Los Pilares de la Literatura Romana: Historiografía, Oratoria y Épica Clásica

Historiografía Romana: Orígenes y Evolución

La historiografía romana nació a finales del siglo III a.C., pero han desaparecido las obras anteriores a César. Inicialmente, los Analistas (autores de Annales) redactaban los hechos sucesivamente año por año (de ahí su nombre) y lo hacían en griego, la lengua culta por excelencia, lo que les permitía llegar al gran público helenizado.

Entre los analistas latinos, destaca el famoso Catón “el Viejo”, que nos habla de los orígenes de Roma y se declaró enemigo de lo griego en general. De su obra sólo se conservan unos pocos fragmentos, aunque en su época fue muy admirada.

Julio César (100-44 a.C.)

Su gloria literaria se debe a los 7 libros de sus Comentarios sobre la Guerra de las Galias y los 3 de su De bello civili, obra en la que se comenta su enfrentamiento civil con Pompeyo. La Guerra de las Galias narra sus campañas triunfales contra los galos entre 58-52 a.C. Su lugarteniente Hircio completaría la obra con un octavo libro referente a la campaña dos años posteriores.

Aunque César sigue la tradición de los Annales de escribir año a año, su género es el de los Commentarii, para los que utiliza, con precisión casi diaria, diversas fuentes:

  • Los informes que enviaba regularmente al Senado.
  • Los que le mandaban sus propios legados desde el frente.
  • Sus propios apuntes tomados durante las campañas.

El objetivo de su obra es defenderse de las críticas y acusaciones de que era objeto y ofrecer materiales de primera mano a los futuros historiadores, que habrían de juzgarle como parte de la historia. Se observa un esfuerzo por razonar y justificar su comportamiento en un tiempo en que resultaba fundamental imponer la propia opinión a través de la propaganda escrita; así, su versión de los hechos es interesada y no objetiva. El principal mérito de su obra es, sin duda, literario, al punto de considerársele un modelo de estilo.

Tito Livio (59 a.C. – 16 d.C.)

Narra en los 142 libros de Ab urbe condita la historia de Roma desde sus orígenes hasta su tiempo, hasta la muerte de Druso, padre del emperador Claudio. Tito Livio, que simpatizó con el sistema republicano, no tuvo problemas en apoyar al nuevo régimen imperial y a su príncipe, Augusto, empeñado en la restauración del orden tras las convulsas guerras civiles. Su obra histórica fue puesta al servicio de esta empresa.

En una larguísima narración, Livio incluye tradiciones míticas y fabulosas y no somete a una crítica rigurosa las fuentes usadas para escribir su Historia: su objetivo es enaltecer Roma y la grandeza de su pueblo. Atribuye esta última a valores como:

  • El amor a la patria.
  • El respeto al mos maiorum.
  • La concordia civil.
  • Una religiosidad profunda y tradicional (justamente los promovidos por la restauración de Augusto).

Livio considera que la Historia es magistra vitae (maestra de la vida) y que de ella pueden sacar los hombres enseñanzas de la mayor utilidad para anticiparse a las situaciones. Destacan los retratos de personajes, los discursos y el examen de las reacciones de los hombres en momentos de crisis. Y defiende la religión tradicional romana frente a la ola ascendente de las religiones greco-orientales. Desgraciadamente, no conservamos la totalidad de su obra.

Salustio (86-35 a.C.)

Cayo Salustio Crispo se centró en la crisis de la República y el deterioro de las antiguas instituciones. Sus primeras obras, Bellum Catilinae y Bellum Iugurthinum, se centran en un episodio aislado de la historia reciente, contado de principio a fin. Pero su gran obra son los 5 libros de las Historiae, conservadas en fragmentos.

Su modelo fue Tucídides, por:

  • El racionalismo en el enfoque de la historia.
  • Concentrarse y destacar dramáticamente las grandes personalidades políticas.
  • El estilo, donde destacan discursos, que sirven para caracterizar a los personajes y reflejar la situación del momento.

Tácito (55-120 d.C.)

Fue un gran historiador del Imperio bajo los Flavios. Sus obras capitales son Las Historias y los Anales. Para lograr una descripción veraz de los hechos, Tácito no descuida ninguna fuente de información: tiene en cuenta obras históricas de sus predecesores, testimonios de testigos o protagonistas de los hechos, tradiciones orales o Actas del Senado. Pero su espíritu científico no las acepta sin más: hace crítica de esas fuentes y se decide por la versión más probable o verosímil cuando hay discrepancias entre ellas. Defendió la visión de la Historia sine ira et studio (sin odio ni parcialidad), hoy vigente.

Políticamente, no es exactamente republicano, aunque critica el régimen imperial, los abusos de poder y la violencia de los déspotas, así como la adulación de los súbditos del emperador, incluido el Senado. Considera inútiles las muertes gloriosas de los que caen por la libertad y cree necesario el poder personal: llega a sostener que «hay que desear buenos emperadores y soportarlos tal como sean». El éxito fue grande, pero su fama declinó en el mundo antiguo y la Edad Media. El Renacimiento volvió a descubrir a Tácito, considerado el Tucídides latino.

La Oratoria Romana: El Arte de Persuadir

La oratoria es el arte del bien decir, de embellecer la expresión con el fin de persuadir, deleitar o conmover, objetivos de todo buen orador. Roma fue la cuna de grandes oradores por la abundancia de asambleas en las que se basaba su sistema político y judicial. La facilidad de palabra era esencial para triunfar en la vida pública.

Pero los primeros oradores tenían lo que Quintiliano llamaba «elocuencia natural», espontánea y no sujeta a reglas. Fue el contacto con la cultura griega y su retórica, especialmente tras la conquista de la Magna Grecia, el que favoreció la regulación de los discursos según las normas de la oratoria griega. Así, surgen obras como el Brutus o De Oratore de Cicerón, el máximo exponente del género en Roma.

Cicerón (106-43 a.C.)

Nació a finales del siglo II a.C. En Roma, estudió junto a los mejores maestros de la época: oratoria, leyes y filosofía. Intervino desde joven en importantes procesos judiciales que le proporcionaron popularidad como orador y problemas. Se va a Rodas y Atenas para ampliar además su formación. Vuelve a Roma e inicia una carrera política, que le llevó al consulado en el año 64, período durante el cual se produjo la Conjuración de Catilina, intento de golpe de estado denunciado por Cicerón en sus Catilinarias.

Al estallar la guerra civil entre César y Pompeyo, tras no pocas vacilaciones, tomó partido por el segundo y, aunque César le perdonó, Cicerón se alejó de la vida política dedicándose a la redacción de su obra. Tras el asesinato de César, Cicerón intentó volver a la escena política enfrentándose a Marco Antonio, contra el que pronunció sus Filípicas. Este enfrentamiento le costó la vida en el 43 a.C.

Obras de Cicerón

Conservamos un amplio número de discursos completos y referencias de otros muchos gracias a la labor de un esclavo amigo que, mediante una serie de signos taquigráficos, tomaba nota de los discursos que su amo, interesado en su publicación, pronunciaba. Los más significativos son:

  • Las Verrinas: 7 discursos escritos contra Verres, a quien los sicilianos acusaron de malversación de fondos y robo de sus bienes y obras de arte en la época en que fue gobernador de la isla.
  • Las Catilinarias: 4 discursos ante el Senado y el pueblo denunciando la conspiración de Catilina.
  • Las Filípicas: 14 discursos en los que arremete contra Marco Antonio, heredero político de Julio César, y que le costaron la vida.

El número total de discursos conservados es de 55, a los que hay que añadir obras sobre oratoria, su técnica, su historia, etc., como el Brutus y el Orator.

Épica Romana: Influencia y Desarrollo

La épica griega antigua tiene en las obras de Homero, la Ilíada y la Odisea, el precedente de toda la literatura épica posterior, incluida la romana. Estos largos poemas narrativos constituyen la culminación escrita de una larga tradición oral de siglos que van desde la guerra de Troya (hacia el siglo XIII a.C.) hasta el tiempo de Homero (siglo VIII a.C.). Su métrica, estilo y temática influyen poderosamente en las nuevas manifestaciones del género hasta nuestros días.

Los poemas homéricos transmitían a su público todo el saber religioso, científico, técnico y jurídico de su época y constituían el texto con el que aprendían a leer y se formaban los escolares griegos de época clásica.

Rasgos formales de la épica homérica y su adopción en Roma

Para los romanos, la épica homérica constituyó un modelo que imitar, adoptando varios rasgos clave:

  1. El hexámetro dactílico: Métrica característica que, a partir de Ennio, se convirtió en el verso épico por excelencia (La Eneida de Virgilio y Las metamorfosis de Ovidio, por ejemplo, están escritas en hexámetros).
  2. La dicción formular: Consistente en la presencia de versos enteros o partes de verso que se repiten con un mismo esquema métrico. Las fórmulas aparecen sobre todo cuando se refieren a un personaje, humano o divino (también ciudades u objetos) y rellenan la parte del verso que el aedo o poeta oral necesita cubrir.
  3. Comparaciones o símiles.
  4. Digresiones: Salidas del tema principal para abordar en extenso un aspecto secundario que contribuye a dar «color» a algunos pasajes de la narración.

Hay que recordar que, aunque influida por Homero, es la Épica griega de época helenística, muy posterior, la que influye más directamente en la romana. En aquella, el elemento mítico pierde interés y el hombre, más consciente de su valía y escéptico ante los dioses, empieza a valorar más los acontecimientos y héroes históricos contemporáneos. Es el caso del propio Alejandro Magno, cuyas hazañas comienza a cantar la épica. También influyó en la épica romana un tipo de epopeya histórica griega que celebraba las gestas de un héroe local determinado y que incluía alusiones a los orígenes de dicha ciudad.