La Evolución Artística de Goya: Un Testigo de su Tiempo

A la hora de analizar la obra del pintor aragonés, hemos de tener en cuenta varias cosas. En primer lugar, el carácter del pintor, un carácter apasionado y crítico, pintor de la alegría de la vida en sus primeras obras, que evolucionará constantemente hasta presentarnos los aspectos más crueles y horrendos del alma humana. Su carácter crítico le viene de su formación intelectual en contacto con los pensadores ilustrados del XVIII, que cuestionan todo y ponen a la razón por encima de cualquier cosa. Este carácter crítico hará que no se doblegue ante nadie y que, cuando, por ejemplo, pinta a los reyes, no los adula ni ensalza, sino que los trata incluso con crueldad. Por sus ideas políticas, se alineará con las tendencias más progresistas, será liberal declarado y criticará la crueldad del absolutismo. Pero Goya es, ante todo, el testigo de su tiempo. Goya vive a caballo entre los siglos XVIII y XIX, una época especialmente agitada:

  • Revolución Francesa
  • Ascenso de Napoleón
  • Ocupación francesa de España
  • Guerra de la Independencia
  • Retorno de Fernando VII y con él el absolutismo más cerril
  • Esperanza liberal de 1820 a 1823

Todos estos acontecimientos y las esperanzas y frustraciones que suscitan condicionan la obra del autor, y su producción es un testimonio de primer orden para analizar la época. Pero hay algo más que influye sobre su obra: la terrible enfermedad que en 1792 estuvo a punto de acabar con él y que, como secuela, le dejó su sordera. La sordera significa el aislamiento, la dificultad para comunicarse y el agriamiento de su carácter; a partir de 1819, una nueva enfermedad agrava aún más su aislamiento.

Los Inicios de Goya en la Pintura

En 1773, se casa con Josefa Bayeu, hermana de varios pintores. Se instalará en Madrid y sus cuñados le abrirán las puertas para trabajar como pintor de cartones para la Real Fábrica de Tapices. A los pintores se les encargaba la realización de cartones que luego eran tomados como modelos para tejer los tapices. Desde el principio, Goya da muestra de una gran creatividad; en sus obras no representa la grandeza y glorificación del poder, sino temas mucho más alegres y del gusto de la nobleza y la burguesía: escenas populares (romerías, juegos, fiestas, escenas agrícolas…). Canta, en definitiva, la alegría de vivir de la sociedad de su época, ajena a lo que les depara el futuro. Los colores que utiliza son muy vivos: cereza, mostaza, verdes muy subidos, rojos, azules… Cartones de esta época son: La Gallina ciega, La Merienda, El Quitasol, El Cacharrero, La Vendimia, El Albañil herido, La Pradera de San Isidro… En la etapa final de su producción para la Real Fábrica de Tapices, las sutilezas del color son más complejas y, en la elaboración de los temas, se vuelve un agudo crítico de las costumbres de su época; un ejemplo de esto lo tenemos en su obra La Boda.

La Crisis Personal y Artística de Goya

Con los cargos que había ido acumulando, Goya pone reparos a los encargos de la Real Fábrica de Tapices en 1790. Aunque los encargos continúen, él no va a realizar ninguno más. Es una época crítica para Goya; desde el punto de vista personal, sufre en 1792, y durante un viaje a Cádiz, una terrible enfermedad que le deja definitivamente sordo. La consecuencia inmediata es su dificultad para comunicarse y su concentración en sí mismo. No reanuda su actividad pictórica hasta 1795. La etapa es particularmente dura para el pintor, no sólo por sus vivencias personales, sino por la situación dramática del país durante la guerra, situación que expresaría de una manera clara en sus obras. Nadie como él había pintado la venganza, la crueldad y las consecuencias de una guerra. Goya se ve sumido en una profunda contradicción; él es partidario de la idea de progreso como única solución para sacar a España del subdesarrollo, pero esa idea es defendida por los franceses que ocupan el país. Goya se debate entre el apoyo a un pueblo celoso de sus costumbres y opuesto a cualquier innovación y a esas ideas progresistas. De todas formas, permaneció en su puesto y juró fidelidad a José Bonaparte.

El Impacto de la Guerra y el Absolutismo

Aunque, desde el punto de vista artístico, Goya no será desplazado de su puesto como pintor del rey, su prestigio social se ve disminuido, ya que se le acusa de haber colaborado con el invasor. En el ánimo del pintor pesan las consecuencias de la guerra y la decepción causada por la llegada de Fernando VII, que reinstaura el absolutismo (con la Inquisición incluida) e inicia la persecución de liberales y progresistas. Tras el intermedio de 1820-1823, años en los que el rey se ve obligado a jurar la Constitución de 1812, vuelve por la fuerza al absolutismo en 1823 y a decretar nuevas persecuciones contra los liberales. Desde el punto de vista artístico, Goya va a realizar dos series de grabados: la tauromaquia y los disparates, y cuadros como La Última Comunión de San José de Calasanz en 1819 y la serie de las Pinturas Negras que inicia ese mismo año.

El Exilio y Últimos Años de Goya

Tras la reinstauración del absolutismo en 1823 y las persecuciones contra liberales y progresistas, Goya se siente incómodo en Madrid y, en algún momento, llegó a estar oculto por miedo a las acusaciones. En mayo de 1824, con la excusa de tomar baños en las aguas medicinales del balneario de Plombières en Francia, solicita permiso a Fernando VII para abandonar el país. Se asienta definitivamente en Burdeos con Leocadia Zorrilla y sus hijos. Hace algún viaje a París. A pesar de contar con casi ochenta años, su actividad es febril: pinta, estudia, investiga nuevos procedimientos en grabado (litografía)… En el año 1826, hace un breve viaje a España para solucionar su jubilación. Regresa a Burdeos y allí pinta su última obra: La Lechera de Burdeos, obra en la que parece que ha rejuvenecido su paleta. Goya vuelve a colores ya abandonados y, con la utilización de la pincelada ancha, anticipa la técnica de los impresionistas. Murió en abril de 1828, con ochenta y dos años de edad.