Grandes Etapas de la Historia Ibérica: Prehistoria, Monarquía Borbónica y Al-Ándalus

Sociedad y Economía en el Paleolítico y Neolítico. La Pintura Rupestre.

El estudio de las sociedades prehistóricas en la Península Ibérica nos remonta al Paleolítico, aproximadamente 1.4 millones de años (Ma) antes del presente. Los homínidos más antiguos, como el Homo antecessor, se han encontrado en yacimientos clave como el de Atapuerca (Burgos).

Durante el Paleolítico, los grupos humanos eran nómadas, subsistiendo como cazadores-recolectores (pasando del carroñeo a la caza activa). En esta etapa, no existían diferencias sociales significativas y la población era escasa.

La Revolución Neolítica

El Neolítico (6.000-7.000 a.C.) marcó un punto de inflexión con profundos cambios socioeconómicos, conocidos como la Revolución Neolítica. Estos cambios se debieron a la llegada de pobladores procedentes de Oriente, quienes introdujeron en la Península la agricultura y la ganadería. Como resultado, surgieron nuevos instrumentos agrícolas, la producción de alimentos aumentó, lo que propició la aparición del comercio (basado en el trueque) y el surgimiento de diferencias sociales.

La Pintura Rupestre

La pintura rupestre, una de las manifestaciones artísticas más destacadas de la Prehistoria, se asocia a una finalidad mágico-religiosa.

  • Pintura Cantábrica: Propia del Paleolítico Superior, sus principales manifestaciones se encuentran en cuevas como la de Altamira. Se caracteriza por ser policromada y de estilo naturalista, representando principalmente animales.
  • Pintura Levantina: De origen Neolítico, se localiza en abrigos rocosos como los de Valltorta. Se distingue por sus figuras esquematizadas de animales y humanos, a menudo en escenas de la vida cotidiana o rituales.

La Nueva Monarquía Borbónica y los Decretos de Nueva Planta

La llegada de la dinastía borbónica a España, con Felipe V, trajo consigo un nuevo modelo de Estado. Los Decretos de Nueva Planta fueron un conjunto de leyes aprobadas por Felipe V que tuvieron un impacto fundamental en la configuración territorial y administrativa del reino.

Los Decretos de Nueva Planta

Estas leyes abolieron los fueros, instituciones y privilegios de los reinos de la Corona de Aragón (Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca) debido a su apoyo al archiduque Carlos de Austria durante la Guerra de Sucesión Española. Los Decretos de Nueva Planta impusieron la uniformidad jurídica en toda España bajo las leyes de Castilla. Solo Navarra y el País Vasco conservaron sus fueros, ya que apoyaron a Felipe V en el conflicto.

Modelo de Estado y Alcance de las Reformas

El nuevo modelo de Estado borbónico se caracterizó por ser absolutista y centralista, siguiendo el modelo francés y castellano. Se introdujo la Ley Sálica para la sucesión al trono. Los Borbones impulsaron una profunda centralización de la administración para lograr una mayor eficacia:

  • Administración Central: Se crearon las Secretarías de Despacho, precursoras de los ministerios actuales.
  • Administración Territorial: El reino se dividió en provincias, dirigidas por un intendente (nombrado por el rey).
  • Administración Local: Se reforzó el control sobre los municipios con la extensión del modelo castellano (los corregidores) a la Corona de Aragón.

Al-Ándalus: Conquista Musulmana, Emirato y Califato de Córdoba

La conquista musulmana de la Península Ibérica se produjo en un momento de expansión del Imperio Islámico y de profunda crisis interna del Reino Visigodo. Los nobles visigodos, enfrentados con el rey Rodrigo, solicitaron ayuda a los musulmanes, quienes enviaron un ejército de bereberes comandado por Tariq. La victoria musulmana en la decisiva Batalla de Guadalete (711) contra los visigodos aceleró la desintegración del Reino Visigodo de Toledo. En apenas cinco años, los musulmanes habían conquistado la mayor parte de la Península.

El Emirato de Córdoba (711-929)

La conquista dio lugar al Emirato de Córdoba, que se dividió en dos fases:

  • Emirato Dependiente (711-756)

    La Península Ibérica, ahora conocida como Al-Ándalus, se convirtió en una provincia del Imperio Islámico, con capital en Córdoba. Esta etapa estuvo marcada por fuertes conflictos internos entre los bereberes y la nobleza árabe por el reparto de las tierras.

  • Emirato Independiente (756-929)

    Abderramán I, un príncipe omeya, se refugió en Al-Ándalus tras el golpe de estado de los Abasíes. En el 756, se proclamó emir e independizó políticamente Al-Ándalus del califato de Bagdad, aunque mantuvo la obediencia religiosa. Esta etapa fue inestable debido a las revueltas nobiliarias, los conflictos con los mozárabes (cristianos que vivían en territorio musulmán) y la creciente expansión de los reinos cristianos del norte.

El Califato de Córdoba (929-1031)

Así surgió el Califato de Córdoba. Abderramán III se proclamó califa, recuperando la fortaleza del estado tras victorias externas contra los cristianos e internas contra los nobles rebeldes. Durante este periodo, Al-Ándalus alcanzó una gran estabilidad política y económica, convirtiéndose en un floreciente foco cultural. El sucesor de Al-Hakam II, Hisham II, estuvo dominado por su visir Almanzor, quien logró un gran prestigio militar con sus victorias contra los reinos cristianos y estableció una dictadura militar. A su muerte en 1002, comenzó una profunda crisis que llevó al fin del Califato en 1031.

Al-Ándalus: Reinos de Taifas y Reino Nazarí de Granada

Tras la muerte de Almanzor (1002) y la consiguiente crisis, una asamblea de notables declaró el fin del Califato en 1031, dando origen a los Reinos de Taifas.

Los Reinos de Taifas

Al-Ándalus quedó dividida en numerosos pequeños estados, conocidos como taifas (ej. Toledo, Zaragoza, Valencia, Sevilla). Algunas de estas taifas alcanzaron una notable prosperidad económica y cultural. Para garantizar su independencia frente a los reinos cristianos del norte, las taifas les pagaban parias (tributos).

La conquista castellana de Toledo (1085) por Alfonso VI llevó a las taifas a pedir ayuda a los almorávides, un imperio bereber del Magreb. En 1086, los almorávides derrotaron a Alfonso VI en la Batalla de Sagrajas y, posteriormente, ocuparon las taifas, incorporando Al-Ándalus a su imperio.

Sin embargo, el poder almorávide entró en crisis y, a partir de 1125, sufrió el ataque de los almohades. Esta situación fue aprovechada por los andalusíes para establecer las Segundas Taifas. Esta nueva fragmentación facilitó la expansión cristiana, pero nuevamente fueron frenados por la llegada de los almohades, quienes disolvieron las taifas y las anexionaron a sus territorios.

Tras la derrota cristiana en Alarcos (1195), Alfonso VIII de Castilla promovió una gran alianza entre los reinos cristianos, que culminó con la decisiva victoria en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Tras la derrota almohade, surgieron las Terceras Taifas, que fueron conquistadas progresivamente por los reinos cristianos a lo largo del siglo XIII, a excepción del Reino de Granada.

El Reino Nazarí de Granada

El Reino Nazarí de Granada, fundado por Muhammad I (Ben Nazar), fue el último reducto musulmán en la Península Ibérica, sobreviviendo hasta 1492. Su longevidad se debió a factores como las guerras civiles en Castilla, el pago de parias a los reinos cristianos y, en ocasiones, su alianza con los musulmanes del Norte de África. Su prosperidad lo convirtió en un importante centro cultural y artístico.