El Renacimiento: Características, lírica y prosa

Características del Renacimiento

El Renacimiento es un movimiento cultural que abarca todos los aspectos de la actividad humana. En su esencia, es un renacer a lo clásico con el resurgimiento de valores sociales y estéticos que se manifiestan en nuevas formas artísticas y expresivas. Cronológicamente, tiene su inicio a mediados del siglo XIV en las ciudades del norte de Italia y desde allí se difunde al resto de Europa, donde se desarrolla en el siglo XVI. El Renacimiento se sustenta sobre dos pilares básicos: la imitación de los modelos clásicos y la aplicación de los principios del Humanismo. El hombre renacentista busca en la Antigüedad Clásica una nueva escala de valores para el individuo y para la vida humana y terrenal. De esta nueva valoración nace el Humanismo. Según el Humanismo, el ser humano es el centro del Universo. La vida humana es digna de ser vivida con sus bellezas y placeres. El hombre renacentista se siente capaz de dominar el mundo y de fraguar su propia existencia. Además, el humanista defiende el estudio, la lectura y el uso de las lenguas clásicas. Los rasgos más significativos del Renacimiento están en consonancia con la mentalidad burguesa. Se destaca la dignidad del ser humano, centro del mundo y dueño de su destino. Ello explica también el intenso vitalismo. Es una época de optimismo en la que se piensa que el ser humano es la medida de todas las cosas. El universo y la naturaleza parecen estar a disposición del ser humano, que, con la ciencia y la técnica, se cree capaz de dominarlos y organizarlos racionalmente. El racionalismo, por tanto, será un rasgo distintivo de la nueva época. Esa confianza en el poder de la razón explica una idea bien fecunda desde entonces: la idea de progreso. Los sistemas filosóficos que tienen mayor importancia en el Renacimiento son:

  • El escepticismo: fomenta la actitud crítica del ser humano ante la realidad.
  • El epicureísmo: invita al goce moderado de la vida.
  • El estoicismo: exalta el dominio de las pasiones y elogia la serenidad espiritual y la resignación ante la adversidad.
  • El neoplatonismo: exalta la belleza de los seres materiales y de la Naturaleza, a los que considera como un reflejo de la belleza divina.
  • El erasmismo: defiende una religiosidad íntima, centrada en la pureza de las costumbres.

El Renacimiento tuvo tres grandes precursores en el siglo XIV: Dante Alighieri, Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio.

La lírica del Renacimiento

La lírica culta del Renacimiento nace de la confluencia de dos corrientes: la tradición castellana de los cancioneros y la poesía italianizante. La vieja escuela de los cancioneros cortesanos convive largo tiempo con la nueva poesía renovadora que llega de Italia. Y, aunque las formas métricas de la poesía italianizante acaban imponiéndose, la huella de la poesía de cancionero prevalece en motivos literarios concretos y, sobre todo, en rasgos de estilo (el gusto por los juegos conceptistas, por ejemplo). Las dos corrientes poéticas, además, proceden de tradiciones previas comunes: la lírica del amor cortés cultivada por los trovadores y la lírica petrarquista. Hasta mitad del siglo XVI se produce la aclimatación de las nuevas formas y contenidos procedentes de Italia. Fecha clave será la publicación póstuma de las obras de Juan Boscán y Garcilaso de la Vega, los dos pioneros en la defensa de la poesía renacentista italianizante. La nueva poesía introduce nuevos géneros, motivos, temas, versos y estrofas, además de una sensibilidad poética también diferente.

En relación a las nuevas formas métricas, el Renacimiento emplea el verso endecasílabo combinado con el heptasílabo. Estos dos versos constituyen la base de las nuevas estrofas:

  • Lira: aBabB
  • Octava real: ABABABCC
  • Estancia: esquema variable de heptasílabos y endecasílabos
  • Tercetos encadenados: diferentes combinaciones de endecasílabos (ABA/BAB…)

Los principales poemas estróficos son la canción y el soneto:

  • Canción renacentista: constituida por un número variable de estancias (el esquema de la primera se sigue en las siguientes).
  • Soneto: 14 versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos (ABBA/ABBA) y dos tercetos de rima consonante.

Con respecto a las tendencias poéticas, podemos detenernos en tres: la poesía petrarquista, la poesía ascético-moral y la poesía mística. Con el petrarquismo culmina el proceso de espiritualización que experimenta el amor cortés de los trovadores provenzales. Ese proceso lo inicia el Dolce stil novo a finales del siglo XIII. Petrarca, a mediados del siglo XIV, incorpora elementos innovadores: el análisis minucioso de las galerías del alma, la fusión lírica con la naturaleza y la sinceridad en la expresión del sentimiento. Por último, los seguidores italianos de Petrarca de principios del siglo XVI enriquecen esa tradición poética con componentes neoplatónicos.

La prosa en el siglo XVI

Tendencias narrativas del siglo XVI

A lo largo del Renacimiento se desarrollan dos tendencias narrativas: una de tendencia idealista y otra de tendencia realista. La tendencia idealista incluye diferentes tipos de novelas:

  • Los libros de caballerías, de éxito en siglos anteriores, continúan con la forma definitiva que Garci Gómez de Montalvo da a Amadís de Gaula (1508).
  • La novela corta italiana, de enmarañada intriga y temas trágicos o burlescos, es imitada por Juan de Timoneda en el Patrañuelo y adaptada después genialmente por Cervantes.
  • La novela pastoril se inspira en obras de la literatura clásica, siguiendo el modelo de la Arcadia, del italiano Sannazaro. La idealización de la naturaleza y de la vida en el campo, junto con la alabanza a la vida retirada son propias de este género. La primera novela del género es Los siete libros de Diana (1559), de Jorge de Montemayor.
  • La novela bizantina imita un género narrativo griego y describe el azaroso viaje de los protagonistas.
  • La novela morisca tiene sus antecedentes en los romances fronterizos y desarrolla historias sentimentales entre moros y cristianos al final de la Reconquista.

La novela picaresca

La mejor manifestación de la tendencia realista es la novela picaresca, iniciada en 1554 con La vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. En el nacimiento del género influyen diversas circunstancias:

  • El ambiente social de la época, con cambios demográficos y movilidad de individuos que, sin trabajo estable, llenan las ciudades y viven de la mendicidad y del pillaje.
  • La creciente discriminación por cuestiones de “limpieza de sangre” que sufren los “cristianos nuevos”.
  • La aparición de las ideas erasmistas.
  • La reacción literaria que surge contra los libros de caballerías, ante los que la picaresca opone como protagonista un antihéroe.

El protagonista de la novela picaresca es un pícaro, un personaje que muestra una actitud antiheroica y vive a base de trucos y trampas. Presenta con ironía un origen genealógico bajo, que lo predetermina. Trabaja como criado de muchos amos y actúa por móviles inmediatos. Sufre con resignación las adversidades, buscando ascender en la escala social. Tiene una gran capacidad de adaptación y posee un código de honor deformado. A nivel de estructura creativa, la novela picaresca es una ficción autobiográfica relatada en primera persona cuya historia se basa en una sucesión de memorias por episodios. La acción es itinerante y los acontecimientos se subordinan a un final predeterminado. El relato sigue una evolución temporal típica de una narración ab ovo (desde el principio), desde la niñez a la madurez. Además, existen confluencias temporales, pues se intercalan visiones del narrador-adulto y del narrador-niño.

El Lazarillo

Las tres primeras ediciones de El Lazarillo datan de 1554 (Burgos, Amberes y Alcalá de Henares). Las tres aparecen sin nombre de autor. El Lazarillo relata en primera persona la historia de Lázaro, un personaje de origen humilde nacido a orillas del río Tormes, que aprende a sobrevivir gracias a su ingenio y consigue asentarse como pregonero de Toledo, logrando así un hipotético ascenso social. El tema es la historia de un aprendizaje y se muestra mediante el relato de los episodios y peripecias que le suceden a Lázaro. Otros temas que aparecen en la obra son el hambre, la hipocresía, la falsa honra, la pobreza, la insolidaridad humana o la mendicidad. La obra se compone de un prólogo y siete tratados de extensión variable que forman una carta dirigida a un personaje desconocido (Vuessa merced), en la que el protagonista trata de justificar su “caso”, una situación de deshonor. Los tres primeros tratados (ciego, clérigo, escudero) son más extensos y elaborados que los restantes y describen las andanzas de Lázaro-niño. Los temas que los unen son el hambre y la astucia del personaje para sobrevivir. A partir del tratado IV (fraile de la Merced), Lázaro va creciendo y mejor su situación hasta llegar a lo que él considera la cumbre de su buena fortuna (tratado V: buldero; tratado VI: capellán).

En el tratado VII (arcipreste) Lázaro es un hombre maduro, está casado y desempeña un oficio respetable, el de pregonero. Es entonces cuando conocemos el “caso”: las habladurías sobre el amancebamiento de su mujer con el arcipreste de San Salvador. Los personajes de la obra son arquetipos, es decir, individuos que representan a una clase o grupo social y, como tales, modelos acabados. Solo Lázaro es un personaje complejo, que evoluciona a lo largo de la historia. El lenguaje de El Lazarillo es sencillo y claro y los diálogos se animan con frases coloquiales. La novela está en consonancia con los ideales estilísticos de sencillez y equilibrio típicos del Renacimiento. El éxito de la obra fue amplio y rápido, sin duda porque reflejaba problemas reales e incluso históricos.