Historia de España: De la Guerra de Sucesión al Liberalismo (1701-1874)

La Guerra de la Independencia Española (1808–1814)

El mapa de la Guerra de la Independencia Española (1808–1814) representa el desarrollo del conflicto que enfrentó al pueblo español contra las tropas napoleónicas tras la invasión de Napoleón Bonaparte y la imposición de su hermano, José I Bonaparte, en el trono español. Este acontecimiento se sitúa en el marco de las Guerras Napoleónicas en Europa y marca el inicio de la crisis del Antiguo Régimen en España.

Elementos Clave en el Mapa de la Guerra

En el mapa se suelen observar varios elementos fundamentales para comprender el conflicto:

  • Las rutas de invasión de los ejércitos franceses, que entraron por el norte y avanzaron hacia el centro y el sur del país.
  • Los principales escenarios bélicos, como Madrid, Zaragoza, Gerona, Bailén, Vitoria y Salamanca.
  • Las zonas de resistencia popular y los territorios controlados por las Juntas patrióticas, que actuaban en nombre de Fernando VII.
  • Los movimientos de los ejércitos aliados británicos y portugueses, dirigidos por el duque de Wellington, que colaboraron en la liberación del país a partir de 1812.

El mapa refleja la complejidad de la guerra, que tuvo tres dimensiones:

  • Nacional, por la resistencia frente a la ocupación extranjera.
  • Civil, entre afrancesados y patriotas.
  • Revolucionaria, ya que dio origen a un proceso político nuevo: las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.

La guerra fue larga y devastadora. Los guerrilleros desempeñaron un papel crucial al hostigar continuamente al ejército francés, más numeroso pero menos adaptado al terreno. El apoyo británico resultó decisivo en la fase final, con victorias como la de Vitoria (1813), que marcó el principio del fin del dominio napoleónico en España.

Trascendencia del Conflicto

El conflicto no solo fue una guerra de independencia nacional, sino también una revolución política y social. Al término de la guerra, en 1814, Fernando VII recuperó el trono, pero el país había cambiado profundamente: el liberalismo había nacido y el Antiguo Régimen comenzaba su decadencia definitiva.

Goya: Testimonio Pictórico de la Guerra

Los cuadros “El 2 de mayo de 1808” (o La carga de los mamelucos) y “El 3 de mayo de 1808” (o Los fusilamientos de la Moncloa) fueron pintados por Francisco de Goya en 1814, poco después del final de la Guerra de la Independencia. Ambos fueron encargados por el gobierno de Fernando VII para conmemorar la resistencia del pueblo madrileño frente a la invasión napoleónica.

“El 2 de mayo”: El Levantamiento Popular

“El 2 de mayo” representa el levantamiento popular en Madrid contra las tropas francesas el 2 de mayo de 1808. La escena muestra una lucha violenta y caótica entre el pueblo madrileño, mal armado pero decidido, y los soldados mamelucos del ejército napoleónico. Goya retrata la espontaneidad y brutalidad del combate: rostros de horror, movimiento frenético y una composición que transmite desorden y desesperación. La pintura simboliza el inicio de la resistencia española y el sentimiento patriótico frente al invasor.

“El 3 de mayo”: La Represalia y la Denuncia

“El 3 de mayo”, por el contrario, representa la represalia francesa del día siguiente: la ejecución de los patriotas madrileños en el Monte del Príncipe Pío. Aquí Goya ofrece una visión profundamente emocional y humanista. En el centro destaca un hombre con los brazos en cruz, iluminado por un foco de luz que simboliza la inocencia y el sacrificio. Frente a él, los soldados franceses aparecen despersonalizados, como una máquina de matar. La obra denuncia la crueldad de la guerra y la inhumanidad de la represión.

Legado Artístico

Ambas pinturas son precursoras del arte moderno por su composición, su fuerza expresiva y su mensaje político. Goya no idealiza la guerra; la muestra como una tragedia humana sin héroes ni gloria. Los cuadros de Goya son testimonios pictóricos de la Guerra de la Independencia y una crítica moral y universal a la violencia. Reflejan el espíritu de una España que, en medio del dolor y la destrucción, luchaba por su independencia y su dignidad. Además, constituyen una de las primeras obras del arte contemporáneo con un mensaje político explícito y una visión humanista del sufrimiento.

Las Cortes de Cádiz y el Origen del Liberalismo Español

El proceso político de las Cortes de Cádiz tuvo lugar entre 1810 y 1813, en plena Guerra de la Independencia. Ante la ausencia del rey y el vacío de poder, las Juntas locales delegaron su autoridad en la Junta Suprema Central, que convocó unas Cortes en Cádiz, único territorio libre del control francés. Estas Cortes representaron el inicio del liberalismo español y marcaron una ruptura radical con el Antiguo Régimen.

Ideas Fundamentales de los Diputados Liberales

El texto suele destacar las ideas principales defendidas por los diputados liberales, entre ellas:

  • La soberanía nacional: el poder ya no reside en el rey, sino en la nación, formada por todos los ciudadanos.
  • La división de poderes: ejecutivo (rey), legislativo (Cortes) y judicial (tribunales).
  • El reconocimiento de derechos y libertades individuales, como la libertad de imprenta, de propiedad y de igualdad ante la ley.
  • La abolición de los privilegios estamentales, de los señoríos y de la Inquisición.
  • La aprobación de la Constitución de 1812, que estableció un sistema político representativo y una monarquía constitucional.

Las Cortes estaban formadas por representantes tanto de la península como de los territorios de ultramar, lo que otorgó un carácter nacional e incluso hispanoamericano al proceso. Sin embargo, su aplicación fue limitada, pues el país seguía en guerra y muchos territorios estaban ocupados.

Legado de la Constitución de 1812

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 fueron el primer intento de establecer un Estado liberal en España. Su trascendencia fue enorme: sentaron las bases ideológicas del constitucionalismo español y sirvieron de modelo para otros países europeos y americanos. Aunque la Constitución fue derogada en 1814 por Fernando VII, su influencia perduró durante todo el siglo XIX como símbolo de libertad y progreso frente al absolutismo.

1.1. La Guerra de la Independencia y el Gobierno de José I: Los Afrancesados

La Guerra de la Independencia Española (1808–1814) fue un acontecimiento decisivo en la historia contemporánea de España, pues marcó el inicio del fin del Antiguo Régimen y el nacimiento del liberalismo en el país.

Todo comenzó con la crisis dinástica de los Borbones. El rey Carlos IV y su valido Manuel Godoy habían perdido prestigio por su política de alianzas con Francia y por los efectos negativos de las guerras contra Gran Bretaña. En 1808, el Motín de Aranjuez forzó la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII. Napoleón Bonaparte aprovechó la confusión para intervenir directamente: convocó a padre e hijo en Bayona y los obligó a renunciar a la corona, cediéndola a su hermano José Bonaparte, que pasó a reinar como José I.

Este hecho fue percibido por gran parte de los españoles como una traición y una invasión extranjera. En Madrid, el 2 de mayo de 1808, el pueblo se levantó contra las tropas francesas. La represión fue brutal, con ejecuciones masivas al día siguiente, el 3 de mayo, hechos que Goya inmortalizó en sus célebres cuadros. A partir de ese momento, la rebelión se extendió por toda la península y comenzó una guerra larga y sangrienta.

La Resistencia y el Gobierno de José I

Durante el conflicto, el poder se fragmentó. Las Juntas locales y provinciales, formadas espontáneamente, asumieron la soberanía en nombre de Fernando VII y coordinaron la resistencia. Más tarde, se unieron en la Junta Suprema Central, que organizó la guerra y convocó las Cortes de Cádiz.

Mientras tanto, José I intentó implantar un reino modernizador, con reformas inspiradas en la Ilustración y el modelo napoleónico: reorganización administrativa, supresión de aduanas interiores, libertad económica y reducción del poder eclesiástico. Sin embargo, su poder real era limitado, ya que solo controlaba los territorios ocupados por el ejército francés.

Los españoles que apoyaron a José I fueron llamados afrancesados. No todos lo hicieron por sumisión a Napoleón; muchos eran intelectuales, ilustrados y funcionarios que veían en el nuevo régimen una oportunidad para reformar España y acabar con el atraso del Antiguo Régimen. No obstante, cuando Fernando VII volvió al trono en 1814, fueron perseguidos y obligados al exilio.

La guerra tuvo también un componente social: el campesinado, duramente afectado por la ocupación, se alzó en guerrillas, practicando una guerra irregular que desgastó enormemente al ejército francés. Estas guerrillas, apoyadas por el pueblo y por el ejército británico del duque de Wellington, contribuyeron decisivamente a la derrota francesa.

En 1813, tras la Batalla de Vitoria, los franceses fueron expulsados, y Napoleón firmó el Tratado de Valençay, reconociendo a Fernando VII como rey de España. La guerra dejó el país devastado, con cientos de miles de muertos, una economía arruinada y un profundo trauma nacional, pero también abrió paso al liberalismo político.

1.2. La Obra Revolucionaria de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

Durante la guerra, y ante la ausencia del rey, la Junta Suprema Central convocó en 1810 unas Cortes en Cádiz, única ciudad importante no ocupada por los franceses y protegida por la flota británica. Estas Cortes de Cádiz fueron un acontecimiento histórico trascendental: por primera vez en España se reunieron representantes elegidos, no por estamentos (nobleza, clero, pueblo), sino en nombre de la nación, introduciendo así el principio de soberanía nacional.

Las Cortes estaban compuestas por una mayoría de diputados liberales y una minoría absolutista. Entre sus miembros había clérigos, militares, juristas y representantes de las colonias americanas, lo que les daba un carácter verdaderamente hispánico. Los liberales impulsaron un ambicioso programa de reformas que pretendía derribar el Antiguo Régimen y establecer una nueva España basada en la libertad y la igualdad jurídica.

Medidas Aprobadas por las Cortes

Las medidas aprobadas fueron verdaderamente revolucionarias:

  • Abolición de los señoríos jurisdiccionales, con lo que los campesinos quedaron libres de la dependencia feudal.
  • Supresión de la Inquisición y de los privilegios de la nobleza y el clero.
  • Libertad de imprenta, de trabajo y de comercio.
  • Reforma de la propiedad agraria, con la posibilidad de desamortizar bienes de la Iglesia.
  • Creación de una administración moderna con provincias y ayuntamientos regulados por ley.

La Constitución de 1812 (“La Pepa”)

El resultado más importante fue la Constitución de 1812, conocida popularmente como “La Pepa” por haberse promulgado el 19 de marzo, día de San José. Fue la primera constitución liberal española y una de las más avanzadas de su tiempo. Establecía:

  • La soberanía nacional, con el poder en manos de la nación.
  • Una monarquía constitucional hereditaria, en la que el rey compartía el poder con las Cortes.
  • La división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial).
  • El sufragio universal masculino indirecto.
  • Reconocimiento de derechos individuales: libertad, propiedad, seguridad y educación pública.

Sin embargo, la aplicación práctica de esta constitución fue limitada. La guerra dificultó su implantación y muchos territorios estaban fuera del control gaditano. Aun así, su valor simbólico fue enorme: representó el nacimiento del constitucionalismo español y sirvió de inspiración para movimientos liberales en Europa y América.

1.3. El Triunfo del Liberalismo: La Construcción de la Estructura del Estado

Con la derrota de Napoleón y el regreso de Fernando VII en 1814, se produjo un brusco retroceso. El monarca, apoyado por los absolutistas, anuló la Constitución de 1812 y persiguió a los liberales, restaurando el absolutismo (“Vuelvo a ser rey absoluto”).

Durante su reinado (1814–1833) se alternaron etapas de represión y de liberalización:

  • Primera etapa absolutista (1814–1820): el rey disolvió las Cortes de Cádiz, restauró la Inquisición y devolvió los privilegios a la nobleza y a la Iglesia.
  • Trienio Liberal (1820–1823): un pronunciamiento militar dirigido por Rafael del Riego obligó al rey a jurar la Constitución de 1812. Se restablecieron las reformas liberales: abolición del régimen señorial, creación de la Milicia Nacional, libertad de prensa, secularización de bienes eclesiásticos y reorganización administrativa.
  • Década Ominosa (1823–1833): tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, enviados por la Santa Alianza, el absolutismo fue restaurado con dureza. Aun así, la crisis del sistema era irreversible.

Cuando Fernando VII murió en 1833, dejó como heredera a su hija Isabel II, lo que desencadenó la Primera Guerra Carlista entre los partidarios de su hermano Carlos María Isidro (carlistas) y los isabelinos (liberales). El triunfo de estos últimos consolidó definitivamente el Estado liberal.

Bases del Nuevo Estado Moderno (Reinado de Isabel II)

Durante el reinado de Isabel II (1833–1868) se llevó a cabo la construcción de las bases del nuevo Estado moderno:

  • Centralización administrativa: se organizaron provincias, gobernadores civiles y una administración jerarquizada.
  • Desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, que vendieron bienes de la Iglesia y municipios para sanear la Hacienda y crear una nueva clase de propietarios.
  • Constituciones de 1837 y 1845, que establecieron un régimen parlamentario, aunque limitado al sufragio censitario.
  • Código penal, leyes de educación (Moyano) y creación de la Guardia Civil (1844).

A pesar de los avances, el sistema liberal fue inestable, dominado por pronunciamientos militares y luchas entre progresistas y moderados.

1.4. El Sexenio Democrático (1868–1874)

El Sexenio Democrático fue un periodo de experimentación política que comenzó con la Revolución de 1868, conocida como “La Gloriosa”, y que supuso el destronamiento de Isabel II. La causa principal fue el descontento generalizado por la corrupción, el autoritarismo y la crisis económica del régimen isabelino.

El movimiento revolucionario fue impulsado por liberales, republicanos y demócratas, con apoyo militar de los generales Prim, Serrano y Topete. Tras la victoria, se formó un Gobierno Provisional que promulgó la Constitución de 1869, la más democrática del siglo XIX español.

Características de la Constitución de 1869

Esta constitución estableció:

  • La soberanía nacional.
  • La monarquía parlamentaria.
  • El sufragio universal masculino.
  • Amplias libertades públicas: de expresión, asociación, prensa y culto.
  • Reconocimiento de derechos individuales y separación Iglesia-Estado.

El Reinado de Amadeo I y la Primera República

Para ocupar el trono se eligió a Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia. Su reinado (1871–1873) fue breve y difícil: tuvo que enfrentarse a la oposición de casi todos los grupos políticos, a la guerra carlista, a la insurrección en Cuba y al asesinato de su principal apoyo, el general Prim. Ante la imposibilidad de gobernar, abdicó en 1873.

Entonces se proclamó la Primera República Española (1873–1874). Aunque fue un intento de implantar un régimen democrático y socialmente avanzado, estuvo marcada por una gran inestabilidad: en un solo año tuvo cuatro presidentes (Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar), se enfrentó a la tercera guerra carlista, a la rebelión cantonalista y a la guerra colonial de Cuba. Finalmente, en diciembre de 1874, el golpe de Estado del general Pavía disolvió las Cortes, y poco después el pronunciamiento de Martínez Campos restauró la monarquía en la persona de Alfonso XII, iniciando la Restauración.

1.5. La Cuestión Foral

Uno de los conflictos más duraderos del siglo XIX español fue la cuestión foral, es decir, el debate sobre la existencia o supresión de los fueros —conjuntos de leyes, privilegios y derechos propios— que conservaban ciertos territorios, principalmente Navarra y las provincias vascas.

Los fueros concedían a estos territorios una amplia autonomía administrativa y fiscal, además de exenciones del servicio militar obligatorio. Sin embargo, el liberalismo centralizador que surgió tras la Guerra de la Independencia consideraba los fueros incompatibles con el principio de igualdad ante la ley y con la unidad del Estado.

Durante la Primera Guerra Carlista (1833–1840), muchos vascos y navarros se unieron a los carlistas precisamente en defensa de sus fueros. Tras la victoria liberal, Navarra firmó la Ley Paccionada de 1841, que redujo su autonomía pero le permitió conservar ciertos privilegios fiscales. En el País Vasco, los fueros se mantuvieron parcialmente hasta la derrota carlista de 1876, tras la cual fueron definitivamente abolidos.

Sin embargo, el Gobierno de Cánovas del Castillo aprobó en 1878 el Concierto Económico, que permitió a las Diputaciones vascas recaudar sus propios impuestos y pactar con el Estado una contribución anual. Este sistema se mantuvo durante más de un siglo y simbolizó un compromiso entre el centralismo y las particularidades históricas vascas.

1.6. La Guerra de Sucesión Española (1701–1714)

Aunque anterior cronológicamente al resto de los acontecimientos, la Guerra de Sucesión Española es fundamental para entender los orígenes del Estado contemporáneo.

El conflicto se desencadenó tras la muerte sin descendencia de Carlos II, último monarca de la Casa de Austria. En su testamento nombró heredero al duque de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV, quien fue proclamado Felipe V, primer Borbón de España. Sin embargo, otras potencias europeas temían la unión de las coronas de Francia y España, por lo que apoyaron al candidato alternativo: el archiduque Carlos de Austria.

Dimensiones del Conflicto

La guerra fue a la vez internacional y civil:

  • A nivel internacional, enfrentó a Francia y España contra una Gran Alianza formada por Inglaterra, Holanda, Austria y Portugal.
  • A nivel interno, Castilla apoyó a Felipe de Anjou, mientras que los territorios de la Corona de Aragón (Cataluña, Valencia, Aragón y Mallorca) se inclinaron por el archiduque Carlos, defendiendo también sus fueros e instituciones tradicionales.

El conflicto fue largo y devastador. Tras la victoria de las tropas borbónicas en Almansa (1707), Felipe V fue consolidando su poder en la península. Finalmente, el Tratado de Utrecht (1713–1714) puso fin a la guerra.

Consecuencias del Tratado de Utrecht

  • Se reconoció a Felipe V como rey de España, a cambio de que renunciara a cualquier derecho sobre la corona de Francia.
  • España perdió sus posesiones europeas: los Países Bajos, Nápoles, Milán y Cerdeña pasaron a Austria, mientras que Gibraltar y Menorca fueron cedidos a Inglaterra.
  • Inglaterra obtuvo privilegios comerciales con América (asiento de negros y navío de permiso).

En el ámbito interno, Felipe V impuso los Decretos de Nueva Planta, que suprimieron las instituciones propias de la Corona de Aragón y establecieron un modelo político y administrativo centralista inspirado en Francia. Con ello se consolidó un Estado absolutista y unitario, base del sistema borbónico que perduraría durante todo el siglo XVIII. Esta guerra marcó el fin del modelo plural de los Austrias y el inicio de la monarquía moderna en España, en la que el poder se concentraba en el monarca y en una administración unificada.