Las Fases de la Guerra Civil Española
1. La Guerra de Columnas (Julio a Noviembre de 1936): Avance hacia Madrid
Los generales sublevados intentaron la toma de Madrid, avanzando desde el Sur y el Norte hacia la capital por medio de pequeñas columnas, aprovechando la desorganización inicial de las defensas republicanas. Dichas columnas también encontraron algunas dificultades, como la tardanza inicial en pasar las tropas desde África a la península (tuvieron que esperar ayudas alemanas e italianas para ello) y el retraso en Toledo, cuando trataron de liberar el Alcázar, donde resistía el general Moscardó. Con esto, el ejército republicano pudo reorganizarse en Madrid y nació la resistencia en la capital bajo la consigna del «¡No Pasarán!». El gobierno republicano se trasladó, por precaución, a Valencia.
2. Guerra Total y Cambio de Estrategia (Noviembre 1936 – Enero 1939)
Los contendientes cambiaron su estrategia, iniciándose grandes ofensivas y contraofensivas. La guerra se modernizó, anunciando la Segunda Guerra Mundial (II G.M.), donde la aviación se convirtió en esencial. Se pasó a una guerra total, siendo bombardeadas ciudades y retaguardias, con el consecuente sufrimiento de la población civil.
Tras fracasar en la toma de Madrid, los sublevados intentaron aislar esta ciudad con una acción militar envolvente. El encuentro de ambas fuerzas se produjo en la Batalla del Jarama en febrero de 1937, que culminó con el progresivo desgaste de ambos ejércitos. En marzo de 1937, el ejército republicano consiguió una gran victoria en la Batalla de Guadalajara.
Franco decidió cambiar de estrategia y pasó a tratar de conquistar el resto del territorio abandonando Madrid. Se centró en el Frente del Norte, y con ayuda de la aviación nazi logró hacerse con la zona (ej. el Bombardeo de Guernica). De nada sirvió el intento de la República de atacar en zonas cercanas a Madrid para llamar la atención del ejército franquista y desviarlo hacia el Sur.
En octubre de 1937, Franco proyectó dividir a los republicanos llegando al Mediterráneo, para aislar Cataluña. En el verano de 1938, los republicanos lanzaron una contraofensiva iniciándose la Batalla del Ebro. Tras un duro enfrentamiento, la victoria cayó del lado sublevado, tomando Cataluña en enero de 1939.
3. Fin de la Guerra (Enero – Abril 1939)
Tras perder Cataluña, la España republicana solo resistía en Madrid, Levante y parte de Castilla-La Mancha. Falló el intento del presidente Negrín de firmar una rendición honrosa. El 28 de marzo las tropas franquistas entraron en Madrid. El 1 de abril de 1939 Franco anunciaba el final de la guerra.
La División de España en Dos Zonas
Tras el fracaso del golpe (se habla de fracaso porque no triunfó de manera unánime en todo el territorio español, de ahí que se iniciase un conflicto civil), España quedó dividida en dos zonas irreconciliablemente enfrentadas. Esta situación terminó desembocando en el estallido inmediato de una cruenta y larga guerra civil entre:
- Los Sublevados: Representaban a los sectores más conservadores de la sociedad española y contaron con el apoyo de los partidos de derecha.
- El Gobierno de la República: Consiguió mantener el control de amplios territorios y fue sostenido por los partidos de izquierda agrupados en torno al Frente Popular.
3.1. La Guerra en la España Republicana
El bando que apoyaba a la República estaba constituido por las clases populares. Estaban afiliados, por regla general, a organizaciones comunistas, socialistas y anarcosindicalistas (como la CNT o la FAI). Un importante sector de las clases medias, vinculado a partidos republicanos, también dio su apoyo a la República, aunque temeroso ante el eventual estallido de una revolución social.
El caos reinante se manifestó cuando el gobierno de Giral (Izquierda Republicana) tuvo que entregar armas a organizaciones obreras y milicias populares para defender a la República. Se desencadenó una represión cruel donde cayeron víctimas políticos y miembros de la Iglesia sospechosos de ser enemigos del régimen republicano.
Llegó al gobierno Largo Caballero (PSOE), que trató de encauzar el orden creando un gobierno con todas las fuerzas antifascistas, incluyendo a anarquistas, autonomistas vascos, socialistas y comunistas. A pesar de sus intentos, los enfrentamientos internos dentro del bando republicano (como la pequeña guerra civil desatada en Barcelona) le llevaron a dimitir. Subió al poder Juan Negrín (PSOE). Este trató de reorganizar la resistencia, pero finalmente, el coronel Casado, se encargaría de negociar una rendición incondicional.
3.2. La Guerra en el Bando Sublevado
La base social que prestó su apoyo a los sublevados se componía de militares conservadores, propietarios agrarios, monárquicos de derecha, católicos y tradicionalistas. Todos ellos eran contrarios, en general, al acceso de las clases populares y pequeñoburguesas al poder. Este bando recibió ayuda de los fascistas italianos y de los nacionalsocialistas alemanes, movimientos totalitarios que tendió a imitar.
Aunque en un principio la conspiración tuvo un carácter eminentemente militar, el apoyo de los elementos civiles se convirtió en determinante para garantizar el control de muchas ciudades. Estos estaban organizados fundamentalmente en torno a Falange Española, los carlistas y la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Se impuso un férreo control militar, siendo la represión igualmente brutal. Esta recayó sobre sospechosos de izquierdismo y separatismo y aquellos que se habían mostrado afines a la República.
Desde el principio, la Junta de Defensa concentró el poder en un mando único. El 1 de octubre de 1936, Franco fue nombrado en Burgos jefe del gobierno del Estado español y «Generalísimo» de los Ejércitos. Unificó a tradicionalistas y falangistas mediante decreto en abril de 1937 y creó un partido único: Falange Española y Tradicionalista de las JONS. En 1938 fue proclamado Caudillo, en la línea del Duce o el Führer.
Se llevó a cabo un proceso de reacción contra todo lo republicano, siendo suprimidos los sindicatos de clase y partidos políticos. Se abolió la reforma agraria y se derogó la legislación laica. En este sentido recibió el apoyo de la Iglesia, que se sentía perseguida por el bando republicano, y en 1937 los obispos españoles publicaron una carta colectiva en la que se daba a la guerra un carácter de «cruzada».