La Industrialización en España durante el Siglo XIX: Minería, Textil y Siderurgia
En España, se suele hablar del “fracaso de la revolución industrial” debido a la falta de modernización en los sistemas de producción, la escasez de capitales y la debilidad de las industrias nacionales.
No obstante, este fracaso fue relativo, ya que se observaron avances significativos:
- Se potenció la minería.
- Se construyó una red ferroviaria.
- Surgieron focos de industrialización en regiones periféricas.
- Se extendió la educación.
La Minería
La explotación minera española se sustentó en tres pilares fundamentales:
- La riqueza de los yacimientos.
- Una mano de obra barata.
- El capital extranjero para su explotación.
La inversión de capital foráneo se facilitó mediante dos normativas clave:
- Ley de Minas de 1868: Permitió la concesión de minas a perpetuidad.
- Ley de Aranceles Librecambista de 1869: Facilitó la exportación de minerales.
Los principales yacimientos (hierro, carbón, plomo y cinc) estaban cercanos a zonas portuarias, por lo que fue posible la formación de núcleos mineros y siderometalúrgicos en la periferia.
El desarrollo de la minería aportó beneficios significativos:
- Contribuyó a equilibrar la balanza de pagos.
- Creó empleos.
- Permitió la llegada de técnicos extranjeros que modernizaron la sociedad con sus conocimientos.
El Sector Industrial
La mayoría de las actividades industriales eran de carácter artesanal, más que fabril. La modernización industrial fue escasa y se limitó a focos específicos en regiones periféricas.
La producción artesanal predominante incluía:
- Curtidos
- Cerámica
- Corcho
- Harinas
- Conservas
- Aceite, jabón y productos vinícolas.
El Sector Textil Algodonero (Cataluña)
El sector textil algodonero se expandió en Cataluña, región que ya contaba, antes del siglo XIX, con una activa burguesía empresarial y una sólida cultura manufacturera basada inicialmente en la lana.
El desarrollo del algodón fue impulsado por la protección arancelaria. La producción se mecanizó gradualmente con la introducción de la máquina de vapor (ejemplo: la fábrica Bonaplata) y maquinaria inglesa.
Estos productos textiles se dirigían al escaso mercado nacional y, crucialmente, a Cuba y Puerto Rico. No obstante, el crecimiento en la península fue limitado debido al bajo poder adquisitivo de los consumidores españoles.
La pérdida de las últimas colonias (Cuba y Puerto Rico) supuso un duro golpe para la industria catalana, ya que perdió un amplio mercado y fuentes de abastecimiento de materias primas.
La Industria Siderúrgica (Norte de la Península)
Para el desarrollo de una siderurgia potente, eran imprescindibles dos condiciones de las que España carecía inicialmente:
- Disponer de carbón de calidad.
- Contar con una poderosa demanda que hiciera rentables las cuantiosas inversiones iniciales.
Esta industria se estableció junto a las minas de hierro. Se crearon fábricas en Málaga, en Asturias (Mieres–La Felguera) y, a finales del siglo XIX, en Vizcaya, impulsada por la familia Ybarra, fundadora de la empresa Altos Hornos (1882).
El País Vasco se convirtió en pionero de la industrialización española, desarrollando una moderna producción de acero gracias a la introducción de nuevos sistemas de concentración empresarial y financiera, contando además con el proteccionismo estatal.
La Red Ferroviaria y la Ley General de Ferrocarriles de 1855
La transformación de las infraestructuras era fundamental para la integración de un mercado nacional e internacional en la España del siglo XIX. El transporte por ferrocarril revolucionó los sistemas de transporte en toda Europa.
El incipiente desarrollo agrario e industrial necesitaba la creación de una red ferroviaria que comunicara las zonas de producción con los mercados.
Impulso Estatal y la Ley de 1855
Aunque con enormes deficiencias, la red fue impulsada por el Estado a través de la Real Orden sobre Creación de Ferrocarriles (1844), que permitió la construcción de las primeras líneas peninsulares en 1848: Barcelona-Mataró, Madrid-Aranjuez y Gijón-Langreo. (Cabe destacar que el primer ferrocarril de España surgió en Cuba: Santiago-La Habana).
Durante el Bienio Progresista se promulgó la Ley General de Ferrocarriles (1855), la cual concedió enormes privilegios para la construcción de la red:
- Creación de bancos.
- Fomento de inversiones.
- Pago de subvenciones.
- Desgravación fiscal por la importación de materiales.
El Estado utilizó buena parte de los beneficios de la desamortización de Madoz para financiar estos proyectos, lo que a su vez aumentó la deuda pública. Además, las empresas constructoras, principalmente francesas, fueron las verdaderas beneficiarias de las ayudas estatales.
Problemas de Planificación y Ejecución
La red ferroviaria presentó serios problemas estructurales:
- Su construcción se llevó a cabo demasiado deprisa (entre 1856 y 1866 se completaron 4.500 km de vía).
- La planificación tuvo fallos notables, entre ellos:
- La elección de un ancho de vía 23 cm mayor que el francés, supuestamente para evitar una posible invasión.
- Su trazado radial en torno a Madrid, primando los criterios políticos frente a los económicos.
Impacto y Consecuencias de la Ley de 1855
Consecuencias Negativas y Económicas
- Las principales concesiones se otorgaron a empresas extranjeras, que importaron el material ferroviario, lo que supuso un escaso estímulo para la siderurgia nacional.
- El escaso capital español disponible se invirtió en ferrocarriles, no en la industria.
- Al final, existía el medio de transporte, pero apenas había mercancías que transportar.
Consecuencias Positivas y Sociales
- Ayudó a la expansión agrícola desde 1850, permitiendo articular mejor el mercado. Esto benefició especialmente a la agricultura levantina, que pudo comercializar sus productos en el exterior.
- Supuso una mayor movilidad de personas y mercancías.
- Fue un factor de modernización social en las zonas por donde pasaba.
- Generó una fuente de demanda de mano de obra, empleando jornaleros en la construcción y personal en la administración de las compañías.
La Crisis de 1866
La falta de mercancías suficientes para transportar impidió que las compañías recuperaran lo invertido. Esto provocó su hundimiento y arrastró consigo a bancos y sociedades financieras y de crédito.
Así se inició la crisis de 1866, que afectó gravemente al sector financiero. A partir de este momento, el ritmo de construcción de nuevas redes ferroviarias fue significativamente más lento.