Conceptos Fundamentales en Filosofía: Agustín, Aristóteles, Kant y Rousseau

La Concepción de Dios en San Agustín

San Agustín no buscó una demostración estrictamente racional de la existencia de Dios. No obstante, abordó este asunto presentando los siguientes argumentos:

  • Defendía a Dios como fundamento de la verdad que el alma encuentra en sí misma. Es decir, el ser humano capta en el interior de su propia alma verdades inmutables, necesarias y eternas. Estas verdades no tienen su razón de ser en nosotros, ya que no somos inmutables, necesarios ni eternos. Tampoco la tienen en lo sensible, que no presenta tales características. La causa y fundamento de tales verdades solo puede localizarse en Dios, pues solo Él posee tales características. Por lo tanto, la existencia de Dios está fuera de toda duda.
  • Otro de sus argumentos se basa en el orden y la belleza del universo. El orden y la belleza presentes en el universo reclaman un autor de dicho orden y belleza: la creación misma es la prueba evidente de la existencia de Dios.
  • Además, defiende que la mayoría de los seres humanos coincide en afirmar la existencia de un ser superior al mundo, al que este debe su existencia. Este ser es Dios, lo cual se apoya en el consenso universal existente.

Con respecto a la esencia divina, señala que Dios es trascendente al pensamiento y que su naturaleza es algo que se nos escapa. En efecto, para Agustín, Dios es indeterminable e incomprensible para nosotros. A pesar de ello, los atributos de Dios pueden resumirse de la siguiente manera:

  • Dios es, en primer lugar, Realidad suprema, causa creadora de todo y fuente de todo lo real.
  • Es absolutamente simple y espiritual, pero en su simplicidad posee en plenitud todas las perfecciones.
  • Es infinito, eterno, necesario e inmutable.
  • Dios es Pensamiento supremo y, por consiguiente, fuente de todo pensamiento, verdad e inteligibilidad.
  • Dios es Voluntad suprema, Bondad infinita, Amor sustancial, Santidad máxima y principio de orden moral.
  • Dios es también Belleza suprema y paradigma de toda belleza.
  • Es Sabiduría y Providencia que lo gobierna todo sin que nada escape a su cuidado.

Por otra parte, Agustín defiende que el ser humano es incapaz de redimirse por sí solo del mal y que la salvación de su alma inmortal requiere necesariamente del auxilio divino; es decir, la salvación del alma es una gracia divina. Respecto al mal, este no es causa de Dios, pues todo lo creado por Él, precisamente por haber sido creado por Dios, está dotado de ser, mientras que el mal se caracteriza por la carencia o ausencia de un bien que se suponía.

Además, el ser humano realiza el mal a causa del libre albedrío, que le permite elegir entre hacer el bien o el mal. Esta capacidad de hacer el bien voluntariamente es otorgada por Dios y es un bien en sí mismo, pues el ser humano puede decidir si acercarse hacia Dios o hacia el mal. Por último, cabe resaltar que Dios creó el mundo de una sola vez y usó sus pensamientos como modelo, conteniendo estos todas las esencias pasadas, presentes y futuras. Lo creó basándose en su bondad divina y en su libre voluntad.

Planteamiento Aristotélico Acerca del Alma: Antropología y Psicología

Para Aristóteles, el ser humano es un ser natural constituido de materia y forma, como cualquier otra sustancia. Como ser vivo que es, su materia es el cuerpo y su forma, el alma. El alma será interpretada fundamentalmente por Aristóteles como principio vital. Este principio de vida permite a los seres vivos realizar funciones vitales y los diferencia de los seres inertes o inanimados. Como consecuencia, el alma no es para Aristóteles exclusiva del ser humano, sino que la poseen todos los seres que tienen vida en potencia, puesto que es la esencia vital. Con ello, rechaza el dualismo antropológico de Platón, puesto que la unión alma-cuerpo es entendida por Aristóteles como una unidad perfectamente natural y esencial, conformando el compuesto hilemórfico que es el ser viviente en general y el ser humano en particular. Con ello, Aristóteles negará la inmortalidad del alma y su preexistencia a la unión con el cuerpo, ideas defendidas por Platón. Aristóteles distingue tres clases:

  • El alma vegetativa: la poseen todos los seres vivos y es la única de que disponen las plantas.
  • El alma sensitiva: la cual es propia de los animales y, además de cumplir las anteriores funciones, les permite las funciones de la percepción sensible, deseo y movimiento local.
  • El alma racional: que es propia y exclusiva del ser humano, incluye las funciones asociadas al alma vegetativa y sensitiva y es, además, el principio de conocimiento racional y de la libre voluntad.

Ética Kantiana: La Ilustración y el Imperativo Categórico

Según Kant, la Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí el lema de la Ilustración.

Según Kant, solo tienen valor moral las acciones realizadas por el deber mismo, sin considerar el interés o las inclinaciones particulares. El deber es, según Kant, la necesidad de una acción por respeto a la ley. La característica esencial de la ley es la universalidad estricta, sin excepciones. Si nuestras voluntades fueran santas, habría una coincidencia plena entre los principios subjetivos de nuestras acciones (máximas) y los principios objetivos de la moralidad (es decir, nuestras acciones coincidirían siempre con los dictados de la razón). Pero como a menudo se produce una discrepancia, los principios objetivos se nos presentan como mandamientos o imperativos. La obligación, el «deber», implica libertad: la libertad de obedecer o desobedecer la ley. Libertad y ley moral se condicionan mutuamente.

Los imperativos pueden ser hipotéticos cuando las acciones ordenadas se conciben como buenas para conseguir un cierto fin. Pero, según Kant, el imperativo moral no puede ser hipotético, sino categórico. Es decir, debe ser un imperativo que ordena las acciones no como medios para ningún fin, sino por ser buenas en sí mismas. No hay más que un imperativo así, y su fórmula es: «Obra solo según la máxima que te permita al mismo tiempo querer que esa máxima se convierta en ley universal».

El hombre, como ser racional, existe como fin en sí mismo, no solo como medio para el uso de esta o aquella voluntad. Los seres de la naturaleza, si son irracionales, tienen un valor meramente relativo, como medios, y por eso se llaman «cosas». En cambio, los seres racionales son llamados personas porque su naturaleza los distingue como fines en sí mismos; es decir, como algo que no puede ser usado meramente como medio. Por eso, podemos formular también así el imperativo categórico: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio».

Kant afirma que la voluntad del hombre, considerado como ser racional, debe respetarse como fuente del derecho. Este es el principio de la autonomía de la voluntad. La voluntad moral, que obedece al imperativo categórico, no debe estar determinada por el interés ni a merced de deseos e inclinaciones; debe ser autónoma: darse a sí misma la ley a la cual obedece.

Esta autonomía de la voluntad es lo que Kant denomina el principio supremo de la moralidad. Los tres objetos de la metafísica: la libertad, la inmortalidad del alma y Dios, son considerados los postulados de la razón práctica. Kant los denomina postulados porque, al no ser demostrables, deben ser supuestos como condiciones necesarias de la moralidad. Así, la exigencia moral de obrar por respeto al deber supone la existencia de la libertad. Además, la razón nos ordena aspirar a la concordancia perfecta entre nuestra voluntad y la ley moral; esta perfección es inalcanzable en una existencia limitada y exige, por tanto, la inmortalidad como una condición necesaria. Por último, la disconformidad existente entre el ser y el deber ser exige la existencia de Dios como una realidad en la que el ser y el deber ser se identifican.

Filosofía Política de Rousseau: El Contrato Social

Llegó un momento en que los hombres no podían seguir viviendo aislados y se agruparon a causa de la presión demográfica o para realizar tareas colectivas como la caza. En los primeros momentos, esta vida común no había corrompido al hombre, ya que las desigualdades eran solo fruto de la biología, y el amor propio y la razón apenas tenían fuerza para cegar la piedad natural. Sin embargo, con la minería y la agricultura, los hombres pudieron acumular recursos y nació el concepto de propiedad. A causa de la propiedad, las desigualdades se incrementaron y el deseo de poseer más provocó guerras, asesinatos y luchas. Es en este momento cuando sí se produce la guerra de todos contra todos: los que no tienen roban a los que tienen, y los que tienen intentan robar a los más débiles.

En esta situación caótica, los ricos ven la necesidad de crear un orden y una ley que proteja sus propiedades, por lo que instituyen el pacto social. Sin embargo, para que los carentes de propiedades entren en el pacto social, también deben ser beneficiados por él, pues, de lo contrario, ¿qué sentido tendría entrar en él cuando sería mejor la lucha de todos contra todos? Por esto, el pacto social establece que todos los miembros del pacto son partes indivisibles de un todo y que todos ponen en común sus fuerzas para defender los intereses del nuevo cuerpo político.