Sexenio Revolucionario (1868-1874): Crisis, Democracia Fallida y Restauración Borbónica

El Sexenio Revolucionario (1868-1874)

El Sexenio Revolucionario está comprendido entre la Revolución Gloriosa (1868), que ocasionó la caída de Isabel II, y la ascensión al trono de su hijo Alfonso XII (1874). Fueron seis convulsos años en los que se sucedieron un Gobierno Provisional, una Regencia, una Monarquía, una Primera República (con dos etapas: federalista y centralista) y un epílogo autoritario.

En este vaivén político se superpusieron tres guerras: la de Cuba, la Carlista y la Cantonalista, además de un movimiento de insurrección obrera. Todo ello demuestra la fragilidad del nuevo régimen burgués que se intentó instaurar desde el siglo XIX.

Los problemas que marcaron la construcción del Estado Liberal (el monopolio político en la práctica de los moderados, la erosión de la monarquía, la exclusión de la vida política de la mayor parte de la población y la crisis económica) provocaron la confluencia de un conjunto de fuerzas políticas, sociales y económicas. La disparidad de estas fuerzas, junto con la fuerte inestabilidad social y política, explica el fracaso del intento democratizador puesto en práctica durante el Sexenio (1868-1874) y la consiguiente restauración de la monarquía borbónica ese último año.

Revolución de 1868 y Gobierno Provisional (1868-1869)

El caos del régimen de Isabel II alcanzó su clímax en 1866 con una grave crisis económica y política que acentuó el descontento social y condujo a la Revolución de 1868.

La Crisis de 1866

La crisis económica se inició en el sector textil por el aumento de los precios y se acompañó de una severa crisis financiera debido al colapso de las compañías ferroviarias. Todo se agravó por una época de malas cosechas que ocasionó la subida de precios, paro y hambre. A esta situación se le añadía una crisis política por las medidas conservadoras del gobierno y el favoritismo en la designación de cargos.

El Pacto de Ostende y el Levantamiento

En 1866, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende para derrocar a la reina. En 1867 se unió la Unión Liberal, dejando a la reina con el único apoyo del Partido Moderado.

El 17 de septiembre de 1868, la Revolución Gloriosa se inició con la sublevación del almirante Topete en la bahía de Cádiz, apoyado por Prim (progresista) y Serrano (Unión Liberal). Poco después, Serrano venció al ejército gubernamental e Isabel II huyó a Francia.

El Gobierno Provisional

Se constituyó un Gobierno Provisional presidido por Serrano, que convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal directo en 1869. Bajo el movimiento rebelde convivían dos bloques con objetivos sociopolíticos muy distintos:

  • Bloque Gubernamental: Progresistas, unionistas y el sector moderado de los demócratas, que aspiraban a un régimen más abierto y representativo.
  • Bloque Republicano: Perseguían una república federal y una mayor justicia económica y social.

Constitución de 1869 y Regencia de Serrano

El resultado de las elecciones a Cortes Constituyentes dio una amplia mayoría a las fuerzas gubernamentales. El texto constitucional estableció como forma de gobierno la monarquía, pero concedió amplias libertades y derechos:

  • Reconocimiento de la Soberanía Nacional.
  • Otorgamiento de más poder a las Cortes, que controlaban el poder legislativo y el gobierno.
  • Sufragio universal masculino.
  • Amplias libertades de imprenta, reunión y asociación (lo que permitió el crecimiento del movimiento obrero).
  • Libertad de culto, aunque el Estado mantuvo el culto y los ministros católicos.

Una vez aprobada la nueva Constitución, Serrano fue nombrado Regente y el general Prim, jefe de gobierno. Prim se encargó de buscar un rey, poniendo como condición que este fuera demócrata y no Borbón, proponiendo a Amadeo de Saboya, duque de Aosta.

La Monarquía de Amadeo I (Enero de 1871 – Febrero de 1873)

El breve reinado de Amadeo I se caracterizó por su inestabilidad. Se inició con el asesinato de Prim, el único líder capaz de unir los intereses contrapuestos de la coalición de gobierno. A su muerte, esta coalición se dividió entre Constitucionalistas, dirigidos por Sagasta, y Conservadores y Radicales, dirigidos por Ruiz Zorrilla.

Los movimientos obreros aprovecharon para reclamar cambios económicos y políticos. Además, el país se enfrentó a graves conflictos:

  • Inicio de la Tercera Guerra Carlista (mayo de 1872).
  • Continuación de la Guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878).

El rey fue incapaz de manejar esta caótica situación, por lo que abdicó y regresó a Italia.

Primera República Española (Febrero de 1873 – Enero de 1874)

Ante la abdicación del rey, las Cortes (Senado y Congreso) proclamaron la República. Esta forma de gobierno tampoco estabilizó el sistema, pues se sumaron las nulas convicciones republicanas de la mayoría y la división de la minoría republicana entre unitarios y federalistas. En menos de un año se sucedieron cuatro presidentes:

Figueras

Durante su mandato, una mayoría de republicanos federalistas ganaron las elecciones a Cortes Constituyentes en 1873. La Constitución se redactó, pero no se llegó a promulgar.

Pi Margall

Asumió la presidencia en junio y se encargó de instaurar la república federal. Fue desbordado por la radicalización del movimiento cantonalista.

Salmerón

Envió al ejército para sofocar a los cantonalistas, pero su oposición a las penas de muerte le llevó a dimitir.

Castelar

Siguió una política conservadora y unitaria, gobernando por decreto hasta 1874. El 2 de enero, las Cortes se volvieron a reunir y Castelar perdió la votación. El general Pavía dio un golpe de Estado el 4 de enero, por miedo a volver a la república federalista.

Dictadura del General Serrano (1874)

La Junta de Capitanes Generales nombró jefe de gobierno al general Serrano, quien mantuvo la forma de gobierno republicana, pero con una política apoyada en el ejército y con el objetivo de garantizar el orden. El poder económico, por su parte, apoyó la vuelta al trono de los Borbones que el nuevo gobierno estaba organizando.

Grandes Conflictos del Sexenio (1868-1878)

El Sexenio estuvo marcado por la superposición de graves conflictos internos y externos:

Guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878)

La oposición de España a los deseos autonomistas del poder económico de la isla llevó a la insurrección de 1868, alimentada por la insuficiencia militar de España y por el apoyo de EE. UU., que aspiraba a dominar el sector azucarero cubano.

Tercera Guerra Carlista (1872-1876)

Se produjo por las pretensiones al trono del nieto de Carlos María Isidro, Carlos VII.

La Insurrección Cantonalista (1873)

Fue breve y de tanta intensidad en Levante y Andalucía que se convirtió en la principal causa del caos total de la República.

El Movimiento Obrero Español

Se desarrolló gracias a la libertad de asociación aprobada en la nueva Constitución. En 1868, Bakunin y Marx enviaron a España a Giuseppe Fanelli y Paul Lafargue, respectivamente, a fin de conseguir la aceptación de los obreros españoles a sus movimientos. La división de los obreros españoles entre anarquistas y socialistas se materializó a partir del fracaso del Congreso de La Haya en 1872. La Federación Regional Española no participó en las elecciones de la República. El fracaso de la insurrección cantonal supuso su golpe de muerte al decretar Serrano su ilegalidad. No obstante, pervivieron en la clandestinidad y resurgieron posteriormente con más fuerza.

Conclusión

Los seis años transcurridos entre 1868 y 1874 fueron unos de los más convulsos de la historia de España. Coincidieron con inflexiones históricas en otros países europeos: el fin del Segundo Imperio francés, la Comuna de París, el alumbramiento de la Tercera República y las unificaciones de Italia y Alemania.

El Sexenio supuso el intento de implantar un régimen político plenamente democrático. La desunión entre las fuerzas democráticas, la acumulación de problemas y las insurrecciones obreras dieron al traste con el intento. Para la historia quedó lo adelantado de sus planteamientos; para el futuro inmediato, la vuelta al orden y la estabilidad monárquica.