Fundamentos de la Filosofía Griega: Presocráticos, Sofistas y el Legado de Sócrates

La Filosofía Presocrática: La Búsqueda del Arjé

Los primeros filósofos griegos vivieron entre los siglos VI y V a.C. y se les denomina *presocráticos* porque fueron anteriores a Sócrates. Sus fragmentos escritos muestran que se interesaron principalmente por la naturaleza (*physis*), intentando responder a preguntas fundamentales:

  • ¿Existe una razón que explique el orden de lo real?
  • ¿Por qué la realidad permanece aunque cambien las cosas concretas?
  • ¿Todo tiene un origen común que explique esas regularidades?

Contexto Histórico y Cultural: El Paso del Mito al Logos

La filosofía surgió en Grecia en el siglo VII a.C., especialmente en las colonias griegas de Asia Menor y en el sur de Italia (Magna Grecia). Su nacimiento fue posible gracias a varios factores:

  1. Estabilidad Socioeconómica: La estabilidad política y económica alcanzada tras un periodo de crisis permitió que algunos ciudadanos se dedicaran a la reflexión intelectual.
  2. Intercambio Cultural: El comercio y el contacto con culturas como la egipcia o la babilónica aportaron nuevos conocimientos y maneras de entender la vida.
  3. Confianza en la Razón: Creció la confianza en la razón humana para comprender la realidad, sin recurrir a explicaciones mitológicas.
  4. Interés Educativo: El interés por la educación, necesario para la participación en la vida política de las *polis*, elevó el nivel cultural de los ciudadanos.

Todo ello dio lugar a un clima de intensa actividad intelectual que desembocó en un cambio decisivo: el paso del **mito al *logos***. Esto significa que se dejó atrás la visión mítica y religiosa del mundo, basada en supersticiones y en el poder arbitrario de los dioses, para dar paso a un pensamiento racional, reflexivo y fundamentado.

La Escuela de Mileto y la Pregunta por el Arjé

La filosofía suele considerarse iniciada con **Tales de Mileto** (c. 624-546 a.C.), a quien Aristóteles calificó como el primer pensador que investigó sobre la naturaleza (*physis*) y buscó el ***arjé***, es decir, el principio o fundamento de todas las cosas. El *arjé* es el elemento originario del que surge la realidad material, lo que permanece tras los cambios y constituye el fundamento último.

Tales, Anaximandro y Anaxímenes

  • Tales de Mileto: Además de filósofo, fue matemático, geómetra, astrónomo y legislador, y uno de los Siete Sabios de Grecia. Pensó que el *arjé* era el **agua**, ya que observó que todo lo vivo depende de ella, que los alimentos contienen humedad y que las semillas poseen naturaleza húmeda.
  • Anaximandro de Mileto: (c. 610-547 a.C.) Rechazó la idea del agua. Consideró que, al existir realidades tan distintas, el origen debía ser algo más universal. Definió el *arjé* como el ***ápeiron*** (“lo indefinido o infinito”), un principio eterno, inmortal, inengendrado e indestructible, del cual surgen todas las cosas y al cual regresan en un ciclo necesario.
  • Anaxímenes de Mileto: (c. 560-528 a.C.) Discípulo de Anaximandro. Coincidió en que el *arjé* debía ser infinito, pero lo identificó con el **aire**, al considerarlo vital y esencial para la existencia. Sostenía que todo procede del aire a través de dos procesos: condensación (que produce nubes, agua y finalmente tierra) y rarefacción (por la que el aire se vuelve más ligero hasta transformarse en fuego).

La Escuela Pitagórica: El Número como Fundamento de la Realidad

Pitágoras de Samos (c. 570-490 a.C.) fue un filósofo y matemático griego considerado el primer matemático puro. Contribuyó al desarrollo de la matemática helénica, la geometría y la aritmética, aplicadas también a la música, la astronomía y la teoría de medidas. No dejó nada escrito, por lo que su pensamiento se conoce a través de su escuela.

Él y sus discípulos, los pitagóricos, formaron una comunidad que combinaba filosofía y rasgos de secta religiosa, con un modo de vida muy riguroso, consagrado al estudio como medio de purificación del alma.

Los pitagóricos sostuvieron que el *arjé* estaba en los **números**, a los que consideraban el fundamento último de la realidad. Esta idea suponía una novedad frente a los milesios, pues el principio ya no era material, sino múltiple e inmaterial. Todas las cosas, según ellos, se explican por números y relaciones numéricas. Además, los números se dividían en pares (infinitos e ilimitados) e impares (finitos y limitados), y de esta oposición surge la composición del universo. El orden cósmico es armónico y está sometido a leyes matemáticas.

Concedieron especial importancia a los cuatro primeros números, que sumados forman diez, la ***tetraktys***, considerado número perfecto. En ella, el uno simboliza el punto, el dos la línea, el tres el plano y el cuatro el volumen. Para ellos no existía el cero, ya que el número poseía entidad espacial.

Los pitagóricos también defendieron un **dualismo antropológico**: el ser humano está compuesto de alma y cuerpo, siendo el alma lo más valioso y el cuerpo algo efímero y despreciable. Creían en la inmortalidad del alma, que al morir se separa del cuerpo; si no está purificada, se reencarna en otro ser, en un ciclo que solo se rompe al alcanzar la purificación definitiva. Para ello establecieron estrictas normas morales que favorecían la liberación del alma.

El Problema del Ser: Devenir (Heráclito) vs. Inmutabilidad (Parménides)

Con estos pensadores comienza una nueva etapa: ya no se pregunta por el *arjé* material, sino por el **ser**, centrándose en el problema del devenir (el cambio) y en la diferencia entre apariencia y realidad.

Heráclito de Éfeso: El Flujo Constante

Heráclito de Éfeso (c. 544-480 a.C.) sostuvo, basándose en la experiencia sensible, que nada es inmóvil ni inmutable, sino que la realidad está en transformación constante. Para él, la esencia de lo real es el cambio:

“Nada permanece, todo fluye” y “No nos bañamos dos veces en el mismo río”.

Sin embargo, ese devenir no es caótico, sino que sigue un principio de orden y unidad: el ***logos***, entendido como razón, ley, sentido o inteligencia del universo. Este *logos* se manifiesta en la lucha de contrarios (salud y enfermedad, paz y guerra). De la oposición surge la armonía que sostiene la realidad. Heráclito simbolizó esta visión en el **fuego**, elemento que todo lo transforma y que encarna el dinamismo del mundo.

Parménides de Elea: La Inmutabilidad del Ser

Parménides de Elea, por el contrario, partió de la afirmación: **“Lo que es, es, y lo que no es, no es”**. Su filosofía se centra en la búsqueda del principio que permita conocer y explicar la realidad. Según él, el acceso a la Verdad no se logra por los sentidos, que muestran el cambio y la multiplicidad, sino por el intelecto y la razón. Esta demuestra que solo existe el **ser**, único e inmutable, mientras que el “no ser” es imposible, pues no existe.

El ser, según Parménides, solo es uno. Y además, es eterno, inmutable e indivisible, porque si el ser estuviera afectado por el tiempo, o se moviera, o si se dividiera, habría algo en él que no es, sino que llegaría a ser, lo cual es contradictorio, porque sería y no sería al mismo tiempo. Como el no ser no existe, solo el ser puede ser pensado y dicho. Lo que no es el ser no existe, solo es mera apariencia, un engaño de los sentidos.

Los Filósofos Pluralistas y Atomistas

Las propuestas, en principio antagónicas, de Heráclito y de Parménides supusieron un reto para toda la filosofía posterior: el de tener que conciliar la multiplicidad y el devenir con la existencia de un ser que diera sentido y unidad a la realidad. En respuesta a ello surgieron las propuestas de los filósofos pluralistas, que postularon la existencia de varios principios o elementos constitutivos de todas las cosas, a partir de los cuales se explica la diversidad y el cambio.

Empédocles de Agrigento

Empédocles de Agrigento (c. 495-430 a.C.) propuso como solución la existencia de varios elementos o “raíces de todas las cosas”: **tierra, aire, agua y fuego**. Cada uno de estos elementos es inmutable e idéntico a sí mismo; sin embargo, se combinan entre ellos de diferentes maneras generando la multiplicidad y diversidad de seres. Estos elementos se unen o separan en base a dos fuerzas cósmicas: el **Amor** (que permite la unión) y la **Discordia** (que explica el devenir, la transformación y la corrupción).

Anaxágoras de Clazomene

Anaxágoras de Clazomene (c. 500-428 a.C.) postuló que todo está hecho por una mezcla innumerable de pequeñas entidades, las cuales son indivisibles y cualitativamente diferentes entre sí. Las denominó **semillas** (*homeomerías*). Las transformaciones que se producen en la naturaleza están provocadas por las distintas combinaciones de estas semillas. Además, existe un ***Nous***, una inteligencia ordenadora de carácter divino, que es el que dio inicio al movimiento en el cosmos.

Leucipo y Demócrito: El Atomismo

La escuela atomista fue iniciada por Leucipo, si bien el más importante de ellos fue su discípulo **Demócrito de Abdera** (460-370 a.C.). Demócrito supuso también que el origen de todo se encontraba en una pluralidad de entidades, pero, al contrario que las semillas de Anaxágoras, estas eran todas cualitativamente iguales. Las denominó **átomos** (“sin partes”): partículas imperceptibles que se diferenciaban entre sí por su tamaño, orden, figura y posición en el espacio. Los átomos se desplazan en el **vacío**, y las cosas surgen al unirse de forma azarosa. De este modo, los cuerpos se generaban por la unión de átomos y se corrompían cuando estos se disgregaban.

La Filosofía en la Grecia Clásica: Sócrates y los Sofistas

Contexto Histórico y el Giro Antropológico

Durante el siglo V a.C. y parte del IV a.C., Grecia vivió su máximo esplendor. Atenas, tras vencer a los persas en las Guerras Médicas, se consolidó como la *polis* hegemónica. En este periodo, conocido como el **Siglo de Pericles**, la ciudad alcanzó su apogeo político y cultural.

El auge de la población y la importancia de participar en los asuntos públicos generaron una nueva clase social con poder económico y aspiraciones políticas. Los jóvenes de esa clase buscaban acceder a cargos en la *polis*, lo que exigía una nueva educación orientada a la vida pública. En este contexto llegaron los sofistas, cuya labor pedagógica respondía a esa necesidad.

Frente al pensamiento presocrático, que había tenido un carácter cosmológico centrado en explicar la naturaleza y sus leyes, a finales del siglo V a.C. se produjo el llamado **giro antropológico**: la filosofía desplazó su atención hacia el ser humano, visto no solo como un ser natural, sino como un ser político. Las nuevas preguntas se enfocaron en problemas prácticos: cómo distinguir el bien del mal o cuál es la mejor forma de gobierno.

Este cambio estuvo motivado por tres factores principales:

  1. Las exigencias del sistema democrático.
  2. La desconfianza hacia las teorías cosmológicas que resultaban contradictorias.
  3. El contacto con otras culturas, que impulsó la revisión crítica de la tradición griega.

Los Sofistas: Retórica, Relativismo y Convencionalismo

El término sofista procede de *sophós* (“sabio”), aunque en realidad se aplicaba a personas cultas y expertas en diversas técnicas. Los sofistas eran pensadores procedentes de otras ciudades que llegaron a Atenas para responder a la demanda de formación de los jóvenes con aspiraciones políticas. Se dedicaban a prepararlos para la vida pública mediante el estudio de la dialéctica y la retórica, convirtiéndose así en los primeros educadores profesionales, ya que cobraban por sus enseñanzas, algo criticado en su tiempo.

Características de la Corriente Sofística

La corriente sofística se caracterizó por varios rasgos:

  • Defendían que la oratoria era la ciencia humana más importante.
  • Consideraban la educación y la cultura como medios para alcanzar la excelencia, entendida no como virtud moral sino como éxito en la vida pública.
  • Reclamaban un pago por su enseñanza.
  • Se centraban en los asuntos prácticos que afectan al ser humano.
  • Defendían el **convencionalismo democrático**, según el cual las leyes son fruto de acuerdos y, por tanto, relativas frente a la *physis*, que es permanente.
  • Sostenían un marcado **relativismo moral**, pues lo bueno y lo malo dependen de las tradiciones y culturas, no de principios universales.

Eran maestros en el uso del lenguaje y presumían de poder convertir el argumento más débil en el más fuerte gracias a su retórica. Con el tiempo, el término sofista adquirió un sentido peyorativo, asociado a personas que buscaban fama y dinero en lugar de la verdad. En oposición a ellos, Sócrates prefirió llamarse a sí mismo filósofo, es decir, “amante de la sabiduría”.

Sofistas Destacados: Protágoras y Gorgias

  • Protágoras: Defendió el relativismo, afirmando que **“el hombre es la medida de todas las cosas”**, lo que significa que la verdad depende de los intereses humanos. También sostuvo el convencionalismo, pues consideraba que las leyes y normas son fruto de acuerdos y no de una justicia universal.
  • Gorgias: Llevó estas ideas al nihilismo y al escepticismo radical. Según él: nada existe; si algo existiera, no podría conocerse; y si pudiera conocerse, no podría comunicarse. Para Gorgias, el lenguaje no expresa lo real, sino que se convierte en un juego de palabras que puede manipularse.

Sócrates: El Saber, la Virtud y el Intelectualismo Moral

Sócrates (470-399 a. C.) nació en Atenas y vivió durante el esplendor de la ciudad en el siglo V a. C. Fue un hombre austero, ajeno a la riqueza y poco interesado en la política, pues creía que su verdadera contribución a la *polis* era la filosofía. Desde joven destacó por su inteligencia, la fuerza de su palabra y la ironía con la que interpelaba a los jóvenes aristócratas, cuestionando sus creencias.

Sócrates no dejó escritos propios; lo conocemos gracias a Platón, Jenofonte y Aristófanes. Frente al relativismo y escepticismo de los sofistas, proclamó la famosa frase **“solo sé que no sé nada”**, convencido de que reconocer la ignorancia es el inicio de la filosofía. Buscaba superar el relativismo moral mediante la definición de conceptos universales que expresaran la esencia de la justicia, la virtud o la verdad, comunes a todos los seres humanos. Según él, estos conceptos residen en el alma, y el filósofo debe ayudar a descubrirlos.

El Método Socrático

De aquí surge el método socrático, basado en el diálogo como camino hacia la verdad. Consta de dos fases:

  1. La Ironía: Sócrates fingía ignorancia y, mediante preguntas, hacía que su interlocutor reconociera sus contradicciones.
  2. La Mayéutica: Con la que, a través de nuevas preguntas, ayudaba a “dar a luz” las ideas verdaderas que ya habitaban en el alma del discípulo.

El Intelectualismo Moral

Su filosofía moral giraba en torno a la virtud como fundamento de la felicidad. Consideraba que la virtud es un saber: quien conoce el bien verdadero actúa en consecuencia, mientras que quien obra mal lo hace por ignorancia, nunca de manera voluntaria. Esta doctrina recibe el nombre de **intelectualismo moral**. Para Sócrates, ser virtuoso es lo único que garantiza la auténtica felicidad, pues los bienes materiales son efímeros, mientras que la virtud es permanente.

También defendía que es preferible sufrir una injusticia antes que cometerla, ya que nunca es lícito obrar mal, ni siquiera como respuesta a un daño recibido. Coherente con estas ideas, aceptó su condena a muerte en el año 399 a. C., acusado de impiedad y de corromper a la juventud. Rechazó huir de la cárcel y bebió la cicuta, cumpliendo la sentencia para respetar las leyes de su ciudad.

Aspasia de Mileto: Filósofa y Centro Cultural de Atenas

Aspasia nació en Mileto, pero pasó la mayor parte de su vida en Atenas, donde trabajó como *hetaira*, un oficio reservado a mujeres refinadas que recibían educación para poder relacionarse con personas cultas y, a cambio, podían vender su compañía. Era una mujer muy inteligente, reconocida por impartir clases de filosofía y retórica, y entre sus discípulos se cuentan Anaxágoras, Sócrates y Pericles.

Pericles la convirtió en su compañera, lo que generó escándalo y críticas de los sectores más conservadores de Atenas, que acusaban a Aspasia de influir en la política mediante Pericles. Aun así, su casa se convirtió en un centro cultural, filosófico y literario, respetado y admirado por los intelectuales de la época.

Aspasia también destacó como científica y médica, especialmente en los campos de obstetricia, ginecología y cirugía. Aunque sus obras se han perdido, el médico bizantino Aetius, en su enciclopedia médica, recogió sus conocimientos. Entre sus aportaciones se incluyen la detección y prevención de embarazos de riesgo y el desarrollo de remedios naturales para el postparto.