Historia Antigua de la Península Ibérica: Desde los Orígenes hasta el Imperio Romano

Prehistoria de la Península Ibérica

La Prehistoria es la parte de la Historia que se desarrolla desde el origen del hombre hasta la aparición de documentos escritos. Su estudio se basa en los restos óseos y materiales, investigados a través de la arqueología.

Dentro de la Prehistoria, y en función de los materiales y técnicas utilizadas para la fabricación de útiles, se diferencian dos grandes etapas:

  • La Edad de Piedra: que incluye el Paleolítico, el Mesolítico (o Epipaleolítico) y el Neolítico.
  • La Edad de los Metales: subdividida en la Edad de Cobre (o Calcolítico), la Edad de Bronce y la Edad de Hierro.

El Paleolítico (Edad de la Piedra Antigua)

Es la primera etapa de la Prehistoria, que en la Península Ibérica abarca desde 800.000 hasta 8.000 años a.C. Se corresponde con la Era Cuaternaria y coincide con el Pleistoceno, era geológica en la que se sitúan las últimas glaciaciones (Günz, Mindel, Riss y Würm) con sus respectivos períodos interglaciares.

El Proceso de Hominización

A lo largo del Paleolítico se desarrolló el proceso de hominización, un largo proceso evolutivo —no lineal— desde las especies de Homo más antiguas hasta el Homo sapiens sapiens (hombre actual). A través de este proceso, la especie humana adquirió los rasgos que la definen:

  • Bipedismo y posición erecta.
  • Liberación de las manos y capacidad para fabricar herramientas.
  • Desarrollo del cráneo y aumento de la capacidad craneal.
  • Mayor encefalización, inteligencia o capacidad de raciocinio.
  • Aumento de la estatura.
  • Disminución de las mandíbulas.
  • Lenguaje articulado.
Paleolítico Inferior (800.000 – 250.000 a.C.)

Los restos fósiles humanos más antiguos se han hallado en Atapuerca (Burgos), en el yacimiento de La Gran Dolina, y pertenecen al Homo antecessor (“hombre pionero”) de unos 800.000 años de antigüedad. Esta especie del Paleolítico Inferior es el antecedente común del que han evolucionado por separado los neandertales y los cromañones. Está asociada a piedras talladas y, por el descarnamiento de huesos, se deduce la práctica de la antropofagia (canibalismo); quizá practicara también ritos funerarios.

En la Sima de los Huesos se han hallado restos —entre ellos un cráneo completo y una pelvis— que corresponden al Homo heidelbergensis, que vivió en la Península Ibérica hace unos 350.000 años y que es un preneandertal.

Paleolítico Medio (250.000 – 33.000 a.C.)

A este período pertenece el Homo neanderthalensis (hombre de Neandertal), del que se han encontrado numerosos fósiles de 45.000 a 35.000 años de antigüedad en yacimientos como Gibraltar, Banyoles (Gerona), Cova Negra (Valencia), El Castillo y Cueva Morín (Cantabria), y El Sidrón (Asturias). Es un Homo sapiens de elevada capacidad craneal (1.450 cm³), muy robusto, de baja estatura y aspecto primitivo (arcos supraorbitales prominentes, frente huidiza, nariz ancha, senos anchos, mandíbulas potentes y carente de mentón). Supo adaptarse al frío de la glaciación Würm: vivió en cuevas, utilizó las pieles y conoció el fuego. Practicó ritos funerarios, lo que refleja un sentimiento religioso. Después de un período de convivencia de unos 10.000 años con Homo sapiens sapiens, se extinguió hace unos 30.000 años.

Paleolítico Superior (33.000 – 8.000 a.C.)

En este período se sitúa el Homo sapiens sapiens (Cromagnon), especie a la que pertenece el hombre actual. Llegó a la Península hacia el 40.000 a.C. procedente de África, coexistió con los neandertales durante 10.000 años, si bien no hubo mestizaje entre las dos especies por incompatibilidad genética. Se impuso como única especie humana al extinguirse los neandertales. Se caracteriza por el cráneo abombado, la alta capacidad craneal, los arcos supraorbitales no proyectados, sin prognatismo y con mentón. Los restos más significativos se han encontrado en las cuevas de El Parpalló (Valencia) y El Castillo (Cantabria).

Las Sociedades Paleolíticas

Se caracterizaban por una economía depredadora basada en la caza, la pesca, el marisqueo y la recolección de frutos silvestres y bayas, además del carroñeo.

La organización social era muy elemental, con una estructura social igualitaria, sin división del trabajo, en la que los individuos desempeñaban funciones diferentes según la edad y el sexo, y en la que la cooperación de todos los miembros era indispensable para la supervivencia del grupo.

Los grupos eran nómadas, no disponían de un hábitat estable, sino que se desplazaban siguiendo las migraciones de las manadas de animales. Vivían en asentamientos estacionales, en yacimientos al aire libre, especialmente en terrazas fluviales y, a partir del Paleolítico Medio, coincidiendo con la última glaciación (Würm), en cuevas y abrigos.

Los Homo sapiens estaban dotados de creencias espirituales: el neandertal practicaba ritos funerarios y pinturas corporales de carácter ritual, y el Homo sapiens sapiens se asocia con ritos y ceremonias religiosas y funerarias —enterramientos con ajuares— y es el autor de las primeras manifestaciones artísticas.

Las Culturas Líticas

La técnica principal en la fabricación de útiles era la percusión, que consiste en golpear el núcleo con un percutor para desprender lascas que proporcionan filos cortantes.

Industrias Líticas del Paleolítico Inferior

Se incluyen dos culturas principales:

  • La cultura de los cantos tallados, a la que pertenecen los choppers —grandes núcleos de sílex toscamente tallados por un lado mediante percusión y extracción de lascas—.
  • La cultura achelense, definida por los bifaces —hachas de mano talladas por las dos caras—.

Estos restos se han localizado en las terrazas fluviales del Duero-Tormes, Tajo (Jarama, Manzanares), el Jalón y especialmente en los yacimientos de Torralba y Ambrona (confluencia del alto Duero y alto Tajo, en Soria).

Industria Musteriense (Paleolítico Medio)

Corresponde a una mayor especialización y diversificación de los útiles (raederas y raspadores, puntas de flecha, cuchillos y buriles). También se observa el trabajo sobre lascas, la microlitización y el uso de la madera y el hueso, además de la piedra.

Los yacimientos son numerosos, tanto al aire libre como en cuevas. Gibraltar, Banyoles, Cova Negra, Cueva Morín, El Castillo y El Pendo son algunos ejemplos.

Industrias Líticas del Paleolítico Superior

Presentan una gran variedad de útiles y una mayor especialización. Incluyen:

  • Armas arrojadizas de caza y pesca: puntas de flecha, propulsores, arpones y azagayas.
  • Útiles domésticos: agujas y botones, punzones.
  • Objetos rituales: bastones de mando.
  • Objetos de adorno: collares de conchas.

Además de la piedra, se usan nuevos materiales como hueso, asta, marfil y madera. La microlitización se acentúa con la fabricación de instrumentos a partir de hojas y láminas.

Culturas representativas son la auriñaciense, gravetiense, solutrense y magdaleniense.

El Arte Cantábrico

Corresponde al Paleolítico Superior y es obra del Homo sapiens. Lo más significativo son las pinturas y grabados sobre las paredes y los techos de las cuevas y los abrigos de la cornisa cantábrica —ejemplo de arte rupestre— que representan animales de clima frío (sobre todo bisontes y caballos) reproducidos con gran naturalismo y, en menor medida, signos abstractos y manos. Son imágenes aisladas que no forman escenas y son polícromas (pigmentos rojo y negro). Estas obras parecen tener un sentido mágico-religioso para facilitar la caza y la supervivencia de los grupos humanos. Los ejemplos más destacados los encontramos en las cuevas de Altamira, El Castillo, Tito Bustillo y Santimamiñe.

También se conservan muestras de arte mobiliar, como las placas grabadas y pintadas de El Parpalló.

El Mesolítico o Epipaleolítico (8.000 – 5.000 a.C.)

Etapa de transición al período geológico actual (Holoceno), se caracteriza por el retroceso de la última glaciación (Würm), lo que supuso la retirada de los hielos perpetuos hacia el norte, y un aumento de las temperaturas y una reducción de las precipitaciones en la zona del Mediterráneo, incluida la Península Ibérica. Esto provocó grandes cambios en el medio físico, la vegetación y la fauna (desaparición de los grandes herbívoros de clima frío).

Los grupos humanos establecieron su hábitat en abrigos naturales y asentamientos al aire libre en zonas costeras del Cantábrico, donde fue importante la práctica del marisqueo y la aparición de concheros característicos de la cultura asturiense, y también en la franja mediterránea y la costa atlántica.

Se acentuó la microlitización de los útiles y se produjo la transición de la economía depredadora paleolítica a la economía productora del Neolítico. La economía de caza y recolección se mantuvo, pero en un escenario de creciente presión demográfica: al desaparecer los grandes herbívoros del clima frío, la caza resultaba cada vez más difícil para una población en aumento.

El Neolítico o Edad de la Piedra Nueva (5.000 – 3.000 a.C.)

El aumento de la población y la disminución de la caza obligaron a pasar de una economía depredadora, basada en la caza y la recolección, a una economía productora, basada en la agricultura y la ganadería.

La gran ventaja de la agricultura es que permite asegurar el alimento y producir una mayor cantidad de alimentos por unidad de superficie y, por tanto, posibilita mantener a una población creciente; sin embargo, requiere más tiempo de trabajo y proporciona una dieta alimenticia más pobre.

Frente a la teoría tradicional según la cual la agricultura se inició en Próximo Oriente hacia el 8.000 a.C. y se difundió por Europa y el norte de África, otras teorías sostienen que la agricultura se adoptó en cada zona solo cuando la presión demográfica hizo que la economía depredadora resultara insuficiente.

El Neolítico surge en Próximo Oriente entre el 10.000 y el 8.000 a.C., y los yacimientos neolíticos más antiguos de la Península Ibérica datan de unos 5.000 años a.C. y se sitúan en el litoral mediterráneo.

Las comunidades neolíticas se caracterizaron por:

  • La economía de producción basada en la agricultura (cereales y leguminosas) y la ganadería (ovejas y cabras).
  • La diversificación de las actividades económicas (elaboración de tejidos, cestas, cerámica, objetos decorativos y útiles agrícolas como azadas, hoces y molinos de mano).
  • La técnica del pulimentado de la piedra.
  • Una mayor complejidad de la organización social con la diferenciación de grupos, en relación con una cierta división del trabajo.
  • La sedentarización con la aparición de los primeros poblados estables como La Carigüela (Granada) y Nerja (Málaga).

Estos cambios permiten definir al Neolítico como una verdadera “revolución” en la historia de la humanidad.

A la llegada de influencias de Próximo Oriente por el Mediterráneo le suceden las influencias neolíticas del continente europeo, por lo que en el Neolítico peninsular se diferencian dos etapas:

Neolítico Inicial: Cultura de la Cerámica Cardial

Caracterizada por la cerámica impresa decorada con incisiones realizadas con conchas de un molusco (Cardium edule), hecha a mano y de formas globulares. Es una cultura procedente de Próximo Oriente que llega a través del Mediterráneo y se localiza en cuevas de las sierras prelitorales del Mediterráneo, en el este y sureste peninsular. Se corresponde con una economía preferentemente ganadera de ovejas y cabras, aunque también está asociada al cultivo de cereales (trigo y cebada) y de leguminosas.

Son representativos los yacimientos de Montserrat, Cova de l’Or, Cueva de la Sarsa, La Carigüela y Nerja.

Neolítico Pleno: Culturas de Almería y Sepulcros de Fosa

Pertenecen a este período la cultura de Almería y la cultura de los sepulcros de fosa, que, procedente de Centroeuropa, se sitúa en el noreste (Cataluña) en las llanuras fluviales fértiles. Es una cultura agrícola caracterizada por los enterramientos en cistas —individuales o de parejas— agrupados en pequeñas necrópolis, junto a los poblados de cabañas circulares. Los ajuares funerarios contienen cerámica lisa para ofrendas e industria lítica pulimentada.

El Arte Levantino

Entre finales del Paleolítico Superior, el Mesolítico y los inicios del Neolítico apareció el arte rupestre levantino, localizado en abrigos naturales rocosos de las sierras prelitorales del Mediterráneo. Representa la figura humana en escenas agrícolas y de recolección de la miel, luchas tribales y ceremonias rituales (danzas de fertilidad). El estilo es esquemático y las imágenes monócromas y de color plano (rojo o negro). Encontramos ejemplos significativos en Cogull (Lérida), Valltorta (Castellón) y la Cueva de la Araña (Bicorp, Valencia).

Las Culturas de los Metales (3.000 – 218 a.C.)

El tratamiento del metal se inició en Próximo Oriente en el V milenio a.C., pero tardó dos milenios en conocerse en Europa, a partir del tercer milenio. En principio, la metalurgia se orientó a la fabricación de armas (espadas, escudos…), con el objetivo de alcanzar la superioridad militar para controlar el territorio y las rutas de comercio, pero pronto se extendió también a la elaboración de joyas, adornos e instrumentos de trabajo.

Su evolución fue un largo proceso orientado a conseguir una mayor eficacia, resistencia y duración de los objetos elaborados, lo que exigía una técnica progresivamente más compleja.

La metalurgia supuso una estructura social compleja y jerarquizada, definida por la división del trabajo y dominada por una casta guerrera, y una mayor diversificación de las actividades económicas (agricultura de regadío, minería, industria textil, cerámica y metalurgia, comercio a larga distancia con Europa y el Mediterráneo).

A esta etapa corresponden las primeras concentraciones preurbanas en forma de poblados amurallados y la arquitectura megalítica —construcciones levantadas con grandes piedras—, de carácter religioso y funerario, representada por los menhires, los dólmenes y los sepulcros de corredor con cámara funeraria circular cubierta con falsa cúpula y protegidos por túmulo (La Menga y El Romeral).

La Edad de los Metales se ha dividido en tres períodos, cuya denominación obedece al nuevo metal que se incorporó en cada uno de ellos: Edad de Cobre (también llamado Calcolítico, del griego kalkós, “cobre”, y litos, piedra), Edad de Bronce (una aleación de cobre y estaño) y Edad de Hierro.

Etapas

La Edad de Cobre o Calcolítico (3.000 – 1800 a.C.)

La metalurgia del cobre produjo armas (hachas planas, puñales, cuchillos, puntas de flecha), punzones, agujas y brazaletes de tamaño pequeño y mediano.

Cultura de Los Millares

En este período destaca la cultura de Los Millares, que adopta el nombre de un poblado denominado “Los Millares” (Almería), ejemplo de poblamiento estable de hacia el 2300 a.C., situado a orillas del río Andarax en un emplazamiento elevado —una colina estratégica— de fácil defensa. Es un poblado amurallado, con viviendas de planta circular-oval, zócalo de piedra y techumbre de paja, donde construyeron silos —para guardar el grano— y hornos —para fundir el mineral— y también necrópolis con tumbas megalíticas de corredor como forma de enterramiento colectivo y acequias para la agricultura de regadío.

Este yacimiento demuestra el aumento de población y la ocupación estable del territorio, la organización social compleja con una diferenciación social por la riqueza, visible en los ajuares funerarios, y cierta división del trabajo. Su base económica era preferentemente ganadera, aunque también la agricultura estaría bastante desarrollada, al igual que la minería.

Cultura del Vaso Campaniforme

Corresponde al Calcolítico pleno (hacia 2.200 – 1.700 a.C.) y se caracteriza por una cerámica en forma de campana invertida con decoración impresa de motivos geométricos (zig-zag y cuerda) dispuestos en bandas.

Es una cerámica que alcanza una gran extensión geográfica en toda Europa y que pudiera tener su origen en la Península Ibérica, lo que demuestra los contactos de la Península con otras zonas europeas a través del comercio de los metales.

La mayoría de los yacimientos son enterramientos individuales con forma circular que contienen ajuares funerarios (cerámica, armas de cobre, adornos de oro), lo que evidencia la diferencia social en base a la riqueza.

Encontramos restos en la desembocadura del Tajo (Torres Vedras), Ciempozuelos (Madrid), Salomó (Cataluña) y Carmona, Écija y Marchena (Guadalquivir).

La Edad del Bronce (1.800 – 750 a.C.)

El bronce es una aleación de cobre y estaño. Las culturas del bronce se relacionan con la riqueza del territorio peninsular en cobre (sureste) y en estaño (noroeste) y con el comercio de los metales en el Mediterráneo y en la Europa atlántica.

En esta etapa se alcanza una mayor complejidad en la estructura social con una organización jerarquizada dominada por una casta guerrera que controla la explotación de los recursos mineros y su comercio.

Destacan los poblados fortificados con estructura protourbana dotados de una arquitectura militar y funeraria (enterramientos con ajuar).

Cultura de El Argar

Toma su nombre de El Argar, un poblado del Bronce inicial (1.700 -1.300 a.C.) en la actual provincia de Almería. Es una cultura extendida en el sureste peninsular (Almería, Jaén, Granada, Murcia), en la que se levantaron poblados amurallados en zonas elevadas de difícil acceso y fácil defensa natural, sobre valles fértiles. Son pequeños agrupamientos de viviendas de planta cuadrada y rectangular que responden a cierto ordenamiento urbanístico, dispuestas en niveles escalonados. Los enterramientos son individuales en fosas, cistas o en urnas cerámicas cinerarias bajo el suelo de las viviendas o junto a ellas; los ajuares (armas, adornos —diademas y collares— de oro y bronce y cerámica —copa argárica—) señalan la jerarquización social, la diferencia de riqueza dentro de la sociedad y la existencia de un grupo dirigente (casta guerrera).

A esta cultura le corresponde una sociedad muy compleja y una economía evolucionada basada en la agricultura —con técnicas desarrolladas (riego, bancales)—, la minería (cobre y plata) y la artesanía (objetos de metal y cerámica).

Cultura Talayótica

Es una cultura megalítica de las Islas Baleares (Mallorca y sobre todo Menorca) —en torno al 1.000 a.C.— representada por las murallas ciclópeas y los talayots (torres cónicas defensivas y de vigilancia), navetas (construcción funeraria con forma de casco de barco invertido cubierta con falsa bóveda) y taulas (mesa —estructura de soporte vertical y pieza horizontal—, posible soporte central de una construcción religiosa, localizadas solo en Menorca).

Cultura de los Campos de Urnas

Se desarrolló en el Bronce final o en los inicios del Hierro —a partir del 1.100 a.C. hasta 750 a.C.— y se localiza en el noreste de la península.

Su origen se vincula a la llegada de pueblos indoeuropeos, del grupo lingüístico celta, procedentes de Centroeuropa que penetraron en la Península Ibérica por el Pirineo oriental y el noreste.

Su rasgo más característico es el rito funerario de incineración —las cenizas de los difuntos son guardadas en urnas cerámicas que son enterradas en fosas—. Es una cultura agraria —es posible que estos pueblos aportaran el arado— que introdujo la metalurgia del hierro.

La Edad de Hierro (750 – 218 a.C.)

Hacia el año 1.000 a.C. comienzan las colonizaciones históricas protagonizadas por fenicios, griegos y cartagineses, que procedentes del Mediterráneo llegaron a las costas mediterráneas de la Península, y por pueblos indoeuropeos celtas, procedentes del centro-norte de Europa. Las colonizaciones aportan influencias mediterráneas y europeas con amplias repercusiones sobre los pueblos indígenas, de forma que los rasgos culturales exteriores se superponen a los autóctonos.

En esta etapa, además, se inicia la Historia con los primeros documentos escritos, ya que los griegos y los fenicios conocen el alfabeto y la escritura.

Las Colonizaciones Históricas y los Pueblos Prerromanos

Las Colonizaciones Históricas (I Milenio a.C.)

La colonización es un proceso de dominio que ejercen unos pueblos (griegos, fenicios y cartagineses) sobre otros (pueblos autóctonos peninsulares) a los que imponen sus estructuras políticas, económicas, sociales y culturales, lo que supone la aculturación de los pueblos sometidos y su transformación hacia estructuras culturales más complejas y evolucionadas.

En la primera mitad del I milenio a.C. —Protohistoria— tuvieron lugar las primeras colonizaciones con las que se inicia la Historia en la Península Ibérica, ya que introducen las primeras fuentes escritas y la tecnología del hierro.

Los pueblos colonizadores procedían del Mediterráneo (fenicios, griegos y cartagineses) y de Centroeuropa (celtas) y se asentaron en la Península Ibérica por razones geoestratégicas (control de zonas de paso y de rutas comerciales) y por el potencial económico del territorio, especialmente la riqueza de metales.

Las colonizaciones se relacionan con el comercio mediterráneo de los metales —abundantes en el sur y este de la península— y con la ruta atlántica del estaño (noroeste).

Tuvieron un carácter comercial, lo que explica la fundación de factorías y emporios (enclaves comerciales costeros).

Pueblos Colonizadores Mediterráneos

La Colonización Fenicia (1.100 – 800 a.C.)

Los fenicios —procedentes del Mediterráneo Oriental— dominaban la navegación y el comercio mediterráneos y llegaron a las costas mediterráneas peninsulares hacia el 1.100 a.C. —según las fuentes literarias— o el 800 a.C. —según los testimonios arqueológicos—, atraídos por la riqueza de metales (cobre, estaño, oro y plata).

Los fenicios rivalizaron con los griegos por el control del comercio de los metales y fundaron factorías (enclaves comerciales estratégicos) en el litoral mediterráneo —cabos, bahías e islas, o en colinas cerca de la costa con puertos protegidos—. Gadir (Cádiz), Malaca (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra) eran enclaves con trazado urbano —calles regulares, fortificaciones y necrópolis— dedicados al comercio: los pueblos peninsulares ofrecían metales (cobre, oro, estaño, plata) a cambio de manufacturas de lujo y productos exóticos (tejidos, joyas y objetos de adorno).

Contribuciones fenicias a las culturas indígenas fueron:

  • La metalurgia del hierro.
  • Nuevas técnicas agrícolas y cultivos (vid y olivo).
  • Nuevas industrias (salazones de pescado, garum y explotación de salinas).
  • Nuevas técnicas cerámicas (torno).
  • La obtención de púrpura para teñir tejidos a partir del múrex.
  • Manufacturas de lujo y productos exóticos.
  • La escritura alfabética.
  • El urbanismo planificado.
  • Nuevas creencias religiosas y nuevos dioses (Melqart e Isthar).
  • Prácticas funerarias orientales (libación, perfumes e incienso).
  • Símbolos de la mitología oriental.
La Colonización Griega (Siglos VII – VI a.C.)

Inicialmente, hacia el 750-700 a.C., navegantes griegos realizaron viajes de expedición siguiendo la ruta del Mediterráneo en busca de metales e intercambios comerciales con los pueblos del suroeste peninsular (Tartessos), sin fundar colonias permanentes.

Los griegos focenses fundaron Massalia (Marsella, sur de Francia) y desde allí establecieron nuevas colonias en la ruta que unía Massalia y Tartessos en la costa mediterránea como Rhode (Rosas), Emporion (Ampurias), Hemeroskopeion (cerca de Denia – Alicante), Akra Leuke, Heraclea (en la actual Alicante), Mainaké (cerca de la actual Málaga), con un marcado carácter comercial como evidencia la acuñación de moneda.

Los griegos tuvieron que competir con los cartagineses que controlaron las rutas de los metales del sur, de las que quedaron excluidos los griegos.

Entre las aportaciones griegas a los pueblos indígenas están:

  • El pago de los intercambios con moneda.
  • Nuevos cultivos (vid y olivo) y nuevos animales domésticos (gallina y asno).
  • Difundieron el uso del arado.
  • Introdujeron innovaciones en la fabricación de tejidos y de cerámica.
La Colonización Cartaginesa

Cartago fue una colonia fenicia fundada en el norte de África por colonos procedentes de Tiro que se enfrentó a griegos y a Roma por el control de las rutas comerciales del Mediterráneo, configurándose como potencia hegemónica —comercial y militar— a partir del siglo VI a.C.

  • Tras vencer a los griegos en la Batalla de Alalia (Córcega, 535 a.C.), Cartago dominó el Mediterráneo central (Sicilia, Córcega y Cerdeña) y dirigió su expansión al Mediterráneo Occidental donde controló las rutas comerciales del sur y este de la Península Ibérica.
  • Cartago y Roma rivalizaron en tres Guerras Púnicas. La primera terminó con la derrota de Cartago, que perdió el control de Sicilia, Córcega y Cerdeña, lo que provocó la ocupación de la Península Ibérica, una plataforma económica y militar en su lucha contra Roma durante la Segunda Guerra Púnica. Los generales de la familia Barca (Amílcar, Asdrúbal y Aníbal) dirigieron la conquista de los territorios peninsulares desde su base militar de Cartago Nova, impusieron tributos y reclutaron soldados, de forma que la colonización perdió su carácter estrictamente comercial para convertirse en un proceso de dominación y sometimiento de los pueblos peninsulares.

Los cartagineses fundaron colonias como Ebusus (Ibiza), Cartago Nova (Cartagena) y Baria (Almería) y exportaron garum y pescado en salazón.

Pueblos Colonizadores Indoeuropeos

Son pueblos procedentes de Centroeuropa con un mismo estrato lingüístico —el indoeuropeo—. Se establecieron en la Península a partir del siglo XI hasta aproximadamente finales del siglo VI a.C.; desde Cataluña y la Meseta se expandieron hacia el norte y el oeste peninsular. Conocían el hierro y su economía se basaba en la agricultura y la ganadería. Practicaban el rito funerario de incineración (incinerar el cadáver, depositar las cenizas en urnas y enterrarlas en fosas).

Los Pueblos Prerromanos

Son culturas que proceden de la transformación de los pueblos peninsulares por el contacto con los pueblos llegados del Mediterráneo y de Centroeuropa y que presentan grados de desarrollo diferentes:

  • Mayor desarrollo: entre los del este y el sur, donde se situaban los pueblos que habían recibido las influencias de griegos y fenicios, conformando la cultura íbera.
  • Menor desarrollo: en los del centro, oeste y norte, territorios donde se asentaban pueblos influenciados por la cultura céltica aportada por las migraciones indoeuropeas.

Los Íberos

La cultura íbera deriva de las influencias que ejercieron los griegos, los fenicios, los cartagineses y Tartessos sobre la población indígena.

Habitaban toda la costa mediterránea, el valle medio del Ebro, las Islas Baleares y el valle del Guadalquivir.

Los pueblos íberos —edetanos, contestanos, bastetanos, turdetanos, indigetes, ilergetes, lacetanos, layetanos, baleáricos…— eran comunidades independientes que compartían la misma cultura.

La economía se basaba en la agricultura (cereal, vid, olivo, hortalizas y frutales, lino y esparto) y la ganadería (oveja, cabra, caballo y cerdo; trashumancia en la alta Andalucía). Conocían la metalurgia del hierro con el que elaboraban armas (falcatas) y fabricaban tejidos (lana, lino y esparto) y cerámica a torno. El comercio con griegos, fenicios y cartagineses fue muy importante; las ciudades íberas acuñaron moneda propia y abrieron una ruta comercial terrestre —Vía Hercúlea— a lo largo del litoral mediterráneo.

La sociedad estaba fuertemente jerarquizada y en ella destacaba la aristocracia guerrera. Se trataba de una sociedad tribal en la que varias familias formaban una tribu dirigida por un caudillo o jefe y en la que adquirieron gran importancia las relaciones de dependencia personal y los valores guerreros y heroicos.

La organización política era bastante desarrollada porque seguía el modelo de la polis griega. La forma política más frecuente era la monarquía, si bien en algunos casos dominaba la oligarquía.

Los pueblos íberos alcanzaron un desarrollo cultural destacable ya que conocieron la escritura, expresión de una lengua no indoeuropea que se escribía con diversos alfabetos, y un notable desarrollo urbano con poblados situados en lugares elevados para su defensa, recintos amurallados con plan urbanístico regular, donde no se han encontrado palacios, pero sí necrópolis y santuarios.

Los íberos rindieron culto a sus dioses en santuarios —Cerro de los Santos (Albacete)— donde se han encontrado exvotos (estatuillas de bronce o de piedra de la Madre Tierra) y practicaban la incineración —las cenizas eran recogidas en urnas enterradas en fosas con los ajuares (armas-falcatas, joyas y objetos de uso cotidiano)—.

Las manifestaciones artísticas evidencian las influencias griegas y cartaginesas. Las obras más representativas son esculturas con función religiosa y funeraria como la Dama de Elche, la Dama de Baza y la Bicha de Balazote.

Los Celtas

Son pueblos de origen indoeuropeo procedentes del centro y norte de Europa que llegaron a la península a comienzos del I milenio a.C. y ocuparon la Meseta, el norte y el noroeste. Son pueblos muy diversos (galaicos, astures, cántabros, vascones, lusitanos, vacceos, vetones…) con rasgos culturales indoeuropeos comunes que conocían la metalurgia del hierro; conforman una cultura posiblemente relacionada con la de los campos de urnas.

Sus poblados se localizan en zonas altas de fácil defensa y son asentamientos fortificados. Los más representativos son los castros —Santa Tecla—, recintos amurallados defendidos por fosos en los que las viviendas de planta circular no siguen un plan urbanístico.

La base de la economía era la ganadería lanar y vacuna —vetones—, si bien en las zonas fértiles de la Meseta predominaba la agricultura cerealista —vacceos—.

Conservaban las viejas estructuras gentilicias y su organización social era tribal —basada en la gens— y dominada por la aristocracia guerrera.

Los celtas hablaban una lengua no indoeuropea y no conocían la escritura; uno de los rasgos más peculiares son los verracos (Toros de Guisando).

Los Celtíberos

Son pueblos (arévacos, pelendones, celtíberos…) con características celtas e íberas, aunque predominaba el factor celta. Se situaban en el Sistema Ibérico y la franja oriental de la submeseta norte.

Practicaban la agricultura del cereal en zonas llanas y la ganadería en áreas montañosas. Tendentes al salvajismo y la barbarie, al bandolerismo y al pillaje, eran extraordinarios guerreros y fueron incorporados a los ejércitos romanos y cartagineses como mercenarios. Ofrecieron una férrea resistencia a la conquista romana, de la que es ejemplo Numancia.

Tartessos

Numerosas fuentes escritas —bíblicas, griegas y latinas—, datadas desde el siglo VIII al siglo I a.C., y cuya información se confunde con el mito y la leyenda, identifican a Tartessos como un río (al que posteriormente se denominaría Betis y Guadalquivir), una ciudad o un reino muy próspero cuya riqueza procedía de la producción de metales, en especial estaño y plata. Este territorio estaba gobernado por reyes míticos (Gárgoris —que enseñó a su pueblo a aprovechar la miel—, Habis —que por primera vez unció los bueyes a un arado— y Argantonio, último rey tartésico y único del que se tienen referencias históricas) que establecieron leyes escritas y mantuvieron relaciones con griegos y fenicios.

Fuentes Bíblicas

Procedentes del Antiguo Testamento, cabe citar:

  • El Libro de Jonás (s. VIII a.C.) que afirma que Tartessos es un río en la tierra de los íberos, que llega al mar por dos bocas, y que entre esas dos bocas se encuentra una ciudad del mismo nombre.
  • El Libro de los Reyes (siglo VII a.C.) menciona que “El rey Salomón tenía en el mar naves con las de Hiram (rey de Tiro, en Fenicia), y que cada tres años llegaban las naves de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales”.
  • El texto del profeta Ezequiel (siglo VI a.C.) comenta que Tiro comerciaba con Tarsis.

Estas fuentes aluden a las relaciones comerciales entre Tarsis y otros pueblos, como los hebreos de Jerusalén (lo que parece improbable, por lo que Tarsis, en ese caso, no debe referirse a Tartessos) y con los fenicios de Tiro (en este caso sí puede identificarse Tarsis con Tartessos).

Fuentes Griegas y Romanas

Entre los autores griegos y romanos —navegantes, historiadores, geógrafos, poetas e incluso filósofos— que incluyen alguna mención a Tartessos en sus obras están:

  • Estesícoro (poeta griego, 630 -550 a.C.) que nombra a Tartessos en su Gerioneida donde narra el décimo trabajo realizado por Hércules que mató al gigante Gerión, quien gobernaba en un reino próximo a Tartessos.
  • Anacreonte (poeta griego, 574 – 485 a.C.) que hace referencia a la riqueza y compleja organización política del reino tartésico.
  • Herodoto (historiador griego, siglo V a.C.) que en su Historia nombra a Argantonio (“hombre de plata”), del que destaca su longevidad (vivió 120 años y gobernó 100), su sabiduría, generosidad y riqueza.
  • Platón describe en sus Diálogos, en especial en el Timeo, la Atlántida como una gran isla más allá de las Columnas de Hércules (Gibraltar), rica en recursos minerales. Algunos autores han propuesto la posible identificación de la Atlántida con Tartessos.
  • Avieno (poeta latino, siglo IV a.C.) quien en su Ora Marítima indica que Tartessos es un río, cuyo curso rodea una isla y se abre en numerosos brazos en su desembocadura (“El territorio de los Tartesios es inmediato a ellos y riega la tierra el río Tartessos. El río Tartessos, que fluye del lago ligustino por abiertos campos, ciñe por todas partes con su corriente la isla, pero no corre por un solo cauce si surca de una vez el suelo subyacente, ya que por la parte oriental trae tres bocas a los campos, mientras que con dos veces dos bocas baña la parte (meridional) del territorio de la ciudad”).
  • Éforo (historiador griego, siglo IV a.C.) es el primero en citar a Tartessos como una ciudad “ilustre” situada a dos días de navegación de Cádiz, emplazada entre los dos brazos de este río en su desembocadura.
  • Pausanias (viajero, historiador y geógrafo griego, siglo II a.C.) en Descripción de Grecia relata que vio dos cámaras en un santuario de Olimpia de las que se decía que habían sido realizadas con bronce tartésico.
  • Por último, Estrabón (geógrafo e historiador griego, 64 a.C. – 19 d.C.) recogió un relato de Estesícoro de Himea que da el nombre de Tartessos a un río.
Evidencia Arqueológica y Problemática Historiográfica

Sin embargo, la arqueología no ha podido confirmar la veracidad de las fuentes escritas ni constatar la existencia de Tartessos como una ciudad o reino con la magnitud descrita.

Las excavaciones arqueológicas se iniciaron en el siglo XIX, a partir de 1880, con los trabajos de George Bonsor que solo halló algunas piezas tartésicas procedentes de las necrópolis de Carmona (Sevilla) y de Setefilla (Huelva).

Adolf Schülten intentó demostrar que Tartessos se localizaba en las marismas de Doñana, pero solo descubrió las ruinas romanas del Cerro del Trigo.

De gran trascendencia ha sido la excavación del yacimiento de El Carambolo (Sevilla), descubierto en 1958 y estudiado por Mata Carriazo, que lo asocia a Tartessos, de donde procede el Tesoro del Carambolo, si bien estudios más recientes realizados por Fernández Flórez y Rodríguez Azogue en 2002 – 2005 han concluido que El Carambolo es un santuario fenicio dedicado a la diosa Astarté que alcanzó su máximo esplendor en el siglo VII a.C. No obstante, la mayoría de los especialistas siguen admitiendo rasgos específicos tartésicos para este yacimiento.

También han sido relacionados con Tartessos otros yacimientos en zonas de expansión de la civilización tartésica como Portugal (Alcocer do Sil) y Badajoz (Cancho Roano en Zalamea de la Serena, La Mata en Campanario y los hallazgos de Turuñuelo de la Guareña).

Por tanto, la problemática historiográfica surge por la falta de adecuación entre la información que apuntan las fuentes literarias y los testimonios arqueológicos.

Tartessos fue una cultura que se localizó en el suroeste peninsular (Huelva, Cádiz y Sevilla) y se desarrolló desde el siglo IX a.C. hasta el siglo VI a.C. en contacto con los griegos, los fenicios y los cartagineses a través del comercio de los metales. El interés por controlar la producción y el comercio del estaño llevó a la expansión de Tartessos hacia Extremadura y el occidente peninsular.

La economía —muy desarrollada— se basaba en la explotación minera (cobre, plata y oro), en la artesanía de los metales y en el comercio del estaño a través de la ruta atlántica con Inglaterra. También la agricultura evolucionada (vid, olivo y productos agrarios comerciales), la ganadería, la pesca y la navegación alcanzaron gran desarrollo.

La sociedad tartésica estaba fuertemente jerarquizada, dominada por la aristocracia que acumuló las riquezas del comercio de los metales y era propietaria de las explotaciones agrarias.

En el ámbito cultural se detectan claras influencias orientales, especialmente fenicias (torno, hierro, púrpura, prácticas funerarias orientales, dioses fenicios) y entre las manifestaciones artísticas destaca la orfebrería de los tesoros de El Carambolo y Aliseda.

Desde finales del siglo VI a.C. se interrumpió bruscamente la etapa de prosperidad de Tartessos sin que se conozcan las causas. Para tratar de explicar su decadencia se ha apuntado a la destrucción provocada por la expansión de Cartago, la ruina de las rutas comerciales o a conflictos sociales internos. Sin embargo, se cree que la cultura tartésica pervivió entre los pueblos de la Baja Andalucía, entre los que destacaron los turdetanos.

La Hispania Romana

Tras un largo proceso de conquista, casi toda la Península Ibérica fue sometida al control político y militar del Imperio Romano, del que formó parte con el nombre de Hispania.

La Conquista Romana (218 – 19 a.C.)

La intervención de Roma en la Península Ibérica tuvo lugar en el contexto de las Guerras Púnicas que enfrentaron a los romanos y los cartagineses por la rivalidad comercial y militar en el Mediterráneo.

Cartago fue derrotada en la Primera Guerra Púnica y Roma le arrebató sus posesiones en el Mediterráneo central, por lo que Cartago orientó su expansión hacia la Península Ibérica con el objetivo de explotar sus yacimientos de metal y reclutar soldados. La conquista fue dirigida por los generales de la familia Barca —Amílcar, Asdrúbal y Aníbal—. Los ejércitos, a las órdenes de Amílcar, desembarcaron en Gadir y sometieron el valle del Guadalquivir y Asdrúbal fundó Cartago Nova (227 a.C.) y pactó con los pueblos íberos. Roma y Cartago firmaron el Tratado del Ebro (226 a.C.) para el reparto de áreas de influencia y poco después Roma pactó con Sagunto para su defensa en caso de ser atacada por los ejércitos cartagineses. En el año 220 a.C. Aníbal en su avance desde Cartago Nova hacia los Pirineos atacó Sagunto, lo que provocó el inicio de la Segunda Guerra Púnica (218 – 204 a.C.).

Fases de la Conquista

Conquista del Este y del Sur (218 -154 a.C.)

En el año 218 a.C. las legiones romanas, dirigidas por Publio y Cneo Cornelio Escipión, desembarcaron en Emporion para frenar el avance de Aníbal hacia Roma y cortar sus suministros. Las tropas romanas hostigaron a los ejércitos cartagineses y a sus aliados íberos, fundaron Tarraco y pactaron alianzas con los caudillos íberos, avanzaron y conquistaron Sagunto, Cartago Nova y Gades, con lo que consiguieron dominar el valle del Ebro, la costa mediterránea y el valle del Guadalquivir.

Conquista de la Meseta (154 – 133 a.C.)

La penetración de los ejércitos romanos hacia el interior chocó con la resistencia de los lusitanos y de los celtíberos.

Resistencia Lusitana: Viriato

Los lusitanos eran un pueblo de pastores y de agricultores pobres del oeste peninsular que hacían incursiones de pillaje en las ricas tierras del Guadalquivir, que estaban bajo el control de Roma. En el año 151 a.C. un ejército romano a las órdenes de Galba masacró a los lusitanos reunidos ante las falsas promesas del reparto de tierras. Viriato acaudilló a los lusitanos que lucharon con la táctica de guerrillas para desgastar al enemigo, hasta que Viriato fue asesinado en el año 139 a.C. por sus propios oficiales, que habían pactado con Roma su rendición a cambio de tierras y de privilegios.

Resistencia Celtíbera: Numancia

Los ejércitos romanos tuvieron que enfrentarse a los arévacos y los vacceos, a los que Roma había prohibido fortificar sus ciudades. Numancia, ciudad de los arévacos en el alto Duero (Soria) resistió un largo asedio de ocho meses hasta que el hambre obligó a su rendición ante Escipión Emiliano en el año 133 a.C.

También en esta época fueron conquistadas las Islas Baleares (123 a.C.) por Quinto Cecilio Metelo.

Conquista del Norte (29 – 19 a.C.)

Augusto inició una campaña militar contra los galaicos, astures, cántabros y vascones para reforzar su poder con éxitos militares, consolidar los límites del Imperio, explotar sus yacimientos (oro) y frenar los saqueos de los pueblos del norte en los valles del Duero y del Ebro. La conquista fue concluida por Agripa en el año 19 a.C.; con la pacificación de los pueblos del norte se inicia la Pax Romana.

La Romanización

Concepto: Proceso por el que los pueblos peninsulares asimilaron la organización socioeconómica, las estructuras político-administrativas y el legado cultural de Roma (derecho, latín, religión y arte), lo que supuso la transformación o pérdida de los rasgos culturales que definían a los pueblos indígenas (aculturación).

Fue un proceso paralelo a la conquista, más rápido e intenso entre los pueblos íberos del este y del sur, más lento y menos profundo en los pueblos del centro y del oeste, y prácticamente inexistente en el norte (galaicos, astures, cántabros y vascones).

Instrumentos de la Romanización

Entre los instrumentos o cauces para la romanización están:

  • La extensión de la vida urbana: En el sur y en el este los romanos aprovecharon la amplia red de ciudades preexistentes y se limitaron a transformar sus órganos de gobierno autónomos en órganos dependientes de la administración romana. En cambio, en el resto de la Península se crearon nuevas ciudades, según el modelo romano.
  • El ejército: También fue un importante vehículo de difusión de la cultura romana. Roma reclutó tropas auxiliares entre los pueblos indígenas, lo que facilitaba su contacto. Además, los soldados reclutados, al término de su servicio militar, podían obtener la ciudadanía romana y recibir lotes de tierras. Por otra parte, junto a los campamentos de las legiones, a veces se formaron núcleos urbanos que con el tiempo se convirtieron en municipios romanos. Es el caso de León que se desarrolló a partir del asentamiento de la Legio VII Gemina.
  • La fundación de colonias: El asentamiento de ciudadanos romanos en colonias de nueva creación o en tierras confiscadas a los indígenas, también extendió el modelo de vida romano. Por lo general, consistía en la entrega de tierras a los soldados veteranos en pago por su servicio militar. Mérida (Emérita Augusta), por ejemplo, fue fundada por orden del emperador Augusto para asentar a los veteranos de las guerras cántabro-astures.
  • La concesión de la ciudadanía romana: A los indígenas suponía gozar de numerosos derechos y privilegios, por lo que su concesión se utilizaba como reclamo para facilitar la dominación romana.
  • La introducción de las formas de organización: Administrativa del territorio, de las estructuras socioeconómicas y de las formas culturales (el latín, el derecho, el cristianismo…) permitieron la difusión de la civilización romana en el territorio hispano.

Las Ciudades Romanas

El principal agente de la dominación fue la creación de una extensa red de ciudades en torno a las que se organizó la colonización y la explotación del territorio, así como su control político y militar.

Las ciudades —civitas— eran la unidad administrativa básica, núcleos políticos y administrativos, centros de comercio y de producción artesanal. Estaban formadas por un recinto urbano (urbs) y pequeños núcleos en la zona rural bajo su dependencia. Inicialmente no todas las ciudades tenían los mismos derechos y se les aplicó diferentes regímenes administrativos que permitía diferenciar a:

  • Ciudades estipendiarias: Sometidas por la fuerza y obligadas a pagar fuertes impuestos y a mantener a las tropas de ocupación.
  • Ciudades inmunes: No pagaban impuestos y mantenían su autonomía.
  • Ciudades aliadas: Mantenían su autonomía y sus instituciones, si bien tenían que ayudar a Roma.
  • Municipios: Ciudades indígenas que ayudaron a Roma en la conquista, por lo que fueron convertidas en ciudades romanas con un régimen jurídico similar al de Roma.
  • Colonias: Ciudades fundadas por Roma para acoger a los colonos (Tarraco, Hispalis, Caesar Augusta), a los soldados licenciados (Emerita Augusta, Itálica) o eran campamentos militares que se convirtieron en asentamientos permanentes (Legio, Asturica Augusta).

Las ciudades estaban gobernadas por:

  • La Curia: Consejo formado por los decuriones, cargos vitalicios ocupados por la aristocracia local que controlaba las decisiones adoptadas por la Asamblea.
  • La Asamblea: Constituida por los representantes de los ciudadanos cuyas decisiones estaban supeditadas a la Curia.
  • Los magistrados: Cargos anuales y colegiados: dos duunviros, dos ediles y los cuestores.

Las ciudades presentaban un plano ortogonal con dos ejes —cardo y decumano—, el foro, los templos (Diana, en Mérida), las basílicas, la curia, las termas; en la zona exterior, los teatros (Mérida), los anfiteatros (Mérida, Itálica), los circos y las necrópolis. En los accesos a las ciudades, los arcos de triunfo (Bará –Tarragona y el de Medinaceli, Soria). Las ciudades disponían de infraestructuras y obras de ingeniería como acueductos (Segovia, el de los Milagros en Mérida), puentes, cloacas y cisternas, faros (Torre de Hércules en A Coruña). Las ciudades eran recintos amurallados (Lugo) y estaban conectadas mediante una red de calzadas:

  • Vía Augusta: Gades, valle del Betis, Cartago Nova, Pirineos hacia Roma.
  • Vía de la Plata: Sentido norte – sur en el oeste desde Emerita a Asturica Augusta.
  • Vía Transversal: Desde Emerita a Caesar Augusta.
  • Vía del Norte: De Bracara Augusta y Asturica Augusta a Caesar Augusta.

La Administración Romana

Roma impuso un marco político-administrativo basado en la división del territorio en provincias.

Divisiones Provinciales

División Republicana

Inicialmente, durante la República (a partir del 197 a.C.) los territorios conquistados fueron divididos en dos provincias: Hispania Citerior (Ebro y franja mediterránea, capital Tarraco) e Hispania Ulterior (valle del Guadalquivir, capital Córduba).

Reformas de Augusto

Augusto —año 15 a.C.— dividió Hispania en tres provincias:

  • Tarraconense (Tarraco) y Lusitania (Emerita Augusta) como provincias imperiales, no pacificadas, poco romanizadas, controladas por las legiones, dependían directamente del emperador y estaban gobernadas por un delegado del emperador (propretor o procónsul).
  • Baetica (Hispalis), como provincia senatorial, pacificada bajo control del senado y gobernada por un procónsul.

A su vez, las provincias se dividían en conventus o partidos jurídicos. Los magistrados residían en las capitales de las provincias y asumían las funciones político-administrativas, judiciales, militares y fiscales.

Reformas de Diocleciano

Diocleciano —297 d.C. (siglo III)— convirtió Hispania en una diócesis gobernada por un vicario y la dividió en 5 provincias: Tarraconense, Lusitania, Baetica, Gallaecia (Bracara Augusta) y Cartaginense (Cartago Nova).

Posteriormente fueron incorporadas la Baleárica y la Mauritania Tingitana.

La Economía Romana

Roma impuso sus estructuras económicas —latifundios agrícolas, propiedad privada, mano de obra esclava, ciudad como centro comercial y artesanal, moneda— y el modelo de economía —urbana, monetaria, esclavista, colonial y mercantilizada—.

Sectores Económicos

Minería

La Baetica (Huelva, Jaén) era la principal zona minera. Roma explotó las minas de oro (noroeste y Lusitania), plata (Cástulo y Cartago Nova), cobre (Río Tinto y Cartago Nova), estaño (norte y noroeste), mercurio o cinabrio (Almadén), hierro (norte) y plomo (Sierra Morena).

Las minas eran propiedad del Estado, arrendadas a compañías privadas (excepto las de oro) que posteriormente se convirtieron en propiedad privada. Eran explotadas por mano de obra esclava.

Agricultura

Las tierras eran propiedad del Estado (ager publicus); parte fueron devueltas a sus antiguos propietarios, o repartidas entre los nuevos colonos, los soldados licenciados o las comunidades indígenas sin tierras; el resto de las tierras eran arrendadas a particulares y con el tiempo se convirtieron en propiedad privada.

La producción era destinada al autoconsumo, al mercado urbano, a la exportación o al pago de impuestos.

La villa era una gran explotación agraria y ganadera con una producción destinada al mercado y trabajada por esclavos.

En la agricultura de secano se cultivaba trigo/cereal, vid y olivo (trilogía mediterránea) y en la de regadío hortalizas, frutales, esparto y lino.

Los romanos introdujeron avances técnicos como la parcelación regular, el regadío con canales y acequias, el arado y el trillo con ruedas, el abono y la rotación con barbecho.

Artesanía

Se basó en la producción de cerámica sigillata, vidrio, armas (Toletum, Bilbilis) vino y aceite y garum, para el mercado urbano y la exportación. Se desarrollaba en las ciudades en talleres donde trabajaban esclavos y artesanos libres agrupados en collegia (corporaciones de oficios).

Comercio

Estuvo favorecido por la red de calzadas, la acuñación de moneda y la seguridad creada por la Pax Romana. Se basaba en la exportación de materias primas (minerales), productos agrarios, cerámica y esclavos, y en la importación de productos manufacturados y de lujo. La ciudad era el principal centro comercial que articulaba los intercambios locales y a larga distancia, que se hacían a través de las calzadas y por vía marítima. Los principales puertos eran Tarraco, Saguntum, Cartago Nova y Gades.

La Sociedad Romana

Una primera división en la organización social permitía diferenciar entre libres y no libres.

Estructura Social

Hombres Libres

No todos tenían la misma condición político-jurídica: unos tenían la ciudadanía romana y otros la latina. Caracalla concedió a todos los hombres libres del Imperio la ciudadanía romana en el año 212 d.C.

Entre los hombres libres existían diferentes niveles según la riqueza y el origen:

  • Una reducida aristocracia (senadores y caballeros) que ocupaban los altos cargos de la administración provincial, monopolizaban las magistraturas y acaparaban grandes fortunas (los senatoriales eran grandes propietarios latifundistas y los caballeros eran agentes del fisco a los que el Estado concedía los negocios más lucrativos).
  • Por debajo, los sectores enriquecidos por los negocios (ricos artesanos y comerciantes) y por las explotaciones agrarias (aristocracia de los pueblos sometidos) y que desempeñaban cargos en la administración provincial y local (decuriones).
  • Y, por último, la plebe (gran masa de trabajadores libres) integrada por pequeños artesanos y pequeños campesinos.
No Libres: Libertos y Esclavos

Existían dos niveles:

  • Los libertos, esclavos liberados que adquirían la categoría de ciudadanos mediante la manumisión, si bien mantenían vínculos de dependencia y ciertas obligaciones hacia su antiguo amo, que pasaba a ser su patrono.
  • Y, por último, los esclavos que eran base del sistema productivo, considerados propiedad de sus amos, no tenían ningún derecho y no podían acceder a la propiedad. Eran prisioneros de guerra, hijos de esclavos, cautivos de las revueltas u objeto del tráfico de esclavos que trabajaban en las minas, el campo, los talleres artesanales y en el servicio doméstico.

La Cultura Romana

El legado cultural romano fue muy rico y contribuyó a la romanización:

  • El latín fue una lengua que pervivió tras la caída del Imperio Romano en las lenguas romances.
  • El derecho regulaba las relaciones privadas y las instituciones públicas.
  • La religión romana (culto a las divinidades del panteón romano y al emperador) tuvo que competir con los cultos indígenas y orientales —heredados de los griegos y los fenicios— y con el cristianismo, una religión monoteísta que ganó fuerza con el Edicto de Milán —promulgado por el emperador Constantino en el año 313— que declaraba la libertad religiosa y con el Edicto de Tesalónica —dictado por Teodosio— que convirtió al cristianismo en la religión oficial del Imperio. Del cristianismo se desviaron doctrinas heréticas como el priscilianismo y el arrianismo —religión cristiana que no aceptaba el dogma de la Trinidad ni la naturaleza divina de Cristo—.
  • Arte: arquitectura y obras de ingeniería; escultura y mosaicos (La Olmeda).

Hispania contribuyó con aportaciones importantes en literatura (Marcial y Lucano), filosofía (Séneca) y geografía (Mela).

La Crisis del Siglo III y el Fin del Imperio

En el siglo III d.C. el Imperio Romano, sobre todo en su parte occidental, vivió un período de crisis que afectó al sistema político, económico y social.

  • Debilitamiento del poder imperial: El poder imperial se debilitó al intervenir los ejércitos provinciales en el nombramiento de los emperadores, los emperadores se enfrentaron por el poder y pretendían ejercerlo de forma dictatorial, provocando revueltas en las provincias donde el único poder real era el de las autoridades locales que gobernaban con plena autonomía al margen del poder imperial.
  • Crisis del sistema esclavista: El fin de las guerras de conquistas redujo el número de esclavos y encareció la mano de obra esclava, lo que disminuyó la producción.
  • Ruralización de la economía y sociedad: Las ciudades perdieron población y las actividades urbanas se hundieron, la producción artesanal y el comercio descendieron amenazados por la inestabilidad, la subida de los precios y el aumento de los impuestos —el Estado incrementó la carga fiscal porque el fin de las guerras de conquista y la concesión de ciudadanía a todos los habitantes libres redujeron los ingresos fiscales—.
  • Devaluación de la moneda y retorno al trueque: La moneda se devaluó, se volvió a la economía de autosuficiencia y al trueque, lo que afectó a la economía monetaria.
  • Surgimiento del colonato: Los esclavos fueron sustituidos por colonos —pequeños campesinos libres que, a cambio de protección, entregaron sus tierras a los grandes propietarios, aunque seguían trabajándolas y estaban obligados a entregar parte de la cosecha a su señor; esta forma de dependencia anticipa el régimen señorial y feudal de la Edad Media—.
  • Revueltas sociales: Se produjeron revueltas sociales que movilizaron a los campesinos y bandas de esclavos fugitivos, colonos pobres, ladrones y desertores (bagaudas) saquearon las tierras, creando un profundo clima de inseguridad.

Los emperadores trataron de frenar la decadencia del Imperio:

  • Diocleciano: Creó la Tetrarquía que derivó en guerras civiles por el poder.
  • Constantino: Trasladó la capital del Imperio a Constantinopla y concedió la libertad religiosa (Edicto de Milán, 313 d.C.).
  • Teodosio: Reconoció el cristianismo como religión oficial con el Edicto de Tesalónica (391 d.C.) y dividió el Imperio en Imperio de Occidente —con capital en Roma— bajo el gobierno de Honorio y el Imperio de Oriente —con capital en Constantinopla— bajo Arcadio, que se mantuvo como Imperio Bizantino hasta la conquista de Constantinopla por los turcos en el año 1453, mientras que el Imperio Occidental sufrió las invasiones de los pueblos germanos o bárbaros hasta la conquista de Roma en el año 476.