La Primera República Española: Un Periodo de Inestabilidad (1873-1874)
Ante la ausencia de un rey constitucional, el Congreso de los Diputados y el Senado, reunidos en Asamblea Nacional, proclamaron la República el 11 de febrero de 1873. La República fue vista con esperanza por sectores populares, mientras que intelectuales, perseguidos durante el reinado isabelino, accedieron al poder.
El principal problema de los republicanos fue la propia definición del Estado, lo que generó un constante enfrentamiento entre centralistas y federalistas. El federalismo, ideología desarrollada durante el Sexenio Democrático, defendía la formación de gobiernos regionales con cierta autonomía. Se llevó a cabo un avanzado programa social, que incluyó:
- Suspensión del impuesto de consumos.
- Eliminación del sistema de quintas.
- Reparto de tierras.
Estanislao Figueras fue elegido presidente del Poder Ejecutivo. Quiso elaborar una nueva Constitución y convocó Cortes Constituyentes, pero la profunda división entre los republicanos provocó su abandono de España. Su sucesor fue el federalista Francesc Pi i Margall. Durante su mandato, apenas se aprobaron algunos artículos debido al enfrentamiento entre federalismo y unitarismo.
A la actitud centralista de los republicanos unitarios y al enfrentamiento del Gobierno con monárquicos, carlistas y proletarios, se sumó la impaciencia de los seguidores federalistas de Pi i Margall. Estos declararon la autonomía en varias provincias y ciudades, constituyéndose en cantones y dando inicio a la Revolución Cantonal, que se produjo fundamentalmente en ciudades de Levante y Andalucía, impulsada por grupos urbanos que se declararon autónomos frente al poder central.
El Fin de la Primera República
El 18 de julio de 1873, el presidente, desbordado por los acontecimientos, se vio obligado a dimitir. Nicolás Salmerón fue el nuevo presidente del Ejecutivo. De perfil más conservador, utilizó el ejército para sofocar las sublevaciones cantonalistas. Sin embargo, se negó a firmar penas de muerte a dirigentes del movimiento cantonal, lo que provocó su dimisión.
En septiembre, fue nombrado presidente el republicano unitario Emilio Castelar, quien intentó conducir la República bajo el principio de autoridad, suspendiendo las Cortes hasta el mes de enero. El Carlismo se consolidó con victorias como la batalla de Montejurra, la ocupación de Estella y Éibar, y un nuevo asedio a Bilbao. A pesar de que el movimiento cantonal había facilitado la dispersión del ejército en varios frentes, los carlistas no lograron ampliar significativamente su territorio. La Guerra de Cuba prosiguió, con los rebeldes afianzados en sus posiciones debido a las dificultades en la metrópoli.
Las sesiones de las Cortes se reanudaron en enero de 1874. El presidente Castelar fue rechazado por la Asamblea, imponiéndose las tesis federalistas, lo que provocó su dimisión. Mientras los diputados votaban un nuevo Gobierno, un golpe de Estado, dirigido por Manuel Pavía, disolvió las Cortes republicanas. Posteriormente, se nombró un Gobierno de concentración liderado por el general Francisco Serrano, con el apoyo de Radicales, conservadores y republicanos unitarios. Serrano gobernó de acuerdo con la Constitución de 1869, pero con poderes dictatoriales y bajo un régimen republicano.
El cantonalismo fue sometido, y el ejército actuó contra los carlistas, logrando levantar el cerco de Bilbao en mayo de 1874, aunque no pudo conseguir su derrota definitiva. Un movimiento de restauración de la monarquía borbónica se gestó en torno a Alfonso de Borbón, y el 29 de diciembre de 1874 tuvo lugar el pronunciamiento de Arsenio Martínez Campos en Sagunto, en favor de la restauración monárquica.
La Desamortización en España: Orígenes y Causas
Con anterioridad a la implantación definitiva del liberalismo, existieron varios intentos desamortizadores que, por una causa u otra, tuvieron pocos resultados. Destacan cuatro momentos previos del proceso desamortizador:
Antecedentes Históricos de la Desamortización
- El reinado de Carlos III: Los ilustrados iniciaron la crítica a la amortización de bienes raíces, considerándola la principal causa del estancamiento agrario. Proponían detenerla e incluso suprimirla, aunque la Corona se opuso con argumentos políticos y religiosos.
- Godoy (a partir de 1795): El crecimiento de la deuda pública impulsó al ministro a iniciar la desamortización. Los fondos obtenidos de la venta de bienes de institutos eclesiásticos (que atendían a enfermos, ancianos y marginados sociales) estaban destinados a reducir la deuda e indemnizar a la Iglesia. Sin embargo, finalmente se gastaron en nuevas campañas militares.
- Guerra de la Independencia, José I y las Cortes de Cádiz: En ambos periodos se suprimieron conventos y órdenes religiosas, decretando la venta de sus propiedades. Lo recaudado se destinaría a amortizar la deuda del Estado. El regreso de Fernando VII en 1814 supuso la anulación de esta legislación y la devolución de los bienes vendidos.
- El Trienio Liberal (1820-1823): Volvieron a entrar en vigor las decisiones de las Cortes de Cádiz. Se promulgó el Decreto de supresión de monacales y se emprendió la desamortización de bienes de propios y baldíos. El retorno del absolutismo en 1823 obligó a restituir los bienes vendidos, lo que llevó a los compradores, indignados, a apoyar el liberalismo y a enfrentarse al Rey.
Causas de la Aceleración del Proceso Desamortizador (a partir de 1833)
A partir de 1833, el proceso de desamortización se precipitó por varias causas:
- La Guerra Carlista: Obligaba al Estado a obtener recursos económicos urgentes para financiar el conflicto.
- El clima anticlerical: Provocado por el apoyo de parte del clero al bando carlista. Entre 1834 y 1836 fueron frecuentes los asaltos a conventos, incendios y matanzas. La escasez y las epidemias convirtieron a curas y frailes “carlistas” y “reaccionarios” en chivos expiatorios de las protestas populares.
- Presiones al gobierno: Por parte de los antiguos compradores de bienes desamortizados durante el Trienio Liberal, que exigían la devolución de sus propiedades. El apoyo de este sector (la alta burguesía) era esencial para el bando cristino.
Todo ello condujo a la desamortización. Entre 1834 y 1836 se tomaron varias decisiones que tendieron a legalizar lo que, de hecho, ya estaba ocurriendo: el abandono masivo de los conventos ante el miedo de los frailes a los asaltos populares. En esta situación, en 1836, llegó al gobierno Juan Álvarez de Mendizábal.
La Guerra de Marruecos y el Protectorado Español (1909-1927)
La presencia española y de otros países europeos se proyectaba sobre Marruecos desde mediados del siglo XIX. Tras la derrota de 1898, España inició una penetración colonial en este país con el objetivo de recuperar el prestigio perdido y explotar los recursos mineros del Rif, bajo el pretexto de emprender una labor civilizadora entre la población marroquí.
En 1906, en la Conferencia de Algeciras, las grandes potencias europeas acordaron la apertura al comercio internacional de ocho puertos marroquíes y el establecimiento de una policía franco-española para asegurar su cumplimiento. A su vez, se estableció el derecho de España y Francia a llevar a cabo una intervención militar en Marruecos en caso de inestabilidad.
Los primeros episodios de la Guerra de Marruecos se produjeron en 1909 en las proximidades de Melilla, tras los ataques de grupos armados de rifeños contra las instalaciones del ferrocarril que empresas españolas construían para la explotación de las minas del Rif. En uno de estos incidentes se produjo el Desastre del Barranco del Lobo, el 27 de julio de 1909, que ocasionó un elevado número de víctimas y conmocionó la opinión pública española. Esta derrota evidenció una guerra impopular, de extrema dureza y crueldad, en la que el ejército español era incapaz de dominar a los rifeños. En los años siguientes, la situación se calmó, más por la desunión de los jefes de las Cabilas (tribus rifeñas) que por las acciones militares.
Las continuas intervenciones occidentales y los problemas internos del país provocaron que el sultán de Marruecos no pudiera mantener el orden. En mayo de 1911, en virtud de lo acordado en la Conferencia de Algeciras, las tropas francesas ocuparon Fez y las españolas Arcila, Larache y Alcazarquivir. En 1912 se concretó la división de Marruecos en los protectorados francés y español. De la zona española quedó excluida la ciudad de Tánger, que permaneció bajo control internacional pese a las reivindicaciones españolas.
Tras unos años de enfrentamientos entre las tropas españolas y los rifeños, se consiguió pacificar parcialmente el territorio al atraer a algunos jefes locales. Sin embargo, en julio de 1921, el caudillo rifeño Abd el-Krim, tras reunir de nuevo a las cabilas, provocó la insurrección general. Una imprudente acción del jefe militar de Melilla, el general Manuel Fernández Silvestre, culminó en la estrepitosa derrota de Annual, con un saldo de 12.000 muertos españoles. Abd el-Krim controló casi todo el Rif y amenazó Melilla. Un contraataque del general Dámaso Berenguer alivió el cerco a Melilla. El Desastre de Annual provocó una oleada de indignación. El Gobierno encargó una investigación al general Juan Picasso González. Las autoridades militares intentaron que esa indagación se limitase solo a los mandos inferiores, a lo que se opuso el general instructor. El Expediente Picasso, de más de 9.000 folios, puso en evidencia la incapacidad e improvisación de los mandos militares africanistas y la desidia del Gobierno. Aunque no mencionó directamente a la Corona, una parte de la opinión pública la acusó de incitar la acción del general Silvestre, y muchos defendieron el abandono de Marruecos.
La Intervención de Primo de Rivera y el Fin del Conflicto
Primo de Rivera, que antes del golpe de Estado había defendido el abandono de Marruecos por el elevado coste que suponía la presencia española, impuso como cuestión prioritaria la liquidación del conflicto. Dirigió operaciones militares para poner fin a la guerra; sin embargo, la escasa capacidad militar española y la fortaleza de Abd el-Krim, que fundó la República del Rif, dificultaron las acciones de ocupación. Posteriormente, el Desembarco de Alhucemas en 1925 posibilitó la conquista sistemática del territorio y el fin de la guerra. Para esta operación, en la que se combinaron fuerzas marítimas y terrestres, se requirió la colaboración de Francia. Abd el-Krim se entregó a las autoridades francesas, y el 10 de julio de 1927 se dio por concluida la campaña.
El Directorio Militar de Primo de Rivera (1923-1930)
A los éxitos del Directorio Militar sobre el orden público y en Marruecos se sumaron una economía en expansión, favorecida por la práctica del proteccionismo y por la buena coyuntura internacional, y el apoyo de la UGT a la política social del dictador. Primo de Rivera fundó en 1923 la Unión Patriótica para aglutinar las adhesiones al régimen. Frente a estos apoyos, en contra del Directorio se situaron los viejos políticos liberales, anarquistas, comunistas, nacionalistas, republicanos e intelectuales como Miguel de Unamuno y Vicente Blasco Ibáñez.