Socialismo Utópico y Republicanismo en el Movimiento Obrero Español
El movimiento obrero se vio potenciado al ser apoyado por doctrinas como el socialismo. El socialismo utópico pretendía crear sociedades igualitarias, con propiedad colectiva y reparto equitativo de la riqueza, y acabar con las injusticias de la sociedad liberal. La doctrina socialista en España se produjo gracias al pensamiento de socialistas utópicos franceses, y su mayor representante fue Joaquín Abreu, que defendió la creación de falansterios, cooperativas de producción y consumo que producían todo lo necesario para sus habitantes. Muchos escritores, generalmente republicanos, difundieron el socialismo y el cooperativismo mediante libros y prensa.
En política, el primitivo obrerismo español estuvo muy ligado al republicanismo federal. En 1868, se concedió el sufragio universal masculino, y los obreros votaron al republicanismo por considerarlo favorable a las aspiraciones de igualdad social.
La Llegada del Internacionalismo a España
La Primera Internacional en España
Tras el triunfo de la Revolución de Septiembre de 1868, llegó a España el italiano Giuseppe Fanelli como enviado de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), difundiendo los ideales anarquistas como si fuesen los de toda la AIT.
Las asociaciones obreras se expandieron por España, aunque no todas se unieran al nuevo organismo internacional. El primer congreso de la AIT se celebró en Barcelona, donde la Federación Regional Española (FRE) adoptó acuerdos con la línea anarquista del obrerismo, defendiendo la huelga, el apoliticismo y la revolución social como vía de acción directa.
La Crisis y Escisión en la FRE
Paul Lafargue impulsó en Madrid grupos favorables a las posiciones marxistas. Las discrepancias entre las dos corrientes internacionalistas culminaron con la expulsión del grupo madrileño de la FRE, fundando la Nueva Federación Madrileña, de carácter netamente marxista.
El Enfrentamiento entre Anarquistas y Marxistas en la Primera Internacional
La Primera Internacional constituyó un primer intento de organizar a los trabajadores para luchar contra un injusto sistema capitalista. Su representante más relevante era Karl Marx, máximo exponente del llamado socialismo científico, como contraposición a las ideas de los utopistas.
Las tesis marxistas defendían que la clase obrera debía organizarse políticamente para conquistar, mediante la revolución, el poder político y económico, y construir un Estado obrero. En el nuevo orden no existiría la propiedad privada, y todos los bienes de producción estarían en manos del Estado. Desaparecerían las diferencias económicas y sociales, y se entraría en la fase del comunismo, donde no existirían clases sociales y el Estado se extinguiría.
En la AIT, Mijaíl Bakunin, personalidad más relevante del pensamiento anarquista, se oponía a la acción política. Defendía la abolición del Estado y se mostraba hostil ante cualquier tipo de autoridad. Acusaba a Marx de autoritario.
Los objetivos de marxistas y anarquistas eran similares, pero con métodos diferentes para alcanzarlos, lo que produjo el enfrentamiento entre ambas ideologías.
Anarquismo y Socialismo (1874-1900)
El Anarquismo Apolítico y la Acción Directa
En 1881, la sección española de la Internacional cambió su nombre al de Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) para adaptarse a la nueva legalidad, que prohibía las organizaciones de carácter internacional dirigidas desde el extranjero. La nueva federación realizó una acción sindical de carácter reivindicativo. Los desacuerdos dentro de la organización y la represión sobre el movimiento obrero y campesino favorecieron que una buena parte del anarquismo optara por la acción directa y organizara grupos autónomos revolucionarios cuyos objetivos eran atentar contra las bases del capitalismo.
Durante la etapa de 1893-1897 se produjeron los actos más destacados de violencia social: atentados contra personas clave de la vida política, bombas en el Liceo de Barcelona o contra la procesión del Corpus. Se acusó al anarquismo de estar detrás de la Mano Negra, una asociación clandestina que actuó en Andalucía y a la que se le atribuyeron asesinatos, incendios de cosechas y edificios. Los atentados anarquistas fueron reprimidos muchas veces de forma indiscriminada, provocando una espiral de violencia: acción-represión-acción.
La proliferación de atentados dividió al anarquismo en dos bandos: unos partidarios de la acción directa y otros partidarios de una acción de masas. En consecuencia, se planteó una revolución social con la necesidad de fundar asociaciones de carácter sindical. Esta nueva tendencia anarcosindicalista dio lugar a la creación de Solidaridad Obrera y la CNT (Confederación Nacional del Trabajo).
El Socialismo Obrero y el PSOE
Un grupo de obreros madrileños, entre los que se encontraba Pablo Iglesias, fundó el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) en 1879. Se definía como marxista y era partidario de la revolución social. Presentaron un programa de reformas entre las que estaban la reducción de horas de trabajo o la prohibición del trabajo infantil. El partido creció lentamente en toda España y contribuyó a introducir en España la Fiesta del Trabajo.
En 1888, el partido celebró su primer congreso y ese mismo año se creó la UGT (Unión General de Trabajadores), que en principio no se declaró marxista, dejando libertad de militancia política a sus afiliados.