Heráclito y el Flujo Constante
Friedrich Nietzsche, al igual que Heráclito, parte de la idea de que todo fluye y, por tanto, nada permanece. Por ello, nunca se puede percibir un objeto de la misma manera que se ha percibido con anterioridad, dado que ese objeto está sujeto al movimiento, y nuestra propia manera de percibir las cosas también está sujeta al cambio.
La Percepción y el Conocimiento Humano
Por ejemplo, no podemos percibir nunca la misma hoja porque no existen dos hojas iguales, ni la propia hoja es ajena al paso del tiempo, sino que está sujeta al cambio. De igual modo, nunca te bañarás en el mismo río porque también está en constante movimiento y, por tanto, aunque sea muy parecido, no se darán las mismas condiciones, incluso si ha pasado muy poco tiempo.
Por ello, el conocimiento humano no puede acceder a la realidad. Sí que podemos sentirla o experimentarla, pero no conocerla, pues todo está constantemente sujeto al cambio.
El Devenir como Única Realidad
Pero si todo fluye, estamos ante un mundo sin orden, sin sentido y sin certeza. De la misma forma que esta realidad sin orden y sin logos nos es mostrada, la del devenir es falsa, pura apariencia.
Según Nietzsche, lo real es la multiplicidad y el cambio. Él rechaza el dualismo de realidades, argumentando que si el “mundo verdadero” desaparece, deberíamos dejar de llamar al otro “aparente”, ya que no es apariencia de ninguna realidad. Solo quedaría el auténtico “mundo verdadero”, es decir, el mundo del devenir, sobre el que únicamente tenemos experiencias.
Crítica al Dualismo Platónico
Además, tras esta apariencia, se postula la “verdadera realidad” para nosotros, aquello que alcanzamos gracias a la razón y en la que hay un mundo de objetos que permanecen inmóviles y que, por tanto, podemos conocer.
Así es como se habría caído en el dualismo, que daría lugar a dos mundos: el del devenir, que nos negamos a aceptar por miedo y que consideramos pura apariencia; y el “mundo verdadero”.
Ambos se definen por el dualismo ontológico de Platón, es decir, el mundo sensible y el mundo inteligible. Ante esto, Nietzsche defiende que solo hay devenir. Lo aparente puede ser experimentado, pero lo que se ha tenido por verdadero no es más que una construcción de la razón. Por tanto, la razón es un elemento secundario que nunca podría guiarnos a la realidad.
El “Mundo Verdadero”: Un Refugio ante el Caos
Para Nietzsche, la creación del “mundo verdadero” es producto del miedo al devenir, del miedo al caos. El “mundo llamado verdadero” es un refugio anti-devenir, creado ante la incapacidad de aceptar un mundo sin orden, un mundo sometido a cambio constante y gobernado por el caos. Lo hemos creado por la necesidad de huir del devenir, de todo aquello que cambia.
Los “Filósofos-Momia” y la Desconfianza en los Sentidos
Los únicos que intentan reducir el devenir y simplificar la realidad son los filósofos-momia (como los denomina Nietzsche), ya que, igual que estas, están embalsamados y detenidos en el tiempo. Confían en los conceptos racionales abstractos (las “momias conceptuales”) y desconfían de los sentidos.