Historia de España en el Siglo XIX: Conflictos, Reformas y el Fin del Imperio Colonial

La España Isabelina y el Carlismo

El Carlismo: Orígenes y Características

Tras la muerte de Fernando VII, comienza el conflicto entre los partidarios de Isabel II y los de Carlos María Isidro. Los segundos, conocidos como carlistas, se asentaban principalmente en el norte de la península: Navarra, País Vasco, Cataluña, Valencia, Aragón, entre otros. Eran apoyados por parte del clero, la nobleza rural y los campesinos propietarios, es decir, las clases más conservadoras. Se dividían en dos sectores: los transaccionistas, que pretendían llegar a un acuerdo con los liberales, y los intransigentes, partidarios de continuar la guerra. Defendían la tradición, los fueros, la Iglesia y el absolutismo, en contraposición con los isabelinos.

Las Desamortizaciones de Mendizábal y Madoz

Durante el gobierno de Mendizábal, se intentó llevar a cabo una reforma agraria: aboliendo los señoríos y mayorazgos y desamortizando los bienes del clero, poniendo sus tierras en subasta pública, con la finalidad de sanear la Hacienda Pública, hacer frente a los gastos de la guerra y crear una clase social de propietarios afines al liberalismo. En el Bienio Progresista, se redactó una Constitución progresista que nunca entró en vigor y se realizaron una serie de reformas. La más importante fue la desamortización civil y eclesiástica de Pascual Madoz, la cual afectaba a tierras de la Iglesia, órdenes religiosas y militares, y a tierras comunales de ayuntamientos. Esto permitió obtener recursos para la Hacienda y desarrollar una agricultura de mercado, lo que impulsó un desarrollo económico posterior.

Características de la Constitución de 1869

Esta Constitución de 1869 aprobó un amplio régimen de libertades y derechos de los ciudadanos:

  • Sufragio universal masculino
  • Cortes bicamerales
  • Soberanía nacional
  • Forma de Estado: Monarquía parlamentaria

Grandes Conflictos del Sexenio Democrático y sus Consecuencias Políticas

La Revolución Gloriosa de 1868 dio paso a la formación de un gobierno provisional. Durante este periodo, en el país se llevaron a cabo una serie de reformas: se implantaron la peseta y una serie de medidas de libre comercio. También hubo dificultades como la conflictividad social, la insurrección cubana y la oposición a la monarquía. Debido a que la nueva Constitución definía a España como una monarquía parlamentaria, se debía buscar un rey. Amadeo de Saboya, candidato de Prim, ocupó el puesto, aunque sin mucho consenso en las Cortes. Por este motivo, cuando asesinan a Prim, Amadeo quedó sin apoyos y dimitió, creándose la Primera República Española. Pi y Margall se convirtió en el presidente y afrontó varios problemas durante su gobierno: la insurrección cubana, el problema carlista y la sublevación cantonal (el más importante). Por todo esto, Pi y Margall dimitió y le sucedió Salmerón, que sofocó la revuelta con el ejército, pero también acabó dimitiendo. Finalmente, Castelar subió al gobierno y el general Pavía dio un golpe de Estado. A partir de ese momento, gobernó el general Serrano autoritariamente y a finales de 1874, Martínez Campos dio un pronunciamiento militar proclamando rey a Alfonso XII.

La Crisis de Ultramar y el Fin del Imperio Colonial

La Crisis de Ultramar: Cuba y Filipinas

El Imperio Colonial Español a finales del siglo XIX

A principios del siglo XIX, España solo contaba con las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Cuba era la principal posesión española y concentraba numerosos intereses y negocios españoles. La vida económica en la isla se basaba en una agricultura de plantación, esencialmente de azúcar de caña.

Esta actividad constituía una importante fuente de ingresos para el Estado. La política arancelaria española convertía a las islas en unos mercados cautivos. Obligados a comprar a elevados precios los productos españoles (trigo y tejidos), la legislación española les dificultaba la exportación hacia Europa o Estados Unidos. El caso de Filipinas fue distinto, porque la población española era escasa. Filipinas estaba controlada por un contingente del ejército y contaba con una gran presencia de órdenes religiosas. A nivel político, estos territorios recibían un trato colonial y no tenían ningún derecho a enviar representantes a las Cortes.

El Problema Cubano y el Arancel de Cánovas

En la Paz de Zanjón de 1878 se pactaron medidas destinadas a facilitar la paulatina autonomía cubana, la abolición de la esclavitud y la presencia de diputados cubanos en el Parlamento español. La mayoría de los políticos españoles eran contrarios a conceder la autonomía a Cuba. El malestar de la población cubana se incrementó a partir de 1891, cuando España introdujo en Cuba un impuesto a la importación de productos no procedentes de España (el Arancel de Cánovas). Esta medida incomodó a Estados Unidos, que adquiría la mayor parte del azúcar y el tabaco isleño, pero debía pagar fuertes aranceles por los productos que vendía a Cuba.

El Estallido de la Guerra de Independencia Cubana (1895)

El incumplimiento de los compromisos de la Paz de Zanjón, el nuevo arancel y el apoyo de Estados Unidos hicieron que, en 1895, se reiniciara el conflicto cubano. La insurrección, liderada por José Martí, fundador del Partido Revolucionario Cubano, es el movimiento más conocido. Los intentos de España por poner fin al conflicto combinaron el diálogo con una fuerte represión.

España envió casi 200.000 soldados a la isla, muchos de los cuales enfermaron o murieron a causa de las enfermedades tropicales y la falta de medios sanitarios. Las tropas españolas no lograron derrotar a los insurgentes cubanos. En España, el asesinato de Cánovas del Castillo (1897) dio lugar a un imprevisto cambio de gobierno. Sagasta inició una estrategia de conciliación, decretando la autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino, la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria. Sin embargo, las medidas llegaron demasiado tarde para convencer a los partidarios de la independencia.

La Insurrección Filipina (1896)

La insurrección filipina se inició en 1896.

La Guerra Hispanoamericana y la Pérdida de las Últimas Colonias (1898)

La insurrección cubana presentó la ocasión para mostrar el apoyo abierto de Estados Unidos a los independentistas cubanos. En 1897, el nuevo presidente McKinley, que enviaba armas a los rebeldes, se mostró decidido a intervenir directamente en el conflicto. Estados Unidos utilizó como pretexto la explosión y hundimiento de su buque de guerra, el USS Maine (1898), anclado en la bahía de La Habana. La negativa de España a renunciar a la isla y acatar el ultimátum estadounidense inició el enfrentamiento entre ambos. En España se subestimó el poder militar de Estados Unidos, que destruyó fácilmente la flota española. Este desastre no dejó al gobierno español otra alternativa que pedir la paz. El Tratado de París se firmó el 10 de diciembre y España cedió Cuba, Puerto Rico y Filipinas a Estados Unidos. Las últimas colonias en el Pacífico se vendieron a Alemania debido a la imposibilidad de mantener y hacer efectiva su ocupación. Con ello se perdían los últimos restos del antiguo imperio colonial español en América y Asia. Este evento supuso una profunda crisis moral y política para España.

Las Consecuencias del Desastre de 1898

La derrota con Estados Unidos resultó humillante para toda la sociedad española. El impacto es conocido como el Desastre del 98. El desastre produjo un hondo pesimismo, que se plasmó en un grupo de literatos y pensadores, conocidos como la Generación del 98. Todos ellos intentaron analizar el problema de España en un sentido crítico, llegando a la conclusión de que había llegado el momento de una regeneración moral, social y cultural del país. La vuelta a España de capitales cubanos fue el origen de nuevos bancos y permitió la recuperación económica de España al comenzar el siglo XX. Sin embargo, los efectos económicos fueron graves a largo plazo porque supusieron la pérdida de los ingresos procedentes de las colonias. El Desastre del 98 puso en jaque al sistema de la Restauración y a los partidos políticos del turno. La crisis estimuló también el crecimiento de los movimientos nacionalistas, sobre todo en el País Vasco y Cataluña. La necesidad de renovación y regeneración del sistema político fue ampliamente defendida por la corriente regeneracionista, que denunció los defectos del sistema de la Restauración.

Transformaciones Económicas y Sociales en la España del Siglo XIX

Factores del Lento Crecimiento Demográfico y la Emigración en el Siglo XIX

España pasó en el siglo XIX de 10,5 a 18,5 millones de habitantes. Creció, pues, considerablemente (60%), pero menos que otros países europeos debido a que la mortalidad se mantuvo algo más elevada que en el resto. Esto fue debido a la desaparición de algunas epidemias y la mejora de la dieta y el cultivo. El crecimiento fue desigual: Madrid y la periferia crecieron más que el resto.

Los campesinos emigraron a las ciudades, primero a las más próximas y, desde 1860, hacia las zonas más industrializadas peninsulares (Madrid y Barcelona). Esto provocó un atraso agrario que obligó a la mayor parte de la población a producir alimentos y quedarse en el campo. No obstante, a principios del siglo XX, la mayoría de la población continuaba aún viviendo en el campo. A finales de siglo, la emigración se dirigió a América Latina, sobre todo desde Canarias, Galicia y la cornisa cantábrica.

Evolución de la Industria Textil, Siderúrgica y Minera en el Siglo XIX

Las industrias más modernas y mecanizadas fueron las textiles catalanas, entre 1830 y 1860, aunque dependían del carbón asturiano o galés y, por su productividad, costes y precios, no se podían comparar con las inglesas, por lo que hubo que recurrir al proteccionismo: la producción se destinaba al mercado nacional y a las colonias (Puerto Rico y Cuba). De este modo, nuestras industrias fueron poco competitivas, con altos costes de producción, escasa demanda y difícil renovación tecnológica. Los yacimientos de minerales como el plomo, cobre, zinc o mercurio se vendieron por el Estado a compañías extranjeras para paliar la deuda pública. Hubo un primer intento de crear una siderurgia en Málaga que no llegó a dar fruto debido al uso del carbón vegetal, por lo que la siderurgia malagueña entró en decadencia. Sin embargo, la hulla de Asturias la convirtió en el centro siderúrgico de España. El hierro vizcaíno se exportaba a Inglaterra. Los beneficios de la exportación de hierro posibilitaron las industrias siderúrgicas primero y, a finales de siglo, la aparición de otras de construcción, navales y metálicas. Así surgió también un importante sector bancario para financiar las industrias.

La Industrialización Española en Comparación con Europa

A principios del siglo XX, la economía seguía siendo principalmente agraria y era incapaz de competir en el mercado internacional. España no pudo desarrollarse de la misma manera que otras potencias europeas debido a la posición geográfica que implicaba grandes gastos de transporte. También existía una escasez de recursos naturales. Otra de las mayores causas fue el atraso agrario y la falta de modernización de la agricultura. La industria tenía una demanda reducida y pocos incentivos para aumentar la producción. También influyó la gran cantidad de capital que estaba destinado para pagar la deuda pública, lo que dificultaba la inversión en la producción. Además, la industrialización estuvo focalizada en Cataluña y el País Vasco y no se consiguió expandir hasta el siglo XX.