La Guerra de Cuba: Inicio de la Insurrección en 1895
Tras más de 15 años de vida colonial asentada en la tregua, se fue preparando el Levantamiento de Baire el 24 de febrero de 1895. Durante todo ese tiempo se había estado conspirando contra la metrópoli, al amparo de las asociaciones entonces permitidas, y algunos grupos se mostraban dispuestos a intentar de nuevo la insurrección. Los dos grupos más importantes mantenían posturas diferentes:
- Por un lado, estaban los autonomistas (la Unión Constitucional), partidarios de la negociación, que seguían demandando más reformas y mayor igualdad jurídica y legal con la península.
- Mientras que, por otro lado, estaba el Partido Revolucionario Cubano (PRC), que exigía la total autodeterminación.
El 24 de febrero de 1895 se inició la nueva sublevación bajo el Grito de Baire. Martí dio la orden desde Nueva York para que empezara la insurrección y, poco después, redactó en la República Dominicana el Manifiesto de Montecristi, exponiendo los motivos de la contienda. La reacción política en la metrópoli se produjo en forma de cambio de gobierno: Sagasta facilitó la alternativa al Gobierno de Cánovas, cuya principal tarea sería la organización financiera y militar de la guerra cubana. Enviaron al general Martínez Campos, antiguo pacificador, con un contingente militar; sin embargo, la situación no era la misma que la de la anterior guerra: la insurrección se extendía por toda la isla, amenazando incluso a La Habana. Cánovas decidió adoptar una política más dura y nombró al general Weyler capitán general para ganar la guerra a cualquier precio. Weyler logró pacificar las provincias de Oriente mediante una táctica extremadamente dura: el aislamiento de la guerrilla de su medio natural, concentrando a la población campesina y acotando zonas mediante trochas. La guerra parecía ganada, pero Estados Unidos cambió su postura sobre el conflicto y decidió aprobar la concesión de ayudas a los insurrectos.
El Desastre de 1898 y la Intervención de EE. UU.
El hecho fortuito que produjo un giro en los acontecimientos fue el asesinato de Cánovas en agosto de 1897. Esto provocó la llegada al poder en Madrid de los liberales de Sagasta, defensor de una política más conciliadora, y la sustitución de Weyler. La política de los liberales era reducir las acciones militares y pasar a la acción política, que incluía:
- La concesión de la autonomía.
- Amnistía a presos políticos cubanos y de Puerto Rico.
- La presentación por parte de Moret de decretos de igualdad de derechos políticos (sufragio universal).
En la misma línea, se cerró un pacto en Filipinas con los insurrectos a finales de 1897 (la Paz de Biac-Na-Bató). Estas medidas fueron tardías e ineficaces, pues apenas pudieron ser puestas en práctica. El primer gobierno autonomista de J. M. Gálvez comenzó a ejercer en enero de 1898 y, lejos de frenar, alentó aún más el movimiento independentista.
La presión norteamericana aumentó a partir de la voladura del USS Maine el 15 de febrero de 1898, cuya responsabilidad fue atribuida al Gobierno español. Estados Unidos hizo una nueva oferta de compra de la isla, antes de llegar al conflicto, y el 18 de abril de 1898, el Congreso y el Senado norteamericanos dieron un ultimátum a España que se entendió como una verdadera declaración de guerra. El Gobierno español tuvo que aceptar la declaración de guerra e inmediatamente Estados Unidos inició las operaciones de bloqueo naval de la isla.
El enfrentamiento definitivo acaeció en Santiago de Cuba, donde se encontraba la flota española. El desenlace final fue la destrucción de la flota española. La rendición de Santiago de Cuba se produjo el 12 de julio, y la de Manila un mes después. En Washington se cerraron las negociaciones del protocolo y el 14 de agosto se firmó la capitulación de Manila, lo que supuso la liquidación del archipiélago. El 10 de diciembre, España firmó la Paz de París, liquidando así su imperio ultramarino. En este Tratado, España perdió Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, que pasaron a manos de EE. UU., así como la venta, a principios de 1899, de las Marianas, Palaos y Carolinas a Alemania.
Significado Político e Impacto Social de la Guerra de 1898
La guerra supuso un cambio de conciencia en los diferentes grupos sociales de España, desde los intelectuales hasta el pueblo en general, y arrastró una serie de consecuencias importantes que hicieron del fin de siglo un momento crucial de nuestra historia.
Pérdidas Humanas
En primer lugar, se encuentran las pérdidas humanas. Se calcula que las guerras de 1895 a 1898 costaron un total de 120.000 muertos, de los cuales la mitad fueron soldados españoles. La mayoría de las muertes se debieron a enfermedades infecciosas, un aspecto que repercutió muchísimo en la opinión pública, sobre todo en las protestas de las familias humildes que no pudieron pagar para evitar las quintas que reclutaban a sus hijos para un inútil sacrificio. Para el gobierno, estas muertes fueron un mal menor, y prefirió un desenlace rápido pero honroso para salvar la Monarquía constitucional ante un posible pronunciamiento militar de un ejército frustrado.
Pérdidas Materiales y Económicas
Las pérdidas materiales por la derrota fueron graves a largo plazo, pues supusieron la pérdida de los ingresos procedentes de las colonias, así como los mercados privilegiados que estas representaban.