Colonizaciones en la Península Ibérica (Siglos VIII-IV a.C.)
Fenicios y Griegos: Comerciantes del Mediterráneo
A partir del siglo VIII a.C., pueblos como los fenicios y los griegos iniciaron la colonización de la Península Ibérica. Estos pueblos buscaban aprovechar la gran riqueza en metales de la península y, para ello, fundaron establecimientos comerciales, conocidos como factorías, que funcionaban como centros de intercambio de metales y otros productos.
Los Fenicios
Procedentes del actual Líbano, los fenicios establecieron importantes colonias en la costa sur. A cambio de metales, ofrecían objetos de vidrio, tejidos y cerámica. Entre sus colonias más destacadas se encuentran:
- Gadir (Cádiz)
- Abdera (Adra)
- Sexi (Almuñécar)
Sus aportaciones culturales fueron fundamentales, introduciendo el cultivo de la vid, animales domésticos como el asno y las gallinas, el uso del hierro, el procedimiento de salazón del pescado (garum), el torno de alfarero y la escritura.
Los Griegos
Los griegos establecieron sus colonias principalmente en el litoral catalán y levantino. La más importante de todas fue Emporion (Ampurias). A los griegos se les atribuye la introducción de la moneda y el cultivo del olivo en la península.
Los Pueblos Prerromanos: Íberos y Celtas
Los Íberos
Los íberos eran un conjunto de pueblos localizados en la franja mediterránea y en el sur peninsular, entre los que se encontraban los ilergetes, layetanos, edetanos, carpetanos y turdetanos. Su cultura, que surgió con fuerza hacia el siglo VII a.C., tiene un origen incierto. Algunos historiadores sugieren que proceden del Cáucaso o del norte de África, mientras que otros creen que son una evolución de los tartesios.
Vivían en poblados fortificados situados en lugares elevados. La religión tenía una gran presencia en su mundo, como demuestran los santuarios donde se acumulaban exvotos (ofrendas que representaban generalmente a guerreros con su casco, escudo y espada). Practicaban tanto la incineración como el enterramiento de sus muertos, guardando las cenizas en urnas de cerámica que eran enterradas junto a piezas de ajuar, como armas y adornos. Entre los pueblos íberos más importantes destacamos a los turdetanos, ilergetes, oretanos y bastetanos.
Los Pueblos de Influencia Celta
Procedentes de Europa Central, los celtas atravesaron los Pirineos y entraron en la Península en diversas oleadas entre el 1000 y el 500 a.C. Se establecieron en el centro y el oeste de la Península y en la franja cantábrica, mezclándose con las poblaciones autóctonas. De esta fusión surgieron pueblos como los galaicos, astures, cántabros, vacceos y lusitanos. También se incluyen los celtíberos, en la cabecera del Duero, que, siendo celtas, incorporaron rasgos de la cultura ibérica. Practicaban la incineración de los cadáveres, que eran enterrados en los llamados “campos de urnas”. Destacamos entre ellos a los lusitanos, los cántabros y los astures.
La Conquista Romana: Las Guerras Púnicas
Las Guerras Púnicas fueron una serie de conflictos bélicos motivados por la rivalidad entre las dos grandes potencias del Mediterráneo: Roma y Cartago.
Primera Guerra Púnica
El resultado de este primer enfrentamiento fue la victoria de Roma, que conquistó Córcega, Cerdeña y Sicilia. En el tratado de paz, Cartago se comprometió a pagar una fuerte reparación de guerra a Roma.
Segunda Guerra Púnica
Para hacer frente a dichos pagos, los cartagineses decidieron colonizar la Península Ibérica para obtener minerales y otras riquezas. Así, Amílcar Barca desembarcó en Gadir y conquistó, a veces mediante alianzas, el sur de la península. Su sucesor, Asdrúbal, fundó Cartago Nova (actual Cartagena), y finalmente, Aníbal atacó la ciudad de Sagunto, aliada de Roma, lo que provocó el estallido de la segunda guerra.
Aníbal, en una audaz maniobra, atravesó los Pirineos y los Alpes e invadió Italia, derrotando a las legiones romanas en batallas como la de Cannas. Mientras tanto, los romanos intentaron derrotar a los cartagineses en Hispania. Tras un primer fracaso, un segundo intento liderado por Publio Cornelio Escipión triunfó con la conquista de Cartago Nova y toda Andalucía. La península comenzaba a estar en poder de Roma. La batalla de Zama, en África, supuso el final de la guerra.
Tercera Guerra Púnica
Hubo una tercera guerra que supuso la definitiva destrucción de Cartago. En el siglo II a.C., Roma se consolidó como la única potencia del Mediterráneo.
El Proceso de Romanización en Hispania
La División Provincial
La primera división provincial que los romanos establecieron al llegar a la península fue la creación de dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior.
Características de la Romanización
La romanización fue un proceso lento de asimilación cultural que comenzó a finales del siglo III a.C. con la derrota cartaginesa y que adquirió un camino irreversible tras la victoria sobre los cántabros y astures en el siglo I a.C. bajo el mandato de Octavio Augusto y su declaración de la Pax Romana.
Este proceso se basó en la extensión de varios elementos clave de la cultura romana:
- La lengua: el latín.
- La ingeniería civil: acueductos, puentes, calzadas y la planificación de las ciudades (plano en cuadrícula).
- El derecho romano y sus leyes.
- La aportación de figuras ilustres hispanas como el filósofo Séneca (preceptor de Nerón), el literato Marcial o los emperadores Trajano y Adriano.
El Reino Visigodo en la Península Ibérica
Los visigodos eran un pueblo de origen germánico que se vio desplazado desde su territorio original en el mar Negro debido a la presión de los hunos. Llegaron a saquear Roma en el 410 d.C. y firmaron un pacto o foedus con los romanos, que les permitía asentarse en una zona del sur de Francia a cambio de defenderla de otras posibles invasiones.
Cuando entraron en la Península Ibérica, se enfrentaron con otros pueblos que la habían invadido tras el fin del Imperio romano de Occidente (476 d.C.). Así, vencieron a vándalos y alanos y, finalmente en el siglo VI d.C., a los suevos. También lograron expulsar a los bizantinos de las costas del levante.
Sus principales reyes fueron Leovigildo, Recesvinto y Recaredo. Este último estableció el catolicismo como religión oficial, un hecho que supuso la unidad religiosa del reino pero que dejó fuera a los judíos, quienes fueron perseguidos.
El reino visigodo sufría una gran debilidad interna debido al creciente poder de los nobles. Rodrigo, el último rey de los visigodos, fue derrotado por los musulmanes en la batalla de Guadalete en el 711 d.C., poniendo fin a su dominio en la península.