Concepciones Filosóficas del Ser Humano: Mente, Cuerpo y Alma

Monismo Materialista: Reduccionismo Fisicalista y Teoría de la Identidad

Esta teoría, prominente en la neurobiología del siglo XX, considera que los estados mentales son, en esencia, estados neurofisiológicos del cerebro. Dado que estos estados son de naturaleza física, se postula que la mente se reduce o se identifica completamente con lo físico. Sus principios fundamentales incluyen:

  • Reducción Ontológica: Sostiene que todos los niveles de la realidad se reducen al nivel físico.
  • Concepción del Ser Humano: El ser humano es visto como un mero conjunto de células, y los procesos mentales se explican íntegramente desde la física y la química.

En esta visión, la mente es idéntica al cerebro o al conjunto de procesos neurofisiológicos. Un recuerdo, una idea o una emoción no son más que relaciones físico-químicas producidas entre neuronas. En última instancia, el cerebro es concebido como una máquina compleja.

Críticas al Reduccionismo Fisicalista

A pesar de su aparente simplicidad, el reduccionismo fisicalista enfrenta varias objeciones significativas:

  • El Problema de la Conciencia (Qualia): No logra explicar cómo se produce el salto de lo físico-químico al pensamiento consciente y las experiencias subjetivas (realidades cualitativamente distintas).
  • Diferencia de Propiedades: Si todo estado mental se redujera a un estado físico, ambos tendrían que caracterizarse por las mismas propiedades. Sin embargo, los estados neuronales son observables y medibles, mientras que los estados mentales poseen una naturaleza subjetiva e inobservable directamente.
  • Argumento de la Inteligencia Artificial: Según esta teoría, un ordenador no podría desarrollar funciones mentales semejantes a las del ser humano, ya que carece de neuronas biológicas, a pesar de que la inteligencia artificial ha demostrado capacidades que desafían esta premisa.

El Funcionalismo

A diferencia de la teoría de la identidad, el funcionalismo no reduce los procesos mentales a procesos neurofisiológicos. Esta corriente filosófica postula que un fenómeno o proceso mental no se define por la materia de la que está hecho (por ejemplo, neuronas), sino por la función que desempeña dentro de un sistema. Es decir, lo que importa es el rol causal que un estado mental tiene en relación con otros estados mentales, entradas sensoriales y salidas conductuales.

Dualismo de Propiedades o Emergentismo

Esta teoría busca conciliar aspectos atractivos tanto del monismo como del dualismo. Del monismo, recoge la consideración de que el ser humano está formado por una única sustancia o realidad, que es de naturaleza física. Sin embargo, esta única realidad física es capaz de producir propiedades de dos tipos distintos: físicas y mentales.

Los estados mentales, según el emergentismo, surgen o emergen de estados físicos complejos, pero no pueden ser identificados o reducidos a ellos, ya que poseen propiedades cualitativamente diferentes. Un concepto clave aquí son las propiedades emergentes (o sistemáticas):

  • Son aquellas que surgen de la combinación de elementos de un sistema, pero que no poseen esos elementos de forma aislada.
  • Ejemplo: El agua (H2O) es el conjunto de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. En conjunto, el agua tiene la propiedad de apagar el fuego, mientras que sus componentes por separado (hidrógeno y oxígeno) son gases inflamables. La propiedad de “apagar el fuego” emerge de la interacción de los elementos, no de los elementos individuales.

Concepciones Clásicas del Ser Humano

Platón: El Dualismo Antropológico

Platón es un dualista antropológico que divide al ser humano en dos sustancias radicalmente distintas:

  • Alma: De naturaleza espiritual, inmortal, simple y divina; es la fuente de vida y conocimiento.
  • Cuerpo: De naturaleza material, mortal y compuesto; es concebido como la “cárcel del alma”.

Según Platón, los deseos y necesidades del cuerpo pueden conducir al alma a la esclavitud, y el verdadero destino del alma solo puede cumplirse a través de su liberación de las ataduras corporales. La relación entre alma y cuerpo es accidental; no es natural que el alma, siendo divina, esté encerrada en un cuerpo imperfecto y mortal. El alma puede existir sin el cuerpo, pero el cuerpo no puede vivir sin el alma.

Platón también postula una división tripartita del alma:

  1. Alma Racional (o Espiritual): Ubicada en la cabeza, es la parte más elevada, asociada con la razón y el conocimiento.
  2. Alma Irascible: Situada en el pecho, representa el coraje, la voluntad y las pasiones nobles.
  3. Alma Concupiscible: Localizada en el abdomen, se relaciona con los deseos y apetitos básicos.

Aristóteles: La Explicación Biológica del Alma

Aristóteles ofrece una explicación biológica del ser humano, estableciendo una distinción fundamental entre sustancias vivas y no vivas. Para él, el principio que otorga vida es el alma. Así, todos los seres vivos poseen alma.

El mundo natural, según su visión, puede organizarse en diferentes niveles de complejidad vital, asociados a distintas funciones del alma:

  • Función Vegetativa: Comprende las funciones biológicas básicas como la nutrición, el crecimiento y la reproducción. Esta función está presente en plantas, animales y seres humanos.
  • Función Sensitiva: Permite el conocimiento sensible (a través de los sentidos), e incluye los deseos corporales y la capacidad de movimiento. Esta función se encuentra en animales y seres humanos.
  • Función Racional: Es la más elevada y permite la inteligencia, el entendimiento y la racionalidad, posibilitando la elaboración del conocimiento científico. Esta función es propia exclusivamente del ser humano.

Para Aristóteles, el ser humano es una unidad indisoluble de cuerpo y alma, donde:

  1. El Cuerpo es la materia, provisto de instrumentos y órganos para cumplir las funciones vitales.
  2. El Alma es la forma del cuerpo, su principio vital y organizador, lo que le permite al cuerpo realizar sus funciones específicas.

Descartes: El Dualismo Radical de Sustancias

René Descartes divide al ser humano en dos sustancias distintas y completamente independientes, ya que ninguna depende de la otra para existir. Este dualismo radical postula que las sustancias que forman al ser humano son:

  • Res Cogitans (Sustancia Pensante): Es la conciencia, cuyo atributo principal es el pensamiento. El “yo” (el alma) es inmaterial, indivisible y libre, capaz de tomar decisiones. El pensamiento, a su vez, tiene dos funciones principales: el entendimiento (la capacidad de conocer) y la voluntad (la capacidad de elegir).
  • Res Extensa (Sustancia Extensa): Es el cuerpo, caracterizado por la extensión (longitud, anchura y profundidad). Es material, divisible y está sujeto a las leyes mecánicas del universo.

A pesar de esta radical separación, es evidente que entre el alma y el cuerpo existe una interrelación. Descartes intentó solucionar el problema de cómo interactúan estas dos sustancias tan diferentes situando el alma en una parte específica del cerebro: la glándula pineal. Desde allí, el alma se conectaría con el cuerpo y modificaría sus movimientos, y viceversa.

Monismo Materialista Antiguo: Demócrito y el Atomismo

En contraste con las perspectivas dualistas, los filósofos monistas defienden en general que el ser humano es una única sustancia, predominantemente de tipo material, rechazando la existencia de un principio espiritual o de un alma que persista después de la muerte.

Demócrito, uno de los principales exponentes del atomismo, sostiene que toda la realidad del universo, incluido el ser humano, se explica a través de la materia. Para él, la materia es un conjunto de átomos: partículas eternas, indivisibles e inmutables que se mueven en el vacío y, al chocar entre sí, van formando todos los seres de la naturaleza.

Desde el punto de vista antropológico, Demócrito concibe al ser humano como una única realidad formada por cuerpo y alma, pero ambas de naturaleza material. El alma tiene como función principal ser el principio de movimiento y vida. Por ello, es concebida como formada por átomos móviles, ligeros y esféricos. Estos átomos generan un intenso calor y se encuentran distribuidos por todo el cuerpo, haciendo posible el movimiento de los órganos y produciendo todas las funciones físicas y mentales. La muerte, en esta visión, sobreviene con la ausencia de respiración, lo que implica la dispersión de estos átomos anímicos.