El Palacio Real de Madrid
El Palacio Real o Palacio de Oriente está situado en el extremo occidental de la Villa de Madrid y ocupa el mismo lugar que una antigua fortaleza árabe. Posteriormente, sobre esta fortaleza se construyó el antiguo Alcázar de los Austrias, destruido por un incendio en la Noche de Navidad de 1734.
Este incendio debió suponer una gran alegría para el rey, ya que le desagradaba profundamente el antiguo alcázar y siempre había soñado con edificar un gran palacio que consagrara a su dinastía. Pocos meses después del incendio, Felipe V encargó al afamado arquitecto italiano Felipe Juvara un primer proyecto que consistía no en un palacio, sino en una verdadera ciudad palatina. Este primer proyecto no se pudo llevar a cabo por dos razones: la primera de ellas económica, y la segunda porque el rey quería que se construyese sobre los cimientos del antiguo alcázar (el proyecto cuadruplicaba el espacio disponible). A esto se unió el fallecimiento del arquitecto, así que fue su discípulo J.B. Sachetti quien realizó el proyecto definitivo, poniendo la primera piedra el 7 de abril de 1738.
Debido al desnivel del terreno y lo estrecho del solar, el palacio se desarrolló en altura, dando lugar a distintos pisos en cada una de sus fachadas, consiguiendo en alguna de ellas hasta nueve niveles. Felipe V nunca llegó a ver el palacio concluido, ni tampoco su inmediato sucesor Fernando VI, que intervino activamente en las obras.
Tendría que ser Carlos III (hijo y hermano de los anteriores) el que primero habitase el palacio, aunque no de muy buen grado, ya que lo consideraba “pequeño”, y lo veía ajeno a él, pues cuando fue coronado las obras estaban muy adelantadas y no pudo imprimir su gusto en el exterior del palacio, pudiendo modificar solamente los interiores.
El estilo arquitectónico se encuadra dentro del Barroco, pero que anuncia ya el Neoclasicismo. Las fachadas combinan el gris del granito y el blanco de la piedra caliza. A lo largo de ellas se dispuso un orden colosal (que abarca dos plantas) de columnas dóricas, que se convierten en corintias en su parte central.
La planta del edificio es casi cuadrada, con fachadas de hasta 150 m, con un único patio central de grandes dimensiones, y en las esquinas cuatro salientes que emulan los antiguos torreones del alcázar anterior. En estos salientes se colocaron las estatuas de reyes españoles desde los visigodos hasta emperadores incas y aztecas, de los cuales, los monarcas españoles se consideraban herederos.
Como curiosidades, encontramos 870 ventanas, 240 balcones y 44 escaleras. Todos estos números hacen de él el mayor palacio de Europa occidental. El conjunto palaciego se corona con una balaustrada, a lo largo de la cual se disponen jarrones flamígeros (simulando antorchas), y en el centro de cada fachada, escudos con las armas de los Borbón. En un principio se proyectó coronar la balaustrada con las esculturas de todos los antiguos monarcas.
Durante su construcción, otros arquitectos introdujeron reformas en el proyecto, como por ejemplo, Sabatini que rediseñó la “Escalera de Embajadores”, una de las principales joyas del palacio y que responde al esquema de tipo imperial con tres rampas paralelas de 5 m de anchura cada una. En la bóveda tenemos los frescos de Giaquinto que representa el triunfo de la religión y de la iglesia. A esta escalera se accede desde un zaguán de columnas rosadas que atraviesa la fachada principal, permitiendo la entrada de carruajes hasta los pies de la escalera, donde una gran escultura de Carlos III nos da la bienvenida. Dato curioso es que Carlos IV ordenó cambiar la posición de la escalera a su emplazamiento actual. Sabatini también proyectó una primera ampliación del palacio, de la que solo se realizó una pequeña parte que hoy podemos contemplar a la derecha de la fachada principal. Por último, Ventura Rodríguez que rediseñó la capilla.
En la decoración del palacio participaron diversos pintores que decoraron las bóvedas del palacio (Tiépolo, Giaquinto, Vicente López…), así como importantes decoradores. Dentro de la decoración interior destacan el “Salón del Trono”, tapizado en terciopelo rojo bordado con hilos de plata, con esculturas provenientes del antiguo alcázar, junto con cuatro leones adquiridos por Diego Velázquez en Italia que escoltan los tronos. Estos tronos, situados bajo un bello dosel en el mayor de los lados de la sala, son réplicas de los originales de la época de Carlos III, pues cada monarca posee un trono con su efigie tallada en la parte alta del respaldo. En la bóveda contemplaremos el fresco más importante del s. XVIII, obra de Tiépolo y cuyo tema es la glorificación de la monarquía española.
También es destacable el “Salón de Columnas”, el mayor del palacio, y que está en el extremo opuesto de la escalera, con una decoración similar a ella, ya que en su origen la escalera estaba situada en este emplazamiento, pero fue trasladada pieza a pieza a su emplazamiento actual. Presidiendo el salón encontramos la escultura del emperador “Carlos V dominando al furor”, réplica del original de los escultores Leoni. En el techo se encuentra el fresco de Giaquinto “El nacimiento del sol”.
Otras de las salas más importantes son las decoradas por Matías Gasparini, y que reciben su nombre: “Saleta Gasparini”, “Antecámara Gasparini” y “Salón Gasparini”, siendo este último la culminación del Rococó chinesco no solo español sino europeo.
En cuanto a los jardines, al oeste encontramos el llamado “Campo del Moro”, que fue proyectado en el s. XIX y desde donde se observa una de las más bellas perspectivas del palacio. Al norte encontramos los “Jardines de Sabatini”.
A diferencia de otros palacios europeos, el palacio que vemos hoy en día no es una recreación ni una reconstrucción, sino que todos sus elementos son los originales, encargados, coleccionados y utilizados por los sucesivos monarcas.
Fachada del Hospicio de San Fernando (Madrid)
Se trata de un edificio de ladrillo visto con un gran desarrollo horizontal, destacando la llamativa portada de piedra, que potencia el eje vertical del conjunto.
De la decoración de la portada podemos destacar los siguientes aspectos:
- La asimetría que domina toda la composición.
- El eje central, donde aparecen motivos nuevos, propiamente creaciones del Barroco o ya existentes pero utilizados de una manera muy personal y libre, como son:
- La simulación de cortinajes creados mediante el trabajo realizado sobre la piedra, que dotan a la portada de un carácter escenográfico.
- Los estípites o columnas de fuste en forma de pirámide invertida y capitel vegetal muy desarrollado junto a la puerta.
- Las guirnaldas vegetales que abren el arco de ingreso al edificio y lo relacionan con el cuerpo siguiente.
- Los óculos circulares cubiertos de un marco vegetal, en concreto, dos en el cuerpo bajo de menor tamaño y decoración más profusa; dos en el segundo, dispuestos lateralmente, con pequeñas orlas florales y uno en el cuerpo superior con un frontón que lo corona.
- Gran nicho u hornacina que ocupa el centro del segundo cuerpo con la imagen de San Fernando.
- Entablamentos y frontones que poseen un carácter más decorativo que arquitectónico, quebrados en líneas convexas y mixtas.
No solo se admira esta fachada por su valor puramente decorativo, sino también por su carácter atípico dentro de la arquitectura del momento, ya que la ornamentación se va aligerando a medida que asciende el edificio; siendo también el conjunto más estrecho y más vertical para compensar la horizontalidad del hospicio. Solamente existe un elemento que unifica las decoraciones, los escudos sobre las ventanas y sobre el arco de ingreso.
Lo más innovador es concentrar la atención del espectador en un solo punto: la fachada. Debemos recordar que el Arte Barroco se relaciona con un periodo de crisis política y que la arquitectura, como la escenografía, pretende distraer al pueblo del triste espectáculo que supone la pérdida de la hegemonía española en el mundo.
En cuanto al estilo y la cronología, podemos afirmar que el edificio pertenece al Barroco Pleno español ya avanzado y que sigue las pautas creadas por la escuela de Churriguera, cuyo periodo más floreciente tiene lugar en los primeros años del siglo XVIII. La cronología de la obra que analizamos corresponde a 1720-1730.
Sobre el autor, Pedro Ribera, sabemos que realiza los edificios más importantes del Madrid de su época. Se trata de un artista de imaginación desbordada, que utiliza con enorme libertad los elementos barrocos. En 1726 sucede a Teodoro Ardemans como maestro mayor del Ayuntamiento de Madrid, de ahí que a él se deban obras tan conocidas como el “Puente de Toledo”, la “Fachada de la Iglesia de Monserrat”, la “Capilla del Monte de Piedad” y el “Cuartel del Conde-Duque”, entre otras.
Para finalizar, si analizamos esta obra teniendo en cuenta la evolución general del Barroco, debemos recordar que desde los primeros años del siglo XVII se configuran en Italia dos Escuelas arquitectónicas:
- Una clásica y equilibrada, continuadora del Renacimiento, que es la de Bernini o Pietro de Cortona, que influye en Francia y en Alemania.
- Otra preocupada por el efectismo decorativo, como la de Borromini, que influye en nuestro país sobre los Churriguera o Pedro de Ribera.
Fachada del Obradoiro. Catedral de Santiago de Compostela
La fachada, escoltada por dos torres campanario de 74 metros de altura (la Torre de la Carraca a la izquierda y la Torre de las Campanas, a la derecha), se halla dividida en dos cuerpos en los que los elementos estructurales o arquitectónicos propiamente dichos, no pretenden ser una recreación de la arquitectura del Románico, pero tratan de no ser discordantes con el templo al que van a ser superpuestos. De este modo, podemos observar que la enorme puerta de acceso remata en gran arco de medio punto que recuerda los tímpanos de las iglesias medievales y conserva el parteluz.
Toda la superficie de la fachada está recubierta de variados elementos decorativos (motivos heráldicos, grandes volutas, elementos vegetales…) que la aproximan a las obras y al estilo recargado de los Churriguera. Las columnas sobresalen potentemente de la fachada generando un gran dinamismo (especialmente en sentido ascensional), y creando fuertes efectos de claroscuro.
Como remate a este espectacular conjunto, un nicho superior cobija la imagen del Santo al que se dedica el templo: Santiago Apóstol vestido de peregrino. A sus pies y de rodillas, se postran los Reyes españoles, mientras que a cada lado y colocados sobre bolas de piedra, encontramos dos parejas de ángeles con la cruz de la Orden de Santiago. En sentido descendente vemos la tumba del Apóstol acompañado por sus discípulos. Sobre cada torre se levantan figuras de Santos como San Juan Evangelista o Santa Susana.
Destacamos también la singular escalera que completa este monumento y recuerda la “Escalera Dorada” de la Catedral de Burgos, obra de Diego de Siloé. El tramo central de dicha escalera se bifurca y se vuelve a unir en la parte superior.
La obra de dimensiones colosales, está realizada en granito de un color gris muy particular que abunda en Galicia, lo que junto a su recargada decoración contrasta con la desnudez de la plaza en la que se halla, generando en el peregrino una sensación de sobrecogimiento.
La construcción de esta fachada se acomete entre los años 1738 y 1750. En principio se pensó en un descabellado proyecto, como era el de derribar el hermoso “Pórtico de la Gloria” y construir una nueva entrada en su lugar. El proyecto fue rechazado por los arquitectos que aceptaron la realización de la remodelación y que fueron Fernando Casas y Novoa y Domingo Antonio de Andrade.
El estilo en el que se realiza es por tanto el Barroco Pleno ya bien avanzado (pensemos que las obras finalizan a mediados del siglo XVIII), guardando relación estilística con otros monumentos tan interesantes como la “Fachada del Hospicio” de Madrid, cuya autoría se debe a Pedro de Ribera y que sigue la estela borrominesca.
Sabemos que la espléndida fachada compostelana se debe al gran maestro Fernando Casas y Novoa (muerto en 1751), formado en las enseñanzas de Andrade, los dos arquitectos más insignes del Barroco gallego. A Casas se deben también el retablo mayor del templo y la fachada de la iglesia de Villanueva de Lorenzana.