1.3 Conquista y Romanización de la Península Ibérica
Principales Aportaciones Romanas en los Ámbitos Social, Económico y Cultural
La conquista romana de la Península Ibérica tuvo lugar entre los años 218 y 19 a.C. En una primera fase (218-197 a.C.), Roma dominó la costa mediterránea, el sur peninsular y parte del valle del Ebro, dentro del escenario general de la II Guerra Púnica. En una segunda fase (197-29 a.C.), Roma se centró en la conquista del interior y oeste peninsular, haciendo frente a la resistencia de los lusitanos (Viriato) y celtíberos (Numancia). En la última fase (29-19 a.C.), se sometió a cántabros y astures. Hispania se convirtió en una provincia del Imperio Romano y se inició un proceso de **romanización**, es decir, de integración de los pueblos prerromanos en los modelos económicos, sociales, político-administrativos, culturales y religiosos de Roma. Fue un proceso desigual: rápido e intenso en el levante y sur peninsular, lento en la Meseta, y prácticamente inexistente en el norte.
Los vehículos de romanización fueron el ejército, la actividad de comerciantes y funcionarios romanos, y la extensión del uso del latín (Séneca, Marcial). Las ciudades, organizadas según el modelo urbanístico romano, quedaron conectadas por una importante red de calzadas y puentes (Alcántara) y dotadas de grandes obras: acueductos (Segovia), murallas defensivas (Lugo), teatros (Mérida), templos (Diana, Mérida). La organización territorial (provincias), el derecho, el sistema económico (comercio, denario romano), la estructura social (hombres libres y esclavos), el arte de influencia griega y etrusca, y el sincretismo religioso, con la asimilación de los dioses indígenas y la difusión del cristianismo, fueron otras aportaciones romanas. La Hispania romana pervivió hasta el siglo V d.C., cuando las invasiones de los pueblos germánicos aceleraron la caída del Imperio.
1.4 El Reino Visigodo: Origen y Organización Política
Los Concilios
Origen
En el 409, diversos pueblos bárbaros (vándalos, suevos y alanos) penetraron en Hispania. Para hacerles frente, Roma autorizó a los visigodos, pueblo federado del imperio asentado en el sur de la Galia (Tolosa), su entrada en la península. En el año 507, tras perder en la batalla de Vouillé contra los francos, los visigodos fueron expulsados de la Galia, estableciendo en la Península Ibérica el Reino Visigodo de Toledo (507-711).
Organización Política
Los visigodos persiguieron la unificación territorial, religiosa y jurídica de su reino. La unificación territorial estuvo a cargo de Leovigildo, quien derrotó a los suevos, y Suintila, que conquistó las últimas posesiones del Imperio Bizantino. En el ámbito religioso, Recaredo renunció al arrianismo en favor del catolicismo en el III Concilio de Toledo (598). A nivel jurídico, Recesvinto promulgó un único código legal, el Liber Iudiciorum (Fuero Juzgo, 654).
Los reyes, que en teoría gozaban de gran poder, gobernaban con ayuda del Officium Palatinum, el Aula Regia, asamblea integrada por miembros de la alta nobleza que asesoraban al rey, y los Concilios de Toledo, institución de carácter religioso que asumió un gran peso político. El sistema de monarquía electiva propició frecuentes disputas por el trono, la dependencia del poder real del de la nobleza y clero, y el rechazo de la población hispano-romana, lo que provocó el debilitamiento del reino visigodo y explica, en parte, la fácil conquista musulmana de la Península en el 711.
1.2 Los Pueblos Prerromanos
Las Colonizaciones Históricas: Fenicios y Griegos
Tartessos
Los pueblos prerromanos, asentados en la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos, se configuraron a partir del año 1000 a.C., con influencias indoeuropeas y las aportadas por los colonizadores llegados por el Mediterráneo. Historiadores griegos se refieren a los tartessos (S. VII-VI a.C.) como un pueblo culto y próspero. Asentados en el suroeste peninsular, basaron su economía en el comercio con fenicios y griegos, la actividad agropecuaria y la metalurgia (orfebrería: Tesoro de El Carambolo).
Los íberos (S. VI-V a.C.), asentados en el este y sur peninsular, nunca formaron un estado unificado, sino un conjunto de reinos independientes (turdetanos, ilicitanos, edetanos). Basaron su economía en la actividad agropecuaria y el comercio. Conocían la moneda y la escritura, y desarrollaron una interesante cultura material (Dama de Elche, Dama de Baza).
Sagunto
Los celtas (S. VI-V a.C.), de origen indoeuropeo, ocuparon el norte y oeste peninsular; organizados en tribus, los castros son sus asentamientos más representativos; destacaron por la metalurgia del hierro. Desde principios del primer milenio a.C., diversas potencias colonizadoras procedentes del Mediterráneo oriental se establecieron en la Península Ibérica, por razones geoestratégicas y económicas (nuevos mercados, metales).
Los fenicios (S.VIII-VI a.C.), centrados en el comercio de los metales, fundaron factorías como Malaka, Abdera y Gadir. Los griegos (S.VII-VI a.C.) fundaron colonias como las actuales Ampurias y Roses. Los cartagineses (S.VI a.C.) sucedieron a fenicios y griegos, ocupando sus factorías comerciales y fundando enclaves (Cartago Nova). Su interés por el control del Mediterráneo chocará con el de Roma en las Guerras Púnicas. Todos estos pueblos actuaron como transmisores de elementos culturales y tecnológicos avanzados como el alfabeto, nuevos cultivos (vid, olivo), el salazón, el arado, el torno, la moneda, y modelos urbanísticos.
1.1 Sociedad y Economía en el Paleolítico y Neolítico
La Pintura Rupestre
Durante el Paleolítico inferior, hace unos 800.000 años, llegaron los primeros grupos del género Homo a la Península Ibérica. En Atapuerca han sido hallados sus restos más antiguos (Homo antecessor). La llegada del Homo sapiens tuvo lugar hace unos 40.000 años (Paleolítico superior). Los primeros pobladores peninsulares eran nómadas, organizados en pequeños grupos de cazadores-recolectores (economía depredadora), sin una clara jerarquía social; utilizaban instrumentos de piedra que fueron perfeccionando.
Hacia el 5000 a.C., aparecen las primeras comunidades neolíticas en la Península. Pobladores procedentes del Próximo Oriente introdujeron la agricultura y la ganadería. Con la “revolución neolítica”, la población se sedentariza, el trabajo se especializa, surgen nuevos útiles agrícolas (azadas, hoces y molinos de mano), de almacenamiento y cocción de alimentos (cerámica); con el excedente de producción aparece el comercio (trueque). Surgen comunidades estables con una mayor jerarquización social. Destacan la cultura de la cerámica cardial (litoral mediterráneo) y la cultura de los sepulcros de fosa (Cataluña).
El desarrollo de ritos funerarios se manifestó en la aparición de construcciones destinadas a enterramientos colectivos (megalitismo) como el dolmen o el sepulcro de corredor (Tholos de El Romeral en Antequera, Málaga). En pintura rupestre, destaca la zona cantábrica: Altamira, El Castillo, Tito Bustillo (Paleolítico Superior). Arte figurativo, polícromo, que representa figuras de animales superpuestas, sin formar escenas, con efectos de volumen y movimiento. En la zona levantina, los abrigos rocosos de Cogull y Valltorta (entre el Mesolítico y el Neolítico) acogen escenas de carácter narrativo, con figuras humanas estilizadas.