Filosofía Moderna: Razón, Moral y Sociedad en Descartes, Hume, Kant y Rousseau

Filosofía Moderna: Razón, Moral y Sociedad en Descartes, Hume, Kant y Rousseau

Este documento explora las ideas fundamentales de cuatro de los pensadores más influyentes de la Edad Moderna: René Descartes, David Hume, Immanuel Kant y Jean-Jacques Rousseau. Abordaremos sus contribuciones clave en metafísica, ética, teoría del conocimiento y filosofía política, destacando cómo sus conceptos transformaron el pensamiento occidental.

René Descartes: El Hombre y la Metafísica

Una vez completado su método, Descartes lo aplicó a la metafísica con el fin de conseguir un conocimiento universalmente válido. Para comenzar, empleó la duda como método: puso en duda todo aquello que en alguna ocasión nos había fallado. Como conclusión de esta duda, Descartes llegó a la prueba del cogito: mientras estoy dudando, soy consciente de que soy un ser que duda; dudar es un tipo de pensamiento, con lo que tengo una certeza absoluta: yo pienso, yo soy (cogito ergo sum).

A partir de aquí, y basándose en esta verdad indubitable, Descartes pudo afirmar dos cosas más: soy una cosa que piensa (res cogitans) y una cosa que ocupa un espacio (res extensa). Descartes afirmó un dualismo según el cual alma (el cogito) y cuerpo (sustancia extensa) mantienen una lucha permanente, siendo dos sustancias diferentes. La relación entre estas dos sustancias se da a través de la glándula pineal, haciendo posible al alma gobernar el cuerpo mediante dicha conexión, a través de la cual el cuerpo comunica los estados del alma, mientras que el alma transmite sus decisiones a su cuerpo.

El ser humano es propiamente la sustancia pensante (el cogito), independiente de la sustancia extensa (su cuerpo físico). El cuerpo, como toda la realidad física, actúa como una máquina (tal y como defiende el mecanicismo) y no puede comportarse de forma libre. Sin embargo, el alma (el cogito), que es inmortal, actúa de forma libre y debe gobernar a esa misma máquina.

Immanuel Kant: La Ética del Deber

La ética de Kant tiene su punto de partida en un hecho indubitable: la existencia de la ley moral en mi pecho que me hace consciente de mi deber y mi responsabilidad. Supone la existencia de una libertad que ha sido puesta en entredicho por la Razón Pura al afirmar que Dios, Alma y Mundo son antinomias de dicha razón. Kant apela a la existencia de otro tipo de razón: la Razón Práctica, que posee distintas normas que la razón pura especulativa.

La Razón Práctica es la encargada de analizar los actos para determinar lo que está bien de lo que está mal. La primera cuestión de Kant es llegar al hecho de que un acto solo puede ser bueno o malo por la voluntad con la que ha sido hecho: no por las consecuencias, sino por la motivación. Así, la ética kantiana es racional, deontológica y formal:

  • Racional: porque el criterio con el que se elige el imperativo es un criterio racional.
  • Deontológica: porque el valor absoluto que debe ser respetado en cada decisión es el deber.
  • Formal: porque no prescribe nada concreto: hay que obrar por el deber.

La racionalidad práctica debería otorgar a aquel sujeto que la utiliza en su acción los mejores resultados que al ser irracional. Los actos realizados por el imperativo categórico deberían ser mejores que los que no. Pero no es así: hay una injusticia por la cual el justo sufre más que el injusto.

David Hume: Dios y el Conocimiento

La Existencia de Dios

Hume no niega la existencia de Dios, pero sí la posibilidad de demostrar su existencia. La idea de Dios es la de una sustancia infinita con todas las perfecciones. Si aplicamos el criterio de validez de Hume, siendo nuestras impresiones puntuales y concretas, resulta difícil que podamos tener una impresión de infinito, que por sí misma debería ser infinita. La idea de sustancia infinitamente perfecta se queda sin impresión que la legitime; por tanto, no hay ningún conocimiento de Dios.

Se ha intentado demostrar la existencia de Dios por el principio de causalidad. Los fenómenos en la naturaleza han sido concebidos por una Causa Primera, que es Dios. Hume descubre dos puntos falsos: primero, no tenemos percepción de la naturaleza ni de su funcionamiento; y segundo, carece de valor aplicar el principio de causalidad más allá de nuestras impresiones, así que es imposible demostrar la existencia de Dios.

No sabemos ni podemos saber de dónde vienen nuestras impresiones; pretender contestar a esta pregunta es querer ir más allá de nuestras impresiones, y es imposible. En materia de religión, Hume es agnóstico.

La Teoría del Conocimiento

El racionalismo afirma que en nuestro entendimiento hay ideas innatas, y que de ellas se pueden deducir todos nuestros conocimientos de la realidad. El empirismo se opone al racionalismo. Para el empirismo, el conocimiento procede de la experiencia. La experiencia es la constatación de un hecho, y se da por medio de los sentidos. La experiencia es la base del conocimiento; los sentidos, la base de la experiencia; y, por tanto, los sentidos son la base del conocimiento.

Hume considera que las percepciones son los elementos del conocimiento. Distingue entre impresiones e ideas. Las ideas provienen de las impresiones, y a toda idea le corresponde una impresión. El criterio para diferenciar impresiones e ideas es la vivacidad.

Hume distingue dos tipos de conocimiento:

  1. Relaciones de ideas: Es el conocimiento que no se refiere a hechos, sino a la relación entre ideas (ej. matemáticas, lógica).
  2. Conocimiento de hechos: Es el conocimiento referido a impresiones que proceden de la experiencia.

Jean-Jacques Rousseau: La Política y el Contrato Social

El objetivo es explicar el origen de las desigualdades sociales, intentando generar un nuevo contrato social que ponga fin a las mismas. Para Rousseau, el hombre “es bueno por naturaleza”; sin embargo, la sociedad, con la propiedad privada y con las leyes, ha generado unas desigualdades sociales que nos transforman en seres egoístas. El contrato social en la época de nuestro autor nos convertía en súbditos incapaces de tomar decisiones por nosotros mismos, ya que el conjunto de leyes nos impedía desarrollar nuestra naturaleza.

La manera de acabar con las desigualdades es firmar un nuevo contrato social, el cual se ocupe, fundamentalmente, de promover la voluntad general frente a la voluntad particular. De esta manera, el hombre natural se convierte en ciudadano, miembro de un cuerpo social y moral, y cuya virtud reside en la defensa del bien común por encima de los intereses particulares egoístas, abandonando así el papel de súbdito para convertirse en soberano y alcanzando su mayor grado de libertad. Alcanza su mayor grado de libertad al transformar su libertad natural en libertad civil o social. De ahí que Rousseau afirme que obligar a un individuo en contra de su voluntad a someterse a la voluntad general es lo mismo que obligarle a ser libre. La expresión colectiva de esta libertad civil es lo que Rousseau denomina voluntad general. Dicha voluntad general será la voluntad del conjunto de los ciudadanos o soberanos.

La Educación y el Estado

Para llevar a cabo dicho contrato social, será necesario construir un sistema educativo que posibilite el desarrollo de los instintos naturales de los alumnos, ya que Rousseau parte del axioma de que: “El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que lo corrompe”. La nueva pedagogía queda recogida en el libro: Emilio. En él, Rousseau expone un método pedagógico que aspira a formar al hombre de acuerdo con su auténtico ser natural, con el fin de evitar la corrupción que la entrada en sociedad lleva consigo. La educación comprende tres ámbitos principales que aparecen según el siguiente orden: formación física, formación moral y formación política o civil. La tarea educativa consiste en seguir los dictados de la naturaleza, es decir, en la extracción del instinto natural de cada uno de los alumnos; este es el “naturalismo pedagógico” de Rousseau. Frente a la fría cultura “racionalista”, propone una educación que siga y fomente los procesos naturales humanos sin alterarlos y que se base en los sentimientos naturales del amor a sí mismo y del amor al prójimo.

El nuevo Estado nacido del pacto sería un Estado plenamente racional y moral. Dicho Estado se estructurará en tres bloques:

  • Soberano: Para Rousseau, el soberano es el pueblo, el cuerpo social y moral, que no puede ser representado. Será aquí donde se ejerza la voluntad general.
  • Legislador: Aquel que va a materializar la voluntad general en leyes. El autor de las mismas no es otro que el “pueblo” (él es el único soberano). Pero dado que el “pueblo” no siempre ve el bien, su voluntad es ciega y “con frecuencia no sabe lo que quiere, porque rara vez sabe lo que le conviene”, necesita un “guía”: el legislador.
  • Gobierno: Resultado del consenso, puede ser elegido. Es aquel que posee el poder ejecutivo, pero no por ello debe representar al soberano, ya que la soberanía no puede ser representada.

Considera que para llevar a cabo este proyecto debe existir una religión de Estado: una religión civil y nacional. Dicha religión tendrá un carácter cohesionador, ya que ayudará a los hombres a convertirse en buenos ciudadanos, amantes de sus deberes y de las leyes.

De este modo, Rousseau habrá conseguido explicar el origen de las desigualdades sociales, la perversión por la sociedad, y crear un nuevo pacto social que consiga eliminar las mismas. Por tanto, habrá alcanzado su objetivo principal.