El Neoclasicismo: Retorno a la Razón y la Antigüedad
La arquitectura neoclásica, ejemplificada por el Teatro Wielki en Varsovia, rechaza la ornamentación del Rococó y se inspira en el arte griego, etrusco, romano e incluso egipcio. Desaparece progresivamente la arquitectura religiosa y se construyen edificios públicos con finalidad civil: bibliotecas, museos, pórticos, entre otros. Napoleón, con un ánimo propagandístico, emula la arquitectura romana (como el Arco de la Estrella en París). En los territorios germánicos también triunfa el neoclasicismo arquitectónico. En Inglaterra, en cambio, el clasicismo renacentista no se había olvidado y, durante el siglo XVIII, se exportó a las colonias norteamericanas.
Los arquitectos neoclásicos saben que un nuevo orden social exige un nuevo orden de la ciudad, y todos sus proyectos se inscriben en un plan de reforma urbanística. La nueva ciudad deberá tener, como la antigua, sus monumentos, pero el arquitecto deberá preocuparse también del desarrollo social y funcional. Se construyen iglesias a modo de templos clásicos, pero también escuelas, hospitales, mercados, aduanas, puertos, calles y plazas. Los escultores y los pintores trabajan para la ciudad: estatuas, adornos, grandes representaciones históricas que sirven de ejemplo a los ciudadanos.
Hay que distinguir dos líneas principales en la arquitectura neoclásica:
- Una arquitectura que, en realidad, sigue siendo barroca, con sus postulados de exaltación del poder y de la autoridad, pero que, por voluntario deseo de contraste con el Rococó, se despoja de sus elementos y tiende a una simplicidad casi romana (ejemplos: el Panteón de París, de Soufflot; la Ópera de Berlín, de Knobelsdorff; la Puerta de Alcalá y el Ministerio de Hacienda de Madrid, de Sabatini).
- Otra arquitectura, esencialmente funcional y desnuda, a menudo cargada de intención simbólica, que constituye la verdadera arquitectura de la razón, tan valorada por los revolucionarios para ponerla al servicio de una sociedad nueva.
Al ideal barroco de la técnica virtuosa le sucede el ideal neoclásico de la técnica rigurosa. La verdadera técnica del artista es la de proyectar: todo el arte neoclásico está rigurosamente proyectado. La realización es la traducción del proyecto mediante instrumentos operativos que no son exclusivos del artista, sino que forman parte de la cultura y del modo de vivir de la sociedad. En este proceso técnico-práctico de adaptación se elimina por fuerza el toque individual.
Pintura Neoclásica: Claridad y Moralidad
La pintura neoclásica se centra en Roma. A diferencia de las típicas composiciones de frescos del Barroco o del Rococó, su composición es simple: solo unas pocas figuras, en total calma, en posiciones similares a las de las estatuas antiguas. Los pintores neoclásicos no disponían de modelos de pintura antiguos con la facilidad que ofrecían la arquitectura y la escultura, de la que se conservaban tantas muestras en Italia. Podían recurrir a los relieves, pero no era fácil superar la pobreza cromática que ofrecían. Las decoraciones de los vasos de cerámica y los bajorrelieves fueron casi las únicas referencias al alcance de los artistas.
Jacques-Louis David (1748-1825) fue uno de los máximos exponentes de la pintura neoclásica y quien reflejaba la preocupación de la época por la composición lógica y clara. Puso sus pinceles al servicio de los ideales revolucionarios. Cuando Napoleón llegó al poder, David fue nombrado pintor de cámara y, respondiendo a la petición del nuevo emperador, su obra se volvió más emotiva, aunque siempre rehuyó el estilo romántico.
Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867) fue otro gran pintor neoclásico. Dirigió la École des Beaux-Arts, desde la que defendió la tradición de David.
Escultura Neoclásica: Noble Sencillez y Belleza Serena
También en la escultura neoclásica pesó el recuerdo del pasado, muy presente si consideramos el gran número de piezas que las excavaciones iban sacando a la luz, además de las colecciones que se habían ido formando a lo largo de los siglos. Las esculturas neoclásicas se realizaban en la mayoría de los casos en mármol blanco, sin policromar, porque así se pensaba que eran las esculturas antiguas, predominando en ellas la noble sencillez y la serena belleza que Winckelmann había encontrado en la estatuaria griega.
Su representante más destacado fue el veneciano Antonio Canova, autor de obras como el Monumento al Papa Clemente XIV, Venus y Psique o Hércules; el inglés John Flaxman y el danés Bertel Thorvaldsen. El estilo neoclásico europeo también llegó a los Estados Unidos, donde su influencia se produjo un poco más tarde y se ejemplifica en las esculturas de William Henry Rinehart.
El Romanticismo: Exaltación del Sentimiento y la Individualidad
El Romanticismo fue una reacción contra el Neoclasicismo y anteponía, ante todo:
- La mayor importancia del sentimiento frente a la razón.
- La fuerte tendencia nacionalista de cada país.
- El liberalismo frente al despotismo ilustrado.
- La originalidad frente a la tradición grecolatina.
- La creatividad frente a la imitación neoclásica.
- La obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento:
- Una gran apreciación de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, en contraposición a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración del siglo XVIII. En este sentido, los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante.
- Igualmente, una renovación de temas y ambientes. Por contraste al Siglo de las Luces (siglo XVIII), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo); venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición, que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban.
- Un aspecto de la influencia del nuevo espíritu romántico y el cultivo de lo diferente se caracteriza por el aumento del estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca… La preponderancia de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, dispersada por toda Europa a través de las conquistas de Napoleón.
La expansión del Romanticismo renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo, así como también dio entrada a un mundo exótico y extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas. Los autores recurren a convenciones artísticas medievales y recuperan sus temáticas, en vez de las propias de Grecia o Roma, como fuente de inspiración. Esto acentúa aún más su perfil nacionalista y regionalista en vez de una tendencia universal como era la neoclásica.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. La frase “La belleza es verdad” encapsula parte de su espíritu. Evocaron el pasado y se alejaron de la realidad, evadiendo el tiempo. Predominaron en ellos los sentimientos de tristeza, melancolía, amor a la soledad y escenarios lúgubres, así como el descontento. Muchas veces estos sentimientos cristalizaron en añoranza del pasado y las antiguas glorias. Un deseo de libertad del individuo, de las pasiones y los instintos que presenta “el yo”, subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón, fueron pilares fundamentales.