Características Generales de la Pintura Renacentista
El arte renacentista tuvo como objetivo representar al ser humano y la naturaleza tal como son, buscando la belleza mediante un naturalismo idealizado. Se seleccionaban los elementos más hermosos y se representaban científicamente, aplicando el canon de proporciones y la perspectiva. El cuerpo humano se convirtió en el centro de interés, como en la Antigüedad clásica, analizándose desde todos los ángulos con técnicas como el escorzo.
La perspectiva fue uno de los grandes logros del Renacimiento. En el Quattrocento se desarrolló la perspectiva lineal, basada en estudios geométricos y teorizada por Alberti, con líneas de fuga que convergen en un punto. Posteriormente, Leonardo da Vinci introdujo la perspectiva aérea, que desdibuja contornos y da un tono azulado a los objetos lejanos, creando el efecto sfumato.
Las composiciones eran simétricas, equilibradas y geométricas (triángulo). Se abandonaron los fondos dorados medievales por escenarios naturales y concretos. En cuanto a técnicas, se usaron el fresco (culminando en la Capilla Sixtina), el temple y, desde el siglo XV, el óleo y el lienzo, especialmente en Venecia.
Los temas fueron tanto religiosos como profanos, dependiendo del comitente. Los encargos civiles se decantaron por temas mitológicos, alegóricos e históricos, aunque el género religioso siguió siendo muy importante, adoptando un punto de vista más humano: Cristo se presentaba como hombre, incidiendo en lo que lo mostraba como tal.
El Retrato en el Renacimiento
El retrato ganó importancia en el Renacimiento, sobre todo en Florencia desde el siglo XIV. Artistas como Pisanello o Botticelli retrataban no solo el aspecto físico, sino también la posición social y el carácter de la persona. A diferencia de la Edad Media, donde el retrato destacaba la jerarquía, ahora se centraba en el individuo, reflejo del auge del humanismo. Al principio se pintaban de perfil, como en las monedas romanas, con fondos detallados de paisajes; más adelante se empezó a usar la postura de tres cuartos, eliminando el paisaje para centrar la atención en el retratado.
La Pintura Mitológica
La pintura mitológica se recuperó como parte del interés por el mundo clásico. Se representaban dioses y héroes de la mitología grecorromana, a menudo como excusa para pintar cuerpos desnudos o contar historias con cierto aire idealista. Aunque no había muchos modelos antiguos para copiar, los artistas se inspiraban en esculturas y edificios clásicos para ambientar sus escenas.
Evolución del Dibujo y la Luz
En el Quattrocento, el dibujo era más marcado, intenso, nítido y firme, mientras que en el Cinquecento perdió vigor en favor del color, que buscaba la armonía cromática sin fuertes contrastes.
En el Quattrocento, la luz era conceptual, sin un foco que la generara, iluminando todo el espacio por igual, diáfana y homogénea, sin sombras. En el siglo XVI surgió la idea de la luz dirigida, que iluminaba selectivamente, apareciendo el claroscuro (Leonardo).
La Pintura del Quattrocento (Siglo XV)
Los pintores más destacados del Quattrocento fueron Masaccio, Piero della Francesca, dentro de una corriente innovadora que rompía con la tradición gótica y se interesaba por la perspectiva, y Fra Angelico y Botticelli, en la conservadora, con una ruptura solo parcial con el período anterior.
Fra Angelico (c. 1400-1455)
Pintor y dominico italiano de principios del Renacimiento, combinó la vida de fraile con la de pintor. Fue llamado Angélico y Beato por su temática religiosa, la serenidad de sus obras y su devoción. Se cree que comenzó como iluminador de misales y luego pintó retablos y tablas. Entre sus primeras obras importantes está El juicio universal (San Marcos), con figuras y fondos dorados, siguiendo la tradición gótica. En 1436, los dominicos se trasladaron al convento de San Marcos de Florencia, reconstruido por Michelozzo. Fra Angelico pintó numerosos frescos en el convento, introduciendo soluciones del Renacimiento.
Combinó la elegancia decorativa del gótico de Gentile da Fabriano con el estilo realista de Masaccio y los escultores Ghiberti y Donatello, y aplicó las teorías de la perspectiva de Alberti. Logró expresiones de devoción en los rostros y usó el color para dar intensidad emotiva. Su maestría en la creación de figuras monumentales, la representación del movimiento y la perspectiva lineal lo confirman como uno de los pintores más importantes del primer Renacimiento. En el Museo del Prado se conserva La Anunciación (1430-1432), ejemplo de la transición entre el gótico internacional y el Renacimiento.
Masaccio (1401-1428) y Piero della Francesca
Entre sus obras más destacadas se encuentran: de Masaccio, El tributo de la Moneda y La Trinidad; y de Piero della Francesca, la Historia de la Vera Cruz y el retrato de Federico de Montefeltro y su esposa.
La obra más ambiciosa de Piero della Francesca son los frescos de la Historia de la Santa Cruz, en San Francisco de Arezzo. En El sueño de Constantino, utiliza el claroscuro para crear un ambiente irreal y dotar de volumen a sus figuras, antecedente del claroscuro posterior.
Botticelli (hacia 1445-1510)
En la Florencia de finales del siglo XV, la pintura dejó de centrarse tanto en la innovación técnica. Botticelli no buscaba sorprender con realismo o perspectiva, sino transmitir belleza ideal y emoción. Sus figuras son elegantes, alargadas y con expresiones algo tristes. Su dibujo destaca por las líneas suaves y curvas, sobre todo en los cabellos y ropas, lo que recuerda al estilo del Gótico internacional. Muchos lo consideran el mejor pintor del Quattrocento por cómo une lo antiguo y lo nuevo.
Pintó temas religiosos como Vírgenes con el Niño o frescos, pero sus obras más famosas son las mitológicas, hechas para los Médici. Estas pinturas no son simples historias de dioses: transmiten ideas del neoplatonismo, una filosofía que intentaba unir la visión pagana del mundo clásico con el cristianismo. Botticelli, influido por esta corriente, trataba de mostrar que los antiguos ya intuían verdades cristianas.
En El nacimiento de Venus, lo más importante no es el paisaje, sino la figura de Venus, que representa una belleza serena y misteriosa. En La primavera, cuenta una historia en tres partes que habla de los distintos tipos de amor, mezclando mitología y símbolos relacionados con la naturaleza y la fertilidad.
En esta línea, Minerva con el centauro es una alegoría moral y política del buen juicio de Lorenzo de Médici: la pasión y la fuerza bruta (el centauro) son dominadas por la razón.
La Pintura del Cinquecento o Alto Renacimiento (Siglo XVI)
Durante el Cinquecento (primer cuarto del siglo XVI), perdura la importancia de la escuela florentina, pero sus principales artistas trabajarán en Roma bajo el mecenazgo papal o recorrerán Italia, como Leonardo. La pintura culmina una evolución iniciada a finales del Quattrocento, con nuevas características:
- El color y la luz: El color empieza a imponerse al dibujo y los contornos se difuminan para captar la perspectiva aérea, no solo en paisajes sino también en planos cercanos. La luz difusa anterior se sustituye por un claroscuro más contrastado, con zonas en sombra.
- Claridad y grandiosidad: Hay un deseo de claridad y grandiosidad: las composiciones buscan una ordenación geométrica y simétrica, como la composición triangular, en la que las figuras forman un grupo cerrado y se relacionan entre sí. Las composiciones se simplifican frente a la complejidad del Quattrocento.
Leonardo da Vinci (1452-1519)
Genio emblemático del Renacimiento por su personalidad polifacética (artista, ingeniero y científico). Su producción pictórica es escasa, pero con grandes aportaciones. Fue el primero en teorizar sobre la insuficiencia de la perspectiva lineal para representar la naturaleza y en aplicar soluciones. Como gran observador de la naturaleza, se interesó por su representación pictórica, ampliando el conocimiento de la perspectiva no solo a la lineal, ya conocida en el Quattrocento, sino dando los primeros pasos en la perspectiva aérea (difuminación de colores y pérdida de determinación de los cuerpos con la distancia).
En sus ordenadas composiciones geométricas, con predominio de la composición triangular, aplica estas ideas con el desarrollo del claroscuro mediante un paso gradual entre la superficie iluminada y la de sombra, el sfumato, que redondea el volumen, dulcifica la expresión (sonrisa leonardesca) y hace desaparecer los contornos precisos, dando sensación de atmósfera natural (perspectiva aérea). Obras como la Virgen y Santa Ana o la Gioconda son ilustrativas de los efectos del sfumato.
La obra más ambiciosa de Leonardo es el fresco de la Última Cena de Milán, con novedades en la composición, la perspectiva y el momento representado.
Rafael Sanzio (1483-1520)
Rafael tuvo una carrera breve pero muy exitosa. Aprendió con Perugino, de quien tomó las figuras delicadas y las composiciones simétricas (como en Los desposorios de la Virgen). En Florencia se inspiró en Leonardo, adoptando el sfumato suave y las composiciones en forma de triángulo (como en La Madonna del Jilguero), y también conoció la obra de Miguel Ángel. Con el tiempo, Rafael combinó varias influencias en un estilo propio, equilibrado y elegante, que se convirtió en el modelo del clasicismo en pintura.
Destacó como retratista (Baldassare Castiglione, El papa Julio II, El cardenal), pero lo que más fama le dio fueron sus vírgenes. En ellas consigue unir la belleza ideal con la ternura maternal, sobre todo en las llamadas “sagradas familias”, que suelen tener una composición en forma de pirámide (Madonna del gran duque, La Madonna de la silla, La bella jardinera).
En 1508 se traslada a Roma por encargo del papa Julio II para decorar las estancias del Vaticano. En la Cámara de la Signatura destacan dos frescos: La Escuela de Atenas y La Disputa del Sacramento, que reflejan el ideal humanista de armonizar razón (la filosofía) y fe (el cristianismo). En otras salas, como en el Incendio del Borgo, se refuerza el poder del papado, con escenas llenas de movimiento y figuras desnudas que muestran la influencia de Miguel Ángel.
Miguel Ángel (1475-1564)
Miguel Ángel empezó siendo reconocido como escultor, pero también fue un gran pintor con un estilo propio. Su primera pintura conservada es el Tondo Doni (1503), donde destacan el dibujo preciso, los colores intensos y figuras muy grandes en posturas forzadas.
En 1508, el papa Julio II le encargó pintar la bóveda de la Capilla Sixtina, aunque él prefería centrarse en la tumba del papa. Aun así, aceptó el reto, aunque suponía un riesgo para su prestigio, ya que allí habían trabajado grandes pintores del Quattrocento.
La bóveda (1508-1512) muestra escenas del Génesis enmarcadas en una arquitectura fingida con perspectiva. Los personajes están muy musculados, desnudos, en posturas muy marcadas y tensas. No buscan el equilibrio clásico, sino destacar la fuerza del cuerpo humano. También aparecen profetas y sibilas que anuncian la llegada del Mesías, y los ignudi (desnudos) representan a los pueblos paganos, llenos de movimiento y emoción.
Entre 1533 y 1540, en plena crisis por la Reforma protestante, pintó el Juicio Final en el muro del altar. La escena es muy dramática: hay una multitud de cuerpos musculosos, agitados, en un espacio sin referencias arquitectónicas. El ambiente es inquieto y caótico, típico del manierismo. Cristo aparece como un juez poderoso y sin compasión, similar a Júpiter, y decide el destino de las almas. Incluso los salvados parecen asustados: la Virgen aparta la mirada y los santos enseñan los instrumentos de su martirio con expresión de miedo.
La Escuela Veneciana
La pintura veneciana se diferencia del resto de Italia. Desde el Quattrocento, los pintores de Venecia no se centran tanto en el dibujo como en el uso del color. Usan el color para mostrar la luz del cielo, los paisajes y una sensación de espacio y atmósfera, especialmente esa luz dorada que siglos después inspiraría a los impresionistas. El contacto con Oriente influyó en su gusto por representar objetos brillantes, telas lujosas, cuerpos femeninos desnudos y escenas más decorativas o anecdóticas, como las de Veronés. Aun así, también siguieron el estilo clásico del Renacimiento y un manierismo tardío.
Tiziano (1490-1576)
Siguió los principios clásicos, pero introdujo cambios: modificó la composición en triángulo (Madonna de Ca’ Pesaro), añadió más movimiento (La Gloria) y fue soltando el trazo hasta disolver los contornos (Piedad). Sus retratos mezclan psicología y símbolos de poder (como en Carlos V en Mühlberg), mostrando al personaje con grandeza y dignidad.
También pintó temas mitológicos con mujeres desnudas de formas suaves (Danae), rodeadas de telas y objetos que brillan, todo bañado en luz dorada. Con el tiempo, su técnica se volvió más suelta y espesa, dando más protagonismo a la luz y el color, anticipando el Impresionismo.
Tintoretto (1518-1594)
En obras como El lavatorio de los pies, usó composiciones diagonales, luz intensa y escorzos forzados para crear tensión y emoción, alejándose del equilibrio clásico.
Veronés (1528-1588)
En cuadros como Las bodas de Caná, pintó escenas espectaculares, llenas de color, lujo y personajes, muchas veces con un tono festivo o teatral.
La Pintura Española del Renacimiento: El Greco
Al igual que en la escultura, la temática pictórica durante el siglo XVI en España es predominantemente religiosa. Apenas se abordan temas profanos, y la mitología, que tanto interesó en Italia, pasa desapercibida. España no posee una gran tradición en la representación de temas mitológicos, por lo que los encargos de este tipo los recibían artistas extranjeros, como los pintores venecianos, de los que los monarcas españoles poseen una amplia colección. En España hay dos influencias: la italiana, especialmente de Milán, Padua, Urbino y Venecia, más que la florentina o romana, y la flamenca. En la zona castellana es más fácil hablar de influencia flamenca y centroeuropea, aunque a partir del reinado de Carlos V llegan artistas manieristas italianos y sus obras. En Levante, la influencia italiana es más clara, con influjos de Rafael, Miguel Ángel y Leonardo.
Durante el segundo tercio del siglo XVI se produce una eclosión de la pintura en España, gracias a Felipe II, importante mecenas de las artes. Para provocar la devoción y la exaltación de los sentimientos religiosos se recurre al realismo, a veces excesivo, que roza la teatralidad que antecede al Barroco, debido a la importancia del Concilio de Trento en los países católicos.
Aunque hay muchos pintores de cierta importancia (Pedro Berruguete, Juan de Juanes, Luis de Morales, Sánchez Coello), destaca El Greco.
El Greco (1541-1614)
El Greco (1541-1614), nacido en Creta como Doménikos Theotokópoulos, fue un pintor manierista clave en la historia del arte español. Formado en el estilo bizantino, viajó a Venecia y Roma, donde asimiló la influencia de Tiziano, Tintoretto y Miguel Ángel. En 1577 se instaló en Toledo, donde desarrolló su estilo personal: figuras alargadas, colores intensos, atmósfera mística y composiciones dramáticas, muy en línea con el espíritu de la Contrarreforma.
Sus primeras obras en España, como La Trinidad o El caballero de la mano en el pecho, reflejan su dominio del retrato y su integración en el ambiente toledano. Aunque no fue aceptado por Felipe II, realizó grandes obras religiosas como El expolio y El entierro del conde de Orgaz, donde se ve su espiritualidad y estilo único. Más tarde, pintó también escenas mitológicas y del Antiguo Testamento, como El Laocoonte o El quinto sello.
Murió en Toledo en 1614, dejando una profunda huella. Aunque olvidado durante siglos, fue revalorizado por los románticos y la Generación del 98, que vieron en él un reflejo del alma española. Su estilo inspiró a los impresionistas y expresionistas por su fuerza emocional y originalidad formal.