Causas Profundas y Detonantes de la Crisis de 1868
En la gestación de la crisis de 1868 encontramos causas políticas, sociales y económicas.
Causas Políticas y Sociales
- Aislamiento del grupo gobernante: La reina Isabel II había perdido el apoyo de quienes la respaldaban, como los progresistas, y tras la muerte de O’Donnell, también el de los unionistas.
- Descontento popular: Se concretó en el rechazo al impuesto sobre consumos y al sistema de quintas (servicio militar obligatorio).
Crisis Económica
La crisis económica fue una confluencia de varios factores:
- Crisis de subsistencias: Provocada por las malas cosechas obtenidas desde el año 1866.
- Crisis financiera e industrial: Marcada por el fracaso de las inversiones en el ferrocarril y las dificultades que atravesaba el textil catalán, tanto por la falta de inversiones como por las dificultades de abastecimiento de materia prima, dado que la Guerra de Secesión estadounidense había interrumpido el comercio de algodón.
El Proceso: Pronunciamiento y Revolución de 1868
El Pacto de Ostende, establecido entre los principales partidos de oposición a la monarquía isabelina (unionistas, progresistas y demócratas), había dejado en evidencia el aislamiento de la reina, pero también la falta de unidad de criterios entre la propia oposición, que ni tan siquiera coincidía en el régimen político que debería instaurarse tras el derrocamiento de Isabel II.
No obstante, la conspiración, entre cuyas figuras más destacadas figuraba ya el general Juan Prim, estaba madura para intentar el asalto a la monarquía. Llegan a Cádiz los generales conspiradores: el propio Prim, Serrano y el almirante Topete, quien publica el manifiesto que marca el punto de partida de la revolución.
Al mismo tiempo que los militares se pronunciaban, comenzaron a constituirse juntas revolucionarias en todo el país, especialmente en Andalucía, así como una milicia popular, los “Voluntarios de la Libertad”, heredera de la Milicia Nacional. Estas juntas, con un programa político mucho más radical que el de los militares sublevados, dieron un carácter popular y revolucionario al derrocamiento de la monarquía. Isabel II trató en primera instancia de hacer frente al golpe, pero la derrota de las tropas gubernamentales frente a Serrano en Alcolea dejó abierto el camino a Madrid. La reina marchó al exilio.
Etapas del Sexenio Democrático (1868-1874)
El Gobierno Provisional (1868-1869)
Después del triunfo del pronunciamiento, se constituyó un gobierno provisional, presidido por el general Serrano (secundado por el general Prim), que tuvo como primera y urgente tarea el desmantelamiento del poder democrático que de forma espontánea se había constituido en torno a las juntas. Con la promesa de que las reivindicaciones populares serían atendidas, el gobierno provisional logró primero la disolución de las juntas y más tarde la de los “Voluntarios de la Libertad”.
Acto seguido, el gobierno provisional adoptó una serie de medidas:
- Medidas económicas de fuerte carácter librecambista.
- Establecimiento de la peseta como unidad monetaria nacional.
- Expulsión de los jesuitas y extinción de todos los conventos.
- Convocatoria de elecciones a Cortes constituyentes mediante sufragio universal.
La nueva Ley Electoral dificultó la manipulación de los votos y resultó en la siguiente composición de las Cortes: 237 diputados de los partidos gubernamentales, 85 republicanos y 20 carlistas, quienes decidirían ahora el camino a seguir por la llamada “Revolución Gloriosa”.
La Regencia del General Serrano (1869-1871)
Las Cortes elegidas tenían carácter constituyente, lo que significaba que su primera tarea sería la redacción de una nueva constitución. Esta se completó en apenas cuatro meses y establecía un régimen monárquico con:
- Soberanía nacional.
- Amplia y precisa declaración de derechos.
- Libertad de cultos.
- División de poderes, con un ejecutivo responsable ante las Cortes y un legislativo bicameral (si bien el Senado tendría cierto carácter de representación territorial).
Aprobada la constitución, se estableció una regencia en la persona del general Serrano, con un gobierno presidido por Prim, que debió afrontar la tarea de encontrar un rey adecuado al nuevo marco legal español. El nuevo monarca tenía que ser católico y liberal, condición esta última que excluía a las dos ramas españolas de los Borbones, tanto a los carlistas como a los herederos de Isabel II.
Se propusieron entonces varios candidatos: el general Espartero, el duque de Montpensier, Fernando de Coburgo, Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen y, finalmente, el duque de Aosta, Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II de Italia. Amadeo fue el candidato que logró la mayoría de los votos.
La Monarquía Constitucional de Amadeo I (1871-1873)
El nuevo rey contaba con escasos apoyos en las Cortes. Su apoyo más sólido era el general Juan Prim, cuyo asesinato dejó aún más solo al nuevo monarca. La desaparición de Prim supuso, de forma inmediata, el inicio de la descomposición de la coalición gobernante, lo que provocaría una enorme inestabilidad en los gobiernos de Amadeo I.
Además, la crisis política favoreció el giro a la derecha, que se manifestó en una nueva Ley Electoral, en la que los votos eran más fáciles de controlar y manipular desde el gobierno. La coalición gobernante se rompió en dos facciones:
- Los radicales de Ruiz Zorrilla, inclinados hacia la izquierda con los demócratas.
- Los constitucionalistas de Sagasta, inclinados hacia la derecha, con los antiguos unionistas.
Amadeo I carecía además de apoyos sociales:
- La alta nobleza y muchos militares seguían fieles a la casa de Borbón y manifestaban cada vez más abiertamente su inclinación «alfonsina».
- La Iglesia y los católicos en general no olvidaban su condición de hijo del rey italiano que arrebató Roma al Papa.
- La burguesía veía en los proyectos gubernamentales de abolición de la esclavitud un serio peligro para sus intereses.
- Los industriales habían criticado duramente la política librecambista impulsada por el gobierno.
En estas condiciones, el rey Amadeo tuvo además que hacer frente a graves conflictos: en primer lugar, la rebelión cubana; en segundo lugar, el levantamiento carlista, que dio lugar a una tercera guerra, encabezada por el autotitulado Carlos VII. Estaba además la emergencia del movimiento obrero, especialmente a partir de la agitación en España de agentes de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), como Giuseppe Fanelli.
Ante esta situación, viéndose incapacitado para gobernar de acuerdo con los principios que le habían traído a España, Amadeo I aprovechó la excusa que le ofreció un pequeño problema con el cuerpo de artillería para abdicar. Congreso y Senado, reunidos conjuntamente en Asamblea Nacional, proclamaron la Primera República en febrero de 1873.
La Primera República Española (1873-1874)
El régimen republicano en España nacía débil: se había impuesto solo como consecuencia de la falta de apoyos. Además, la escasa base política de la República aparecía, a su vez, profundamente dividida en dos tendencias opuestas: la que defendía una república federal y la partidaria de una república centralizada.
Hay que añadir el diferente significado que tenía la república para los españoles, pues en tanto que los políticos republicanos la entendían como una profundización en el modelo democrático liberal, las masas la asimilaban a transformaciones sociales profundas, reparto de tierras e igualitarismo. Internacionalmente tampoco pudo conseguir mayor respaldo, solamente el de Suiza, Estados Unidos y dos repúblicas hispanoamericanas.
El Gobierno de Estanislao Figueras
El primer gobierno, provisional, de la Primera República española estuvo presidido por Estanislao Figueras, en cuyo gabinete había tres ministros republicanos federales. Es una fase en la que incluso se produjeron dos intentos de golpe de Estado para establecer una república radical. Convocadas las elecciones, los federales obtuvieron una abrumadora mayoría.
El Gobierno de Pi i Margall y el Federalismo
Tras las elecciones, Pi i Margall se convirtió en presidente de la República. Desde esta función trató de establecer un régimen basado en el federalismo, aunque su tentativa de establecer la federación «desde arriba» chocó pronto con los intentos de imponerla «desde abajo».
La primera labor del gobierno de Pi i Margall fue la redacción de un nuevo texto constitucional, elaborado en tiempo récord por Castelar, aunque nunca llegaría a promulgarse. España quedaba, por esta constitución, dividida en 17 estados, uno de los cuales era Cuba. Esta constitución iba acompañada de una amplia labor legislativa con fuerte contenido social: repartos de tierras, regulación del trabajo de menores, jornada laboral máxima e incluso un intento de establecer jurados mixtos de patronos y obreros.
Pero, como se señalaba arriba, el intento gubernamental de establecer el federalismo desde el poder coincidió con una explosión social y política que buscaba su implantación desde abajo: el movimiento cantonal. En toda la zona mediterránea surgieron poderes políticos que se declaraban autónomos y que con frecuencia ofrecían un aspecto de revolución social por su fuerte confluencia con el movimiento obrero. Este movimiento cantonal requirió el uso del ejército por parte del gobierno y provocó una crisis política que acabó con la presidencia de Pi i Margall.
El Gobierno de Nicolás Salmerón
Nicolás Salmerón se convirtió en el tercer presidente de la República e inició una reforma hacia un régimen más centralizado, tratando de contener de esa manera la explosión cantonal. La represión contra los cantonalistas fue llevada a cabo con éxito por el ejército, que suprimió casi todos los focos, pero cuando se presentaron al presidente de la República las condenas a muerte de varios dirigentes cantonalistas, Salmerón se negó a firmarlas y prefirió dimitir.
El Gobierno Centralista de Emilio Castelar
La elección de Emilio Castelar en sustitución de Salmerón marcó un giro autoritario y centralista del régimen republicano. La concesión de poderes extraordinarios para el presidente y el creciente protagonismo del ejército caracterizaron este giro conservador. Castelar debió hacer frente de forma simultánea a tres guerras: la cubana, los focos restantes de la rebelión cantonal (definitivamente liquidados con la conquista de Cartagena) y la guerra carlista.
La posición de Castelar se fue haciendo cada vez más débil, perdiendo el apoyo de los sectores republicanos que criticaban su creciente conservadurismo. Mantuvo en suspenso las Cortes, gobernando a golpe de decreto. Cuando el Congreso reanudó sus sesiones, una moción de censura amenazó su gobierno, pero un sector del ejército, partidario de su política de orden, decidió intervenir y el general Pavía ocupó las Cortes, disolviéndolas y entregando el poder ejecutivo al general Serrano.
La Dictadura del General Serrano y el Camino a la Restauración
El general Serrano estableció un régimen dictatorial que trató de restablecer el principio de orden y autoridad. Para ello llevó a cabo una dura represión contra el movimiento obrero, ilegalizando la Internacional, y contra los restos del republicanismo federal. Sin embargo, no fue capaz de culminar la guerra contra el carlismo, que se mostraba aún lo suficientemente fuerte como para establecer un rudimento de estado, dotado incluso de ministerios.
Por otra parte, otra alternativa iba cobrando cada vez más fuerza: la representada por los partidarios de restaurar la monarquía borbónica en la persona de Alfonso, hijo de Isabel II. Los principales defensores de la opción alfonsina eran algunos sectores del ejército, encabezados por el general Martínez Campos y, sobre todo, el político Antonio Cánovas del Castillo, quien, desde una visión más amplia, trataba de fortalecer la figura de Alfonso ante la opinión pública, para evitar que la restauración monárquica llegase nuevamente de la mano de un pronunciamiento militar escasamente representativo.
Desde Inglaterra, Cánovas preparó el retorno de Alfonso, cuya candidatura quedó ya claramente expuesta en el Manifiesto de Sandhurst. La inmensa mayoría de la clase política se unió al partido alfonsino, mientras el general Martínez Campos forzaba la situación al pronunciarse en Sagunto en favor de la restauración borbónica.
Apéndice Histórico: La Corona de Castilla en el Siglo XIII
Este periodo arranca prácticamente con la victoria de las Navas de Tolosa, que abre el Valle del Guadalquivir a la conquista por Castilla de todo el territorio al sur del Tajo, salvo las posesiones del Reino de Portugal. Tras el control del Estrecho, la Corona castellana se lanzó a la navegación atlántica que condujo al inicio de la conquista del archipiélago canario, la cual prefigura la de América.
Se produce la Unión de los Reinos de Castilla y León bajo Fernando III el Santo. El Siglo XIII es un momento de esplendor de las Cortes, institución que surge en el reino de León y que reúne a los representantes de los distintos estamentos del reino: la nobleza, el clero y las ciudades.
Los monarcas de Castilla refuerzan su poder frente a la nobleza y las Cortes (ejemplificado en las Partidas de Alfonso X el Sabio y el Ordenamiento de Alcalá de Alfonso XI). Se avanza hacia la monarquía autoritaria con el establecimiento de nuevas instituciones que asisten a la Corona, como la Audiencia con sede en Valladolid, que se ocupa de los asuntos judiciales del reino. Este avance da pasos decisivos bajo el reinado de Pedro I, contra quien se subleva la nobleza. Tras la guerra civil, se pasa a una nueva dinastía, los Trastámara, con Enrique II.