Materialismo Histórico
El materialismo histórico surge de la aplicación del materialismo dialéctico al orden social. Marx pensaba que la sociedad se basaba en las condiciones económicas, es decir, en el modo en que los seres humanos se procuran la subsistencia. Defendía que son las fuerzas económicas de la sociedad las que crean los cambios históricos.
A las condiciones materiales, económicas y sociales, Marx las denominó base o infraestructura de la sociedad. A la forma en que la sociedad piensa (su cultura, leyes, religión, etc.), la llamó superestructura.
Dentro de la base de la sociedad encontramos tres niveles:
- Condiciones de producción: Son los recursos naturales que existen en una sociedad, como el clima y las materias primas.
- Fuerzas productivas: Se refiere al tipo de herramientas, máquinas, tecnología y mano de obra disponibles.
- Relaciones de producción: Definen la organización social del trabajo, el intercambio de bienes y la división de tareas. Se establecen en forma de relaciones de propiedad, lo que explica la desigual distribución tanto del trabajo como de los beneficios. Esto es característico de las sociedades con propiedad privada de los medios de producción y conlleva la existencia de clases sociales. De ahí que la lucha de clases sea una fuente permanente de conflictos sociales y el motor de la historia.
A la combinación de estos tres niveles se le denomina modos de producción, que es el proceso mediante el cual se producen los bienes materiales para la subsistencia.
La Lucha de Clases como Motor de la Historia
Marx defiende el cambio histórico como un proceso dialéctico, cuyo motor es la lucha de clases, la cual posee contradicciones y oposiciones internas. Por ello, el materialismo es visto como dialéctico, ya que es la economía, con sus tensiones, la que hace avanzar la historia en un proceso de confrontación y superación.
El materialismo marxista consiste en defender que la historia avanza dialécticamente, impulsada por las tensas relaciones de producción. Un sistema económico concreto (tesis) genera su opuesto (antítesis), y del enfrentamiento entre ambos surge una situación económica y social nueva (síntesis). Sin embargo, esta síntesis, al ser instaurada como nueva tesis, genera de nuevo todo el proceso. Este proceso dialéctico se encamina hacia un estadio definitivo en el que el enfrentamiento será superado: una sociedad sin clases, sin propietarios de los medios de producción, en la que cada uno producirá según sus posibilidades y consumirá según sus necesidades. Esta será la sociedad comunista, la síntesis final para Marx.
Esta lucha es un enfrentamiento entre opresores y oprimidos, explotadores y explotados. Cuando en una sociedad no todos sus miembros trabajan en igualdad de condiciones, se considera una sociedad clasista, dividida en:
- En la Antigüedad: Esclavos y hombres libres (sistema esclavista).
- En la Edad Media: Siervos y señores feudales (sistema feudalista).
- En el siglo XIX: Proletarios y capitalistas (sistema capitalista).
El materialismo histórico entiende que hay que llegar a una sociedad sin clases, donde todos los miembros participen en la producción y el disfrute de los bienes obtenidos. Así se alcanzará la sociedad comunista. Hasta ese momento, la humanidad se mantiene en lo que Marx denomina la prehistoria de la sociedad humana, dividida en períodos que van desde el modo de producción asiático, el feudal, hasta llegar al burgués.
La Revolución como Anticipación de la Historia
¿Por qué es necesaria una revolución para implantar el comunismo?
La explicación está en la dinámica de la lucha de clases, ya que se considera que no hay otra manera más que la violenta para eliminar la propiedad privada de los medios de producción. Esta propiedad privada es la clave de la alienación económica, la más grave que sufre el ser humano. Además, Marx considera que el sistema capitalista contiene en sí su propia destrucción, porque cada vez serán más los que no tienen nada y menos los que lo tienen todo (concentración de capital).
La acción revolucionaria de la masa de oprimidos conseguirá la supresión de las clases en un proceso de tres etapas:
- La democracia: En esta etapa se constituye la dictadura del proletariado mediante la toma del poder político. Se obliga a la burguesía a abandonar sus privilegios, haciéndose el proletariado con los medios de producción.
- El socialismo: Se caracteriza por el desarrollo de los medios de producción y el aumento de la riqueza social. Esta riqueza será administrada por un Estado democrático que representa los intereses de toda la sociedad. La acción del Estado hace desaparecer las clases y sus antagonismos.
- El comunismo: Esta última etapa, culminación del proceso revolucionario, no puede darse sin las dos anteriores. Su principal característica es la desaparición del Estado, que se vuelve innecesario al haber desaparecido las clases sociales.
De este esquema se deducen tres momentos revolucionarios: el político, el económico y el industrial.
La Alienación y la Visión Antropológica de Marx
El marxismo no solo es una teoría de la historia y de la sociedad, sino que también propone una transformación social. Para que esta sea posible, es necesario denunciar las injusticias e incoherencias del sistema. Marx consideró que el miserable estado de gran parte de la humanidad se debía a las relaciones de producción propias del capitalismo, ya que este supone una organización del trabajo en la que el hombre no se realiza, sino que se aliena.
Alienación Económica
Según Marx, el trabajo es natural y esencial para el hombre. Al ser la forma de transformar la naturaleza y el medio para garantizar la subsistencia, el trabajo se convierte en una necesidad y en una forma de humanización, ya que hace posible la realización personal. Sin embargo, en la sociedad capitalista, el trabajo, en lugar de dignificar, desposee y aliena.
La palabra alienación (del latín alius, ‘otro’) significaba para Marx algo así como “estar fuera de sí mismo”. Estar alienado quiere decir no identificarse ni reconocerse a sí mismo ni con aquello que nos define, y es sinónimo de deshumanización. Se produce alienación cuando uno no se siente reconocido, ni valorado, ni siente que aquello que realiza sea realmente suyo. Esto se da a un doble nivel:
- Respecto al producto: El trabajador no se reconoce en aquello que crea porque no le pertenece. El objeto de su trabajo se convierte en mercancía y, con la transacción, acaba siendo capital, es decir, se transforma en un instrumento más de explotación. Paradójicamente, el obrero fabrica el medio de su propia opresión.
- Respecto al acto de trabajar: Esta alienación económica se concreta en la plusvalía, la cual es la base de la explotación de la clase trabajadora. La acumulación del capital solo es posible si unos pocos acaparan los medios de producción y se aprovechan de ello.
Esta acumulación de la que disfrutan los propietarios proviene del incremento que se da entre el capital invertido en la producción y el capital obtenido en la venta de la mercancía. Esto únicamente favorece al empresario, ya que proviene de aquello que no se le retribuye al obrero en su salario. El propietario justifica esta desproporción alegando que en el valor del producto no solo ha de contar el valor del trabajo del obrero, sino que además hay que sumarle el valor de los medios de producción (máquinas, instalaciones, etc.). Como estos pertenecen al propietario, es justo que sea él quien se beneficie. Sin embargo, Marx denuncia esta práctica como una apropiación ilegítima. La maquinaria no solo pertenece al burgués que la ha comprado; también debería pertenecer al obrero que la ha fabricado. Por tanto, los medios de producción deberían ser sociales y no privados.
La plusvalía es inherente al capitalismo, donde todo se convierte en mercancía y queda supeditado a las leyes de la oferta y la demanda, incluso el trabajo humano. El excedente de mano de obra determina que el trabajo del obrero se valore muy por debajo de su valor real, lo que se traduce en salarios irrisorios que apenas alcanzan el nivel de subsistencia.
Alienación Religiosa
Marx considera que las religiones son un medio para mantener oprimidas a las clases sociales más desfavorecidas. La creencia en un futuro celestial donde todos los hombres serán iguales ante Dios propicia la resignación ante las desigualdades e injusticias reales. La promesa de un más allá mejor atenúa las ansias de transformación social y hace aceptables situaciones intolerables. Marx llega a decir que la religión es «el opio del pueblo», porque adormece sus reivindicaciones.