posteriormente, en 1512, Fernando invadió Navarra, anexionándola a Castilla.

El Descubrimiento de América

A finales del siglo XV, varios factores impulsaron la expansión ultramarina:

  • Causas económicas: La necesidad de hallar una ruta alternativa hacia Asia (las Indias) tras la toma de Constantinopla por los turcos, y la escasez de oro y plata en Europa.
  • Avances técnicos: El uso de la brújula y el astrolabio, nuevas embarcaciones como la nao y la carabela, y mejoras cartográficas.
  • Contexto político: El final de la Reconquista orientó a Castilla y Portugal hacia la expansión.

En este contexto, Cristóbal Colón presentó a los Reyes Católicos su proyecto de llegar a las Indias navegando hacia el Oeste. La expedición partió del Puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 y llegó a la isla de Guanahaní (Bahamas) el 12 de octubre de 1492. Colón realizó cuatro viajes, pero murió creyendo que había llegado a Asia.

La pérdida de la hegemonía española en el siglo XVII

Durante el siglo XVII, el Imperio español de los Austrias sufrió una paulatina decadencia. Los objetivos de la política internacional de los llamados “Austrias menores” (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) fueron la defensa del patrimonio, la protección del catolicismo y la defensa del monopolio americano. Sin embargo, se enfrentaron a grandes obstáculos como las deudas de la monarquía, la disminución de los metales preciosos de América y el descenso demográfico.

La Guerra de los Treinta Años (1618-1648)

El reinado de Felipe III se caracterizó por una política pacifista debido a la falta de recursos. Sin embargo, durante el reinado de Felipe IV, su valido, el Conde-Duque de Olivares, intentó recuperar el prestigio militar de España. El país participó en la Guerra de los Treinta Años, un conflicto religioso, político y económico que enfrentó a católicos y protestantes en Europa. España lideró el bloque católico y mantuvo una larga guerra contra Francia.

Las derrotas españolas en batallas como Las Dunas y Rocroi llevaron a la firma de tratados desfavorables:

  • Paz de Westfalia (1648): La monarquía tuvo que reconocer el final de la hegemonía española y la independencia de las Provincias Unidas (Holanda).
  • Paz de los Pirineos (1659): Significó el final de la guerra con Francia y la pérdida del Rosellón y la Cerdaña.

Finalmente, durante el reinado de Carlos II, la monarquía sufrió la independencia de Portugal y la pérdida del Franco Condado. Al final del siglo, España solo conservaba en Europa parte de los Países Bajos y sus territorios italianos, y se encaminaba a la Guerra de Sucesión por el trono español.

La crisis del Antiguo Régimen (1788-1833): Liberalismo frente a Absolutismo

El reinado de Fernando VII se caracterizó por la lucha entre absolutistas y liberales. Se puede dividir en tres etapas:

La Restauración del absolutismo (1814-1820)

En 1814, Fernando VII regresó a España. Con el apoyo de los absolutistas expresado en el “Manifiesto de los Persas”, suprimió la Constitución de 1812, restableció la monarquía absoluta e inició una dura represión contra los liberales. Su gobierno se enfrentó a una grave crisis de la Hacienda Estatal y a la inestabilidad política. La oposición liberal organizó varios pronunciamientos militares, triunfando finalmente el de Riego en 1820.

El Trienio Liberal (1820-1823)

El pronunciamiento de Riego obligó a Fernando VII a aceptar la Constitución de 1812. El gobierno liberal adoptó medidas como la libertad de los presos políticos y la supresión de la Inquisición. Sin embargo, la oposición del rey, parte del ejército, el clero y el campesinado debilitó al régimen. En 1823, la Santa Alianza (la Europa absolutista) envió un ejército (los Cien Mil Hijos de San Luis) que repuso a Fernando VII como monarca absoluto.

La Década Ominosa (1823-1833)

El gobierno absolutista desarrolló una dura represión, ejecutando a numerosos liberales y forzando a otros al exilio. A pesar de algunas reformas económicas moderadas, como la creación del Consejo de Ministros, los absolutistas más radicales se agruparon en torno a Carlos María Isidro, hermano del rey y posible sucesor. Sin embargo, el nacimiento de su hija, Isabel, llevó a Fernando VII a publicar la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica e impedía reinar a las mujeres. A la muerte de Fernando VII en 1833, Isabel II subió al trono, pero su tío se autoproclamó rey, dando inicio a la Primera Guerra Carlista.

La independencia de las colonias americanas (1808-1820s)

El proceso de independencia se inició en 1808, durante la Guerra de la Independencia española. Las causas fueron múltiples:

  • El descontento de la burguesía criolla, que no podía acceder a altos cargos y sufría fuertes impuestos.
  • La influencia del pensamiento ilustrado y de las revoluciones americana y francesa.
  • La debilidad política y militar de España.

El proceso tuvo dos etapas. Una primera de fracaso generalizado, donde Fernando VII logró sofocar la mayoría de las revueltas, y una segunda de triunfos independentistas, liderados por figuras como San Martín (independencia de Chile y Argentina) y Simón Bolívar (independencia de la Gran Colombia). Las consecuencias para España fueron la pérdida de su imperio colonial, reducido a Cuba, Puerto Rico y Filipinas, y un grave perjuicio económico.

El reinado de Isabel II (1833-1868)

Durante el reinado de Isabel II se desarrolló en España la revolución liberal, que transformó la monarquía absoluta en una monarquía constitucional. El periodo estuvo marcado por la Primera Guerra Carlista, las regencias y la alternancia en el gobierno de moderados y progresistas.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Fue una guerra civil que enfrentó a los liberales (isabelinos) con los absolutistas (carlistas).

  • Causas: El conflicto dinástico entre Isabel II y su tío Carlos María Isidro, el enfrentamiento ideológico entre liberalismo y absolutismo (los carlistas defendían el lema “Dios, Patria y Rey”), y la defensa de los fueros en regiones como el País Vasco y Navarra.
  • Desarrollo: La insurrección carlista triunfó inicialmente en zonas rurales del norte. Tras varios fracasos militares, el bando carlista se dividió. Finalmente, el general carlista Maroto firmó el Convenio de Vergara (1839) con el general liberal Espartero, poniendo fin a la guerra. El acuerdo mantenía los fueros vascos e integraba a los oficiales carlistas en el ejército.

Evolución política: moderados y progresistas

La Década Moderada (1844-1854)

El Partido Moderado, liderado por el general Narváez, controló el poder. Sus principales medidas fueron la creación de la Constitución de 1845 (de carácter conservador, con soberanía compartida y sufragio censitario) y la fundación de la Guardia Civil. El autoritarismo y la corrupción llevaron al pronunciamiento de Vicálvaro (la “Vicalvarada”) en 1854, que dio paso a los progresistas.

El Bienio Progresista (1854-1856)

El nuevo gobierno progresista impulsó reformas económicas para industrializar el país, como la Desamortización de Madoz (sobre bienes del Estado y los ayuntamientos) y la Ley General de Ferrocarriles. Sin embargo, la crisis de subsistencia y la conflictividad social persistieron.

Crisis del reinado (1856-1868)

Se alternaron en el poder los moderados y la Unión Liberal de O’Donnell. El gobierno intentó recuperar el prestigio internacional con una política exterior intervencionista (intervención en Marruecos). Sin embargo, la crisis económica, el autoritarismo, la corrupción y la impopularidad de la reina aumentaron la oposición. Finalmente, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende para acabar con el gobierno moderado y el reinado de Isabel II, lo que condujo a la Revolución “Gloriosa” de 1868.

Transformaciones económicas y sociales en el siglo XIX

Las desamortizaciones

La desamortización fue un proceso por el cual el Estado expropió y vendió en subasta pública tierras pertenecientes a la Iglesia (Desamortización de Mendizábal, 1836) y a los municipios (Desamortización de Madoz, 1855). Los objetivos eran cambiar la estructura de la propiedad, modernizar la agricultura y reducir la deuda pública. Sin embargo, las consecuencias fueron negativas: consolidó los latifundios, no creó una clase media rural y perjudicó a los pequeños campesinos. Aumentó la producción, pero no la productividad.

De la sociedad estamental a la sociedad de clases

La revolución liberal, la industrialización y las desamortizaciones contribuyeron a la desaparición de la sociedad estamental y al surgimiento de una nueva sociedad de clases, basada en la riqueza.

  • Clases altas: Formadas por la alta burguesía (industrial, financiera y comercial) y la aristocracia terrateniente.
  • Clases medias: Un grupo reducido compuesto por pequeños comerciantes, profesionales liberales y funcionarios.
  • Clases populares: El grupo más numeroso, formado por obreros industriales (con duras condiciones laborales) y campesinos (70% de la población).

La revolución industrial en España

España se incorporó a la Revolución Industrial de forma tardía, incompleta y desequilibrada. El proceso se localizó principalmente en la industria textil de Cataluña y la industria siderúrgica de Vizcaya. Las causas de este fracaso relativo fueron la inestabilidad política, la escasez de materias primas de calidad, la falta de capitales nacionales, una red de comunicaciones deficiente y una agricultura atrasada.

El ferrocarril y la banca

La Ley General de Ferrocarriles (1855) impulsó la construcción de una red ferroviaria, necesaria para crear un mercado interior. Sin embargo, se construyó con capital y material extranjero, con una red radial centrada en Madrid y con un ancho de vía mayor al europeo, lo que dificultó las conexiones internacionales. En cuanto a la banca, la Ley de Bancos y Sociedades de Crédito (1856) modernizó el sistema, creando el Banco de España como único emisor de billetes y permitiendo el nacimiento de bancos privados como el Banco de Bilbao y el Banco de Santander.

Evolución demográfica y desarrollo urbano

La población española experimentó un lento crecimiento durante el siglo XIX, persistiendo un régimen demográfico antiguo con alta natalidad y alta mortalidad. El éxodo rural fue reducido debido a la escasa industrialización. A finales de siglo, se produjo una emigración significativa hacia Iberoamérica. El crecimiento de las ciudades provocó el derribo de las murallas medievales y la planificación de ensanches para la burguesía, mientras que los obreros vivían en suburbios sin servicios básicos.

La crisis de la Restauración y el reinado de Alfonso XIII (1898-1931)

La crisis de 1898: la Guerra de Cuba

La Guerra de Cuba (1895-1898) fue el último episodio emancipador de las colonias. Las causas fueron el deseo de autonomía de la población cubana, los intereses económicos de Estados Unidos en la isla y la política aislacionista de España. El estallido del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana sirvió de pretexto para que EE. UU. declarara la guerra a España. La armada española fue destruida en las batallas navales de Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba. Por la Paz de París (1898), España cedió Filipinas y Puerto Rico a EE. UU. y concedió la independencia a Cuba, que quedó bajo protectorado estadounidense. El “Desastre del 98” sumió al país en una profunda crisis política, económica e ideológica.

La Guerra de Marruecos y la crisis de 1917

España tenía la obligación de controlar el norte de Marruecos (el Rif). Los ataques de las cabilas rifeñas culminaron en el desastre del Barranco del Lobo (1909). La decisión de enviar reservistas desde Barcelona provocó una huelga general que desembocó en la Semana Trágica, una revuelta popular anticlerical y antimilitarista duramente reprimida.

En 1917, durante la Primera Guerra Mundial (en la que España fue neutral), estalló una triple crisis:

  • Crisis social: Una huelga general convocada por UGT y CNT en protesta por la subida de precios y los bajos salarios.
  • Crisis militar: La protesta de los oficiales peninsulares, organizados en Juntas de Defensa, por los bajos salarios y un sistema de ascensos que favorecía a los militares de Marruecos.
  • Crisis política: La oposición organizó una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona para exigir un nuevo gobierno y una nueva constitución.

La crisis debilitó enormemente al régimen de la Restauración. Años más tarde, la mala planificación militar en Marruecos provocó el Desastre de Annual (1921), una humillante derrota que aumentó la oposición a la guerra y exigió responsabilidades políticas, creando el caldo de cultivo para un golpe de Estado.

La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

En 1923, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado con el apoyo del rey Alfonso XIII. Justificó el golpe como una acción regeneracionista para acabar con la corrupción política, la conflictividad social y la amenaza a la unidad nacional. La dictadura tuvo dos etapas:

  • El Directorio Militar (1923-1925): Un gobierno formado solo por militares que suspendió la Constitución, prohibió partidos y sindicatos, y reprimió el movimiento obrero. Su principal éxito fue el desembarco de Alhucemas (1925), que, junto a Francia, puso fin a la guerra en Marruecos.
  • El Directorio Civil (1925-1930): Se intentó institucionalizar el régimen con un partido único, la Unión Patriótica. Se fomentaron las obras públicas y se crearon monopolios estatales (Telefónica, CAMPSA), pero la política económica incrementó la deuda pública.

La creciente oposición de antiguos políticos, republicanos, intelectuales, nacionalistas y parte del ejército, sumada a la crisis económica de 1929, provocó que el rey retirara su apoyo a Primo de Rivera, quien dimitió en 1930. Tras el fracaso de los gobiernos posteriores para restaurar el orden constitucional, la oposición (republicanos, socialistas y nacionalistas) firmó el Pacto de San Sebastián. Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 se convirtieron en un plebiscito sobre la monarquía. La victoria republicana en las grandes ciudades provocó la proclamación de la II República Española el 14 de abril y el exilio de Alfonso XIII.

La Segunda República (1931-1936)

El bienio radical-cedista (1933-1935)

Tras la crisis del primer gobierno republicano-socialista, se convocaron elecciones en 1933, las primeras en las que votaron las mujeres. La derecha se presentó unida en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), mientras que la izquierda acudió dividida. La victoria del centro-derecha dio lugar a un gobierno del Partido Radical de Alejandro Lerroux, con el apoyo parlamentario de la CEDA. Este gobierno comenzó a paralizar las reformas del bienio anterior: frenó la reforma agraria, redujo el presupuesto de educación y restableció la financiación a la Iglesia.

La Revolución de 1934

Las medidas contrarreformistas provocaron la radicalización del PSOE, UGT y CNT. La entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno en octubre de 1934 fue vista por la izquierda como el inicio de un camino hacia el fascismo. La UGT convocó una huelga general que fracasó a nivel nacional, pero que en Asturias se convirtió en una auténtica revolución. Los mineros, apoyados por todas las fuerzas obreras, ocuparon los pueblos y sustituyeron los ayuntamientos por comités revolucionarios. El gobierno envió a la Legión, dirigida por el general Franco, para reprimir la revuelta, lo que resultó en una durísima represión con miles de muertos y detenidos.

Las elecciones de 1936 y el Frente Popular

La crisis del gobierno radical-cedista, agravada por escándalos de corrupción como el del estraperlo, llevó a la convocatoria de nuevas elecciones en febrero de 1936. Los partidos de izquierda (republicanos, socialistas y comunistas) se unieron en el Frente Popular, cuyo programa incluía la amnistía para los presos de la Revolución de Octubre y la reanudación de las reformas. El Frente Popular ganó las elecciones y formó un gobierno presidido por Manuel Azaña.

El nuevo gobierno aplicó su programa, pero la derecha rechazó sus medidas. La tensión social y la polarización política se dispararon. La Falange Española fomentó acciones violentas, a las que respondieron los militantes de izquierda, creando un clima de violencia que sirvió de justificación para los sectores del ejército que preparaban un golpe de Estado. Los asesinatos del teniente socialista José Castillo y del político monárquico José Calvo Sotelo en julio de 1936 precipitaron los acontecimientos. El 17 de julio, el ejército de Marruecos se sublevó, dando comienzo a la Guerra Civil Española.